29 de septiembre de 2023

La carga fiscal anual de una familia

La presión fiscal es un indicador que refleja lo que los ingresos fiscales (impuestos y cotizaciones sociales) representan respecto al valor de la producción anual (PIB) de un país. Se trata de una cifra que suele ser conocida por la población. En España, actualmente se sitúa en torno al 40%. Mucho menos común es el conocimiento de la carga fiscal anual soportada por cada familia concreta. La enorme casuística que puede presentarse hace inviable poder llevar a cabo, con carácter general, una cuantificación de los impuestos pagados por una familia determinada. Las variables que inciden en la tributación familiar efectiva son múltiples: nivel, composición y distribución intrafamiliar de la renta, número de miembros de la unidad familiar, edades, categorías profesionales, montante de la riqueza y forma de materialización, decisiones de ahorro-consumo, perfil del consumo, operaciones de compra o de venta de activos inmobiliarios o financieros, lugar de residencia, grado de cumplimiento de las obligaciones tributarias, etc.

De ahí que resulte imprescindible formular una serie de supuestos específicos para poder aproximar la posible carga fiscal. A tal efecto, se consideran las características socioeconómicas que se señalan a continuación: a) Situación familiar: familia residente en la ciudad de Málaga, integrada por dos cónyuges sin hijos; b) Ocupación: ambos cónyuges trabajan por cuenta ajena, uno como responsable de sección de una empresa privada; el otro, como oficial administrativo de otra empresa; c) Rendimientos del trabajo personal: el cónyuge 1 percibe una retribución de 45.000 euros íntegros anuales; el otro, de 25.000; d) Patrimonio: el matrimonio es propietario de una vivienda con un valor catastral de 110.000 euros. Los cónyuges son propietarios de dos vehículos de cilindrada media. No disponen de activos financieros. Tienen contraídos préstamos bancarios cuyas cuotas conjuntas se elevan a 15.000 euros anuales; e) Seguros: el matrimonio tiene suscritas pólizas de seguros del hogar y de los automóviles, con primas totales por importe de 2.000 euros; f) Consumo: los recursos disponibles no asignados a obligaciones contraídas son destinados a gastos de consumo, según patrones generales.

Aun cuando los supuestos anteriores corresponden a una situación muy simplificada, son numerosos los tributos y asimilados que gravan manifestaciones y operaciones que encajan en sus respectivos hechos imponibles: impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF), cotizaciones sociales, impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), impuesto sobre vehículos de tracción mecánica, IVA, impuesto sobre las primas de seguros, y otros impuestos especiales (hidrocarburos, tabaco, bebidas alcohólicas, electricidad…).

Un esquema básico para concretar la carga fiscal sería el siguiente. Los ingresos brutos, una vez detraídos el IRPF, las cotizaciones sociales y otros tributos directos, dan lugar a la renta disponible, que puede utilizarse para hacer frente a las cargas de préstamos, consumir y, en su caso, ahorrar. En la parte que se destine al consumo hay que incluir el IVA y los impuestos especiales, según el tratamiento impositivo de los distintos bienes y servicios.

Un cálculo aproximado de la carga fiscal familiar anual, a partir de los supuestos establecidos, arroja un importe de unos 24.000 euros, lo que representa algo más de un 34% de la renta familiar bruta. Así del total de ingresos, los perceptores obtienen dos tercios, en tanto que el resto va a parar a las arcas públicas, sin perjuicio de considerar los derechos prestacionales asociados a las cotizaciones sociales.

Del referido montante de la carga fiscal, un 56% corresponde al IRPF, un 19% a las cotizaciones sociales (a cargo de los empleados), un 17% al IVA, un 5% a los impuestos especiales, y un 3% a los impuestos municipales. De no tener préstamos, en caso de dedicar el dinero de las cuotas a bienes de consumo gravados al tipo general del IVA, el montante de los impuestos ascendería a un 38% de los ingresos brutos.

En definitiva, lo que los impuestos y las cotizaciones sociales detraen de cada familia depende de un amplio conjunto de circunstancias y de las pautas de comportamiento económico. La horquilla es, en la práctica, considerablemente amplia. En términos muy simples, depende de tres grandes factores: a) decisiones económicas de las personas físicas (obtención de renta, ahorro, tenencia de activos patrimoniales, consumo, transacciones económicas, residencia fiscal); b) marco normativo del sistema tributario estatal, autonómico y local; y c) cumplimiento de las obligaciones tributarias.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



  

28 de septiembre de 2023

Préstamos hipotecarios: interés fijo vs interés variable

 

Suscribir un préstamo hipotecario a tipo de interés fijo o a tipo de interés variable. Un dilema ineludible para el prestatario. Evidentemente, el grado de acierto de la elección sólo puede determinarse ex post, lo cual no parece una guía muy útil a la hora de decidir. Si se opta por un tipo de interés variable, el prestatario queda sujeto al riesgo de tipo de interés: si el tipo de mercado baja, se beneficia, pero tendrá que afrontar un mayor coste, si ocurre lo contrario. Un tipo de interés fijo le blinda ante las subidas, pero se puede ver en una situación en la que, si los tipos han bajado acusadamente, haya de afrontar unas cuotas comparativamente muy elevadas, lo cual es especialmente oneroso si al préstamo le queda mucha vida.

Quien contrata a un tipo fijo se asegura frente a las subidas, por lo que la clave está en la magnitud del tipo que ha de afrontar, en si es o no asumible dada la ventaja que proporciona. Si la única opción es un tipo muy alto, que se mantendría durante toda la vida del préstamo, salvo a personas muy reacias al riesgo con capacidad financiera suficiente, probablemente merecería la pena optar por un tipo variable. Ciertamente, todo depende de los plazos considerados y de las expectativas de evolución de los tipos.

