27 de septiembre de 2019

Preferencias salariales: posición absoluta vs relativa

Según la definición más extendida internacionalmente, propugnada por la OCDE, la educación financiera tiene una orientación finalista. Se trata de un proceso integrado por varios componentes, con tres ingredientes esenciales (conocimiento y comprensión, competencias, y responsabilidad en materia financiera), encaminado a que las personas adopten acciones tendentes a mejorar su bienestar financiero.

Como se puso de relieve entre los asistentes a la “Jornada para Profesores de Educación Primaria y Secundaria” organizada por Edufinet en colaboración con la Delegación Territorial de Educación de la Junta de Andalucía (11 de septiembre de 2019), una pregunta natural -en ocasiones sobreentendida- es en qué consiste dicho bienestar.

Se trata, sin duda, de una cuestión relevante, que, entre otras, se abordará en el II Congreso de Educación Financiera de Edufinet, previsto para el próximo mes de noviembre en Málaga.

Para ir abriendo boca, podemos aquí plantear una disyuntiva entre dos opciones, relativas a nuestras preferencias personales por nuestro nivel salarial:

“¿Cuál de estas dos situaciones preferiría Vd., si:
a) El salario medio es de 25.000 euros, y su salario es de 50.000 euros.
b) Vd. gana 100.000 euros, y el salario medio es de 200.000 euros?”.

La anterior es una pregunta similar a la formulada en diversos estudios, como señala Jason Butler (Financial Times, 19 de septiembre de 2018). Una pregunta típica de los análisis de Psicología Económica, como las recogidas en el cuestionario preparado, conjuntamente con José María López, y realizado entre los asistentes al I Congreso de Educación Financiera de Edufinet (Málaga, noviembre de 2018).

Como ha puesto de relieve Richard Thaler, Premio Nobel de Economía, las personas no actúan como entes aislados del resto cuando toman sus decisiones económicas, sino que la equidad es un factor importante. Los individuos no se comportan como maximizadores de la utilidad personal a ultranza, sino que toman en consideración la posición relativa de los distintos miembros de la sociedad (Vid. entrada de este blog de fecha 10-12-2017).

La disyuntiva expuesta permite, pues, someter a contraste, dicha proposición. ¿Tiene Vd. clara cuál sería su elección?

En una próxima entrada tendremos oportunidad de efectuar algunas consideraciones al respecto. De entrada, quizás cabría señalar que la conexión entre el nivel de ingresos y el bienestar financiero personal puede no ser tan recta y diáfana como podría parecer en un principio.

(Artículo publicado en EdufiBlog, con fecha 27 de septiembre de 2019)

24 de septiembre de 2019

Clubes de fútbol: cuentas económicas y logros deportivos


Acaba de iniciarse una nueva temporada deportiva. La actividad ha vuelto a los campos de juego. Fuera de éstos, los responsables de los clubes vislumbran las proyecciones de resultados deportivos y también las de las cuentas económicas. Ambas facetas, especialmente según las tendencias de medio y largo plazo, suelen guardar una estrecha correlación positiva, en buena medida sustentada en un nexo de causalidad. Normalmente, la capacidad económica tiende a propiciar grandes logros deportivos, aunque en modo alguno sea una garantía plenamente fiable. Igualmente, los resultados en las competiciones pueden condicionar altamente los recursos económicos disponibles.

Puestos a elegir, si no pueden alcanzarse simultáneamente, ¿cuál de los dos objetivos debe ser el prioritario, el deportivo o el económico? La respuesta puede parecer clara para los aficionados y para los inversores, pero no deja de presentar matices. La faceta deportiva es una inclinación natural de los primeros, pero éstos son conscientes de que de poco sirven los títulos si no se preserva el equilibrio financiero de manera estable. Mutatis mutandis, tampoco puede desatenderse el comportamiento deportivo por quien priorice los réditos de las inversiones.

Dicho lo anterior, es evidente que todo club desearía, en principio, poder proclamarse campeón de las competiciones en las que participa. Sin embargo, el deporte es un mercado bastante peculiar. A ningún equipo le interesaría convertirse en un monopolista. No solo no sería factible una competición si desaparecieran los rivales, sino que la incertidumbre, o al menos un cierto margen de duda en los posibles resultados finales, son cruciales para el atractivo de cualquier torneo.

Recientemente, el Manchester United viene acaparando la atención de los analistas como un caso de paradoja marcada por el éxito económico sin la consecución de títulos. Tras una larga etapa bajo la dirección técnica de Sir Alex Ferguson, con un balance de 38 títulos importantes en casi 27 años, el club no ha logrado ganar la Premier League ni acceder a las semifinales de la Champions League. A pesar de ello, sus ingresos comerciales han crecido de manera sostenida, pasando de 130 millones de euros en 2012 a 304 en 2018. Sus ingresos totales, del orden de los 666 millones de euros durante el pasado año, únicamente son superados por el Real Madrid y el FC Barcelona.

