28 de octubre de 2020

¿Deben tener los animales personalidad legal?

No, aunque alguien pudiera pensar que se trata de alguna ocurrencia del Comendador -a quien, por cierto, agradezco el aviso que me permitió disfrutar del amanecer del pasado 25 de octubre-, lo cierto es que la pregunta proviene del título de un artículo de David Allen Green publicado, ese mismo día, en el Financial Times.

Puede que la pregunta se antoje, según el perfil del receptor, como una provocación, una hipérbole, una simple ocurrencia, o tal vez como una exigencia de justicia. A la vista de cómo transcurren los acontecimientos, de cómo varían las pautas sociales y de cómo se alteran de la noche a la mañana esquemas mentales que habían permanecido inmutables desde épocas que se pierden en la memoria, parece recomendable no desdeñar ninguna posibilidad.

Aunque a menor escala, respecto a las sociedades mercantiles hemos asistido a considerables modificaciones en cuanto a su concepción y concreción de derechos, deberes, riesgos y responsabilidades. La historia judicial está repleta de casos singulares en el plano societario: ¿pueden tener honor las personas jurídicas?, ¿pueden tener responsabilidad penal…?

También las disputas concernientes al estatus jurídico de los animales ha llegado al ámbito judicial. El Tribunal Supremo de Nueva York ha de juzgar si un elefante puede tener personalidad legal. El citado articulista defiende esa consideración como una vía práctica de usar la ley para proteger el bienestar de los animales, aunque -admite- eso no implica equiparar un animal con un ser humano.


Partiendo del otorgamiento de la categoría de persona legal a un ente abstracto como es una sociedad mercantil, sin forma tangible, no debería existir mucho problema, asevera, para conferir personalidad legal a algo que sí existe físicamente. De hecho, según recuerda, Nueva Zelanda ha concedido dicho estatus a un río, y va a extenderlo a otros elementos de la naturaleza (https://www.nationalgeographic.com/culture/2019/04/maori-river-in-new-zealand-is-a-legal-person/).


En el ilustrativo artículo comentado se aportan asimismo referencias de anteriores atribuciones de personalidad legal a los animales, como sucedió en la patria de Borges en el año 2015. La cuestión clave no es si es factible otorgar personalidad legal a los animales, sino si es algo que deba hacerse, señala Green, para quien la posición es algo menos clara al respecto.


La delimitación de los animales privilegiados que puedan merecer ese estatus es un aspecto crucial. Pensemos en la enorme cantidad de especies que todavía pueblan el reino (¿o la república?) animal, y tendremos para entretenernos un buen rato. No digamos a la hora de dilucidar los conflictos, por ejemplo, entre depredadores y presas…


Adscribir una personalidad legal a los animales puede ser una idea cuyo tiempo ha llegado, propugnan sus defensores. Puede que así sea, pero de lo que no cabe duda es de que, ante la inevitable selección de nuevos sujetos legales, inevitablemente surgirá de alguna manera la ingeniosa máxima de la granja orwelliana: todos (o algunos) animales serán iguales ante la ley, pero unos lo serán, con toda probabilidad, más que otros.

25 de octubre de 2020

Amanecer de rubí: el espíritu del escritor nunca muere

En ese momento Bob me estaba transmitiendo la increíble y extraordinaria noticia. Nuestro gran sueño se había hecho por fin realidad, después de tantos años de investigación. Milagrosamente, yo era Paul R. Milgrom, y estaba empezando a vivir una experiencia sublime, tras la confirmación de la buena nueva en la madrugada californiana.

Sin embargo, cuando abrí los ojos, me di cuenta de que yo no era el profesor Milgrom y de que, en vez del venerable profesor Wilson, tenía ante mí al pequeño Comendador. Después de semanas de ausencia, ha tenido que elegir precisamente este día, justamente cuando ha llegado el cambio estacional de hora y, por fin, había logrado enlazar un buen número de horas de descanso. Si bien cada vez se me hace más cuesta arriba sobrellevar los atardeceres prematuros, es quizás la única noche del año que afronto con un cierto relajamiento, ante la perspectiva del margen que otorga la recuperación de la hora perdida.