La revista The Economist, en un artículo reciente (“Home and dry”, 9-9-2023), recomienda que “se piense dos veces antes de envidiar a quienes tienen hipotecas a tipo fijo”. Un tipo fijo de por vida (del préstamo) puede ofrecer seguridad psicológica, admite The Economist, pero se trata de una seguridad que hay que pagar.

Para ilustrar la argumentación se expone un ejemplo. Se considera un préstamo a 30 años a un tipo de interés fijo del 5% anual. Se plantea que, en un escenario posterior en el que el tipo de interés equivalente de mercado ha caído al 3%, el prestatario quisiera amortizar anticipadamente todo el capital pendiente. En tal caso, el prestamista no podría colocar el capital reintegrado en una alternativa que le generara una rentabilidad del 5%. Por tal motivo, requeriría alguna compensación, que se cifra en la diferencia del 2%, multiplicada por el saldo del préstamo durante el período restante, y por el número de años de dicho período: “en otras palabras, un montón”.

De ahí -se señala- la impopularidad de los tipos fijos a 30 años en gran parte del mundo: “Pocos prestatarios quieren correr el riesgo de incurrir en grandes costes de prepago si sus circunstancias cambian y los mercados se han movido en la dirección no adecuada [según las expectativas de los acreditados]”. Por otro lado, se considera que una solución puede ser que los reguladores topen los costes, pero esto desincentivaría los préstamos a largo plazo a tipos fijos. La seguridad no está exenta de costes, viene a concluirse.

¿Debería una persona que tenga previsto concertar un préstamo hipotecario en España atenerse a las cautelas y recomendaciones que se desprenden del artículo comentado?

24 de septiembre de 2023

El aprendizaje de la Economía: el conocimiento no admite atajos

 

Existe una cierta tendencia a la caricaturización del aprendizaje de la Economía. Desde quienes desdeñan que exista una necesidad de su conocimiento, hasta quienes consideran que su contenido puede plasmarse fácilmente en una historieta de tebeo, pasando por aquellos otros, con mayores estándares de exigencia, que sostienen que puede asimilarse en tres tardes, nos encontramos con un amplio espectro de posiciones negacionistas, relativizadoras, tranquilizadoras, escépticas, o sobradamente optimistas. Sin embargo, la enorme complejidad de los fenómenos económicos y la inabarcable dimensión de la multiplicidad de relaciones y decisiones económicas que se producen continuamente vienen a desafiar categóricamente tales percepciones.

El hecho de que una institución tan señera como el Banco de Inglaterra, el banco central de un país que ha dado a muchos de los más grandes e influyentes economistas de la historia, y que tiene una marcada tradición de debate social de las cuestiones económicas, haya emprendido una campaña de difusión de los conocimientos económicos de la población sirve como claro contrapunto.

La centenaria institución monetaria ha encomendado a dos jóvenes economistas integrantes de su staff la elaboración de un texto con la finalidad de transmitir a la población los fundamentos de la ciencia económica. Rupal Patel y Jack Meaning son quienes han asumido ese reto. Tal vez estimulados por la evocación asociada al capricho patronímico del apellido del segundo de éstos, lo cierto es que logran estar a su altura. Si se permite la licencia, sus explicaciones, ejemplos y argumentaciones son bastante meaningful.

En algo más de 300 páginas, tratan de condensar todo el saber económico, tomando como referencia diez preguntas que califican como “simples”: “Can’t just print more money? Economics in Ten Simple Questions”, Cornerstone Press, 2023. Preguntas que puede plantearse cualquier integrante del entramado económico y social del que formamos parte: ¿no podemos simplemente imprimir más dinero? -la que da título al libro-, ¿de dónde provienen los alimentos y bebidas que tomamos en nuestro desayuno diario?, ¿puede la Economía resolver el problema del cambio climático?, ¿cómo podemos lograr un aumento salarial?, ¿por qué las generaciones actuales son más ricas que las de hace décadas?, ¿por qué muchas de nuestras prendas de vestir vienen de Asia?, ¿por qué no guardamos nuestro dinero debajo del colchón?, ¿por qué nadie vio venir la gran crisis financiera de la pasada década?...

Patel y Meaning llevan a cabo un meritorio esfuerzo para expresar con claridad los fundamentos económicos, enlazándolos con situaciones reales, y sin perder rigor expositivo. De esta suerte, quien realice ese “curso” acelerado de aprendizaje económico puede, sin duda, sacar gran provecho formativo. Pero enseguida comprobará que la función de producción que tiene ese objetivo como output precisa incorporar un input imprescindible, el esfuerzo del lector. La primera regla de la Economía es que no existe nada que sea un “almuerzo gratis”, recuerdan al inicio los economistas del BoE. Alcanzar el nivel cognitivo asociado a los contenidos del texto del Banco de Inglaterra exige, pues, no sólo una dedicación de tiempo. Constatar y reconocer la complejidad de las relaciones económicas es también una lección primordial que hay que tener presente desde un principio.

El buen pedagogo debe esmerarse en transmitir la esencia del análisis económico. Más que una doctrina, un enfoque para aproximarse a la realidad, desprovisto, en una primera fase, de un envoltorio de expresiones algebraicas disuasorias. Antes de pasar al plano formal es necesario destilar el líquido y hallar su fórmula magistral.

En toda acción formativa con fines divulgativos, ha de buscarse un buen equilibrio entre la facilidad expositiva y el mantenimiento de la extensión, la profundidad y el rigor de los contenidos. La dedicación y el esfuerzo de los partícipes en la acción actúan como fuerza compensatoria. Quizás una útil rule of thumb sea ir con preocupación cuando estos últimos factores aparezcan colocados en alguno de los extremos.