La cuestión que se plantea es si puede seguir siendo uno de los clubes más rentables si no compite por los títulos principales. Según sus ejecutivos, la actuación deportiva no tiene un impacto relevante en la vertiente comercial. De hecho, han conseguido que los ingresos sean bastante predecibles. Para esta temporada, las proyecciones apuntan un montante de 700 millones de euros, con el siguiente origen: derechos de televisión, 33%; venta de localidades, 18%; y acuerdos de patrocinio, 49%. Su equipo de esponsorización está integrado por 100 personas, con un enfoque internacional en los acuerdos concertados. La atracción de los millennials es otra de sus líneas estratégicas, y su app oficial es, según la propia entidad, la aplicación deportiva más descargada en 70 países. No obstante lo señalado, en algunos contratos de patrocinio se ha introducido una cláusula penalizadora en caso de no acceder durante dos años consecutivos a la máxima competición europea.

En este contexto, al final es casi inevitable que se suscite la conexión entre el desembolso en salarios de jugadores y los resultados deportivos. Según diversos estudios, el mejor predictor de la posición de un equipo en una liga es el importe gastado en jugadores. Esta conclusión -aunque no deja de ser un tanto relativa, dados los costes no salariales originados por la contratación de jugadores, amén de otros factores- se considera que ha sido bastante evidente en la Champions League en la última década. Ocho de los diez últimos títulos han sido conquistados por el Real Madrid, el FC Barcelona o el Bayern Múnich, clubes situados regularmente entre los más potentes económicamente, y los más destacados inversores en plantillas. La regla, sin embargo, no se ha cumplido en el caso del Manchester United, y también se ve un tanto desafiada por los finalistas de este año, Liverpool y Tottenham Hotspur. En parte, el éxito del primero es producto de una estrategia basada en el análisis de datos, a la búsqueda de jugadores infravalorados.

Lo que, en cualquier caso, parece claro es que los clubes de fútbol compiten en ligas económicas diferentes, y esto condiciona grandemente las posiciones en las ligas nacionales y en los torneos internacionales. Los veinte clubes que ocupan las primeras posiciones de la Liga futbolística del Dinero, elaborada por la consultora Deloitte, parten con mucha ventaja respecto al resto. Y, a pesar de todas las matizaciones efectuadas, Cliff Baty, director financiero del Manchester United, ha subrayado que “Necesitamos ganar. No necesitamos ganar sólo para ser exitosos [comercialmente], necesitamos ganar porque, en última instancia, es nuestra razón de ser”.

Esta visión de la cultura de la victoria es ampliamente dominante, pero es reconfortante constatar que ha habido y hay personas que anteponen su compromiso con un proyecto deportivo, por muy modesto que sea. El apego a unos colores, y a unos valores de esfuerzo y compromiso, puede ser tan fuerte que llegue a alzarse por encima de los oropeles de la victoria. A este respecto, el testimonio de Dave Roberts, apasionado y entregado seguidor incondicional del Bromley, equipo al que es difícil localizar en las ligas económicas, durante su infancia en los años sesenta del pasado siglo, constituye un aleccionador e ilusionante ejemplo de cómo la importancia del deporte va mucho más allá de los títulos y los campeonatos.

Dave Roberts es el autor del libro “The Bromley Boys”, en el que se basa la película del mismo título. Los interesados en la gestión deportiva pueden aprender mucho de operaciones como la salida de la Juventus, que cotiza en la bolsa de valores de Milán, al mercado de bonos internacionales, pero también de entornos presupuestarios menos sofisticados y sujetos a más limitaciones como el del Bromley. Y, en el fondo, persiste una alentadora duda: ¿dónde radica el verdadero mérito, en tres vertientes cruciales: la económica, la deportiva, y la afectiva?

(Artículo publicado en el diario “Sur”,  con fecha 22 de septiembre de 2019)

21 de septiembre de 2019

Bono público centenario: ¿una rareza austríaca?, ¿una inversión temeraria?

En el año 2017, el Tesoro austríaco emitió títulos de deuda soberana con un vencimiento que no era precisamente para hoy ni para mañana, sino para bastante más adelante: nada menos que dentro de 100 años (sic). La operación fue destacada como el primer experimento de esta naturaleza dirigido al mercado en la Eurozona, y, además, por un importe no testimonial (3.500 millones de euros) (Kate Allen, Financial Times, 12-9-2017).

Desde hace varios años, se viene constatando una apreciable demanda de los inversores por títulos de deuda pública con vencimientos ultralargos, esto es, por encima de los 30 años.

¿Qué tipo de interés estaría dispuesto a asumir un inversor para, al menos de entrada, aceptar inmovilizar un capital durante tan prolongado período, realmente multigeneracional?

En el caso de la emisión del país centroeuropeo, el cupón anual se cifra en el 2,112%, lo que, dicho sea de paso, ante las tendencias recientes de tipos marcadamente negativos, y lo que puede avecinarse, llega a percibirse casi como un tipo en peligro de extinción. Sin necesidad de ir tan lejos, ya en España, incluso para un particular, pagar un 2,5% o un 3% anual por un préstamo hipotecario empieza a verse como algo excesivo, y, dentro de esa dinámica, hasta el mero hecho de tener que pagar por obtener dinero a crédito. Dejando al margen esa cuestión, que nos llevaría a abordar el desdichado asunto de las controvertidas “cláusulas suelo”, nos centramos en el caso planteado, referente a los longevos bonos austríacos.

¿Es arriesgado realizar una inversión de esa naturaleza?

