27 de febrero de 2024

¿Fin del mito del escritor solitario?

Nada surge del vacío. Incluso el primer escritor de la historia tuvo que ser deudor, en alguna medida, de circunstancias de su entorno. El acervo cultural acumulado a lo largo del tiempo es inconmensurable. Cada vez resulta más difícil que pueda surgir algo original al cien por cien. De acuerdo. Hay que admitirlo así. ¿Pero excluye este reconocimiento la posibilidad de que existan escritorios solitarios, que, aislados en su guarida, rodeados por el inmenso torrente que fluye sin cesar, generen su propia producción de manera individual?

Simon Kuper, haciendo gala de la elevada posición intelectual que suele impregnar sus apreciadas e influyentes contribuciones en el Financial Times, y apoyándose en una serie de casos significativos del mundo del arte, incide en que “desde hace tiempo se ha entendido que la mayor parte de los actos de creación son colaborativos”, y “sólo respecto a los libros, especialmente de ficción, persiste la presunción del genio solitario”[1]. Aunque, a renglón seguido, cuestiona que ese modelo prevalezca realmente en la práctica, y ensalza el potencial de las “writer’s rooms”.

Con un patente bagaje colaborativo proveniente del entorno, Kuper apunta hacia el fin del supuesto mito del escritor solitario. Y, con ello, decreta la muerte del espíritu del escritor, como ave solitaria, una especie en peligro de extinción, que se resigna a incorporarse a algunas de las bandadas que cubren el horizonte.




[1] “Time to tackle the myth of the lone writer”, 24-2-2024. 

26 de febrero de 2024

Acerca de las pruebas experimentales de educación financiera

 

Imaginemos que una compañía está en una fase de análisis a fin de comprobar la eficacia de un nuevo medicamento para combatir una enfermedad. Como suele ser habitual, se llevan a cabo pruebas con dos colectivos de personas adecuadamente seleccionadas. La composición de los grupos es similar, tanto la del grupo de tratamiento, al que se le suministra el medicamento, como la del de control, al que no se le suministra el fármaco. La compañía planea realizar las pruebas en un amplio número de ciudades de varios países.

Una vez realizadas las pruebas, y analizada la evolución de los integrantes de los colectivos participantes, se remiten los resultados al departamento de investigación de la compañía. Los informes contienen datos pormenorizados de los individuos, y de la evolución de su estado de salud. Sin embargo, por un descuido generalizado, no se sabe con certeza si a todos los integrantes de los grupos de tratamiento se ha suministrado el fármaco previsto u otro parecido, ni la dosis, y ni siquiera si los receptores han seguido las pautas prescritas en la medicación.

No parece que, en las anteriores condiciones, pudiesen extraerse conclusiones muy significativas y fiables sobre la adecuación del medicamento en fase de análisis.

Si, ahora, nos trasladamos a los estudios sobre la eficacia de los programas de educación financiera, ¿qué cabría interpretar como el fármaco suministrado? ¿Cómo de fiables podrían ser las conclusiones de los análisis estadísticos, por muy sofisticados que fueran, si, como en el ejemplo anterior, se ignorasen los aspectos básicos del tratamiento?



25 de febrero de 2024

El déficit del exceso de gravamen

 

Afirman Michael Keen y Joel Slemrod que el “exceso de gravamen”[1] es “una de las ideas más fundamentales y poderosas de todas las relacionadas con la tributación, pero que raramente se suscita en el debate público”.

Sin embargo, la carencia de su tratamiento no es privativa del debate público. Después de repasar algunos de los manuales de Hacienda Pública más destacados en Estados Unidos, C. E. Bohanon, J. B. Horowitz, y J. E. McClure concluyen que “los manuales dicen demasiado poco, demasiado tarde, sobre los excesos de gravamen de la imposición. Incluso cuando los manuales abordan la eficiencia impositiva, la cobertura de los costes de la imposición es a menudo inadecuada. Tal práctica es probable que lleve a los estudiantes a subestimar los costes de los programas gubernamentales, predisponiéndolos hacia un mayor gasto público. Si, en lugar de eso, los estudiantes fueran instruidos sobre los múltiples costes de la imposición y estos costes fuesen integrados en la discusión sobre los bienes públicos, los estudiantes estarían probablemente menos predispuestos hacia el gasto público”[2].



