Una
primera incursión a “La economía de las parábolas”, de Robert Sirico, no defrauda
en absoluto. A las primeras de cambio, ofrece ya suculentos dividendos.
Uno,
no menor, es nada menos que una auténtica fundamentación, adelantada bastantes
siglos, a la conocida como “tragedia de los comunes”. Así, el padre Sirico
recoge un interesante párrafo tomado de la “Suma de teología”, de Santo Tomás
de Aquino:
“…
es lícito que el hombre posea cosas propias. Y es también necesario a la vida
humana por tres motivos: primero, porque cada uno es más solícito en gestionar
aquello que con exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a
muchos, puesto que cada cual, huyendo del trabajo, deja a otros el cuidado de
lo que conviene al bien común, como sucede cuando hay multitud de seguidores;
segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada
uno le incumbe el cuidado de sus propios intereses; sin embargo, reinaría confusión
si cada cual se cuidara de todo indistintamente; tercero, porque así el estado
de paz entre los hombres se mantiene si cada un está contento con lo suyo”.