29 de julio de 2023

Sobre la retribución justa de obras personales

 

¿Cuál es la retribución justa por la realización de una tarea? No es en absoluto nada fácil proporcionar una respuesta genérica. A pesar de estar tan denostado, si existiera un mercado perfectamente competitivo, basado en la transparencia y la objetividad plenas, y sin connotaciones adicionales, no tendríamos ninguna duda al respecto. Fuera de esa situación, intervienen muchos factores que impiden alcanzar una solución perfecta. La cosa se complica cuando se conjugan efectos colaterales, aspectos intangibles o emocionales, o bien se trata de tareas asumidas voluntariamente por alguien. ¿Tiene derecho a reclamar una retribucion justa quien está dispuesto, bien por iniciativa propia o a propuesta ajena, a desempeñar una tarea con repercusiones sociales? ¿Debería bastar, en tales casos, con la propia retribución emocional de esa persona y/o el posible reconocimiento colectivo?

Nos adentramos así en un terreno de arenas movedizas, por lo que resulta aconsejable resolver los interrogantes planteados antes de aventurarse a entrar en él.

Como en otros casos, encontramos en los textos bíblicos fuentes, si no de dictamen inapelable, sí de inspiración y reflexión. La lectura de la Primera Carta de Pablo a los Corintios es aleccionadora en dicho sentido.

… “¿Quién hace el servicio militar a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come su fruto? ¿O quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?... En la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla”.

Ciertamente interesantes son estas reflexiones de Pablo, quien continúa diciendo que “el que ara debe arar con esperanza y el que trilla con la esperanza de tener parte en la cosecha. Si nosotros hemos sembrado entre vosotros lo espiritual, ¿será extraño que cosechemos lo material?”.

Interesantes, y también decepcionantes para los verdaderos altruistas, quienes se involucran en proyectos de alcance colectivo sin pensar en la cosecha propia, ni presente ni futura. Ahora bien, aunque Pablo justifica ese afán remuneratorio, declara que, a pesar de su derecho, no ha hecho uso de él. Él mismo enaltece su actitud, toda vez que “el hecho de predicar no es para [él] un motivo de orgullo. No [tiene] más remedio y, ¡ay de [él] si no anunci[a] el Evangelio!”.

Y es aquí donde justamente introduce un factor diferencial: “Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio… Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes”.

En fin, las disquisiciones paulinas no vienen sino a reafirmarnos en la consideración de los siguientes criterios sobre cuestiones retributivas: a) motivación de la participación en un proyecto: interés colectivo o interés personal; b) carácter de la participación: espontánea o inducida; voluntaria o coactiva; c) naturaleza de la retribución: intangible o material.

Realmente, si tomamos los dos criterios básicos (interés y retribución), nos encontramos con un espacio bidimensional donde se ubican las distintas opciones.

Lo importante es, en suma, que todas las partes tengan claras las reglas de juego antes de dar inicio a cualquier compromiso. ¿Tiene derecho a reclamar, ex post, algún tipo de prebenda quien asume libremente unas tareas con una declarada orientación social? Hay, desde luego, situaciones en las que una persona se ve abocada, de manera casi ineludible, a determinadas actuaciones, pero en una sociedad libre prevalece siempre la posibilidad de elegir. Es clave saber, antes de empezar la partida, en qué punto del espacio representado en el gráfico nos situamos. No es lo mismo moverse a lo largo del eje superior que a lo largo del eje inferior, o en el interior del espacio. ¿Dónde deberíamos ubicar a Pablo?



24 de julio de 2023

Integraciones informáticas bancarias: velocidad vs seguridad

 

La integración informática es un proceso crucial en toda operación de integración en el sector bancario. Si lo es en cualquier sector, lo es mucho más para entidades cuya materia prima es la información. Una información que tiene implicaciones patrimoniales. Suele ser una tarea compleja que no se lleva a cabo a las primeras de cambio, ni de la noche a la mañana. Requiere una ardua preparación y una estricta programación, a fin de evitar que cualquier interrupción o, lo que es peor, pérdida de las bases de datos origine un colapso de la operatoria. Es, pues, normal, que las integraciones tecnológicas tengan lugar con un considerable retraso respecto a las integraciones jurídicas. Dependiendo de la complejidad y de los tamaños relativos de las entidades integradas, puede requerir meses o incluso años.

Se trata de una regla de la que no escapan las entidades de ningún país, ni siquiera los más avanzados tecnológicamente. Dicho lo anterior, no deja de ser llamativo el plazo de ejecución en el que ha incurrido Deutsche Bank para materializar la integración informática de Postbank, entidad que controla plenamente desde el año 2010.

Dicho plazo ha sido nada menos que de 13 años, después de una serie de intentos fallidos[1]. Hay que reconocer que la magnitud de la migración de datos (más de 100.000 bases relativas a 12 millones de clientes) ha sido extraordinaria, pero también el período empleado.



[1] Vid. O. Storbeck, “How Deutsche Bank’s 13-year attempt to kill off an IT system finally worked”, Financial Times, 24 de julio de 2023.

23 de julio de 2023

El gasto en defensa: la perspectiva económica

 

La Teoría de la Hacienda Pública se ocupa de determinar y justificar el ámbito y el alcance de la intervención del sector público en la economía. Cabe extender esta a las vertientes del suministro de bienes y servicios, la mejora de la distribución de la renta y la riqueza, y la estabilización de la economía. Sin embargo, con carácter previo, es preciso que se establezca un marco legal para el desenvolvimiento de la actividad económica y, aun antes, que se garantice el orden público y la seguridad, sin los cuales difícilmente podrá existir un sistema económico civilizado. Al repasar las funciones del gobierno, Adam Smith consideraba que el primer deber del soberano era proteger a los ciudadanos, lo que sólo podría lograrse a través de una fuerza militar.