23 de septiembre de 2023

La difícil tarea de la medición de la democracia

 

Es relativamente fácil definir lo que es la democracia. Aún más sencillo, a tenor de la experiencia internacional, es etiquetarla, pero resulta bastante más difícil poder expresar de forma cuantitativa cuál es su alcance verdadero y efectivo. Pese a ello, se publican regularmente informes que recurren a indicadores cuantitativos a fin de plasmar el “nivel democrático” de un país y su evolución en el tiempo. Sin embargo, como destaca The Economist[1], las puntuaciones asignadas “se basan principalmente en opiniones subjetivas de expertos sobre la intensidad de diferentes aspectos de la democracia… Algunos señalan que [los índices] reflejan las preferencias políticas de sus autores más que los cambios reales de cómo son gobernados los países”.

Con objeto de tratar de obviar los sesgos, The Economist ha aplicado un enfoque metodológico consistente en condensar los datos de 279 indicadores en dos cifras separadas para cada país, en cada año: i) Una de las cifras está relacionada con el liberalismo, la distribución del poder y la cultura política. Los países con elevada nota en este apartado tienden a tener una prensa relativamente libre e imparcial, un sistema judicial independiente, robustas libertades cívicas, y tres o cuatro partidos que colaboran a menudo; ii) La otra valora la capacidad de los Estados para mantener el orden, proveer servicios públicos, y gestionar la economía.

Tales puntuaciones se derivan orgánicamente de los datos, sin ninguna guía humana sobre cómo deben ser agrupadas las medidas”, se matiza.

Entre las conclusiones, se señala que “Los dos indicadores han evolucionado de manera muy diferente durante la pasada. Mientras que la dimensión de la apertura ha disminuido, en promedio, desde 2008, la dimensión de la capacidad estatal se mantenido bastante estable. Sólo un puñado de países han tenido mejorías en los dos indicadores, pero en 67 de las 178 jurisdicciones el liberalismo ha retrocedido mientras que la capacidad estatal ha aumentado”.

The Economist distribuye los países en cuatro grupos: a) mejora en el liberalismo político, empeoramiento de la capacidad estatal; b) mejora en ambos apartados; c) mejora en la capacidad estatal, y empeoramiento en el liberalismo político; d) empeoramiento en las dos facetas.

España, partiendo de unas posiciones elevadas en las dos vertientes, se encuentra incluida en este último grupo.

Con independencia de los datos proporcionados por este tipo de estudios, cada ciudadano tiene su propia percepción personal, que puede estar más o menos alejada de la situación real. Es quizás una cuestión de sensaciones y de sentimientos: ¿cómo ha evolucionado el régimen de libertades?, ¿ha mejorado el clima democrático?, ¿desempeña eficazmente el Estado sus funciones?, ¿se asignan bien los recursos públicos?, ¿se distribuyen de manera justa?, ¿cuál es la impresión respecto a los rasgos reseñados anteriormente como i) y ii)?...



[1] “Graphic detail: democracy indices. Measure for measure”, 16-9-2023.


21 de septiembre de 2023

Mirándonos en el espejo de la cultura financiera

 

¿Cuál es el nivel de conocimientos financieros de la población en general? ¿Cuál es nuestro propio nivel?

Son preguntas que nos formulábamos días pasados. A fin de poder contestar a la segunda, se incluía el cuestionario utilizado por la Unión Europea para responder a la primera en relación con los ciudadanos europeos.

Seguidamente se reproducen las preguntas con indicación de la respuesta correcta en cada caso, que aparece en letra cursiva.

Ya se sabe, la Unión Europea considera que tienen un nivel alto de conocimientos financieros quienes respondan correctamente 4 o 5 preguntas; un nivel medio, quienes contesten bien 2 o 3, y un nivel bajo, quienes contesten acertadamente una o ninguna… ¿Cuál es, por cierto, su color favorito (de los tres “a elegir”)?

 

Q1. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es cierta? Una inversión con una elevada rentabilidad es probable que sea:

a.      Más arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

b.      Menos arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

c.      Igual de arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

d.      No sabe.

 

Q2. Ahora imagine la siguiente situación. Vd. va a recibir una suma de €1.000 dentro de un año y, a lo largo de ese año, la inflación se mantiene en un 2%. Al cabo de un año, con esos €1.000, Vd. podrá comprar:

a.      Más de lo que podría comprar hoy.

b.      La misma cantidad.

c.      Menos de lo que podría comprar hoy.

d.      No sabe.

 

Q3. Una inversión en una amplia gama de “acciones de compañías” es probable que sea:

a.      Más arriesgada que una inversión en una sola acción.

b.      Menos arriesgada que una inversión en una sola acción.

c.      Igual de arriesgada que una inversión en una sola acción.

d.      No sabe.

 

Q4. Imagine que alguien deposita €100 en una cuenta de ahorros con un tipo de interés garantizado del 2% por año. Esa persona no efectúa más ingresos en esa cuenta y no retira ningún dinero. ¿Cuánto habría en la cuenta al cabo de cinco años, una vez que se haya efectuado el abono del interés?:

a.      Más de €110.

b.      Exactamente €110.

c.      Menos de €110.

d.      No sabe.

 

Q5. Si suben los tipos de interés, ¿qué les ocurrirá típicamente a los precios de los bonos?:

a.      Subirán.

b.      Disminuirán.

c.      Permanecerán igual, pues no hay ninguna relación entre los precios de los bonos y los tipos de interés.

d.      No sabe.