Cuán largo me lo fiáis… sería la respuesta más sensata a dar, como primera providencia. Pese a la buena situación de las finanzas públicas del Estado emisor, ¿tenemos certeza de cómo evolucionará a lo largo de las próximas décadas? El hecho de que la demanda de bonos centenarios más que triplicara la oferta es señal de que había un considerable “apetito inversor” por dicho riesgo soberano. Sin embargo, para algunos escépticos, semejante horizonte no viene sino a reflejar un signo de locura financiera: la configuración actual de Austria como país tiene poco más de 60 años, y la deuda ha sido emitida en una moneda con un recorrido que, en 2017, no llegaba a las dos décadas, nos recuerda Robin Wigglesworth (Financial Times, 12-9-2019). Un siglo antes de la emisión del bono de 2017, el emperador austrohúngaro estaba siendo derrotado en la Primera Guerra Mundial, incide al respecto, por su parte, The Economist (14-9-2019).

En fin, si, como se espera, van bien las cosas (o, tal vez, solo sea un alarde de optimismo), el inversor sabe (confía) que, dentro de 100 años, sus herederos recuperarán el capital invertido y, cada año, se habrá ido percibiendo el cupón correspondiente. Pero cabría plantearse lo que pueda ocurrir con la inflación y con los tipos de interés a lo largo de los años. ¿Quién está en condiciones de asegurar un escenario concreto?

Con todo, una de las ventajas de la deuda pública es que puede negociarse en mercados organizados y, así, puede recuperarse el capital antes del vencimiento. Ahora bien, la cantidad efectiva a recuperar no está garantizada, sino que va a depender de cómo evolucione el tipo de interés: si sube, el valor del título en el mercado habrá disminuido, mientras que, si baja, se cosechará una ganancia. Hay, pues, un riesgo de tipo de interés o de mercado que afectará en un sentido o en otro, en caso de venta. El posible efecto será mayor cuanto mayor sea el plazo existente hasta el vencimiento del título.

La situación reciente de los tipos de interés y las expectativas existentes han dado pie a que, de nuevo, en 2019 Austria haya vuelto a emitir deuda a 100 años, a un tipo de interés sustancialmente más bajo (1,171% anual) (Nikou Asgari, Financial Times, 26-9-2019).

Así pues, ¿cometieron una locura quienes, en 2017, suscribieron el bono centenario austríaco?

A toro pasado, en absoluto es así, sino que, más bien, hicieron una operación redonda (hasta el momento). Así, quien invirtiera 1.000 euros en 2017 podría haber conseguido, vendiendo los títulos en 2019, un importe de 1.800 euros, es decir, una ganancia del 80% en solo dos años.

¿Qué debería hacer un tenedor de estos títulos: vender ya, aprovechando las plusvalías existentes, aguardar a que sean mayores, ante una posible reducción adicional de los tipos de interés, o mantener la posición, lo que le garantizaría la percepción de un pago anual del rendimiento asociado a los bonos?

18 de septiembre de 2019

La reticencia a la contratación de seguros personales: posibles factores explicativos

En una entrada publicada recientemente en este blog (16-9-2019) se planteaba una reflexión en torno a las razones que podrían dar lugar a la aparente reticencia de las familiar a concertar seguros para la cobertura de riesgos personales, en contraste con la tendencia más extendida a suscribirlos respecto a la cobetura de bienes materiales. ¿Por qué los activos más valiosos, como son la vida y la salud, que, aparte de su importancia intrínseca, están relacionados con la fuente primordial de generación de recursos económicos, se ven comparativamente relegados en el ámbito del aseguramiento?

Si nos circunscribimos al caso de un país como España, podemos apuntar, de manera simplemente indicativa, la posible relevancia de algunos factores, tales como los siguientes:

La propia existencia de un Estado del Bienestar, con un sistema de protección que contiene una serie de prestaciones sociales contributivas y no contributivas.

El papel fundamental ejercido por las redes familiares, crucial para hacer frente a situaciones de necesidad.

La relevancia de la vivienda como activo dentro del patrimonio de las familias y su posible movilización.

El freno motivado por la falta de recursos disponibles para la contratación de instrumentos financieros para la cobertura de riesgos.

La influencia de sesgos psicológicos que llevan a: i) una menor ponderación del futuro respecto al presente; ii) la falta de toma de conciencia de los riesgos realmente incurridos; y/o iii) la no identificación de una contrapartida ante la constatación, ex post, de la no materialización de riesgos cubiertos.

La posible desatención del papel de los instrumentos de seguro debida a un insuficiente conocimiento de su papel.

16 de septiembre de 2019

¿Cuál es el activo más valioso de una persona?: ¿Por qué no suele asegurarse?

Aunque hay actitudes personales muy distintas hacia el riesgo, la aversión a la pérdida de los activos que se poseen, o bien la cobertura ante los posibles desembolsos económicos para su reposición, lleva a muchas personas a asegurar una serie de bienes y objetos materiales.

Tomando como referencia la situación británica, Michael Martin (Financial Times, 15-8-2019) considera que es sorprendente cómo una mayoría de los hogares, unos dos tercios, tiene suscritos seguros sobre objetos materiales (mobiliario, aparatos domésticos…), mientras que solo un tercio tiene cobertura protectora frente a los riesgos personales.

En este contexto plantea una pregunta directa: “Si Vd tuviera algo en su hogar valorado en 5 millones de libras esterlinas, ciertamente lo aseguraría. Entonces, ¿por qué tanta gente asume el riesgo de no asegurarse a ellas mismas?”.