En los manuales de Economía, la relevancia de esta función suele quedar un tanto soslayada. La exposición del conocido dilema “cañones vs. mantequilla” resulta útil para ilustrar la noción de coste de oportunidad (a lo que hay que renunciar si se opta por un bien concreto), pero esconde una falacia, ante la ineludible necesidad de una defensa consistente para una economía sólida. Por otro lado, la defensa tiende a presentarse como un ejemplo de bien colectivo puro, respecto al que el mercado falla. Es bien conocida la condición que debe cumplirse para alcanzar una provisión óptima, que la suma de los beneficios marginales individuales sea igual al coste marginal de producción, pero es sumamente complicado -también para el sector público- precisar ambas referencias.

Como ocurre con otros servicios que son no de mercado, en el caso de la defensa es muy difícil valorar las prestaciones que se llevan a cabo. Los problemas se multiplican cuando estamos ante servicios que son de naturaleza eminentemente preventiva, es decir, que pretenden que no ocurran eventos negativos. Ante esa situación, el valor de la producción se calcula como la suma de los costes (sueldos, compras de bienes corrientes y servicios, y uso del capital fijo), lo que viene a dejar fuera los verdaderos efectos económicos, sociales y culturales, además de los de carácter intangible, proporcionados por la función de la defensa nacional.

El análisis de la evolución del gasto militar en el mundo, en valor absoluto y a precios constantes, permite delimitar varias etapas en las últimas décadas: i) una significativa disminución a raíz de la caída del Muro de Berlín; ii) un incremento desde los primeros años del presente siglo; iii) un estancamiento durante la gran crisis financiera internacional; y iv) una recuperación posterior. En el año 2022 se alcanzó el máximo histórico, con una cifra global de 2,2 billones de dólares. Al hilo de la guerra de Ucrania, los presupuestos militares están aumentando en todo el mundo, y, según estimaciones, el gasto podría crecer anualmente entre el 9 y el 32 por cien. Los quince países que más gastan en términos absolutos (con Estados Unidos, China, Rusia, India y Arabia Saudí en las cinco primeras posiciones) son responsables del 82% del gasto militar mundial. Ahora bien, la capacidad militar efectiva depende de otras variables, además del gasto.

Medido respecto al producto interior bruto (PIB), el gasto militar a escala mundial se ha reducido a la mitad desde 1970, desde algo menos del 4% hasta el 2%. Son diversos los factores que explican las tendencias observadas y en curso, aparte del ya señalado (elevados niveles de deuda pública, requerimientos de gastos por los retos demográficos, desarrollos tecnológicos, estrategia de China…). En España, el gasto en defensa representa en torno a un 1% del PIB y algo menos del 2% del gasto público total. Es, así, uno de los países que se encuentra más alejado del objetivo de la OTAN de que sus miembros alcancen el 2% del PIB. El desfase actual es de casi 12.000 millones de euros anuales.

Los estudios que cuantifican el impacto de la defensa sobre el conjunto de la economía nacional se limitan a la consideración de las repercusiones del gasto público, sin considerar, por tanto, los efectos funcionales antes referidos. Aun así, se constatan elevados multiplicadores en términos de facturación, valor añadido y ocupación, con la creación de 155.000 empleos directos y 118.000 más, entre indirectos e inducidos. Además, se obtiene una notable recuperación de los gastos realizados, por la vía fiscal, cifrada en un 42% del total.

Los conflictos bélicos constituyen “eventos inciertos”, por lo que es primordial tener una adecuada “preparación” para, llegado el caso, hacerles frente. Según The Economist, más allá de manifestar rechazo ante la muerte y la destrucción, las sociedades liberales deben reconocer que las guerras entre países industrializados son una perspectiva demasiado real, y deben comenzar a prepararse. El papel de la función de defensa va mucho más allá de cualquier indicador económico, y es esencial para garantizar la paz y la estabilidad, que son bienes colectivos globales.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



22 de julio de 2023

Calentamientos globales vs hornos locales

 

Este verano, las temperaturas causan estragos y baten registros históricos. Las conjeturas sobre el cambio climático y sus consecuencias son algo ineludible. Habitualmente, los programas medioambientales ponen el foco en el objetivo de contener el incremento de la temperatura global media respecto a la época de la preindustrialización. En el gráfico adjunto se observa cómo aquélla ha aumentado desde 1850. Esta práctica es cuestionada por John Burn-Murdoch[1].

Sin perjuicio de constatar, una vez más, la curiosidad de los designios patronímicos, este articulista considera que “continuamos enfatizando estadísticas abstractas en lugar de cosas que la gente puede realmente ver y sentir. Entiendo el foco en el límite de 2 grados centígrados, pero éste a) suena como algo pequeño, b) se refiere a alguna fecha en el futuro, c) carece de conexión con la experiencia humana y d) hace un trabajo bastante malo de describir lo que está ocurriendo con las temperaturas”.

En su lugar, plantea hacer referencia al número de personas que fallecen por el calor extremo, así como a la proporción de días en los que actualmente (2019-2023) se supera la cota de los 30 grados, en localidades concretas, en comparación con los años 50 (1950-1954). En el caso de París, el número de días con dichas temperaturas se ha multiplicado por 8,1; en Londres, por 10,4; en Barcelona, por 3,7; en Madrid, por 1,5.

También plantea una interesante reflexión: “¿Se establecería la humanidad en un planeta nuevo donde estar fuera durante el día fuese potencialmente letal, llevando a emplear el tiempo corriendo entre edificios y vehículos en busca de protección del medioambiente? Seguramente no”.

La pregunta, un tanto absurda si la circunscribimos al origen de la humanidad en un planeta sin elección posible, podría trasladarse, retrospectivamente, a aquellos pueblos que decidieron instalarse en zonas sumamente inhóspitas bastante antes de que se desencadenara el cambio climático. Por su parte, las previsibles migraciones por motivos climáticos -con tintes apocalípticos, según algunos profetas económicos- ofrecerán una respuesta clara.



[1]What we get wrong when we talk about global warming”, Financial Times, 21 de julio de 2023.

 


20 de julio de 2023

Preceptos económicos bíblicos

Los textos bíblicos están salpicados de referencias, muchas de ellas bastante crípticas, al ámbito de la tributación. Algunas de ellas han sido comentadas aquí. Al no haber podido abordar un proyecto de análisis sistemático, uno ha de contentarse con efectuar incursiones esporádicas a la búsqueda de mensajes más o menos explícitos.