Inexplicablemente, mi inefable amigo me urgía a que me levantara y me apresurara a ver el amanecer. De su acelerado y confuso discurso me pareció entender que hoy era el cumpleaños de un gran escritor y artista polifacético a quien el mundo literario no había hecho justicia. Si hay un mercado que se caracteriza por no rendir tributo a la igualdad de oportunidades, ese es el literario, pensé.

Aunque no quiso darme el nombre del personaje, me aseveró que su oficio le venía de antiguo y que no había dejado de ejercerlo contra viento y marea. Nacido en Málaga, como Picasso, y como éste, tal día como hoy, 68 años después que el genial pintor, estuvo durante años peregrinando por rutas literarias impulsando y promoviendo el trabajo de otros creadores. Después de un largo periplo vuelve ahora a sus orígenes, inducido por una fuerza febril que desborda los territorios conocidos.

Hace algún tiempo, el Comendador trabó amistad con él y ahora está ilusionado en dar alas a su magno proyecto editorial, a la altura de la vastedad de su obra inédita.

Infructuosamente, le pedí detalles y explicaciones, pero se limitó a decirme que saliera al mirador, que estaba a punto de amanecer.

Cuando regresé, no había rastro de él.



24 de octubre de 2020

Las raíces de los tipos de interés nulos en los textos bíblicos

 

No corren buenos tiempos para los intermediarios bancarios, que reciben ataques desde los más variados frentes y se ven obligados a afrontar retos crecientes, ya sea de orden legal, judicial, reputacional, regulatorio, supervisor, tecnológico, social o económico. Uno de los mayores que, en los últimos años, han tenido que afrontar en España ha sido el derivado de la puesta en cuestión de las denominadas "cláusulas suelo", un elemento, según parece, sumamente difícil de interpretar.

Como en otras ocasiones, el problema no está tanto en empezar a funcionar con unas nuevas reglas de juego sino en alterarlas en medio de la partida, sin que las partes tengan ocasión de adaptarse a la situación cambiante. Aparte de otras inconsistencias económicas, en la práctica se da la curiosa circunstancia de que una entidad haya de reliquidar operaciones anteriormente sujetas a un tipo mínimo, por ejemplo, del 3%, aplicando uno menor, por ejemplo, del 0,5%, y, sin embargo, tenga que calcular el importe actual de las cantidades a retroceder aplicando el tipo de interés legal del dinero, situado en 2020 en el 3% anual.

De otro lado, la combinación de un tipo de referencia, como el Euríbor hipotecario (actualmente en el -0,415%) con un diferencial establecido cuando existían "cláusulas suelo", de un nivel bastante reducido, puede dar lugar a un tipo de interés negativo. Hasta ahora venía a aceptarse que, en tales casos, prevalecería un tipo nulo, es decir, el prestatario no abonaría ningún interés, y tampoco recibiría ninguna compensación.

Ante un escenario en el que los tipos de interés tienden a disminuir más, ya no faltan voces que abogan por la aplicación de tipos negativos en los préstamos o, lo que es lo mismo, por cobrar por tomar dinero prestado. Que venga Dios y lo vea, podría proclamar alguien acostumbrado a regirse por cánones de una mínima racionalidad económica.

Dios, sin embargo, ya se posicionó en temas financieros, cuando, entre otros muchos decretos, trasladó a Moisés, según consta en el libro del Éxodo (22:24), el siguiente: “Si prestas dinero a alguien de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses”.

Estas palabras divinas no preveían que, un día, podría llegar a convertirse en usurero aquel que toma el dinero prestado.

20 de octubre de 2020

La importancia del destino del dinero del endeudamiento público


Vivimos una época en la que están en ascenso viejos paradigmas envueltos en nuevos ropajes que respaldan el recurso ilimitado a la creación de dinero y a la emisión de deuda por el sector público. Aunque, a la vista de las calamidades que algunos experimentos monetarios han acarreado a lo largo de la historia, hay quienes muestran sus reticencias, lo cierto es que las políticas del “dinero libre” van ganando posiciones. Especialmente en una etapa de tipos de interés ultrarreducidos o incluso negativos, y ante una disrupción económica como la provocada por la pandemia del coronavirus.