La cifra indicada corresponde a una estimación -bastante de andar por casa, todo hay que decirlo- de las retribuciones totales obtenidas por una persona a lo largo de su etapa laboral completa. Para llegar a ese importe parte de una cifra que muchos pueden juzgar como auténticamente descabellada: considera que, a la edad de 20 años, una persona obtiene un salario de 57.000 libras, suma que se mantiene anualmente, actualizándose con la inflación, a una tasa del 2,5% anual. Con una trayectoria de 47 años saldría justamente el importe de los 5 millones de libras, montante que -habría que matizar- está expresado en términos nominales o corrientes.

Ciertamente, con carreras profesionales más cortas a causa de períodos de desempleo u otros motivos, y con un nivel salarial de partida más modesto, el montante global sería bastante más limitado. Así, por ejemplo, si el salario de partida es de 20.000 libras, el importe acumulado correspondiente se situaría en 1,8 millones de libras, de nuevo en términos nominales, si se completan los 47 años. 

Muchas son, en definitiva, las posibilidades, y las cifras, comparadas con los contextos socioeconómicos relevantes en cada caso, sin duda significativas en mayor o en menor grado.

La cuestión clave es, en definitiva, por qué, a la luz de unos valores como los indicados, existe una menor tendencia al aseguramiento del activo del que emanan tales rendimientos que la que se aprecia respecto a bienes menos estratégicos.

En una próxima entrada de este blog realizaremos algunas reflexiones al respecto.

13 de septiembre de 2019

Habilidades numéricas básicas y cultura financiera: el nivel en España


En una entrada reciente de EdufiBlog abordábamos la relación existente entre las habilidades numéricas básicas y la cultura financiera, recogiendo, a título ilustrativo, una serie de preguntas incluidas dentro del Programa de la OCDE para la Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos (PIACC, por sus siglas en inglés), a partir de las recogidas en el estudio de Aditi Bhutoria, John Jerrim y Anna Vignoles (“The financial skills of adults across the world. New estimates from PIACC”, 2018), con unas adaptaciones menores. Tales preguntas eran las siguientes:

  1. Suponga que ha ido al supermercado para comprar cuatro tipos de té: Camomila (€4,60), Verde (€4,15), Negro (€3,35) y Limón (€1,80). Si paga por toda la compra con un billete de €20, ¿qué cambio obtendría?
  2. Suponga que un litro de cola cuesta €3,15. Si Vd compra un tercio de un litro de cola, ¿cuánto pagará?
  3. La Oficina de Estadísticas Laborales hace un seguimiento de las tasas de paro de hombres y mujeres en el país X. Por ejemplo, el gráfico adjunto se basa en los datos recopilados para el período de 12 años 1970-1981 para hombres y mujeres. Estime la tasa de paro media para los hombres en el período de 12 años indicado:

  4. El departamento de ventas de un club de fútbol quiere ofrecer el mismo descuento para los abonos de la zona D que los ofrecidos para los de las zonas A, B y C del estadio. Un entrada suelta de la zona D tiene un precio de €21. Usando la misma fórmula, ¿qué precio tendría el abono de la zona D?:

Precios de entradas

Zona del estadio
Precio de entrada (1 partido)
Precio del abono (8 partidos)
A
€50
€300
B
€35
€210
C
€25
€150
D
€21


Ciertamente, podemos constatar que se trata de preguntas bastante elementales, sin perjuicio de lo cual a continuación se recogen las respuestas correctas:


Pregunta
Respuesta
i
€6,10
ii
€1,05
iii
Aprox. 7%
iv
€126

Pese a ello, los resultados que se obtuvieron para España fueron considerablemente bajos, especialmente en lo que se refiere a las preguntas iii y iv, sobre todo cuando los comparamos con los obtenidos en el resto de países del estudio (un total de 31). En la siguiente tabla se recogen, junto a los de España, los mejores y peores porcentajes alcanzados en cada pregunta, en cualquier país:

Pregunta
España
% más alto
% más bajo
i
66
90 (Japón)
40 (Rusia)
ii
60
75 (Austria)
34 (Rusia)
iii
35
59 (Japón)
22 (Turquía)
iv
29
60 (Japón)
18 (Turquía)

            En el estudio no se indica si los participantes tuvieron acceso o no a algún tipo de calculadora a la hora de efectuar las operaciones. Tampoco se indica el margen de error permitido en la estimación de la tasa de paro media. Por cierto, a pesar de la gran utilidad de los gráficos, como se recoge en un artículo publicado en el número 1 de la revista eXtoikos (www.extoikos.es), a veces pueden causar verdadero pánico en personas que no se vean capaces de interpretarlos. Incluso entre las que sí tienen esa capacidad, siempre es conveniente abordarlos con cautela, toda vez que la forma de presentación puede dar a pie a distorsiones interpretativas. No es este el caso en el ejemplo anterior, o tal vez en parte sí... ¿Cuál sería la apreciación si ampliamos el recorrido del eje vertical para recoger las tasas que, desafortunadamente, han llegado a darse en algunas zonas de nuestro país?










(Artículo publicado en EdufiBlog, septiembre 2019)

11 de septiembre de 2019

“Intrigo: Samaria”: se completa la trilogía

Es posible, o casi seguro, que la vida, a lo largo del último medio siglo, haya empeorado en algunos aspectos.  Dejaremos para otro momento la trascencental cuestión de la percepción social de las tendencias de las condiciones socioeconómicas en el mundo, en concreto en lo concerniente a las aportaciones del proyecto “Factfulness” de Hans Rosling. En algunas áreas, sin embargo, el avance ha sido incontestable.