En su predicación en el desierto, Juan imparte directrices de distinta naturaleza, algunas de las cuales -quizás un tanto camufladamente- tienen connotaciones económicas (Lucas, 3, 10-14).

Una de ellas tiene evidentes implicaciones redistributivas: “El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo”. El Bautista se decanta abiertamente por la igualdad de resultados, en lugar de por la igualdad de oportunidades.

En otra transmite a los soldados algunas pautas muy claras: “No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga”. Mucha es la carga de profundidad que se percibe en cada una de las tres vertientes enunciadas.

Finalmente, en otra instrucción, dirigida a unos publicanos (subalternos judíos encargados por Roma de la recaudación de impuestos), dicta lo siguiente: “No exijáis nada fuera de lo fijado”. El cumplimiento de este precepto, con el respaldo del principio de legalidad, estaría vinculado al principio impositivo de transparencia o de certeza de las obligaciones tributarias. 

18 de julio de 2023

¿”Nameless ones”, o “Parkerless one”?

Es lo primero el título original de la novela, pero en la edición española se aporta una pista en absoluto irrelevante, al atribuir expresamente el anonimato a ciertas últimas moradas. Estas ven, en cualquier caso, abundantemente alimentada su demanda, como mera trivialidad, en las novelas de John Connolly. La densidad en materia mortuoria es francamente elevada en todas las protagonizadas por el desafortunado detective Parker. La singularidad de la entrega comentada es que el protagonista apenas aparece a lo largo de la trama, pero eso no impide, desde luego, que persista dicho rasgo intrínseco.

Como se ha dejado recogido en algunas entradas anteriores de este espacio, los incentivos marginales para continuar siendo seguidor de la serie habían ido decayendo de forma palmaria. También, sin duda, el agotamiento ligado a la pesada carga de los años acumulados no deja de ser un factor que aporta su parte alícuota en un freno generalizado, singularmente en el aletargado horario nocturno. Puede que pronto lleguen días en los que ya no haya excusa en cuanto a la disponibilidad de tiempo, cuyo horizonte, en contraposición, va inexorablemente menguando.

En esta ocasión, no he tenido más remedio que sortear la disciplina autoimpuesta a fin de emprender, si quiera furtivamente, la lectura del relato, a tenor de la promesa hecha a Arsenio, que fue quien me regaló el ejemplar. No lo veía desde hacía tiempo, puesto que tampoco son ya frecuentes los paseos por el barrio. No sé cómo se enteró, pero fue a esperarme a la salida de un examen. Entusiasmado, me dijo que, según algunas reseñas, se trataba de la novela más lograda por el padre literario de “Bird”.

No me es fácil, sin embargo, en este caso, forjarme una idea clara del juicio que debería emitir de esta nueva historia “parker(less)iana”, pues, en verdad, las condiciones de lectura y la energía con la que se asume la tarea ejercen una influencia notable en la apreciación y la valoración de cualquier composición escrita. La contundencia del impacto por las atrocidades descritas, en primer o segundo planos, en directo o en diferido, aparece -business as usual- con extrema crudeza, como hilo conductor. Con el agravante añadido de rememorar episodios trágicos vividos en la cruenta realidad de encarnizados conflictos de origen nacionalista acontecidos después de la desintegración de un sistema político que en su día se catalogaba benignamente, en los manuales de Economía, como representativo del socialismo de mercado.

La trama de la novela apenas roza el acostumbrado paisaje de Maine, para trasladarse a varias capitales europeas, con singular protagonismo de Ámsterdam y Viena. Una horripilante ceremonia acaecida en la primera de estas ciudades será a la postre el detonante de una sucesión de actos sangrientos al más puro estilo connolliano, que al respecto no parecen conocer límites. La colección de personajes monstruosos, implacables e inabarcables en su letalidad, no cesa de expandirse de una entrega a otra.

La venganza planificada y urdida mediante una complicada operación reticular -potenciada por el uso de instrumentos tecnológicos -léase drones, entre otros- es el motor de la narración.

Pero una cosa es que Parker no asuma el papel estelar y otra bien distinta que quede exonerado de grandes peligros. La aparición de los ángeles de la guarda encarnados en los hermanos Fulci y el espectro de la propia hija del detective queda igualmente garantizada, aunque con resultados inciertos.

La febril imaginación del escritor irlandés para concebir escenas de violencia rivaliza con la descripción de algunos de los horrores de la guerra de los Balcanes. El lector se ve impelido a percibir testimonios desgarradores y a reflexionar acerca de la sinrazón de los conflictos bélicos, ya sean de orden local, regional, nacional o internacional. Aunque John Connolly expresa al final del libro su buena relación con los países mencionados en el relato, surgen algunas dudas respecto a que fuese designado, de buen grado, como una especie de embajador o representante de la marca nacional de algunos de ellos. 





17 de julio de 2023

El trauma de los correos electrónicos desventurados

 

Dice Pilita Clark[1] que no conoce en el idioma inglés ninguna palabra para el acto de escribir un correo electrónico a un amigo para quejarse de un colega de trabajo detestado, y enviarlo directamente al colega detestado, en vez de al amigo. Tampoco yo conozco un vocablo apropiado en español, salvo que se recurra a alguna expresión poco elegante, que tiende a universalizarse, utilizada indiscriminadamente para referirse a las más diversas situaciones fallidas.

Con independencia de la denominación del supuesto considerado, parece que constituye una práctica -naturalmente no deseada- bastante frecuente entre los empleados británicos y estadounidenses, que, en un 40%, han incurrido en ella. En un elevado porcentaje, con dramáticas consecuencias para su posición laboral[2].

Quien esté habituado a trabajar con ese canal de comunicación a un ritmo intenso sabe que los riesgos de remisión indebida de correos son considerablemente elevados. Ya sea por la inoportuna inserción automática de direcciones improcedentes, por un desafortunado intercambio de las opciones de respuesta y reenvío, u otras causas de efectos similares, los errores propios cuentan con bastantes papeletas.