20 de septiembre de 2023

El candidato austral “mi(lei)narquista”

 

Se trata, sin duda, de un personaje peculiar que no parece tener demasiados pelos en la lengua, ni, al menos desde fuera de las alfombras palaciegas, atenerse a las más estrictas pautas de cortesía y respeto institucionales. La invectiva lanzada contra su compatriota el Sumo Pontífice como “promotor del comunismo” ahorra mayores comentarios.

Aún no ha llegado al poder, ni hay, lógicamente, certeza de que lo consiga, pero se han desatado las alarmas en distintos sectores. Así, algunos hispanos filoargentinos expresan ya su temor de que el sufrido país suramericano retorne a tenebrosas etapas históricas de recuerdos imborrables. No encabeza ninguna junta militar, pero las cautelas se extienden. The Economist se hace eco de una gran preocupación existente, entre la que no falta la de colectivos dotados de una acreditada perspicacia selectiva para identificar comportamientos autoritarios. Lejos de pretender un consenso con su candidatura, se barrunta que Javier Milei, si llega al gobierno y se ve frustrado en su ejecutoria, “podría concebiblemente volverse autoritario”.

En varias piezas, The Economist, en el primer número del mes de septiembre de este año, desgrana el perfil del candidato a la presidencia de Argentina. Autodefinido como libertario y anarcocapitalista, el seminario británico lo considera un personaje excéntrico “incluso según los estándares de la política argentina”. Según se indica, él mismo no desmiente la contratación de un médium para contactar con Conan, su mastín muerto. Aunque, quién sabe -me comentaba alguien con quien compartía ese curioso rasgo-, señalados dirigentes de algunas democracias plenas caribeñas, altamente progresistas de conformidad con los patrones dominantes, han tenido inspiradoras revelaciones procedentes del reino animal. La verdad es que no sé a qué podía referirse con este inciso inacabado.

La agenda económica de Milei responde a planteamientos “neoliberales”, de muy difícil realización, por cierto, tanto por las medidas previstas, como, entre otros factores, por el calendario establecido, el contexto de la economía real, la idiosincrasia criolla, y las fuerzas imperantes de los mercados. La dolarización de la economía no es, desde luego, una aspiración fácil, ni exonerada de efectos traumáticos. Tampoco la voluntad de reducir el nivel del gasto público desde el 38% al 23% del PIB, ni la de lograr, ya en el primer año, un déficit público primario (excluyendo la carga de intereses de la deuda pública) nulo.

Su mera candidatura con expectativas de victoria electoral ha evocado fantasmas militares, y, circunstancialmente, Milei sostiene que la violencia no fue un monopolio de los militares durante la dictadura de 1976 a 1983.

En una larga entrevista a The Economist, afirma que la crisis financiera de 2008 hizo que pasara de ser un partidario del “neoclasicismo” a un “anarcocapitalista”, que llega a describir el Estado como una “organización criminal”, puesto que los impuestos se pagan de forma coactiva. Cree también que el Estado del bienestar debe desmantelarse, ya que, en su opinión, transfiere los costes de las decisiones a otras personas, en vez de hacer que los individuos sean responsables de sus acciones.

No obstante, siendo consciente de las restricciones de la vida real, se declara en la práctica “minarquista”, algo así como partidario de una versión ligera del anarcocapitalismo. Según dicha corriente, las funciones estatales deberían limitarse al ejército, la policía, y los tribunales de justicia a fin de proteger los derechos de propiedad. Es decir, un planteamiento smithiano rebajado.

Entre otras medidas de su controvertido y complicado programa, se decanta por la reducción sustancial del número de ministerios, y la introducción del sistema de “vales” para la elección de los centros educativos. Su política exterior descansaría en un eje bastante simple y directo: “todos los que quieran luchar contra el socialismo [serían sus] aliados”.

17 de septiembre de 2023

El nivel de conocimientos financieros: el cuestionario de la Unión Europea

 

¿Cuál es el nivel de conocimientos financieros de la población en general? ¿Cuál es nuestro propio nivel? Son éstas preguntas frecuentes. Recientemente, la Unión Europea, a través del Eurobarómetro, nos proporciona una aproximación a la primera, y nos permite también poder responder a la segunda. Cinco son las preguntas elegidas para ello. De manera casi ineludible, las “tres grandes” forman parte del cuestionario. La Unión Europea considera que tienen un nivel alto de conocimientos financieros quienes respondan correctamente 4 o 5 preguntas; un nivel medio, quienes contesten bien 2 o 3, y un nivel bajo, quienes contesten acertadamente una o ninguna.

A continuación, se recoge el quinteto seleccionado, sin dejar de señalar que se trata de cuestiones interesantes, aunque bastante simples, y que partimos con un 33% de probabilidades de acierto en cada pregunta, si excluimos la opción de “no sabe”.

 

Q1. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es cierta? Una inversión con una elevada rentabilidad es probable que sea:

a.      Más arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

b.      Menos arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

c.      Igual de arriesgada que otra inversión con una baja rentabilidad.

d.      No sabe.

 

Q2. Ahora imagine la siguiente situación. Vd. va a recibir una suma de €1.000 dentro de un año y, a lo largo de ese año, la inflación se mantiene en un 2%. Al cabo de un año, con esos €1.000, Vd. podrá comprar:

a.      Más de lo que podría comprar hoy.

b.      La misma cantidad.

c.      Menos de lo que podría comprar hoy.

d.      No sabe.

 

Q3. Una inversión en una amplia gama de “acciones de compañías” es probable que sea:

a.      Más arriesgada que una inversión en una sola acción.

b.      Menos arriesgada que una inversión en una sola acción.

c.      Igual de arriesgada que una inversión en una sola acción.

d.      No sabe.