[2] “Saying too little, too late: public finance textbooks and the excess burden of taxation”, Econ Journal Watch, septiembre 2014.


23 de febrero de 2024

Nvidia, un nuevo coloso tecnológico

 

En los últimos años, la industria cinematográfica viene reviviendo o creando criaturas gigantescas que rompen todos los moldes. En un proceso paralelo, los mercados bursátiles se han convertido en salas en las que se proyectan las sombras de las colosales corporaciones que, de forma casi inadvertida, emergen como megalodones dominadores de un planeta donde -hace ya tiempo- el ser humano ha sido desplazado del centro. Las cifras de capitalización bursátil de las grandes corporaciones obligan a repetirlas para meditar si pueden ser reales o, quizás, producto de alguna interpretación errónea de los guarismos en su traducción al castellano. No hace mucho aquí se comentaba la pugna entre los titanes Microsoft y Apple. Ambos dominan un ecosistema al que se incorporan nuevos especímenes.

Con una capitalización cercana ya a los 2 billones (2.000.000.000.000) de dólares, Nvidia, que mantiene una posición de liderazgo mundial en computación de inteligencia artificial, se encarama ya a las primeras posiciones, después de que el valor de sus acciones se haya multiplicado por 20 desde el año 2019 (gráfico adjunto).

¿Cómo debe interpretarse que su ratio PER se sitúe por encima de 100 (103,70, a 23 de febrero de 2024)?



21 de febrero de 2024

El arte de la vida

Formuló Francisco Giner de los Ríos una definición de arte merecedora de consideración: “Para el sentido común, obra siempre artísticamente quien, en la ejecución de una empresa cualquiera, procede de tal modo que toda su acción, recogida en sí misma y atenta cuidadosamente a su objeto, sin distraerse de él un punto, hace converger y servir para éste con perseverancia y delicado tacto cuantos medios se requieren, hasta lograr que el resultado corresponda a su idea”.  Para el pensador rondeño, “el arte de la vida” viene a ser “la aplicación sistemática de toda nuestra actividad con sus diversas facultades a la consecución de nuestro destino”.

Democratizadora e incluyente donde las haya, esa definición gineriana abre una esperanzadora vía para que personas sin dotes artísticas puedan aspirar a  alcanzar el estatus de artista abnegado, al tiempo que nos sirve para no olvidar que, en la vida, hay verdaderos artistas en la práctica del egocentrismo.



20 de febrero de 2024

Santo Tomás de Aquino y la tragedia de los comunes

 

Una primera incursión a “La economía de las parábolas”, de Robert Sirico, no defrauda en absoluto. A las primeras de cambio, ofrece ya suculentos dividendos.

Uno, no menor, es nada menos que una auténtica fundamentación, adelantada bastantes siglos, a la conocida como “tragedia de los comunes”. Así, el padre Sirico recoge un interesante párrafo tomado de la “Suma de teología”, de Santo Tomás de Aquino:

“… es lícito que el hombre posea cosas propias. Y es también necesario a la vida humana por tres motivos: primero, porque cada uno es más solícito en gestionar aquello que con exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a muchos, puesto que cada cual, huyendo del trabajo, deja a otros el cuidado de lo que conviene al bien común, como sucede cuando hay multitud de seguidores; segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada uno le incumbe el cuidado de sus propios intereses; sin embargo, reinaría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente; tercero, porque así el estado de paz entre los hombres se mantiene si cada un está contento con lo suyo”.



19 de febrero de 2024

Los impuestos tienen consecuencias

 


Hay títulos de libros que son bastante expresivos y claramente representativos de su contenido. Algunos son tan logrados que sirven como conclusión o como epílogo. Es lo que ocurre con el de la obra de Arthur B. Laffer, Brian Domitrovic y Jeanne C. Sinquefield publicado en el año 2022: “Taxes have consequences: an income tax history of the United States”.