Los peajes y las servidumbres de los modernos medios tecnológicos son numerosos y pueden llegar a tener un impacto notable y, en algunos casos, irreversible. Todas las cautelas son pocas, pero, en el fragor de la inundación de misivas, el trade-off  “seguridad-rapidez” tiende a jugar malas pasadas. Una opción automática de confirmación obligatoria de envíos podría venir a paliar el problema, aunque a costa de desequilibrar ese trade-off.



[1] “The awful agony of the misdirected email”, Financial Times, julio 2023.

[2] Clark, op. cit.

16 de julio de 2023

Inteligencia artificial y educación

 

“La inflación y el impuesto sobre la renta están interrelacionados en la economía. La inflación, el aumento generalizado y sostenido del nivel de precios, erosiona el poder adquisitivo del dinero. Este fenómeno puede afectar la progresividad del impuesto sobre la renta, pues los tramos impositivos no suelen ajustarse automáticamente con la inflación. Cuando los salarios aumentan para compensar la inflación, los contribuyentes pueden pasar a tramos impositivos superiores, pagando más impuestos en términos reales, fenómeno conocido como "inflación fiscal". Por ello, es crucial que los gobiernos ajusten periódicamente los tramos impositivos para mantener su equidad”.

De haber omitido el entrecomillado, posiblemente, al leer este texto dentro de uno o dos años, podría creer que yo fuera el autor. No es así, lo es la aplicación ChatGPT, que lo ha generado instantáneamente después de recibir unas mínimas indicaciones sobre su objeto, la relación entre la inflación y el IRPF. Y, sin necesidad de esperar un año, la duda surge de manera inmediata: ¿Merece la pena dedicar un tiempo a elaborar un artículo de opinión, cuando está ya disponible una utilidad capaz de prepararlo sin dilación, sobre cualquier materia? Puede que hasta se entiendan mejor, lo que suele ocurrir, desde luego, cuando los contenidos son planos, o se quedan en la superficie de los aspectos tratados. Algo que, por cierto, le ocurre en alguna medida al párrafo transcrito, en el que, además, aparece un confuso nuevo concepto.

¿Tiene sentido encargar a los estudiantes una redacción, comentario o reseña sobre algún tema, teniendo en cuenta que pueden recurrir a un colaborador tan eficaz, sin que sea fácil dilucidar la autoría verdadera? Aunque la inteligencia artificial (IA) nos ha introducido en una nueva fase, no es menos cierto que, desde hace años, la era digital ofrece enormes posibilidades para la fabricación de textos de manera impostada, lo cual no es privativo de una época dominada por los avances tecnológicos. Al fin y al cabo, estos han venido a democratizar el acceso a los ghost writers, ya sean activos o pasivos. La autoría propia no es una cuestión sólo de medios, sino, ante todo, de ética.

No es la única faceta en la que la IA afecta al mundo de la educación. También el enfoque didáctico y la metodología pedagógica se ven impactados de lleno. Si la mera acumulación mecánica de conocimientos, orientada a su reproducción memorística, había quedado más que descartada como eje de la enseñanza, el nuevo contexto de abundancia y disponibilidad inmediata de información no viene sino a incidir en la necesidad de desechar esas prácticas desfasadas. En su lugar, la capacidad de discernimiento, valoración de datos, razonamiento, evaluación de alternativas, y búsqueda de soluciones ante distintas situaciones se erige en piedra angular.

Como recuerda Fukuyama, el surgimiento del lenguaje, como fuente de conocimiento no dependiente de la experiencia, y como habilitador de la abstracción y la teoría, es el factor crucial que permitió facultades cognitivas que son exclusivas de los seres humanos. A su vez, Harari sostiene que la democracia, que se basa en el lenguaje, puede resultar dañada, si la IA deteriora nuestra facultad para tener conversaciones significativas. Si el pensamiento crítico y el pensamiento creativo eran líneas de actuación recomendables, hoy son paradigmas inexcusables. Para protegernos de los riesgos de una extensión indiscriminada de proposiciones no contrastadas, y también para sacar provecho de las potencialidades que ofrecen las nuevas utilidades tecnológicas.

En suma, como ha subrayado Andreas Schleicher, alto responsable del área educativa de la OCDE, “en un mundo con inteligencia artificial, la misión de la educación ya no es simplemente enseñar a los estudiantes, sino también ayudarles a desarrollar una brújula fiable y los instrumentos requeridos para navegar con confianza a través de un mundo cada vez más complejo, volátil e incierto. La educación necesita pasar, de enseñar a reproducir, a quienes están en fase de aprendizaje, la sabiduría establecida de nuestros tiempos, a cuestionarla y extenderla”. La inteligencia artificial puede ser un instrumento muy valioso, pero todavía sigue siéndolo, mucho más, el de la inteligencia natural, cultivada con el estudio y el esfuerzo, como dique de contención de la tendencia al acomodamiento acrítico y banal.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

15 de julio de 2023

La paz, fruto de la justicia

 

Junto al ejemplar de “Megamenazas”, encontré, esta mañana, el texto de la Biblia de manejo ordinario abierto por el Libro de Isaías. Es terrorífica la descripción de cuanto acontece a Edón, pueblo condenado al exterminio, pero más bien pienso que quien lo haya dejado encima del escritorio pretendía que viera una de las narraciones precedentes, la que lleva como encabezado el título indicado, “La paz, fruto de la justicia”. En ella se expresa que “La obra de la justicia será la paz, su fruto, reposo y confianza para siempre. Mi pueblo habitará en moradas apacibles, en tiendas seguras, en tranquilos lugares de reposo…”.

Es lo que ahora se ansía aún más que antes, después de haber percibido directamente testimonios especialmente expresivos de algunos de los máximos responsables de la defensa nacional y de documentados conocedores de la historia de los conflictos bélicos.

El breve párrafo relativo a la paz da paso a una clamorosa “Oración”: “¡Ay de ti, destructor que aún no has sido destruido, traidor no traicionado! Cuando hayas terminado de destruir serás destruido, cuando hayas completado tu traición, te traicionarán”.