 

Q4. Imagine que alguien deposita €100 en una cuenta de ahorros con un tipo de interés garantizado del 2% por año. Esa persona no efectúa más ingresos en esa cuenta y no retira ningún dinero. ¿Cuánto habría en la cuenta al cabo de cinco años, una vez que se haya efectuado el abono del interés?:

a.      Más de €110.

b.      Exactamente €110.

c.      Menos de €110.

d.      No sabe.

 

Q5. Si suben los tipos de interés, ¿qué les ocurrirá típicamente a los precios de los bonos?:

a.      Subirán.

b.      Disminuirán.

c.      Permanecerán igual, pues no hay ninguna relación entre los precios de los bonos y los tipos de interés.

d.      No sabe.

 

En el caso de España, los resultados arrojan que un 19% tiene un nivel alto, un 54% un nivel medio, y un 27% un nivel bajo, según los estándares definidos.




15 de septiembre de 2023

El dinero como moneda política

 

El dinero -como tenencia o, al menos, como percepción- es algo familiar para cualquier persona. Sin embargo, esa familiaridad y su aparente sencillez contrastan con la gran complejidad de todo lo que rodea al dinero en sí y a su utilización en la sociedad. A lo largo de la historia, filósofos, juristas, sociólogos, economistas y políticos, entre otros, han escrito innumerables textos sobre la naturaleza y los usos del dinero. Nadie escapa a su enorme poder de atracción, ni es ajeno a su trascendencia colectiva. El mundo se rige por unas convenciones respecto al dinero, pero eso no significa que se haya llegado a un consenso sobre qué es realmente el dinero, quién debe tener la facultad de crearlo y destruirlo, cómo se genera en la práctica, cómo debe regularse, o cómo modularse ante distintas coyunturas económicas. Prueba de ello es la incesante aparición -especialmente a raíz de la gran crisis financiera internacional de 2007-2009- de monografías y estudios con visiones y propuestas totalmente contrapuestas.

Stefan Reich, en su libro “The currency of politics” (Princeton University Press, 2022), viene a zarandear el panorama monetario del presente poniendo en cuestión algunas de las visiones y creencias más extendidas sobre el estatus del dinero. Y lo hace a través de una incursión histórica en el pensamiento político (en realidad, filosófico-político-económico) del dinero. A tal efecto, lleva a cabo una especie de “estratificación geológica” de la teoría política del dinero, centrada en el estudio de seis episodios de crisis monetarias y de su incidencia en el pensamiento sobre el dinero. Aristóteles, Locke, Fichte, Marx y Keynes son las figuras de referencia en cada uno de los cinco primeros capítulos, en tanto que el sexto aborda la etapa posterior a Bretton Woods.

En dicha obra, Eich, profesor de la Georgetown University, con una prosa densa y de estilo alambicado, defiende dos proposiciones fundamentales. Una es que los intentos de “despolitizar” el dinero encierran una contradicción de comportamiento, toda vez que dichas pretensiones se efectúan desde el ámbito de la política del dinero. Así, considera que gran parte de lo que se entiende como “despolitización del dinero” podría describirse más correctamente como “desdemocratización” de la política monetaria. El dinero es siempre algo político. La otra, que las llamadas para “politizar” el dinero quedan vacías cuando no describen el tipo de política que se pretende aplicar.

Para Eich, “la articulación de una visión persuasiva del dinero como bien público y proyecto constitucional de autogobierno será esencial si queremos revigorizar o reinventar la democracia para el siglo veintiuno”. En el texto aparece la expresión “public goods”, con lo que la ambivalencia de su significado no deja de generar alguna ambigüedad sobre los posibles ámbitos de actuación: ¿se refiere a “bienes colectivos” o, necesariamente, a “bienes públicos”? Para salir de la duda, podríamos preguntarle a Nakamoto.



12 de septiembre de 2023

Cinco milenios de fiscalidad: el papel de los impuestos en la historia de la humanidad según Anceau y Bordron

 

Cuando alguien se encuentra entre sus manos con un ejemplar de un libro que, si se excluyen las notas y la bibliografía, no llega a las 400 páginas, y que lleva por título uno tan pretensioso, al menos aparentemente, como el de “Historia mundial de los impuestos. De la Antigüedad hasta nuestros días”[1], es difícil que no sienta una considerable inclinación hacia el escepticismo. Tal es la magnitud de la pretendida tarea que, en una primera impresión, es casi ineludible no plantearse alguna duda respecto a la idoneidad de ese enunciado.

Sin embargo, cuando uno se adentra en la obra y se sumerge en la lectura de la plétora de referencias de experiencias fiscales de la más variada factura, provenientes de los lugares más diversos y de todas las épocas, se ve impelido a reconocer y apreciar el esfuerzo de recopilación y síntesis realizado, y que se traduce en una útil e ilustrativa panorámica de la evolución histórica de la fiscalidad. No puede decirse, en línea con lo antes señalado, que sea un tratado exhaustivo, si es que esto fuera factible, tampoco uno que sobresalga en extremo por su estructura sistemática, pero sí un texto de gran valor para llevar a cabo una deep dive a la búsqueda de las huellas y los rastros que han ido dejando los impuestos en su devenir a lo largo de los siglos. En sus páginas se relatan cuáles han sido las motivaciones subyacentes a la adopción de medidas fiscales, así como las reacciones que estas han suscitado.

El libro consta de tres partes, cada una de ellas integrada por cuatro capítulos, además de sendos apartados de introducción y conclusiones. La primera parte está dedicada al poder fiscal y a la figura de los sujetos pasivos; la segunda, a la descripción de los ámbitos que han ido siendo ocupados por la tributación, y la tercera, a las percepciones y las reacciones de los agentes económicos ante los impuestos.