Ante niveles de deuda que superan ya, o lo harán en un breve plazo, la cota del 100% del PIB en numerosos países, hay economistas que, distanciados de los métodos basados en el repudio de la deuda, consideran que ésta debe ser pagada, objetivo que se complica ante la debilidad del crecimiento económico y la ausencia de inflación. Uno, en fin, podía esperar objeciones al desenfreno de la deuda de economistas de corte ortodoxo, y llamadas de atención sobre el empleo del dinero por parte de quienes creen que, para evitar que la deuda sea una carga para las generaciones venideras, aquél debe dedicarse a actuaciones productivas que generen beneficios futuros para la sociedad.

Más sorprendente ha resultado el llamamiento en tal sentido efectuado por el “hombre que salvó al euro”, y quien asimismo ayudó a contener los bríos de la prima de riesgo de la deuda soberana de España, tras pronunciar el mítico “whatever it takes”; hacer lo que haga falta para combatir una crisis mayúscula. El activo del Banco Central Europeo (BCE) da fe de que así se hizo, de que se aplicó una política monetaria extraordinariamente expansiva.

Hacia finales de marzo de este año, Mario Draghi escribía que “la pandemia del coronavirus es una tragedia humana de proporciones potencialmente bíblicas”. A la vista del balance acumulado, en términos de las pérdidas de vidas humanas y de los destrozos económicos causados, aparte de la quiebra del modelo de sociedad hasta ahora vigente, nos vemos ante la tentación, casi inevitable, de suprimir la matización adverbial.

El expresidente del BCE tenía claro que, a fin de evitar que la recesión económica desencadenada se convirtiese en una profunda depresión, la respuesta a la situación debía implicar un aumento significativo de la deuda pública. Según Draghi, entra dentro del papel del Estado desplegar su arsenal para proteger a los ciudadanos y a la economía frente a perturbaciones de las que el sector privado no es responsable y que, además, no puede absorber. Ineludiblemente han de elevarse los niveles de deuda pública, ya que “la alternativa -una destrucción permanente de la capacidad productiva y, en consecuencia, de la base fiscal- sería mucho más dañina para la economía y, eventualmente, para el crédito del sector público”.

Sin embargo, en una conferencia pronunciada a mediados de agosto de este año, incidía en una crucial distinción entre la deuda “buena” y la deuda “mala”: “Este aumento en la deuda será sostenible -esto es, continuará siendo financiado en el futuro por las instituciones europeas, por los ahorradores, por los mercados- sólo si es utilizada con fines productivos: inversión en capital humano, en infraestructuras cruciales para la producción, en investigación. En tal caso, será vista como deuda ‘buena’. Sin embargo, si la deuda se utiliza para fines improductivos, será vista como deuda ‘mala’ y su sostenibilidad se verá erosionada”.

Firme partidario del mantenimiento de los valores en los que se ha cimentado la construcción del proyecto europeo (multilateralismo, solidaridad e imperio de la ley), considera que los gobiernos europeos deben asumir como “imperativo moral” la inversión en educar a los jóvenes, que tendrán que hacer frente a la mayor deuda ahora contraída: “Es pues nuestro deber equiparlos con los medios para atender el servicio de dicha deuda, y hacerlo viviendo al mismo tiempo en sociedades mejoradas”. Una advertencia en toda regla que, con toda lógica, propugna la utilización de los recursos públicos buscando el mayor impacto en el beneficio colectivo, teniendo en cuenta la perspectiva intergeneracional.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)


19 de octubre de 2020

La normativa fiscal no entiende de pandemias: la reconversión de los no residentes

En las últimas semanas, los principales bancos de la City londinense están conminando, a su personal que estaba teletrabajando desde sus residencias vacacionales en la costa mediterránea o desde sus países de origen, al retorno, bajo la advertencia de las cargas fiscales que podrían activarse para quienes permanezcan fuera de la capital británica, y también para sus empleadores (L. Noonan y S. Morris, “Banks call back stayaway staff abroad amid tax warning”, Financial Times, 11-10-2020).