13 de julio de 2023

Historias para no dormir en versión moderna: Roubini, el oráculo (ya) no catastrofista

 

En tiempos pretéritos salpicados de imágenes en blanco y negro, las opciones para los amantes de los thrillers eran bastante escasas. Especialmente en el entorno televisivo, en el que no era necesario utilizar la expresión oferta monopolística. Simplemente era un rasgo estructural. A pesar de ello, era posible disfrutar de producciones interesantes, particularmente impactantes para una mirada infantil. Algunas de ellas marcaron una época y, probablemente, habrían alcanzado igualmente el éxito aunque no hubiesen tenido garantizado un share del 100%.

Ahora, sin necesidad de emprender una búsqueda complicada para recuperar recuerdos perdidos, y comprobar si aquellas narraciones siguen manteniendo su atributo de privar del sueño, es posible afrontar una experiencia diferente, en el plano literario, de forma bastante fácil, y, además, con la certeza de obtener ese resultado. No obstante, con un problema añadido. Mientras que aquellas vetustas historias eran producto de la imaginación o de una adaptación de episodios pasados, estas otras conciernen a eventos potenciales que proyectan inquietantes peligros para la civilización, acechando como víctimas, ya sea a las generaciones actuales o a las venideras.

Nouriel Roubini nos alerta en su obra “MegaThreats”, publicada en España como “Megamenazas”, palabro sustitutivo de la construcción más significativa y expresiva que sería “Mega-Amenazas”. Precipitadamente descalificado en su día como el “Doctor Catástrofe”, el prolífico analista económico recuerda que fue él uno de los pocos que presagió la llegada de la gran crisis financiera internacional.

En dicha obra afirma que “El mundo se enfrenta al menos a diez megamenazas. En las próximas dos décadas, provocarán una colisión titánica de fuerzas económicas, financieras, tecnológicas, medioambientales, geopolíticas, sanitarias y sociales. Cualquiera de ellas es formidable. Si convergen, las consecuencias serán devastadoras. Para resolverlas es necesario un ajuste cuántico para todos los habitantes de la Tierra. Temo lo que hay más allá del próximo punto de inflexión”. Palabra de Roubini, “exDoctor Catástrofe”.



10 de julio de 2023

El asunto más importante para el Estado

Es la guerra.

Con esa afirmación directa y contundente se inicia "El arte de la guerra" de Sunzi, quien añade: "Es el terreno de la vida y la muerte, la vía que conduce a la supervivencia o a la aniquilación. No puede ser ignorada".

Carl von Clausewitz dejó escrita una definición de guerra de aplicación bastante extensiva: "La guerra es, pues, un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad".

A estas alturas, no es difícil percibir lo que es la guerra, ni constatar su importancia, pero sí lo es cada vez más encontrarle una sola fundamentación racional. El espectro de Hobbes sobrevuela sobre las ruinas.

4 de julio de 2023

Inflación, tipos de interés e impuestos: una visión introductoria

 

Prioridades de la educación financiera en un entorno inflacionario

Como de manera clara expresaba recientemente B. Balz, miembro del comité ejecutivo del Deutsche Bundesbank, en una conferencia sobre educación financiera, “La educación económica es otra área en la que se necesita trazar un curso. En un entorno inflacionario, es más importante que en décadas recientes tener un entendimiento básico de los tipos de interés y de la inflación, pero también del riesgo”[1]. Son estas, efectivamente, tres cuestiones primordiales en el contexto económico actual, pero sin perder de vista que tienen una importancia estructural como competencias financieras básicas ante cualquier coyuntura económica. Con esta perspectiva relativa a la educación financiera, el presente artículo tiene como propósito ofrecer una visión introductoria de los aspectos esenciales concernientes al tipo de interés y a la inflación, incorporando, asimismo, el impacto de la fiscalidad.

 

El tipo de interés y la inflación en las preguntas básicas sobre cultura financiera

La medición del nivel de cultura financiera de la población suele basarse en una selección de preguntas de referencia en el ámbito internacional. Las tres preguntas básicas utilizadas están relacionadas con la noción de tipo de interés, el poder adquisitivo del dinero y la diversificación de riesgos. Evidentemente, la importancia de estos conceptos justifica plenamente su consideración a fin de calibrar los conocimientos más elementales en materia económica y financiera. Así se hace en uno de los estudios de mayor alcance y representatividad, realizado en 2014 por la agencia de rating Standard and Poor’s con la colaboración del Banco Mundial (Klapper, Lusardi y Oudheusden, 2015). Asimismo, la Encuesta de Competencias Financieras 2016, realizada por el Banco de España y la CNMV (Banco de España, 2018), recogía unas preguntas del mismo tenor[2].

Nos encontramos, sin embargo, con que, a pesar de la sencillez de las preguntas planteadas, una elevada proporción de la población carece de los conocimientos básicos. En España, tomando el promedio de las tres preguntas, en torno a la mitad.

Aun siendo tan relevantes, los mencionados conceptos no se han abierto camino de manera fácil en el proceso de formación histórica de las doctrinas económicas. Así, Aristóteles condenaba el interés, identificándolo con la usura, porque creía que no estaba justificado que el dinero, concebido como simple medio de intercambio, aumentase al pasar de una mano a otra. Tuvieron que transcurrir siglos hasta que los economistas clásicos comenzaran a ver el interés como el precio pagado por el uso del dinero, al que se le atribuyen además otras funciones.

Por lo que respecta a la inflación, después de décadas de un crecimiento muy moderado de los precios, nos encontramos ante la que se ha sido calificada “gran inflación”, que constituye un fenómeno desconocido para generaciones de jóvenes[3]. Por otro lado, el hecho de que, en Europa occidental, durante un período de 300 años hasta llegar al siglo XVI, existiera una llamativa estabilidad de precios, sigue arrojando dudas sobre las causas desencadenantes de la inflación. En fin, las matizaciones efectuadas por Keynes respecto a las cautelas sobre las expectativas basadas en la diversificación del riesgo entre empresas poco conocidas vienen también a invitarnos a una serena reflexión acerca de la selección de carteras.