La fiscalidad se concibe como un elemento cuasi consustancial a cualquier sociedad. En el libro se muestran claros indicios de la existencia de los impuestos que se remontan, como mínimo, a cinco mil años. La China de la dinastía Shang, las ciudades sumerias de Mesopotamia, el Egipto de los faraones, y la civilización micénica del Peloponeso dan buena prueba de ello. Los autores destacan que, si bien el cobro de impuestos obedece a la necesidad de cubrir gastos, también se ha visto acompañado de sentimientos como los celos y la envidia, y de consideraciones morales. Y una constante es que la fiscalidad no dejar de ser un reflejo del estado del mundo en cada momento. En la obra se percibe el paso del Estado demanial al Estado fiscal, el papel de la fiscalidad en la configuración de Estados-nación y de imperios, y cómo la penetración de los impuestos en los más rebuscados recovecos, acompañada de una presión fiscal creciente, ha estado detrás de numerosas revueltas y rebeliones.

Los autores manifiestan expresamente que su libro no es manual de fiscalidad, ni una guía del contribuyente -lo cual parece bastante obvio a tenor del título elegido-, pero tampoco -lo que sería menos evidente- un intento de organizar un debate sobre la imposición. Su pretensión es proponer una síntesis histórica de los impuestos en el mundo a través de tres miradores: i) el triángulo “poder-impuesto-contribuyente”; ii) los supuestos reales de aplicación de los impuestos; y iii) las percepciones y valoraciones de dichos ingresos públicos. A la luz de lo anterior ponen luego el foco en las cuestiones centrales sobre el futuro de la fiscalidad.

Cuando el lector inicia el recorrido de la obra reseñada, sin apenas poder tomar conciencia, se ve inmerso en una cascada en la que se acumulan innumerables referencias de episodios fiscales, a un ritmo sostenido que ya no conoce tregua. El grado de aproximación y exposición a la praxis de la fiscalidad es muy denso e intenso. Desde el origen de los tributos como subproducto de las conquistas bélicas, hasta las formas más avanzadas de la imposición en la actualidad, en el libro se da cuenta de cómo los impuestos han ido variando, tanto en el fondo como en la forma, de cómo el caudal recaudatorio se fue reasignando entre instancias gubernamentales, feudales y religiosas, de cómo se fue abriendo camino la progresividad, y de cómo el nivel de la imposición sobre la renta, que comenzó con alícuotas muy exiguas, fue escalando hasta alcanzar, en algunos casos, cotas desorbitadas.

Particular atención se presta al vocabulario fiscal y a la etimología del amplio repertorio de vocablos utilizados en la jerga fiscal, en ocasiones con significados un tanto ambiguos y, en otras, dotados de connotaciones pintorescas. Asimismo, la pirámide de la administración fiscal es objeto de un extenso tratamiento, en el que tienen cabida los sistemas de concesión administrativa al sector privado, y no faltan los episodios de corrupción y de abuso de poder por parte de los encargados de la gestión directa, problemas que, además de otros, se tratan de atajar mediante la reorganización de los esquemas recaudatorios a partir del siglo diecinueve. También la evolución de la figura del contribuyente es estudiada a fondo, con la incorporación de la noción de “beneficiario usuario”.

Después de un repaso de la experiencia internacional a lo largo del tiempo, según Anceau y Bordron, nada escapa a la fértil imaginación de los diseñadores de impuestos, que encuentran un empuje creciente con la irrupción de los objetivos redistributivos. Las discriminaciones fiscales vinculadas a señas de identidad de determinados colectivos poblacionales han tenido igualmente una notable presencia en los sistemas fiscales.

En la segunda parte se ilustra cómo los impuestos y las tasas se han ido adaptando a la evolución de las sociedades y han afectado de manera particular a los bienes de consumo destinados a la satisfacción de necesidades no consideradas esenciales. No obstante, la frontera entre lo que se entiende que es necesario y lo que es superfluo se ha evidenciado que es bastante móvil.

Los sistemas fiscales del siglo veintiuno se ven afectados por nuevas preocupaciones y dan cabida a la utilización de la fiscalidad indirecta con intenciones virtuosas. El impuesto se encuentra así en una encrucijada de dos mundos a raíz de las transformaciones en curso y los requerimientos de ingentes cantidades de recursos para hacer frente a las demandas de actuación del sector público, en un contexto de interdependencia fiscal que plantea retos hasta ahora no vividos.

En la última parte del libro se hace hincapié en el consentimiento o aceptación del impuesto, como factor esencial en materia fiscal. A su tratamiento le sigue la consideración del “arte” de desentenderse de las cargas fiscales, a través de prácticas como el contrabando, el fraude, la evasión de capitales, y la economía sumergida. La resistencia y la rebelión han sido, por su parte, fenómenos que han existido siempre. Se destaca que, desde el siglo diecinueve, ninguno de los grandes acontecimientos sociales que ha conocido la humanidad ha tenido su origen en una revuelta fiscal, pero ello no es óbice para la existencia de movimientos de contestación. La abundante presencia de la fiscalidad en la literatura y en el cine sirve como remate del repaso temático que se lleva a cabo en la obra.

Anceau y Bordron concluyen que la fiscalidad ha registrado cuatro grandes revoluciones en la época moderna y contemporánea: i) la primera, filosófica y política, concerniente a la consagración de los principios de consentimiento y de la igualdad ante el impuesto, en el marco de la democracia representativa; ii) la segunda, de carácter económico, dio lugar a la conversión del impuesto en un instrumento de primera importancia, como regulador de la actividad y como actor del crecimiento, con un singular protagonismo de los derechos de aduana; iii) la tercera presenta un carácter económico y social y hace del impuesto un instrumento de redistribución; y iv) la cuarta, de orden cultural, asigna a la fiscalidad un fin moral, al pretender afectar y alterar los comportamientos individuales, sociales y económicos.