Se trata de un título que encierra dos verdades, la primera en cuanto a una proposición económica positiva, emanada de la observación de la realidad. Una verdad a la que cinco mil años de experiencias fiscales atribuyen el estatus de incontestable. Los efectos de los impuestos, unos visibles y otros no, están bien fundamentados en el plano teórico y reflejados en las pautas de comportamiento de los agentes económicos, tengan o no vocación de contribuyentes, y lo sean o no en la práctica. La otra, porque el libro se centra en la historia del IRPF en Estados Unidos. Aunque sea una verdad a medidas, toda vez que el foco de atención se amplía mucho más allá del campo de dicho impuesto, para abarcar otras figuras impositivas y, con carácter general, el curso seguido por la política presupuestaria estadounidense.

En la edición española (Deusto, 2024) se ha añadido un subtítulo un tanto osado y propagandístico: “El análisis definitivo acerca del efecto del impuesto sobre la renta en la economía”. No sabemos si será o no definitivo, pero de lo que no cabe duda es que es un análisis abiertamente desafiante del pensamiento dominante en cuanto al papel de los impuestos en la economía, en particular en relación con señalados episodios de la estadounidense.

Con una defensa a ultranza de la economía de la oferta, los autores ofrecen una explicación de las causas de la Gran Depresión, y de la recuperación económica posterior, radicalmente diferente a las de las visiones predominantes. Las subidas de los impuestos se sitúan en el eje del desencadenamiento de dicha crisis, según Laffer, Domitrovic y Sinquefield, quienes, asimismo, se muestran muy críticos con la visión del éxito del New Deal rooseveltiano. Ya su simple enunciado viene a representar un auténtico bombazo doctrinal, que, de confirmarse en su fundamentación, vendría a representar una quiebra intelectual de primer orden.

El libro está impregnado de juicios de valor, pero eso no empaña el recurso abundante a un conjunto de datos e indicadores económicos sujetos a contraste. Aunque es prematuro y presuntuoso proclamar que, ante una cuestión tan compleja y controvertida como es la exégesis de las crisis económicas vividas a lo largo del siglo veinte, en absoluto lo es la apelación a la proposición de que los impuestos tienen consecuencias. Una proposición mucho más difícil de rebatir, en el plano teórico y, sobre todo, en la realidad económica.

18 de febrero de 2024

La economía de las parábolas

 

Cuando me enteré, gracias a la información que me suministró un reputado economista, que, en su día, recibió unas sólida formación en un entorno seminarista en tierras castellanas, de la inminente publicación de la obra “La economía de las palabras”, de Robert Sirico, no pude evitar verme ante sentimientos encontrados. Por un lado, el derivado de la satisfacción de constatar la edición un texto orientado a extraer, de manera integral y sistemática, enseñanzas económicas de significados pasaje bíblicos: “Sabiduría económica atemporal inspirada en las parábolas del Nuevo Testamento”. Pese a este gran aliciente, no podía, sin embargo, dejar de experimentar una cierta sensación de desaliento, toda vez que la publicación de ese estudio venía a desbaratar el proyecto personal de llevar a cabo una aplicación del análisis económico a los textos bíblicos. Proyecto que, hasta ahora, se había traducido en una serie de reflexiones ocasionales y aisladas, recogidas en este espacio llamado blog.


Claro está que cabría la posibilidad de ignorar el libro del padre Sirico y afanarse en el intento, pero, siendo realista, sería difícil resistir la tentación y no llegar siquiera a hojear el libro, por lo demás, de escuetas proporciones. Máxime teniendo en cuenta que, como señala el autor en la introducción, “Uno puede escuchar las parábolas como un creyente que cree que Jesús es el hijo de Dios. O como una persona que considera al maestro como una gran figura moral. Puede incluso escuchar las parábolas teniendo simplemente en cuenta su fuerza literaria o retórica. Todavía más, puede atender al relato en su sentido más sencillo y mundano, e incluso en este caso se obtiene aprendizaje”.


Dejando al margen el componente trascendental, algo personal e intransferible, adentrarse en los textos bíblicos permite compaginar una serie de valiosos aspectos: disfrutar de una prosa subyugante, poner a prueba el ingenio para tratar de hallar las intrincadas claves de los mensajes divinos, extraer enseñanzas sobre las conductas económicas, disfrutar de la recreación de episodios de lógica desafiante, e impulsar la reflexión individual. Adicionalmente, no habría que olvidar que no sólo hay economía en el Nuevo Testamento, y tampoco sólo en las parábolas.