Ya en la fase inicial de la pandemia del coronavirus, la OCDE preveía las posibles situaciones que podían suscitarse a raíz de las restricciones de movimiento o de las adaptaciones organizativas para mitigar los riesgos de contagio. En un documento publicado (“OECD Secretariat Analysis of Tax Treaties and the Impact of the COVID-19 Crisis”, 3-4-2020), abogaba por no considerar el período de residencia transitoria fuera de los países correspondientes a la relación laboral, a efectos del cómputo del plazo de la residencia fiscal. Después de recurrir a fundamentos técnicos ligados a los tratados internacionales, se concluía que “dado que la crisis de la COVID-19 es un período de grandes cambios y una circunstancia excepcional, en el corto plazo las administraciones fiscales y las autoridades competentes habrán de considerar un período de tiempo más normal cuando valoren el estatus de residente de una persona”.

Aun cuando pueda pensarse que los casos habrían de ser muy rebuscados para dar lugar a tales supuestos, lo cierto es que la realidad arroja situaciones que encajan en zonas controvertidas. Así, en España, ante una consulta de un matrimonio de residentes fiscales en Líbano que se vieron obligados a prolongar su estancia en nuestro país, la Dirección General de Tributos dictó una resolución a mediados de julio en la que se sostiene que aquellas personas no residentes en España que, en 2020, permanezcan en nuestro territorio más del límite fijado (183 días), aunque sea de manera forzosa, serán consideradas residentes fiscales en España. Esto les llevaría a tener que declarar aquí por toda la renta mundial que perciban durante el ejercicio.

El problema puede surgir cuando otro país, con base en los criterios de la OCDE, estime que la estancia pandémica fuera de sus fronteras no haga decaer el estatus de residente y, en consecuencia, requiera asimismo la tributación integral de los afectados. La disputa de soberanías fiscales, en tal caso, estaría servida. 

18 de octubre de 2020

La sentencia de Bankia: ¿qué lecciones extraer?

Hace años me invitaron a un encuentro en Madrid sobre la situación del mercado de trabajo en España. Participaban juristas y también algunos economistas. Uno de ellos se mostraba especialmente orgulloso de su condición y parecía mostrar un tono de superioridad respecto a los representantes del otro colectivo de profesionales. Era directivo de la Caja de Madrid y la exhibición de su poderío económico era abrumadora: “Tenemos tanto dinero para nuestra obra social, que no sabemos dónde gastarlo”, llegó a decir en “petit comité”; yo le repliqué que, en mi entorno, teníamos tantos proyectos que atender que, con toda seguridad, podríamos darle buen uso a cualquier recurso excedente.

Hubo una época en la que las cajas de ahorros eran saludadas y admiradas, por instituciones públicas nacionales, organismos económicos internacionales y competidores bancarios, como ejemplos del éxito de un modelo económico centenario. Sólo algunas lograron sobrevivir sin respiración asistida ni transfusiones sanguíneas a la debacle del mercado inmobiliario. No fue, desafortunadamente, el caso del otrora coloso financiero antes mencionado.


La aciaga fortuna dictó que la transición del modelo de las cajas de ahorros a sociedades de capital coincidiera con el estallido tardío de la crisis. Hoy sabemos las consecuencias, y asistimos, después de un largo proceso, a la valoración de la sentencia judicial sobre la salida a bolsa de Bankia. Ardua tarea, sin duda, la interpretación de un asunto tan complejo y lleno de aristas. Para ella no bastan unas mínimas nociones de cultura financiera, sino que, más bien, hace falta estar en posesión de conocimientos doctorales.


Meritorio es el esfuerzo en tal sentido realizado por José María López Jiménez (https://todosonfinanzas.com/la-salida-a-bolsa-de-bankia-mas-alla-de-la-regulacion-y-de-la-supervision/), consumado especialista en regulación bancaria y experto en el sistema financiero.