 

Tipos de interés nominales y reales

Si el tipo de interés y la inflación tienen una importancia crucial aisladamente considerados con vistas a la toma de decisiones financieras, y como determinantes o condicionantes de la situación económica y patrimonial de los agentes económicos, su trascendencia y sus efectos se multiplican cuando se yuxtaponen. Si concebimos el tipo de interés como la remuneración real por la cesión de recursos monetarios durante un período temporal, en una situación sin inflación, cabría esperar que, en presencia de esta última, el tipo de interés del mercado se adaptara para neutralizar su efecto y posibilitar que, en términos reales, siguiera prevaleciendo la misma retribución. Así, si en una situación con estabilidad de precios, el tipo de interés es del 2% anual, si hay una tasa de inflación del 3% anual, a fin de mantener la situación, el tipo de interés debería ser del 5% anual. Esto es, el tipo de interés nominal o de mercado (5%) vendría integrado por dos componentes, el real (2%) y el inflacionario (3%).

Con independencia de que, en la práctica, se produzca un ajuste en los términos indicados, sí que procede diferenciar entre el tipo de interés nominal y el tipo de interés real (tipo de interés real menos la tasa de inflación). Así, el tipo nominal u observado es, por ejemplo, del 4%, tendremos que el tipo de interés real será del 1%.

 

El efecto de la fiscalidad en un contexto inflacionario

La aplicación de impuestos viene a introducir algunas complicaciones, especialmente si, como suele ocurrir, los impuestos gravan el total de los interese nominales. Consideremos un caso, referente a un capital de 10.000 euros, en el que el tipo de interés nominal sea del 4% anual, la tasa de inflación, del 3% anual, y el tipo de gravamen del IRPF, del 30%. En estas circunstancias nos encontramos con que los intereses nominales anuales ascienden a 400 euros, la cuota por IRPF, a 120 euros, y los intereses después de impuesto, a 280 euros. De esta manera, los intereses reales después de impuesto serán iguales a -20 euros (280 – 300). Es decir, como consecuencia de que el impuesto recae sobre el total de los intereses percibidos, incluido el componente necesario para compensar la pérdida de poder adquisitivo por la inflación (300), el ahorrador no consigue ni siquiera mantener su situación inicial en términos reales. Dado que no refleja ningún aumento de la capacidad económica, el componente inflacionario no debería ser objeto de gravamen.

De forma simétrica, no debería considerado gasto deducible el componente inflacionario de los intereses satisfechos con motivo de un préstamo. De serlo, el prestatario estaría, de facto, obteniendo un subsidio público sobre el capital tomado a préstamo. Consideremos el caso de un préstamo de 10.000 euros a 1 año, a un tipo de interés del 8% anual, con una tasa de inflación del 3%, y un tipo de gravamen marginal del 40% en el impuesto personal. El prestatario abonaría unos intereses de 800 euros y, si estos son deducibles fiscalmente, obtendría un ahorro fiscal de 320 euros. De este importe, por el motivo expuesto, 120 euros representan un subsidio sobre el capital. El prestatario, para devolver el capital prestado en términos reales, habría de tener un coste de 10.300 (10.000 más 300), pero incurre sólo en 10.180.

 

La perturbación de los tipos de interés negativos

Si la aplicación de tipos de interés positivos responde a una lógica económica, la posible existencia de un tipo de interés negativo viene a representar todo un desafío a los fundamentos del análisis económico y a los esquemas en los que se sustentan los modelos estándares de comportamiento individual. En éstos, el tipo de interés se concibe como una recompensa por el aplazamiento del consumo en el presente; también, como la retribución a que tendría derecho a percibir una persona que renuncia a utilizar sus recursos dinerarios y los cede a otra durante un tiempo.

A este respecto, los economistas utilizan el tipo de interés para expresar el precio del consumo presente en términos de consumo futuro. Así, por ejemplo, con un tipo de interés del 10% anual, consumir 1 euro ahora implica renunciar a 1,1 euros el año que viene. Por tanto, el precio o coste de oportunidad de 1 euro de consumo presente es de 1,1 euros de consumo futuro.

De una forma u otra, queda patente la idea de que la obtención de un interés va ligada a un acto de posponer un consumo. Continuando el hilo expositivo, el paso siguiente, a efectos de asentar la noción de interés compuesto, sería mostrar cómo los aplazamientos sucesivos afectan a cantidades cada vez mayores, toda vez que va incorporándose el importe de los correspondientes intereses periódicos.

Ahora bien, el panorama expositivo se quiebra si nos enfrentamos a una situación en la que, en lugar de prevalecer tipos de interés positivos, nos topamos con tipos negativos. Ahora nos encontraríamos con la paradoja de que el aplazamiento del consumo no sólo no tendría ninguna recompensa, sino que conllevaría una penalización. Quien cediera recursos a otra persona, en lugar de percibir una retribución, incurriría en un coste; quien se endeudara, no sólo no abonaría ningún precio, sino que recibiría una prima.

Volviendo al planteamiento del modelo económico antes esbozado, si el tipo de interés se sitúa en el -10% anual, el consumo de 1 euro ahora implicaría renunciar a consumir 0,9 euros dentro de un año. Ante la situación descrita, a cualquier ahorrador le interesaría eludir toda opción que implicara afrontar un tipo de interés negativo. En una posición más favorable estaría la alternativa de mantenimiento del dinero en efectivo, que ofrece un tipo de interés nulo, pero no negativo. De igual manera, a nadie le interesaría efectuar un préstamo con el que, no sólo no obtuviera retribución alguna, sino que tuviese que pagar por dicha operación[4]. En el caso de la suscripción de títulos de deuda, como señala Stubbington (2020), “esto significa que los compradores están dispuestos a pagar por la deuda un precio lo suficientemente alto que lleva a la certeza de incurrir en una pérdida si mantienen los títulos hasta el vencimiento”.

Ahora bien, a nadie se le escapan los inconvenientes asociados a la tenencia de efectivo, especialmente en cantidades significativas. Es un aspecto que no puede obviarse. Así, el pago de un interés modesto puede ser asumible a fin de evitar los costes e inconvenientes de la tenencia de efectivo. De igual modo, especialmente en una época de incertidumbre monetaria, puede merecer la pena invertir en títulos considerados altamente seguros, sujetos a un tipo de interés negativo, con la expectativa de poder recuperar un valor en el futuro, evitando los riesgos de posibles perturbaciones o alteraciones.