Si nos circunscribimos a un aspecto secundario, pero importante en la vertiente del ocio personal, como es el de la oferta cinematográfica suministrada por la televisión, la mejora es no sólo perceptible, sino realmente inconmensurable. Así, durante mi infancia, después de aguardar una llegada tardía del primer aparato de televisión al hogar familiar, dicha oferta se limitaba a una sola película a la semana, gracias al mítico programa “Sesión de noche”.

Por eso, al evocar aquella época en blanco y negro, en lo televisivo y en otros apartados -aunque, desde luego, llovía bastante más, incluso a veces en verano-, no puedo, a pesar del tiempo transcurrido, salir de mi asombro cuando, en un breve espacio de tiempo, he podido disfrutar de las tres joyas que integran la trilogía “Intrigo”, dirigidas por Daniel Alfredson, a partir de las novelas del escritor Hakan Nesser. También me causa un enorme asombro constatar, en contraposición, las dificultades para acceder a las ediciones de sus libros en lengua española, así del comparativamente poco eco que los mismos tienen en nuestra geografía más cercana.

“Samaria” da nombre a la tercera entrega de la mencionada trilogía. Ya al inicio de la película ese vocablo aparece en el rótulo que lleva al lugar donde vivía el personaje en el que se centra la historia, una joven estudiante que desapareció una noche, tras una fiesta escolar, y que, supuestamente, fue objeto de asesinato, aunque, después de mucho tiempo, no hubiese sido hallado su cuerpo. Han pasado los años y su padre, como acusado de ese delito, y condenado, continúa en prisión.

La trama se desarrolla en torno al meticuloso proyecto de reconstrucción de los acontecimientos que una habilidosa y metódica reportera gráfica (exalumna del mismo colegio) trata de llevar a cabo en relación con dicha desaparición. En su intento de plasmar en soporte audiovisual los pormenores del triste suceso, va hilvanando todas las piezas disponibles, contactando a tal fin con testigos, investigadores y personas allegadas. Antiguos compañeros y docentes desfilan ante su cámara, en particular un exprofesor interino de literatura, ahora dedicado a tareas de marketing en otra ciudad, con el que establece una estrecha e intensa colaboración. Presente y pasado se alternan rítmicamente a lo largo de la cinta, hasta tal punto de que, en alguna ocasión, uno tiene el riesgo de no saber identificar a cuál de los dos corresponde la escena. Como es habitual en la trilogía, conviene, en fin, estar bastante atentos para no dejarse ningún cabo suelto.

Aun así, en esta entrega, costará algo más trabajo identificar contenidos de corte económico específico. Aunque sólo sirviera como excusa, merecería la pena volver a recrearse en la película a la búsqueda de referencias económicas. En el recuerdo únicamente se han quedado prendidas algunas bastante genéricas y que trascienden del estricto círculo de la economía, si es que éste realmente se puede acotar de manera tajante.

Así, percibimos indicios de la eficacia del trabajo en equipo, y de la importancia de la planificación de tareas y la sistemática para la ejecución de proyectos. Igualmente, las distintas opciones para el disfrute de vacaciones, y, de manera destacada, cómo las nuevas tecnologías han transformado el proceso de producción de reportajes audiovisuales, dotando de mayor autonomía a los profesionales y a los consumidores. Al hilo de lo anterior, no puede dejar de mencionarse la otra cara de la moneda, la vulnerabilidad a la que nuestra intimidad queda expuesta ante los nuevos artilugios. Como tampoco se puede eludir mencionar la conveniencia de utilizar copias de respaldo de los registros ante los riesgos de su pérdida o deterioro por distintas causas.

Sí, hay que seguir forzando la imaginación para identificar supuestos con repercusiones económicas (y fiscales), tales como el tratamiento de la cesión gratuita del uso de viviendas o vehículos, o el de las contingencias por el uso de estos últimos por conductores no incluidos en la póliza del seguro.

Pero, sin duda, el aspecto más relevante con el que nos encontramos se sitúa en el campo jurídico, y concierne a la posibilidad de condena de una persona acusada de homicidio en ausencia de la prueba definitiva y concluyente, o, también, a las consecuencias de la falta de colaboración en una investigación policial.

En fin, aparte de lamentar que no se prevean nuevas producciones de la “serie nesseriana”, también lo es no poder visitar la cafetería “Intrigo” -elemento ambiental que se repite en las tres películas, como la alusión a nuestros antepasados ancestrales los reptiles en cada preámbulo-, por ubicarse en una ciudad imaginaria. Aunque precisamente ese atributo, a veces, añade un mayor atractivo. Algo parecido me ocurrió en su día con la genuina localidad de Peterswood, aunque ahora aquella autora de libros de misterio para niños haya sido declarada proscrita, según edicto emitido hace ya algunos años por la Nueva Inquisición.