17 de febrero de 2024

Acerca de los determinantes del PIB per cápita

 

Aunque, en más de una ocasión, se ha anticipado la inminente jubilación del producto interior bruto (PIB) por habitante como indicador del nivel de desarrollo económico de un país o de un territorio, lo cierto es que sigue ocupando una posición hegemónica. Pese a las considerables críticas que recaen sobre el propio concepto y el cómputo del PIB (desatención de los efectos contaminantes de la producción de bienes y servicios, no inclusión -total o parcial- de la economía sumergida ni de las actividades domésticas, solución insatisfactoria a la contabilización de la producción pública, abstracción de la desigualdad en la distribución de la renta…), lo cierto es que, a la hora de la verdad, resulta difícil sustraerse al dictado de dicho indicador. Las críticas metodológicas se multiplican, al tiempo que surgen alternativas para medir el nivel de vida y el bienestar de la población, pero el PIB per cápita muestra una resiliencia asombrosa.

No es extraño, pues, que nos veamos afectados por un sentimiento de desazón al examinar los datos del PIB por habitante correspondientes al año 2022, para el conjunto de regiones españolas, publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística. Con una cifra de 21.091 euros, el PIB por habitante de Andalucía equivale al 75% de la media española, y se sitúa en el último lugar entre las 17 comunidades autónomas, aunque quepa efectuar algunos ajustes y correcciones. El PIB por habitante de España equivale a un 86% de la media de la Unión Europea (UE), lo que significa que el de Andalucía es aproximadamente un tercio inferior al de la UE.

¿Cómo es posible que estemos en esa situación? Hace más de 45 años, cuando se reclamaba autonomía regional, ésta se concebía como un instrumento para potenciar el desarrollo económico y lograr una convergencia económica real con las regiones más avanzadas de España. Ésta era, de hecho, una de las motivaciones para emprender un proceso tan amplio e intenso de descentralización del sector público como el protagonizado por España, como es también una aspiración de la UE respecto a sus Estados miembros y a sus regiones.

Ahora bien, no haber colmado las pretensiones de convergencia no significa que no haya habido sustanciales mejoras económicas y sociales. De entrada, la población andaluza ha aumentado un 35% desde 1977, la magnitud de la economía casi se ha triplicado en términos reales, el número de ocupados prácticamente se ha multiplicado por dos, y el PIB real por habitante se ha duplicado. Se trata de incrementos muy sustanciales, claramente apreciables en perspectiva histórica, que, sin embargo, se diluyen cuando nos situamos en un marco de referencia donde también se han registrado aumentos, y, además, ha habido un menor incremento de la población.

A este respecto, es interesante ver cómo ha evolucionado la distribución territorial del total de la producción de España entre los años 1955 y 2019 (antes de la pandemia del coronavirus), tomando la serie homogénea elaborada por Fedea. En el año 1955, el peso de Andalucía dentro de la economía española era del 13,9%. Luego disminuyó, hasta alcanzar un mínimo del 13% en 1975. En 1990 y 1991 se llegaba al 13,7%. Tras algunas oscilaciones, se situaba en el 13,3% en 2019. Una considerable estabilidad en la participación se observa en la gran mayoría de las regiones. Hay, sin embargo, algunos rasgos significativos: el retroceso de Cataluña y del País Vasco, y especialmente, el gran avance de Madrid, que, partiendo de un 11,6% en 1955, se coloca, al final del período considerado, por encima del 19%, como primera economía regional.