Con un alcance menos sofisticado, el asunto Bankia, a pesar de sus enormes repercusiones, brinda la oportunidad de extraer valiosas lecciones que pueden ser aprovechables para quienes deseen conocer cómo se ha transformado el sistema bancario español y las claves económicas de las operaciones de suscripción de acciones de una entidad cotizada. He aquí, simplemente a título ilustrativo, algunos aspectos que podrían seleccionarse a efectos de diseñar alguna pieza con fines didácticos:


-        ¿Cuáles eran los rasgos singulares del modelo tradicional de las cajas de ahorros?

-      ¿Podía haberse producido con dicho modelo algún episodio como el que ha dado lugar al contencioso judicial referido?

-        ¿Por qué han desaparecido prácticamente las cajas de ahorros?

-        ¿Cómo ha sido el proceso de transición?

-        ¿Cómo se formaliza una operación de salida a Bolsa?

-    ¿Se reflejan adecuadamente en el folleto de salida a Bolsa todos los riesgos que pueden afrontar los hipotéticos suscriptores?

-    ¿Es concebible que se suscriban acciones sin haber leído íntegramente, y comprendido en todos sus términos, el más que extenso contenido del referido folleto? ¿Es un folleto apto para cualquier suscriptor?

-        ¿Cómo se determina al precio de salida a Bolsa de una compañía?

…/…

17 de octubre de 2020

El euro digital en el horizonte cercano

 

El euro es una moneda que existía varios años antes de que se convirtiera en realidad física y empezara a circular, el ya lejano 1 de enero de 2002. Desde entonces viene desempeñando con plenitud las tres funciones básicas del dinero: servir como unidad de cuenta, como medio de pago y como depósito de valor. En el plano internacional, ha alcanzado un gran relieve, si bien no ha logrado desbancar al dólar estadounidense, que sigue ocupando una posición hegemónica.

A lo largo de la historia, el control del dinero utilizado por familias y empresas ha sido de uno de los ejes sobre los que ha pivotado la soberanía de los Estados nacionales. El protagonismo de la moneda única adoptada es, con más motivo, un pilar esencial de cualquier unión monetaria a la que los Estados hayan cedido su soberanía monetaria. Una unión monetaria perdería su razón de ser si, en la práctica, otras formas de dinero llegasen a prevalecer sobre la moneda oficial de referencia. La Eurozona no es ninguna excepción al respecto, y es totalmente lógico que el Banco Central Europeo (BCE), como institución encargada de mantener la estabilidad de precios y de promover el buen funcionamiento de los sistemas de pago, esté atento a todos los desarrollos que se suceden en el ámbito monetario, y, en tal sentido, vigilante de cómo evolucionan el “árbol de los medios de pago” y los nuevos pétalos que surgen en la “flor del dinero”[1].

Ese árbol y esa flor han ido reflejando los avatares del tiempo, adaptándose al ritmo de los ciclos climáticos, y al compás de las estaciones. Su fisonomía ha ido así cambiando a lo largo de los años. Algunos de sus elementos fueron quedándose en el camino, incapaces de seguir a bordo del tren del progreso, mientras que, al hilo de las transformaciones económicas, sociales y, sobre todo, tecnológicas, han ido haciendo acto de aparición nuevos brotes, a veces inusitados. A la postre, coexisten en el ecosistema formas arcaicas con otras que ya anticipan el futuro. La taxonomía de los medios de pago puede desplegar sus casillas conceptuales, pero resulta ciertamente difícil pronosticar el perfil exacto de los instrumentos que las poblarán.

De manera particular, el proceso de digitalización está originando una auténtica revolución en el campo de los medios de pago, propiciando alternativas que son potentes competidores de los canales convencionales, y que llegan a desafiar no sólo a los operadores tradicionales sino también la propia soberanía monetaria.