Asimismo, sostienen que las revoluciones recientes ocupan un lugar central en la evolución de los sistemas fiscales a través de tres ejes: i) logro de un equilibrio entre el respeto de la autoridad emanante del poder público y la participación de los ciudadanos en la política fiscal; ii) papel de la redistribución tomando como referencia el triángulo libertad-justicia-equidad social; y iii) puesta en cuestión del perímetro geográfico de la acción pública, ámbito en el que la competencia fiscal territorial cobra un elevado protagonismo. Y, como telón de fondo, el manto de la cuadratura del círculo, en el sentido de que los ciudadanos reclaman a menudo, a la vez, menos impuestos, y una mayor protección y mayores gastos públicos.

En suma, la valoración de la obra en su conjunto no puede ser sino altamente positiva, por los motivos expuestos. Sin perjuicio de ello, a continuación se efectúan algunas consideraciones, no con ánimo de crítica, sino, más bien, a fin de acotar el ámbito del estudio ante el que se situaría un hipotético lector versado en el campo fiscal: a) los autores aportan una gran cantidad de interesantes fuentes bibliográficas para el estudio de los impuestos, aunque se omiten ciertas referencias específicas para profundizar en algunos de los aspectos históricos comentados; b) como antes se ha apuntado, la obra reseñada contiene un repertorio amplio y diverso en relación con la praxis fiscal, aunque es patente el considerable protagonismo de las experiencias de países como Francia y Reino Unido; c) igualmente es apreciable un cierto déficit del prisma del análisis económico al abordar los problemas fiscales, lo que lleva a dejar fuera del radar algunos problemas importantes, como pueden ser el de la incidencia económica, el del exceso de gravamen, o el de los efectos económicos en las vertientes de la asignación, la distribución y la estabilización; y, por último, d) las cuestiones metodológicas ligadas a la medición de la presión fiscal son obviadas.

En cualquier caso, la obra de Anceau y Bordron ofrece numerosas posibilidades desde el punto de vista de la enseñanza de la Hacienda Pública, como fuente de conocimiento de la evolución histórica de la imposición en el mundo, y de síntesis de experiencias que pueden ser objeto de análisis desde una triple perspectiva económica, social y política.

(Artículo publicado en EdufiAcademics).



[1] Éric Anceau y Jean-Luc Bordron, “Histoire mondiale des impôts. De l’Antiquité à nos jours”, Passés composés/Humensis, París, 2023 (447 páginas).


10 de septiembre de 2023

La planificación económica, ¿condición para la libertad?

 

Aquel libro llegó a convertirse en una especie de texto venerado. Era una pieza insustituible de las sagradas escrituras que los responsables de formación de las organizaciones juveniles comunistas tenían que dominar para ejercer con eficacia su misión de afianzamiento doctrinal. Recuerdo a uno de ellos, estudiante de Filología española, que llevaba siempre consigo un ejemplar lleno de acotaciones y notas. Era un seguidor entusiasta de Erich Fromm, y “El miedo a la libertad” era su libro de cabecera, en estrecha rivalidad con los manuales más influyentes de Economía marxista. Por aquel entonces, los intelectuales, con independencia de su especialización, parecían dominar los cánones de los esquemas económicos del marxismo.

Publicada muy al principio de los años cuarenta del siglo pasado, en esa obra el autor analizaba la crisis de la democracia, que, en su opinión, “no [era] un problema peculiar de Italia o Alemania, sino que se plantea[ba] en todo Estado moderno”.  Su preocupación fundamental era combatir el fascismo, para él sinónimo de autoritarismo, y defendía la necesidad de entenderlo para poder combatirlo.

Según Fromm, “el progreso de la democracia consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y espontaneidad del individuo, no sólo en determinadas cuestiones privadas y espirituales, sino esencialmente en la actividad fundamental de la existencia humana: su trabajo”.

Y, en aquella época, en la que los planes quinquenales habían ya marcado un hito en la historia económica mundial, se preguntaba que cuáles eran las condiciones generales que permitirían alcanzar tal objetivo. Su respuesta era inequívoca y contundente: “El carácter irracional y caótico de la sociedad debe ser reemplazado por una economía planificada que represente el esfuerzo dirigido y armónico de la sociedad como tal”. En este contexto, proponía designar al nuevo orden como “socialismo democrático”, aunque, “en verdad, el nombre no interesa; todo lo que cuenta es el establecimiento de un sistema económico racional que sirva los fines de la comunidad”.

Su pleno convencimiento acerca de las bondades de la planificación le llevaba a aseverar que “solamente en una economía planificada… el individuo logrará participar de la responsabilidad de la dirección y aplicar en su trabajo la inteligencia creadora de que está dotado”.

A diferencia de otras situaciones, la experiencia histórica ha posibilitado la implementación de la planificación económica en un buen número de países a lo largo del siglo veinte, lo que ha permitido disponer de una valiosa base empírica.

También la hay respecto a los planes de desarrollo que, salvando las distancias, el régimen franquista puso en marcha. Y sin que haya que olvidar que, con un enfoque menos indicativo, la Constitución española, en su artículo 131.1, da cabida a la planificación económica, en unos términos que, leídos aisladamente, evocan ciertas connotaciones frommianas: “El Estado, mediante ley, podrá planificar la actividad económica general para atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución”.



9 de septiembre de 2023

El caso de las infraestructuras públicas: ¿un “almuerzo gratis”?