El análisis del nivel de PIB per cápita en Andalucía nos lleva, indefectiblemente, a la consideración del “álgebra simple del desarrollo económico”. La magnitud del PIB per cápita viene explicada por el juego de tres variables básicas: i) el porcentaje de personas ocupadas sobre la población total; ii) el esfuerzo laboral o número de horas trabajadas por cada persona ocupada; y iii) la productividad aparente del trabajo, es decir, el valor de la producción por hora trabajada. El desfase observado en el PIB por habitante de Andalucía viene explicado esencialmente por dos factores: la tasa de ocupación sobre la población y la productividad se sitúan, en ambos casos, en torno a un 90% de la media nacional. Además, en los últimos años, de manera llamativa, las estadísticas reflejan un menor número de horas trabajadas por ocupado, lo que puede obedecer a una diferente duración media de determinados contratos.

 En suma, la anterior descomposición nos indica el camino para progresar en la convergencia real (para un mismo esfuerzo laboral): aumentar la proporción de empleados dentro de la población y/o elevar la productividad. Estas prescripciones son algo muy simple de enunciar; más difícil, a la vista de la experiencia, es aplicar medidas efectivas para que puedan materializarse y alterar tendencias históricas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



15 de febrero de 2024

Málaga, “cibdad muy mercadantesca”

 

Era Málaga, en los años de mi lejana infancia, una ciudad con un centro poblado de establecimientos comerciales dotados de estilo, de tradición y, sobre todo, de una remarcable dignidad. Los tiempos eran difíciles, pero ese era un rasgo no visible por el ojo infantil. Y cada establecimiento, con sus obsequiosos escaparates y su nómina de esmerados dependientes, ayudaba a componer un conjunto cálido y armonioso con efectos balsámicos. No hacía falta disponer de grandes sumas de recursos para percibir su manto acogedor y sentir los latidos de la vida a pie de calle. Por eso, repasar las páginas de la obra de Fernando Alonso “Comercios malagueños que dejaron huella”, que hoy ya no se puede encontrar, nos aboca a una situación de tristeza y desamparo.

Tal vez, por esa misma razón, se engrandece la imagen que proyecta la Málaga antigua, cuando nos adentramos en crónicas seculares, reveladoras de atributos ya difuminados o extinguidos. En sus “Andanças e viajes” medievales, Pero Tafur describe Málaga como una “cibdad muy mercadantesca”, dotada de mucho mercadeo. Caprichoso es el lenguaje y, a veces, premonitorio.



14 de febrero de 2024

Se buscan “Marco Polos” educacionales

 

Las actividades relacionadas con la investigación, la política y la práctica educativas tienden a concebirse como mundos separados que apenas interaccionan. Cada uno de estos ámbitos corresponde, en principio, a investigadores, políticos y docentes, respectivamente. Aunque pueda existir una base argumental para mantener esa separación, por razones de especialización y competencias, la OCDE ha acumulado evidencias de que dicho enfoque de silos no es satisfactorio.

De ahí que se propugne el surgimiento de Marco Polos para ayudar a tender puentes a fin de superar las distancias que separan la investigación, la política y la práctica en el campo educativo[1]. En este sentido, “una mayor colaboración y comunicación entre estas comunidades tendría muchos beneficios. Los profesores pueden mejorar sus prácticas accediendo a los resultados de las investigaciones más recientes. Los investigadores pueden aprender sobre los desafíos que los profesores y los responsables políticos afrontan para obtener un mejor entendimiento de sus necesidades y ajustar sus proyectos. Los políticos pueden tener una mayor implicación con ambos grupos para diseñar y evaluar políticas eficaces y equitativas”.

Para avanzar en esa dirección es preciso introducir un esquema de incentivos apropiados. Las cualidades de Marco Polo son cruciales para lograr el propósito: habilidades individuales, combinadas con una capacidad para implicarse en la investigación dentro de las organizaciones, liderazgo, arrojo para explorar nuevos territorios, y generosidad para dejar constancia escrita de las rutas exploradas, que pueden ser inspiradoras para otros viajeros.

Si los incentivos son necesarios cuando hay separación de roles, llegan a ser de importancia extrema cuando en una misma persona confluyen la faceta docente y la investigadora. El problema no es que no haya incentivos adecuados, sino, más bien, (des)incentivos totalmente perturbadores que desatienden, y, lo que es peor, incluso penalizan, la actividad básica de la transmisión del conocimiento. Por no hablar de la tremenda pérdida asociada a innumerables experiencias formativas valiosas que, al no tener valor de mercado ni académico, quedan relegadas al olvido.