 

Los tipos de interés y el valor de los bonos

Una cuestión básica que se plantea en relación con las inversiones en títulos de renta fija es si puede incurrirse en pérdidas, aun en el supuesto de que se trate de activos sin riesgo de impago. En estas situaciones, el suscriptor de un título de renta fija no registrará pérdida alguna si mantiene el título hasta el vencimiento, pero puede incurrir en una pérdida si se desprende del título antes del vencimiento, en caso de que se haya producido una subida del tipo de interés en el mercado.

Supongamos que alguien adquiere, en una emisión de deuda pública, un título de un valor nominal de 1.000 euros, con vencimiento dentro de 2 años, a un tipo de interés fijo del 5% anual (Edufinet, 2018). Se sabe que, dentro de un año, el tenedor obtendrá unos intereses de 50 euros y, dentro de dos años, otros 50 euros de intereses y recuperará el nominal (1.000 euros). Imaginemos ahora que, cuando ha transcurrido un año desde la emisión, el tipo de interés de mercado ha subido al 10% y éste sería el interés al que saldrían las nuevas emisiones de títulos. ¿Qué consecuencias tiene esto para el valor del título al 5%?

Ha de tenerse en cuenta que a un hipotético inversor que quiera invertir en títulos de deuda se le presentan las siguientes opciones: a) sabe que, si acude a las nuevas emisiones, si invierte 1.000 euros, obtendrá unos intereses de 100 euros en un año (10%); b) no estará dispuesto a comprar el título con un cupón del 5% por su valor nominal en el mercado secundario, ya que pagando lo mismo que en la nueva emisión obtendría sólo 50 euros de intereses; c) consiguientemente, estará dispuesto a comprar el título del 5% a un valor inferior al nominal, de manera que se garantice que el cupón de 50 euros le genera un rendimiento igual al que puede alcanzar, del 10%.

Siguiendo este razonamiento sencillo, podemos concluir que existe una relación inversa entre el precio de los títulos de renta fija y el tipo de interés del mercado: i) cuando sube el tipo de interés, baja el valor de mercado del título. Si el propietario se desprende del mismo antes del vencimiento, incurrirá en una pérdida (minusvalía); ii) cuando baja el tipo de interés, sube el valor de mercado del título. Si el propietario se desprende del mismo antes del vencimiento, obtendrá un beneficio (plusvalía).

 

La protección del inversor contra la inflación

Habitualmente, suele sostenerse que la inflación es un impuesto (en términos económicos). En cierta medida lo es, ya que implica una pérdida de valor de los saldos monetarios basados en dinero emitido por los bancos centrales. Con carácter general, la inflación es un eficaz agente que disminuye el valor real de la deuda pública. La inflación ha sido históricamente un mecanismo al que se ha recurrido para mermar la carga de la deuda estatal. Dicho lo anterior, una vez que tomamos conciencia de que ese efecto beneficioso para el Estado como deudor no es algo exclusivo de éste, hemos de concluir que la inflación no es estrictamente un impuesto, toda vez que actúa en beneficio de cualquier deudor de saldos monetarios nominales.

Así, ante la existencia de unas tasas de inflación sustanciales, parecería lógico que los ahorradores demandasen una compensación en su remuneración para contrarrestar la merma de su poder adquisitivo acarreada por la inflación. Sin embargo, la observación de los niveles de retribución del pasivo en comparación con las tasas de inflación lleva a concluir que ese objetivo no suele materializarse en el mercado.

De esta manera, en bastantes ocasiones ya el tipo de interés real antes de impuesto es negativo. A título ilustrativo, en el gráfico adjunto se recoge la evolución de los tipos de interés nominales (N) y reales (R) de operaciones nuevas de préstamo y de depósito concertadas entre entidades financieras y familias en España. Durante la mayor parte del período analizado (2003-2022) el tipo de interés real de los depósitos es negativo. La situación de la retribución del ahorro se agrava, en función de lo antes expuesto, a raíz de la aplicación de las cargas impositivas.

A tenor de la evolución de la inflación, en los últimos tiempos se ha acentuado la búsqueda, por ahorradores e inversores, de fórmulas de protección contra la inflación[5]. Como siempre suele ocurrir, en función de la posición de cada agente en el mercado, así será su capacidad de selección y contratación de alguna eficaz protección contra la inflación. Los activos con rendimientos vinculados a la inflación, o aquellos cuyo valor tienda a incrementarse o a mantenerse en términos reales, han comenzado a acaparar la atención. Varias son las opciones existentes, no necesariamente excluyentes, si se dispone de recursos suficientes[6].

Una de las opciones más demandadas es la de los títulos de deuda pública protegidos contra la inflación, esto es, títulos cuyo valor nominal se va ajustando en función de la evolución del índice general de precios[7]. De esta manera, con un tipo de interés fijo, y un aumento de precios, el interés devengado aumenta en términos nominales y se mantiene en términos reales. Otra posibilidad sería la de ir ajustando el tipo de interés, incorporando al tipo inicial de referencia que se elija el componente de la tasa de inflación[8].

Así, la protección de un título de deuda contra la inflación puede lograrse por dos vías fundamentales: 1) actualizando el valor nominal del título, sobre el que se aplicaría un tipo de interés fijo: 2) manteniendo fijo el valor nominal del título, aplicando sobre el mismo un tipo de interés variable, que vaya recogiendo el impacto de la tasa de inflación.

En el cuadro adjunto se ofrece una comparación entre los dos esquemas. Se considera el caso de un título de deuda con un valor nominal inicial de 1.000 euros, con vencimiento a 5 años, y sujeto a un tipo de interés (real) del 4% anual. Los enfoques de cada esquema serían los siguientes: Esquema 1: se aplicaría siempre el mismo tipo de interés sobre un valor nominal actualizado en función de la evolución del índice de precios tomado como referencia. Esquema 2: cada año se tomaría un tipo de interés nominal integrado por el componente real seleccionado (4%) y el componente inflacionario (tasa de variación del índice de precios en cada año). El importe del nominal se mantiene constante.