8 de septiembre de 2019

Bretton Woods: 75º aniversario


Hacía menos de un mes que se había iniciado el Desembarco de Normandía. El continente europeo seguía desangrándose por la contienda bélica. En plena efervescencia de un conflicto tan terrible, cuyo desenlace no era aún tan fácil de pronosticar, cuesta trabajo creer que se pudiera ver más allá del aquelarre de la destrucción y la masacre; ante tanta tragedia humana, tiene mérito pensar en el porvenir y en un horizonte económico totalmente incierto. Sin embargo, pese al mayúsculo problema de la guerra y de todas las incógnitas existentes, los dirigentes de algunas de las potencias integrantes del bloque aliado trataban de diseñar, desde hacía algunos años, las líneas maestras de un sistema monetario que, una vez se alcanzara la paz, permitiera proporcionar una estabilidad en las relaciones económicas internacionales que superase las tensiones que habían marcado el período de entreguerras.

El día 1 de julio de 1944, en un recóndito paraje denominado Bretton Woods, en New Hampshire (Estados Unidos), se reunían 730 delegados de 44 países. Se han cumplido 75 años desde aquella congregración en el hotel Monte Washington, cuya imponente imagen, de estilo renacentista español, al pie de la Montaña Blanca, simboliza el inicio de una nueva era. En junio de este año ha tenido lugar otra significativa efeméride de alcance internacional, el primer centenario de la firma del Tratado de Versailles, que puso término a la Primera Guerra Mundial, tras imponer unas condiciones económicas a los países derrotados cuyas dramáticas consecuencias fueron anticipadas por el gran economista británico John Maynard Keynes.

La conferencia de Bretton Woods estuvo precedida de un largo proceso de preparación. Especial protagonismo tuvieron en el mismo dos figuras, una por el lado estadounidense, Harry Dexter White, y otra, por el británico, Keynes. El primero se centró en la elaboración de una propuesta de creación de un fondo de estabilización y de un banco de reconstrucción de las Naciones Unidas, en tanto que el segundo abogó por la puesta en marcha de una unión monetaria, basada en un banco central internacional que crearía su propia divisa, el bancor, que tendría un tipo de cambio fijo con el oro.

Bien conocida es la posición de Keynes, quien, defensor de la intervención del Estado en la economía con fines de estabilización, rechazaba de plano la ideología comunista. Menos lo es la de White, declarado admirador de la Unión Soviética y de su modelo de economía planificada. Por aquel entonces llegó a ser acusado de espía de los soviéticos, hecho de lo que hoy no parece existir duda, como tampoco de la red de espionaje implantada entre los funcionarios que formaban parte del equipo estadounidense presente en la convención.

La conferencia de Bretton Woods fue en gran medida el resultado de la confrontación de los planteamientos de ambos personajes, que encarnaron los intereses de sus respectivos países. Estados Unidos emergía como el país más poderoso económica y políticamente, en una situación de acreedor internacional; en cambio, la posición británica se había visto enormemente afectada por el conflicto bélico, viéndose abocada a una situación deudora, enfrentada a un “Dunkerke financiero”, según expresión de Keynes.

Ambos compartían los fines inspiradores de la conferencia, evitar los errores cometidos en el período de entreguerras, y establecer un orden monetario internacional estable y proclive a la expansión del comercio, pero diferían en cuanto a aspectos clave del diseño de la nueva arquitectura.

El Acta Final de la conferencia se firmó el 22 de julio de 1944 y se fijó el 31 de diciembre de 1945 como fecha límite para la ratificación del Convenio por los distintos países. El número de los que inicialmente lo hicieron fue 28. La ausencia más significativa, pero en absoluto sorprendente -tal vez lo fuera su presencia en Bretton Woods, donde, según el presidente Roosevelt, se reunían los “representantes de los hombres libres”- fue la de la Unión Soviética. Como recuerda el profesor Pablo Martín-Aceña, la política internacional de Stalin se basaba en la búsqueda de la autarquía para la Unión Soviética, y sus dirigentes tenían una plena convicción de la superioridad del sistema comunista sobre el capitalista: “Solo tras su hundimiento en 1990, la renacida Federación Rusa se adhirió al FMI”.

Por evidentes razones, España no participó en la convención de Bretton Woods, y su incorporación al Fondo Monetario Internacional (FMI) se demoró hasta el año 1958, como parte de la preparación del Plan de Estabilización del año siguiente.

El sistema que surgió de Bretton Woods se basaba en varios pilares: i) Fondo Monetario Internacional, organismo encargado de fomentar la cooperación monetaria internacional y de asistir financieramente a los países con dificultades derivadas de balanzas de pagos deficitarias y de otras situaciones críticas ii) Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (Banco Mundial); y c) establecimiento de un régimen de tipos de cambios fijos, aunque ajustables dentro de unos límites, articulado sobre el papel central del dólar estadounidense, única moneda intercambiable con el oro.

Dicho sistema, bien es cierto que en conjunción con otra serie de factores y circunstancias, propició un período de estabilidad y prosperidad económicas entre los países occidentales. Sin embargo, dicha etapa fue a la postre bastante breve. El 15 de agosto de 1971, hace ahora 48 años, el presidente Nixon puso fin a la convertibilidad del dólar en oro.