[1] Vid. Mouthaan y J. M. Torres, “How to be a Marco Polo of education research, policy and practice”, OECD Education and Skills Today, septiembre 2023.


13 de febrero de 2024

El Trilema del Cambio Climático

 

Era extraño que no se hubiera formulado la existencia de un trilema específico sobre el cambio climático. El FMI, en su publicación Fiscal Monitor de octubre de 2023, se hace eco de una de sus manifestaciones. El trilema en cuestión queda sintetizado en la representación gráfica. Los responsables de la política económica se enfrentan a un trilema a la hora de tratar de alcanzar estos tres objetivos: (1) objetivos climáticos, (2) sostenibilidad fiscal, y (3) factibilidad política.

Así, si los gobiernos recurren preponderantemente a medidas de gasto, este enfoque puede ser políticamente factible, pero la deuda aumentará sustancialmente.

En cambio, si abordan las actuales tendencias de las emisiones sólo con medidas moderadas, no podrán alcanzar los objetivos climáticos.

Por último, si utilizan medidas basadas en el precio de las emisiones, quedarían relajadas las exigencias fiscales, pero surgiría el problema de la impopularidad social.

No obstante, el FMI considera que hay una alternativa para alcanzar los tres objetivos de manera conjunta -lo que, de ser factible, desactivaría el trilema-, a través de una combinación de políticas cuidadosamente calibradas, adaptables a cada país. Dicho paquete comprende la aplicación de un precio por las emisiones, junto con otras medidas para abordar las preocupaciones distributivas y los impactos en el coste de la vida.






12 de febrero de 2024

¿Son siempre los impuestos ‘unitarios’ más favorables que los ‘ad valorem’?

 

Un impuesto unitario o específico es aquel que utiliza un tipo de gravamen de esta naturaleza, es decir, que consiste en una suma de dinero (por ejemplo, 50 céntimos de euro) por cada cierto número de unidades físicas del bien gravado (por ejemplo, un litro de gasolina). En cambio, un impuesto ad valorem utiliza un tipo de gravamen porcentual que se aplica sobre el precio del producto gravado (por ejemplo, un 20% sobre el precio de un litro de gasolina, vgr., 1 euro).

Es evidente que, en un contexto inflacionario, el importe de los impuestos unitarios se mantiene inalterado (para un mismo número de unidades consumidas) en términos nominales, lo que implica que dicho valor va decreciendo en términos reales a medida que suben los precios. Por su parte, en el caso de los impuestos ad valorem, su cuantía va creciendo al mismo ritmo que el precio del bien. De esta manera su valor en términos reales, si el aumento del precio del bien coincide con el del índice general de precios, se mantiene constante.

El panorama cambia si, en lugar de inflación, nos encontramos en una situación de deflación. Es lo que ocurrió en Estados Unidos en la primera mitad de la década de los años treinta del siglo pasado. Tanto en relación con los aranceles como, también, con el impuesto sobre la propiedad. Dicho proceso vino a significar una subida impositiva adicional a las llevadas a cabo por la vía parlamentaria.




11 de febrero de 2024

Preguntas incómodas de Jouvenel

Como ya expresaba en una entrada de hace algún tiempo en este blog[1], no consigo explicarme cómo un pensador de tanta altura como Bertrand de Jouvenel ha podido tener tan escasa influencia en el estudio de algunas de las cuestiones más candentes en el ámbito de la Economía del Sector Público. La lectura de sus textos son una fuente extraordinaria para el análisis y la reflexión.


Algunos de sus ensayos siguen teniendo, desgraciadamente, una vigencia indiscutible. “Lo más sorprendente del espectáculo que nos ofrecemos a nosotros mismos es que nos sorprenda tan poco”, es una de las frases que, casi ochenta años después de ser escrita, sigue quebrando la pretendida placidez del lector. En referencia a episodios históricos ya lejanos, sostenía que “la guerra es muy pequeña, porque el Poder es pequeño y porque no dispone de esas dos palancas esenciales que son el servicio militar y el derecho de gravar con impuestos”.