 

Es un lugar común afirmar que las infraestructuras económicas y sociales son un elemento clave para el desarrollo económico[1]. Dadas sus características técnicas desde un punto de vista económico, se trata de una área de actuación especialmente propicia para la intervención del sector público. Ya Adam Smith, considerado un paladín del liberalismo económico, al abordar los deberes del soberano, incluía expresamente las obras públicas. En “La Riqueza de las Naciones”, sostenía que la creación y mantenimiento de las obras públicas que faciliten el comercio de un país requerían efectuar gastos de diversa índole en los diferentes períodos de la sociedad, y que esto era algo tan evidente que no necesitaba demostración.

Como todo bien, una infraestructura requiere incurrir en una serie de costes para su producción. La construcción de infraestructuras no es, pues, una actuación gratuita, sino que, por el contrario, dada su magnitud típica, conlleva elevados costes, lo que representa un freno para su aprobación y puesta en marcha. Sin embargo, no faltan analistas que consideran que ese freno desaparece si, adoptando una visión amplia y extendida en el tiempo, se tienen en cuenta sus repercusiones en el conjunto del circuito económico y su aporte a las arcas públicas.

¿Pueden las inversiones en infraestructuras llegar generar recursos suficientes que compensen los costes incurridos, esto es, ser “almuerzos gratis” (“free lunches”)? Es la pregunta clave. De entrada, es fundamental saber cuál es el origen de la financiación del proyecto. La situación cambia notoriamente si se recurre a impuestos, a la sustitución de otros programas de gasto público, o al endeudamiento. Y, no digamos, si los fondos provienen de transferencias concedidas por otro gobierno, caso en el que no caben dudas acerca de la gratuidad del almuerzo.

En relación con la opción de los impuestos, el análisis tiene que considerar el impacto de los efectos económicos que puedan desencadenarse, así como un coste tan poco visible, pero, a veces, muy importante, como el del “exceso de gravamen”. Su cómputo eleva ineludiblemente el umbral exigido. Respecto al endeudamiento, el tipo de interés juega evidentemente, un papel clave.

En todos los casos, el análisis ha de contemplar los efectos a corto plazo derivados del gasto efectuado, en un triple plano: efectos directos, indirectos e inducidos. La cuantía que alcance en la práctica el multiplicador del gasto es fundamental. Si éste es elevado, quedaría garantizado que, por la vía de los tributos, se recuperaría una parte sustancial del coste de la inversión.

Otro factor relevante es el impacto que las infraestructuras tienen, a largo plazo, sobre el valor de la producción nacional, que puede aumentar de manera estructural. Aunque no haya que olvidar los gastos de mantenimiento de las infraestructuras, de esta forma puede también obtenerse más ingresos fiscales recurrentes.

Sean finalmente o no un “almuerzo gratis”, las infraestructuras tienen un coste. Es un error pensar que no existe tal coste, pero también lo es, a veces mayúsculo, creer que no dotar las infraestructuras necesarias no lo tiene. Hay, así, un coste de las infraestructuras -que puede verse compensado parcial o totalmente-, y un coste de las no infraestructuras, que puede llegar a ser muy sustancial.





[1] https://www.econosperides.es/images/Documentos_de_trabajo/DT11.

8 de septiembre de 2023

Sherlock Holmes, la política arancelaria, y el control del plagio

 

El hecho de que, en una novela de A. C. Doyle sobre su más famoso investigador, publicada por entregas a comienzos del siglo veinte, se recoja una noticia de prensa sobre los efectos de la política arancelaria no es sino un indicio de la importancia que el debate económico tenía, en esa época, en la sociedad británica.

En uno de los capítulos de “El sabueso de los Baskerville”, da Sherlock Holmes lectura a un extracto de un artículo del Times: “Tal vez se imagina usted que su propio comercio o su industria se verán incrementados si tienen un arancel protector; pero hay razón para creer que, con dicha legislación, a la larga, la riqueza deberá alejarse del país, se reducirá el valor de nuestras importaciones y bajará el nivel general de vida de esta isla”.

Cuando el lector (interesado en cuestiones económicas) se encuentra con este diagnóstico, y ve que el detective le pregunta a Watson si “no cree usted que se trata de una opinión admirable”, no puede evitar el entusiasmo de prepararse para percibir el dictamen de tan extraordinario y metódico analista. Nada menos que poder conocer el punto de vista de uno de los personajes más conocidos y prestigiado por sus dotes intelectuales de la literatura universal.

Sin embargo, la decepción llega pronto, cuando descubre que, en realidad, la única motivación de Holmes es desentrañar las claves del misterio que les ocupa en ese momento. Y sólo alguien como él es capaz de percibir que es de ese texto (de un diario impreso) de donde provienen las palabras recortadas que componen el mensaje anónimo recibido por Sir Henry Baskerville: “Si tienen valor para usted su vida o su razón, deberá alejarse del páramo”.

Aunque, en verdad, tampoco es para tanto. Para equipararse a Holmes, habría hecho falta -eso sí- leer ávidamente el periódico, de cabo a rabo, y luego, simplemente, al leer el mensaje anónimo, identificar que el contenido de éste coincidía con palabras del artículo sobre los aranceles, salvo una, “páramo”: “Tal vez se imagina usted que su propio comercio o su industria se verán incrementados si tienen un arancel protector; pero hay razón para creer que, con dicha legislación, a la larga, la riqueza deberá alejarse del país, se reducirá el valor de nuestras importaciones y bajará el nivel general de vida de esta isla”.

Pese a la “elementalidad” del acertijo planteado, Baskerville mostró su admiración por la supuesta proeza del inquilino de Baker Street, que no habría necesitado hoy día recurrir a los dispositivos de control del plagio, ya obsoletos ante la llegada de la inteligencia artificial.

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