Los discursos inaugural y de clausura, pronunciados por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau, contienen mensajes de enorme trascendencia que se añoran en una época como la actual, en la que asistimos a una peligrosa dinámica de retorno a planteamientos populistas y nacionalistas: “El comercio es la sangre vital de una sociedad libre, y debemos asegurarnos de que las arterias que encauzan ese flujo sanguíneo no vuelvan a verse obstruidas por coágulos artificiales creados por rivalidades económicas sin sentido, como ha ocurrido en el pasado. Las enfermedades económicas son altamente contagiosas, y por ello la salud económica de cada uno de los países es un asunto que incumbe a todos sus países vecinos, cercanos o lejanos”… “Hemos de reconocer que la forma más inteligente y efectiva para proteger nuestros intereses nacionales es a través de la cooperación internacional”.

(Artículo publicado en el diario “Sur”, con fecha 7-9-2019)

6 de septiembre de 2019

Habilidades numéricas y cultura financiera


Dada la naturaleza de las operaciones relacionadas con productos financieros, el dominio de las habilidades numéricas básicas es un ingrediente imprescindible para poder llevar a cabo un proceso de toma de decisiones adecuado. Como hemos expresado en la exposición del enfoque metodológico en el que se basa el proyecto Edufinet, la determinación de los flujos dinerarios asociados a la vida de un producto es una parte esencial de la secuencia de análisis, así como la utilización de algún criterio para la concreción del coste o del rendimiento efectivos de la operación de que se trate.

No es de extrañar, pues, que los cuestionarios orientados a la medición del nivel de cultura financiera de la población incluyan preguntas o ejercicios en los que ha de hacerse uso práctico de nociones matemáticas. A la vista de algunos de los problemas planteados en diversos estudios, a nuestro entender no se requería de una instrucción específica en materia financiera, toda vez que, en ocasiones, resultaba factible encontrar la solución mediante la mera aplicación de conocimientos matemáticos simples. La elevada correlación positiva puesta de manifiesto en algunos estudios entre los resultados en competencias matemáticas y en competencias financieras no viene sino a apoyar dicha tesis.

En cualquier caso, pues, conocer el nivel de competencias matemáticas de un colectivo de personas constituye un interesante indicador del grado de pericia que tales personas pueden tener en lo que concierne a la cultura financiera.

El Programa de la OCDE para la Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos (PIACC, por sus siglas en inglés) lleva a cabo un estudio acerca de las competencias genéricas de los adultos en un amplio número de países. Entre tales competencias se incluyen las referentes a las habilidades numéricas básicas. Hay cuatro preguntas que requieren a los participantes utilizar sus habilidades numéricas para resolver problemas económicos cotidianos. Desafortunadamente, dichas preguntas no están disponibles públicamente, si bien un grupo de investigadores (Aditi Bhutoria, John Jerrim y Anna Vignoles, “The financial skills of adults across the world. New estimates from PIACC”, 2018) han podido acceder a las mismas. Aunque, por razones de confidencialidad, no pueden mostrar las preguntas reales, sí ofrecen otras de un tenor similar (págs. 35-36), que se reproducen seguidamente con unas adaptaciones menores:

  1. Suponga que ha ido al supermecado para comprar cuatro tipos de té: Camomila (€4,60), Verde (€4,15), Negro (€3,35) y Limón (€1,80). Si paga por toda la compra con un billete de €20, ¿qué cambio obtendría?
  2. Suponga que un litro de cola cuesta €3,15. Si Vd compra un tercio de un litro de cola, ¿cuánto pagará?
  3. La Oficina de Estadísticas Laborales hace un seguimiento de las tasas de paro de hombres y mujeres en el país X. Por ejemplo, el gráfico adjunto se basa en los datos recopilados para el período de 12 años 1970-1981 para hombres y mujeres. Estime la tasa de paro media para los hombres en el período de 12 años indicado:




  1. El departamento de ventas de un club de fútbol quiere ofrecer el mismo descuento para los abonos de la zona D que los ofrecidos para los de las zonas A, B y C del estadio. Un entrada suelta de la zona D tiene un precio de €21. Usando la misma fórmula, ¿qué precio tendría el abono de la zona D?:

Precios de entradas

Zona del estadio
Precio de entrada (1 partido)
Precio del abono (8 partidos)
A
€50
€300
B
€35
€210
C
€25
€150
D
€21


Ahora, le pediríamos que trate de resolver los anteriores ejercicios, y/o que, a continuación, indique el porcentaje de aciertos en cada una de ellas que, en su opinión, corresponde a las respuestas de los participantes de España en el referido cuestionario de la OCDE:

Pregunta
Respuesta
% de respuestas correctas
i
ii
iii
iv

En una próxima entrada de este blog comentaremos dichos resultados.
(Artículo publicado en EdufiBlog, 6 de septiembre de 2019)

3 de septiembre de 2019

“Intrigo: querida Agnes”: una nueva dosis de suspense de calidad

Liberado del yugo de la búsqueda permanente del contexto o de las motivaciones económicas, antes de lo previsto, tuve ante mí la oportunidad de ver la segunda entrega de la trilogía “Intrigo”, del escritor Hakan Nesser, “Intrigo: querida Agnes”, después de haber disfrutado considerablemente de la primera, como dejé escrito en este blog (24-8-2019). Sin sufrir ninguna decepción al respecto, de nuevo el suspense se erige como el hilo conductor de la película, desde que arrancan las primeras imágenes hasta que aparecen los créditos finales.

Y, de nuevo, la habilidad del director, Daniel Alfredson, la trama de las historias narradas, en este caso con sucesivos flashbacks, la interpretación, la ambientación, y la fotografía rayan a gran altura.