Como podemos apreciar, los intereses periódicos son muy superiores según el enfoque 2. Para lograr una equivalencia, al menos aproximada, es preciso que el valor de amortización del título en el primer enfoque sea el resultante de actualizar el valor nominal en función del incremento de precios acumulado. Una vez que se introduce este atributo, observamos que las tasas internas de rentabilidad (TIR) obtenidas con los dos enfoques son muy similares.

En el año 2022, los bonos ligados a la inflación se vieron afectados, en el mercado norteamericano, por los mismos factores que los bonos ordinarios. Los primeros solo garantizan un rendimiento real si se mantienen hasta el vencimiento, de manera que son especialmente apropiados para inversores con largos horizontes como los fondos de pensiones y las aseguradoras[9].

 

BIBLIOGRAFÍA

Allen, K. (2017): “Strong demand for Spain’s €5bn inflation linked-bond”, Financial Times, 26 de abril.

Balz, B. (2022): “Economic education in challenging times”, “Financial literacy in crises” conference at the Mannheim Institute for Financial Education (MIFE), Mannheim, 16 de noviembre.

Banco de España (2018): “Encuesta de Competencias Financieras 2016”,  https://www.bde.es/f/webbde/SES/estadis/otras_estadis/2016/ECF2016.pdf.

Credit Suisse (2022): “Collectibles amid heightened uncertainty and inflation”, junio.

Domínguez Martínez, J. M. (2015): “Panorama económico y financiero: cien cuestiones para la reflexión y el debate”, Ed. ETC; disponible en www.edufinet.com, EdufiAcademics/Repositorio.

Duguid, K.; Darbyshire, M.; Thomas, D., y Platt, E. (2021): “Investors pour billion of dollars into inflation-linked assets”, Financial Times, 15 de diciembre.

Edufinet (2018): “Guía Financiera”, 6ª ed., Thomson Reuters Aranzadi; www.edufinet.com.

Flood, C. (2022): “Bond funds recover appeal after painful falls”, Financial Times, 3 de octubre.

Hughes, J. (2023): “Inflation-linked bonds disappoint even as they deliver on their promise”, Financial Times, 18 de febrero.

Johnson, S. (2020): “Inflation protection is doubftul”, Financial Times, 12 de diciembre.

Klapper, L., Lusardi, A., y Ondheusden, P. V. (2015): “Financial literacy around the world: insights from the Standard&Poor’s ratings services global financial literacy survey”, http://www.finlit.mhfi.com.

Lusardi, A. (2019): “Financial literacy and the need for financial education: evidence and implications”, Journal of Economics and Statistics, 155:1.

Powley, T. (2012): New ‘safe havens’ for an uncertain future”, Financial Times, 24 de agosto.

Stubbington, T. (2020): “Negative-yielding debt total hits record $17.05tn”, Financial Times, 6 de noviembre.

Vincent, M. (2012): “Tapping demand for inflation protection”, Financial Times, 22 de junio.

Wagstyl, S. (2022): “The market for collectibles can be volatile but rewarding”, Financial Times, 2 de septiembre.

 (Artículo publicado en la revista "Actuarios")

 


 

 





[1] Vid. Balz (2022).

[2] Los enunciados de las referidas preguntas son los siguientes:

1. Suponga que Vd. tenía 100 euros en una cuenta de ahorro con un tipo de interés del 2% anual. Después de 5 años, ¿qué importe piensa que tendría en la cuenta si no hubiese dispuesto de ninguna cantidad?: a) Más de 110 euros; b) Exactamente 110 euros; c) Menos de 110 euros.

2. Imagine que el tipo de interés de su cuenta de ahorro era del 1% anual y que la inflación era del 2% por año. Después de 1 año, ¿podría Vd. comprar más, exactamente lo mismo o menos con el dinero depositado en dicha cuenta?

3. “Comprar títulos de una sola compañía ofrece un rendimiento más seguro que si se compran participaciones de un fondo de inversión”. ¿Verdadero o falso?

[3] Lusardi (2019) observa la existencia de una relación positiva entre la experiencia de las personas en relación con la inflación y el nivel de cultura financiera en este apartado.

[4] Vid. Domínguez Martínez (2015, págs. 111-112).

[5] En el año 2012, cuando acechaba el riesgo de la deflación, ya había quienes alertaban en el sentido de que, a medio plazo, la mayor amenaza para el capital era la elevada inflación. Vid. Powley (2012). La oferta de bonos ligados a la inflación se extendía también al sector corporativo. Vid. Vincent (2012).

[6] Vid. Duguid et al. (2021). Además de los títulos de deuda pública ajustables a la inflación, otras opciones son las siguientes: Oro, considerado un “activo refugio” en tiempos de inflación; Criptomonedas, elegidas por algunos inversores como una opción atractiva, a pesar de su notoria volatilidad; Activos inmobiliarios, sobre la base de que los alquileres tienden a elevarse en fases de inflación; Commodities: algunas de éstas (cobre, petróleo, soja…) han concentrado últimamente importantes flujos de capitales, por considerarse que pueden ser buenas coberturas ante la inflación. No obstante, existe una considerable controversia acerca de la correlación de las commodities con la inflación. Vid. Johnson (2020). Recientes informes consideran que la mejor protección contra la inflación es la ofrecida por ciertos artículos de lujo, tales como los bolsos o los relojes de pulsera, además de las obras de arte chinas tradicionales. Vid. Credit Suisse (2022) y Wagstyl (2022).

[7] La recomendación de la mayor gestora de activos del mundo para sobreponderar los bonos ligados a la inflación, en 2022, es significativa al respecto. Vid. Flood (2022). En el caso español, ya en el año 2017 existía una apreciable demanda de estos activos. Vid. Allen (2017).

[8] En Estados Unidos, los TIPS (“Treasury-Protected Inflation Securities”) adoptan el primer enfoque.

[9] Vid. Hughes (2023).

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