Y, más adelante, nos lanza una diatriba en toda regla: “¡Extraño misterio! Cuando sus amos eran los reyes, los pueblos no dejaron de quejarse de tener que contribuir a la guerra. Cuando finalmente logran deshacerse de esos amos, son ellos mismos los que se imponen una contribución, no ya sólo en una parte de sus ingresos sino en sus propias vidas. ¡Qué giro más singular! ¿Se explicará por la rivalidad de las naciones que habría sustituido a la de las dinastías?... ¿Y que finalmente nos imponemos un entusiasmo por sacrificios mucho más pesados que los que en otro tiempo soportábamos tan de mala gana?”.




10 de febrero de 2024

La complementariedad entre la regulación bancaria y los cuentos infantiles

 

Aunque suele afirmarse -no sin fundamento- que la realidad llega a superar, muchas veces, a la ficción, probablemente muchas más, la ficción encuentra su inspiración en la realidad. Menos frecuente es que ese vínculo se dé en el caso de los cuentos infantiles y un terreno tan árido como el de la regulación bancaria, pero Sheila Bair así lo asevera. Y lo hace en su doble condición de su anterior cargo como presidenta de la US Federal Deposit Insurance Corporation y como escritora de libros infantiles.


“Siempre he defendido -manifiesta- que haya fuertes protecciones legales, y rendición de cuentas para los ‘chicos malos financieros’. Pero también estoy convencida de que debemos hacer más para enseñar a los consumidores, a una temprana edad, a cómo protegerse a sí mismos”[1]. Según esta escritora, los abusos financieros, a semejanza de lo que sucede en los cuentos clásicos, tienen como protagonista a un villano que explota a las personas vulnerables. Por ello, considera que “muchos episodios de la vida real podrían ser evitados si las víctimas reflexionaran sobre los consejos comunes para la infancia”.


En el artículo referido, señala que la crisis de las hipotecas subprime inspiró su libro Princess Persephone loses the castle. En él, “la fría heroína recibe la visita de un hábil vendedor que se ofrece a financiar un nuevo revestimiento para su castillo, al igual que los sórdidos estafadores hipotecarios golpean a las puertas de tantas familias de bajos ingresos ofreciéndoles dinero rápido con préstamos titulizables”. Pretende que “los niños y sus familias comprendan que [las] debilidades humanas básicas nos hacen ser blancos de tiburones en la vida real”.

Aboga, asimismo, por los programas de educación financiera, pero advierte de que algunos programas supuestamente formativos encubren una promoción de determinados productos financieros o prácticas acordes con los intereses de la industria financiera.


Dándole la vuelta al conocido adagio de Óscar Wilde (“life imitates art”), acaba proclamando que, con sus libros, “el arte imita a la vida”.






[1] “How regulating banks inspired my children’s books”, Financial Times, 28-12-2023.

9 de febrero de 2024

El salvamento contable de las finanzas públicas

La contabilidad presupuestaria del sector público se rige por unas pautas diferentes a las que se aplican a las empresas. En el caso de la Unión Europea, la actuación económica de las administraciones públicas se mide esencialmente por dos indicadores, el saldo presupuestario no financiero y el salvo vivo de la deuda pública, en ambos casos en relación con el PIB. Desde hace tiempo, algunos economistas, en la órbita del FMI, vienen abogando por incorporar otros conceptos e indicadores que ayuden a proporcionar una visión más ajustada y completa de la actuación económica del sector público. La utilización del balance, el cómputo de las inversiones públicas en función de su vida útil, la delimitación del componente inflacionario de los intereses de la deuda pública, o la consideración de la deuda pública oculta son, entre otras, algunas de las cuestiones planteadas.

En esa línea, Ian Ball, John Crompton y Dag Detter defienden que "la comprensión del verdadero estado de las finanzas públicas requiere un balance completo, basado en una contabilización según el criterio del devengo. Esto a su vez creará oportunidades para una mejor gestión de los activos y pasivos" ("How accountants can help save public finances", Finance & Development, 2023").