Ante una creciente digitalización y una tendencia hacia la progresiva desaparición del dinero en efectivo, espoleada por la pandemia del coronavirus[2], los principales bancos centrales del mundo se disponen a adentrarse en el terreno de las monedas virtuales (CBDC: “central bank digital currencies”). Con esas miras, y con el propósito inmediato de recabar la opinión de las partes implicadas, el BCE ha emitido un informe técnico[3].

Fabio Panetta, miembro de la Comisión Ejecutiva del BCE, y presidente del grupo de trabajo sobre las CBDC, ha señalado que “como guardianes y emisores de sus monedas, los bancos centrales de todo el mundo inevitablemente se están preguntando a sí mismos si deben emitir una moneda digital” y, en relación con el informe del BCE, anticipaba que éste “concluye que debemos estar preparados para emitir un euro digital si y cuando los desarrollos a nuestro alrededor lo hagan necesario”[4]. La primera pregunta que surge de manera natural es la de si, efectivamente, la creación de un euro digital responde a una necesidad social. Como usuarios de servicios bancarios y de pago, y de dinero en efectivo, podemos tener nuestra propia idea al respecto. Hoy día, las posibilidades de depósito de dinero y de disposición de fondos son bastante amplias. Por supuesto, hemos de tener en cuenta aspectos clave como la disponibilidad, la garantía, la rentabilidad, el coste y la seguridad.

Para el BCE, la creación del euro digital puede responder a diversos escenarios: situaciones en las que los ciudadanos no quieran ya utilizar el efectivo, episodios extremos –como desastres naturales o pandemias- en los que no funcionen los servicios de pago, o la protección frente a la extensión de otros medios digitales emitidos y controlados desde fuera del área del euro.

En el proyecto esbozado por el BCE, el euro digital se concibe como un complemento, no como un sustituto del efectivo. De ponerse en marcha, cualquier ciudadano podría tener una cuenta abierta directamente en el BCE. Éste le atribuye diversas ventajas, como el impulso de la inclusión financiera o el freno a las actividades ilegales. Sin embargo, no dejar de ser curioso que se apunte que los intermediarios privados (en el caso de los bancarios, si, para entonces -cabe entender-, han logrado sobrevivir) estarían en mejor posición para atender las funciones accesorias. Algunas cuestiones a perfilar son el esquema de retribución de las cuentas, para el que se contemplan bloques o escalones[5], a fin de aplicar tipos diferenciados, incluidos con signo negativo, o las formas de disposición (“online” y “offline”)[6].

También el BCE apunta algunos retos ligados al euro digital, como los riesgos vinculados a la privacidad de los usuarios, o el de desplazamiento de los depósitos desde los bancos privados hacia el BCE, especialmente ante una coyuntura de crisis, originando posibles “corridas digitales”[7]. Indudablemente, ese tipo de movimientos iría en detrimento de la misión de los bancos como financiadores de la economía[8].

La actitud previsora del BCE antes reseñada es refrendada por Christine Lagarde, presidenta del BCE, cuando afirma que “debemos estar preparados para emitir un euro digital, en caso de que surja la necesidad”. ¿Surgirá tal necesidad, y en tal caso, cuándo podemos tener un euro digital?

Martin Sandbu, destacado articulista del Financial Times, se atreve con el pronóstico, y vaticina que estará en marcha hacia finales del año 2025[9].



[1] Vid. J. M. Domínguez Martínez, “La frondosidad del árbol de los medios de pago: la flor del dinero”, EdufiAcademics, Ensayos y Notas, nº 8/2020.

[2] “¿Hacia una sociedad sin dinero en efectivo?”, Blog Tiempo Vivo, 8-8-2020.

 [3] “Report on a digital euro”, octubre 2020.

[4] “We must be prepared to issue a digital euro”, The ECB Blog, 2-10-2020.

[5] U. Bindseil y F. Panetta, “Central bank digital currency remuneration in a world with low or negative nominal interest rates”, VOX Eu, 5-10-2020.

[6] En BIS, “Central bank digital currencies: foundational principles and core features”, octubre 2020, se atribuyen a las CBDC ventajas que no están al alcance del dinero en efectivo.

[7] M. Conthe, “¿Un euro digital?”, Expansión, 14-10-2020.

