Acaba de iniciarse una nueva temporada deportiva. La actividad ha
vuelto a los campos de juego. Fuera de éstos, los responsables de los clubes
vislumbran las proyecciones de resultados deportivos y también las de las
cuentas económicas. Ambas facetas, especialmente según las tendencias de medio
y largo plazo, suelen guardar una estrecha correlación positiva, en buena
medida sustentada en un nexo de causalidad. Normalmente, la capacidad económica
tiende a propiciar grandes logros deportivos, aunque en modo alguno sea una
garantía plenamente fiable. Igualmente, los resultados en las competiciones
pueden condicionar altamente los recursos económicos disponibles.
Puestos a elegir, si no pueden alcanzarse simultáneamente, ¿cuál
de los dos objetivos debe ser el prioritario, el deportivo o el económico? La
respuesta puede parecer clara para los aficionados y para los inversores, pero
no deja de presentar matices. La faceta deportiva es una inclinación natural de
los primeros, pero éstos son conscientes de que de poco sirven los títulos si
no se preserva el equilibrio financiero de manera estable. Mutatis mutandis,
tampoco puede desatenderse el comportamiento deportivo por quien priorice los
réditos de las inversiones.
Dicho lo anterior, es evidente que todo club desearía, en
principio, poder proclamarse campeón de las competiciones en las que participa.
Sin embargo, el deporte es un mercado bastante peculiar. A ningún equipo le
interesaría convertirse en un monopolista. No solo no sería factible una
competición si desaparecieran los rivales, sino que la incertidumbre, o al
menos un cierto margen de duda en los posibles resultados finales, son
cruciales para el atractivo de cualquier torneo.
Recientemente, el Manchester United viene acaparando la atención
de los analistas como un caso de paradoja marcada por el éxito económico sin la
consecución de títulos. Tras una larga etapa bajo la dirección técnica de Sir
Alex Ferguson, con un balance de 38 títulos importantes en casi 27 años, el
club no ha logrado ganar la Premier League ni acceder a las semifinales de la Champions
League. A pesar de ello, sus ingresos comerciales han crecido de manera
sostenida, pasando de 130 millones de euros en 2012 a 304 en 2018. Sus ingresos
totales, del orden de los 666 millones de euros durante el pasado año, únicamente
son superados por el Real Madrid y el FC Barcelona.
La cuestión que se plantea es si puede seguir siendo uno de los
clubes más rentables si no compite por los títulos principales. Según sus
ejecutivos, la actuación deportiva no tiene un impacto relevante en la vertiente
comercial. De hecho, han conseguido que los ingresos sean bastante predecibles.
Para esta temporada, las proyecciones apuntan un montante de 700 millones de
euros, con el siguiente origen: derechos de televisión, 33%; venta de
localidades, 18%; y acuerdos de patrocinio, 49%. Su equipo de esponsorización
está integrado por 100 personas, con un enfoque internacional en los acuerdos
concertados. La atracción de los millennials
es otra de sus líneas estratégicas, y su app oficial es, según la propia
entidad, la aplicación deportiva más descargada en 70 países. No obstante lo
señalado, en algunos contratos de patrocinio se ha introducido una cláusula
penalizadora en caso de no acceder durante dos años consecutivos a la máxima
competición europea.
En este contexto, al final es casi inevitable que se suscite la
conexión entre el desembolso en salarios de jugadores y los resultados
deportivos. Según diversos estudios, el mejor predictor de la posición de un
equipo en una liga es el importe gastado en jugadores. Esta conclusión -aunque
no deja de ser un tanto relativa, dados los costes no salariales originados por
la contratación de jugadores, amén de otros factores- se considera que ha sido
bastante evidente en la Champions League en la última década. Ocho de los diez
últimos títulos han sido conquistados por el Real Madrid, el FC Barcelona o el
Bayern Múnich, clubes situados regularmente entre los más potentes
económicamente, y los más destacados inversores en plantillas. La regla, sin
embargo, no se ha cumplido en el caso del Manchester United, y también se ve un
tanto desafiada por los finalistas de este año, Liverpool y Tottenham Hotspur.
En parte, el éxito del primero es producto de una estrategia basada en el
análisis de datos, a la búsqueda de jugadores infravalorados.
Lo que, en cualquier caso, parece claro es que los clubes de
fútbol compiten en ligas económicas diferentes, y esto condiciona grandemente
las posiciones en las ligas nacionales y en los torneos internacionales. Los
veinte clubes que ocupan las primeras posiciones de la Liga futbolística del
Dinero, elaborada por la consultora Deloitte, parten con mucha ventaja respecto
al resto. Y, a pesar de todas las matizaciones efectuadas, Cliff Baty, director
financiero del Manchester United, ha subrayado que “Necesitamos ganar. No
necesitamos ganar sólo para ser exitosos [comercialmente], necesitamos ganar
porque, en última instancia, es nuestra razón de ser”.
Esta visión de la cultura de la victoria es ampliamente dominante,
pero es reconfortante constatar que ha habido y hay personas que anteponen su
compromiso con un proyecto deportivo, por muy modesto que sea. El apego a unos
colores, y a unos valores de esfuerzo y compromiso, puede ser tan fuerte que
llegue a alzarse por encima de los oropeles de la victoria. A este respecto, el
testimonio de Dave Roberts, apasionado y entregado seguidor incondicional del
Bromley, equipo al que es difícil localizar en las ligas económicas, durante su
infancia en los años sesenta del pasado siglo, constituye un aleccionador e
ilusionante ejemplo de cómo la importancia del deporte va mucho más allá de los
títulos y los campeonatos.
Dave Roberts es el autor del libro “The Bromley Boys”, en el que
se basa la película del mismo título. Los interesados en la gestión deportiva
pueden aprender mucho de operaciones como la salida de la Juventus, que cotiza
en la bolsa de valores de Milán, al mercado de bonos internacionales, pero
también de entornos presupuestarios menos sofisticados y sujetos a más
limitaciones como el del Bromley. Y, en el fondo, persiste una alentadora duda:
¿dónde radica el verdadero mérito, en tres vertientes cruciales: la económica,
la deportiva, y la afectiva?
(Artículo publicado en el diario “Sur”, con fecha 22 de septiembre de 2019)