8 de febrero de 2024

La enseñanza de los impuestos a través de chistes

 

Para la mayoría de las personas, la teoría económica de los impuestos se ve como un terreno árido. En general, entre los estudiantes de materias económicas, se percibe una tendencia a adentrarse en la vertiente de la práctica fiscal antes que en los vericuetos teóricos. Pese a todo, el dominio de los fundamentos teóricos resulta clave para la comprensión del funcionamiento de los impuestos y para el análisis de las implicaciones de la normativa fiscal.

Un concepto especialmente relevante en relación con el impuesto sobre la renta de las personas físicas es el tipo de gravamen o tipo impositivo marginal. Aunque admite distintas acepciones, la básica hace referencia a la carga fiscal que recae sobre una cantidad de renta adicional que pueda percibir una persona. Así, conocer el tipo de gravamen marginal permite calcular el importe neto que retendrá un contribuyente si obtiene unos ingresos determinados.

Si t1 es el referido tipo marginal, el importe neto o disponible (IN1) que quedará para un contribuyente que obtiene unos ingresos brutos iguales a IB1 será: IN1= IB1– (t1 x IB1) = IB1 x (1 – t1). Asimismo, IB1 = IN1/(1 – t1).

De manera similar, dicho tipo impositivo es esencial para saber qué ingresos son necesarios para poder obtener una suma de dinero para hacer frente a un desembolso.

Así, para poder disponer de IB1, un contribuyente sujeto a un tipo marginal igual a t2, necesitará obtener unos ingresos brutos (IB2), de tal manera que: IB1 = IB2 x (1-t2). Así, IB2 = IB1/(1-t2).

Si t1 y t2 coinciden, siendo iguales a t, tenemos: IB2 = [IN1/(1-t)]/(1-t).

Si nos encontramos con que t es el tipo máximo y se sitúa en el 98%, como el que estuvo vigente en Reino Unido[1], ¿cuánto necesitará obtener un individuo para poder pagar una intervención médica que le deje el médico un importe neto de 1.000 euros?

Aplicando la anterior expresión, IB2 = [(1.000/(1-0,98)]/(1-0,98) = (1.000/0,02)/0,02 = 50.000/0,02 = 2.500.000.

La esencia de todo lo anterior puede percibirse mucho más claramente a través de un chiste, como se recoge en el libro “Los impuestos tienen consecuencias”, de Arthur Laffer, Brian Domitrovic y Jeanne C. Sinquefield (Deusto, 2024). El chiste trata, en síntesis, de un hombre rico que acude a un prestigioso médico privado, el cual le pide 50.000 libras para practicarle una intervención quirúrgica. Horrorizado ante semejante suma, le preguntó al médico que cómo era posible que cobrara tanto. El facultativo le respondió que, al estar sometido a un tipo (marginal) del 98% en el IRPF, de esas 50.000 libras sólo le quedaría una cifra neta de 1.000. A renglón seguido, el paciente le preguntó al médico si sabía cuánto tendría que ganar él para poder disponer de 50.000 libras. Al estar sujeto al mismo tipo de gravamen, necesitaría obtener 2,5 millones de libras, lo que le dejaría el neto necesario de 50.000. “Ambos, al darse cuenta del absurdo, acordaron como compensación una caja de whisky escocés premium y así todas las cuentas quedarían saldadas”.





[1] https://neotiempovivo.blogspot.com/2018/11/los-beatles-y-los-impuestos-teoria-y.html

4 de febrero de 2024

¿Deliberación vs debate?

 

Los términos diálogo, deliberación, y debate suelen utilizarse de una manera bastante laxa, en sentido general, como un intercambio de opiniones. Sin embargo, la OCDE, en un informe sobre la ola deliberativa que se observa en diversos países del mundo (“Innovative Citizen Participation and New Democratic Institutions: Catching the Deliberative Wave”, 2020), ahonda en la distinción semántica.


A este respecto, se apunta que “la diferencia fundamental entre deliberación y debate tiene que ver con el objetivo, bien sea la búsqueda de consenso como en la primera, o de suma cero como en el segundo. Por consiguiente, el diálogo es un elemento esencial de la deliberación”.


Pero, un tanto paradójicamente, se define la democracia deliberativa como “la teoría política general que plantea que las decisiones de carácter político deben tomarse como resultado de un debate justo y razonable entre la ciudadanía”.




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