[8] Financial Times, “Digital currencies/regulation: the hard bit”, 13-10-2020. No obstante, la Asociación de Bancos Alemanes defiende la implantación de un euro digital programable. Vid. T. Tenner y S. Utzig, “Following the debate on Facebook’s ‘Libra’ currency, German banks say: the economy needs a programable digital euro!”, Bankerverband, Positionspapier, 30-10-2019.

[9] “A digital euro is on its way”, Financial Times, 8-10-2020.

15 de octubre de 2020

La transparencia de los gobernantes: lecciones del pasado para la era digital

 

En verdad no sé cuál de estas dos cosas es más sorprendente: (i) que, a mediados del siglo XVII, un primer ministro se preocupara por la contención de los costes de la casa real y lo transmitiera al soberano, o (ii) que haya quedado registro de las conversaciones privadas entre ambos mandatarios.

Según ilustra Richard Ovenden (“Ephemeral messages remove scrutiny from government”, Financial Times, 13-10-2020), en los archivos de la Oxford’s Bodleian Library pueden consultarse los mensajes privados cruzados entre los dos personajes en cuestión, el Rey Charles II y Edward Hyde, conde de Clarendon. Ante un corto viaje, de uno o dos días de duración, planteado por el primero para visitar a su hermana, el segundo manifiesta su suposición de que no haría falta un gran despliegue de medios. La respuesta del Rey fue la siguiente: “I intend to take nothing but my night bag”, lo que provocó una airada reacción del Ministro: “God, you will not go without 40 or 50 horse” (sic). “I counte that parte of my night bag”, sentenció el monarca.

Richard Ovenden es presidente de la Digital Preservation Coalition, que propugna catalogar las comunicaciones de cualquier tipo realizadas por los gobernantes como registros públicos, y disponer de una estructura que permita la preservación y el acceso a tales documentos.

Dicha propuesta parte de la constatación de que, hoy día, los mensajes privados de las personas que están presentes en los escalones internos de los asuntos públicos son mucho más efímeros que los de sus predecesoras del siglo XVII. A su entender, el mundo de comunicaciones encriptadas que pueden usarse fácilmente a través de los smartphones (aquéllos, se entiende, que puedan protegerse de ser intervenidos de algún modo) deja a los historiadores de mañana con grandes lagunas. Y, lo que es peor, hace que el trabajo de los funcionarios, cargos públicos y colaboradores no pueda ser conocido por el público al que deben servir. Para Ovenden, la utilización de las comunicaciones digitales debe ser un asunto de preocupación para todos los ciudadanos cualquiera que sea su inclinación política.

En el artículo se hace eco de una proposición presentada por un parlamentario (Dominic Grieve) en la que se insta a esa “disclosure” integral, que comprenda comunicaciones formales e informales, escritas y electrónicas, incluyendo servicios de mensajería, así como el uso de teléfonos móviles oficiales y personales… Todo sea por la causa, por la “propriety in government”, por la “decencia en el gobierno”. En la defensa de su proposición (9-9-2019), Dominic Grieve, que ocupó el puesto de fiscal general, hace hincapié en la “necesidad de ser visto en todo momento actuando con manos limpias”.

En los tiempos que corren serían especialmente apreciables gobernantes de un estilo -a pesar de su paradójica e inoportuna fonética- “Hyde”, que tal vez encarna una especie un tanto exótica, pero cuyas virtudes contrastadas, al menos en el episodio reseñado, de transparencia y de frugalidad en el uso de recursos públicos, deberían ser fomentadas.  

14 de octubre de 2020

El adiós de Samuel Brittan: un legado inabarcable

La primera vez que leí un artículo de Samuel Brittan, la impresión inmediata fue que del texto emanaba sabiduría económica, un dominio de los fundamentos del análisis económico, una profunda capacidad para aplicar sus instrumentos para explicar la realidad. Su producción acumulada a lo largo de más de cincuenta años representa un caudal inmenso de conocimiento, un extraordinario legado que debería ponerse al alcance de cualquier interesado en el estudio de los problemas económicos. Como en algunas ocasiones comentaba a mis alumnos, su habilidad para destilar el saber económico era llamativa y sumamente útil e instructiva.