La historia gira en torno al deseo de una joven profesora de literatura de preservar la propiedad de la mansión donde residía con su marido, que fallece tras una prolongada enfermedad. Todo un reto, ante la elevada tasación de la vivienda, dada la concurrencia de otros dos herederos, hijos de otro matrimonio del anterior propietario. Su reencuentro con una antigua compañera de residencia estudiantil, apasionada, como Agnes, de las artes escénicas, con aspiraciones que, a la larga, acabarían por colisionar larvadamente, se transforma en un elemento clave en el desarrollo de la narración.

No obstante lo antes apuntado, y a pesar de la enorme capacidad absorbente de la película, es casi inevitable percibir algunos aspectos con contenidos económicos sustanciales -y, en algún caso, con un tratamiento un tanto desconcertante-, lo que, sin duda, es recomendable posponer a la finalización de la cinta.

Temas de derecho sucesorio, pretensiones de usufructo frustradas, tasaciones de inmuebles, y la concesión de préstamos hipotecarios son, entre otras, cuestiones que juegan un papel importante como sustrato económico de la narración. También podemos encontrar indicios claros de la importancia que pueden tener los estímulos dinerarios para asumir propuestas exigentes, así como de la trascendencia que pueden llegar a tener factores extraprofesionales en las carreras de las personas. Por otro lado, los personajes también se colocan, en algún momento, en una situación semejante a la del conocido dilema del prisionero.

Pero de todos los aspectos económicos quizás lo más llamativo sea la considerable laxitud, al menos aparente, en relación con el cumplimiento de la normativa sobre prevención del blanqueo de capitales. Quienes la conocen son conscientes de su rigor y de las exigencias de verificación de la licitud del origen de los fondos manejados. Aunque, pese a las apariencias de ejemplaridad, ya sabemos que, en ocasiones, salta la liebre cuando menos se espera, incluso en parajes nórdicos. Es de suponer que la ligereza percibida en la pantalla no guarde relación con los célebres casos ya comentados en este blog (“Cómo dejar de ser Dinamarca para llegar a ser Dinamarca”, 19-10-2018).

Sin embargo, ese detalle, aún en caso de confirmarse, como otros, en una sesión más sosegada, no empaña en absoluto la alta calificación de la película. Tras verla, uno simplemente se impacienta por hallar la tercera entrega.

1 de septiembre de 2019

El viraje lingüístico de los textos anglosajones de Economía: ¿economía o deseconomía?

Hace diez años, en agosto de 2009, publiqué en el diario “La Opinión de Málaga” un artículo con el título “El fin de la economía del lenguaje”. Desde luego, no se necesitaban muchas dotes de oráculo (¿se podría decir “orácula”?, ¿debería utilizarse también “economisto”?) para pronosticar esa tendencia. Allí mismo reflexionaba, con un ejemplo ilustrativo, sobre cómo debería reescribirse “El Quijote” para que pudiera ajustarse a los nuevos cánones.

También hacía alusión a la práctica tradicionalmente seguida en los manuales anglosajones de Economía, particularmente del otro lado del Atlántico. En aquéllos, tras hacer alusión a alguna persona innominadamente solía aparecer luego la referencia “he or she”, o, si procedía, “his or her”. Se incurría así en una cierta pérdida de economía, bastante tolerable a efectos cuantitativos. Otra práctica, que personalmente he seguido en distintos textos, sobre todo de ejercicios, era identificar previamente a la persona por su nombre o por sus iniciales, despejando así, en adelante, cualquier duda sobre su sexo y evitando todo coste en términos de economía lingüística.

A título de ejemplo, en un manual tan significado y relevante como “Public finance in theory and practice”, de Richard A. Musgrave y Peggy B. Musgrave, en su cuarta edición, del año 1984, encontramos la siguiente frase (pág. 483): “Society may wish to limit a person’s right to dispose of his or her property at death”.

Por lo que concierne a ese tipo de textos, un tanto curiosamente, se ha buscado una fórmula, a lo que se ve bastante ingeniosa, para acabar con esa dualidad expresiva, avanzando de esa manera hacia una mayor eficiencia gramatical. Así, algunos autores (y algunas autoras) optan, como últimamente en la revista “The Economist”, por la alternancia: una veces la persona es “he” y otras, “she”.

Otros (y otras) han adoptado una postura más radical y determinante, en el sentido de que prevalece inequívocamente el “she”. Esa tendencia llega en algunas obras al paroxismo, como ocurre en “Radical markets. Uprooting capitalism and democracy for a just society”, de Eric A. Posner y E. Glen Weyl (2018). A título de ejemplo de lo que puede encontrarse el lector (y la lectora) del libro en su versión original: “The scheme works best when the shares owned by each partner exactly equal the chance she is the best eventual owner for the company” (pág. 53). La solución que adoptan es verdaderamente radical, por eso llama la atención -sin que encontremos indicio alguna ante el enigma- que únicamente en un párrafo se quiebre la regla aplicada: “… between votes for a favored candidate and votes against his o her opponents” (pág. 119). 

No, no se percibe, prima facie, ninguna pista de esa desviación. ¿Podría ser, tal vez, algún señuelo para buscar la socorrida explicación: “es simplemente la excepción que confirma la regla”? Sin embargo, esta excepción, como cualquier otra, no viene a confirmar sino a desafiar la regla, por lo que quedamos sumidos en la duda.

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