Al ver ayer su imagen no pude evitar llenarme de tristeza, al saber que no podremos volver a contar con su maestría para diseccionar los nuevos problemas económicos. Uno de los articulistas de referencia del Financial Times, retirado hace varios años, nos ha dicho adiós a la edad de 86 años. Especialmente tras leer la semblanza que le dedican sus colegas Alan Budd y Andrew Hill (Financial Times, 12-10-2020), uno puede apreciar su impresionante trayectoria, además de lamentar una vez más no haber tenido la oportunidad de seguir sus aportaciones desde el inicio de nuestro propio proceso de formación.

Hace años, uno de los evaluadores de un artículo que yo había remitido para su posible publicación a una revista científica, cuestionaba que, en la sección bibliográfica, incluyera algunas referencias de textos publicados en la prensa económica especializada. Ciertamente, frecuentemente incurrimos en el sesgo de menospreciar contribuciones que pueden ser valiosas en razón de que no estén amparadas en un formato académico. Hay, desde luego, mucha heterogeneidad en los artículos de prensa, especializada o no, prestigiosa o no, pero algunos de ellos como los de Samuel Brittan escalan hasta cumbres muy elevadas. Y, además, como suele decirse, según recuerdan Budd y Hill, los columnistas  británicos son también capaces de escribir libros. Y Brittan se encargó de que esa selecta regla siguiera prevaleciendo muy dignamente.

Uno de sus títulos fue “Left or right: the bogus dilemma”, que evocaba en un artículo posterior publicado en abril de 2012. En él sostenía que la dicotomía izquierda-derecha constituye un falso dilema, y que el concepto de un espectro izquierda-derecha oscurece más que ilumina. Como soporte argumental señalaba que aunque Hitler y Stalin se colocan usualmente en los extremos derecho e izquierdo, respectivamente, de hecho tenían mucho más en común entre ellos que cualquiera de ellos tenía con los políticos de posiciones centristas. Esa visión camufla problemas importantes y levanta barreras entre quienes debieran ser aliados, afirmaba.

13 de octubre de 2020

“Diario del año de la peste”: la crónica premonitoria de Daniel Defoe

Fue JFDF quien me recordaba, hace unos días, que Daniel Defoe, además de “Robinson Crusoe”, era también autor del “Diario de la peste”, novela escrita con formato de crónica acerca de la plaga de la peste que la ciudad Londres sufrió en el año 1665, más de medio siglo antes de la aparición de la obra. Ésta, en inglés y en español, está disponible en Internet.

Cuando uno se desliza por el relato en cuestión no puede dejar de experimentar una sensación de aturdimiento, al sentirse confundido, sin saber si la narración corresponde realmente a episodios antiguos o a los vividos durante la pandemia del coronavirus.

Un mal siempre trae otro”, escribe Defoe. “Estos terrores y aprensiones condujeron a la gente a mil actos débiles, tontos -y perversos que en realidad no deseaban, pero hacia los que eran impulsados por una clase de individuos verdaderamente malvados: corrían hacia los decidores de fortuna, charlatanes y astrólogos… No necesito decir qué horrible engaño fue éste… Lo malo era que cuando la pobre gente interrogaba a los falsos astrólogos sobre si habría o no plaga, ellos concordaban en decir que ‘Sí’, porque de este modo conservaban la fuente de sus ganancias. Si no se hubiera mantenido al público asustado, pronto los brujos se habrían vuelto inútiles y su oficio habría muerto… Porque cuando la epidemia se diseminó ostensiblemente, pronto empezaron a ver la locura que era confiar en esos seres incapaces que los habían estafado”.

Afortunadamente, el contraste es grande con la situación actual. Desde un primer momento, todas las medidas y decisiones de las autoridades han estado guiadas por la mano experta de acreditados científicos y sabios. Una vez más, se confirma la tesis pinkeriana de cómo el progreso se va abriendo camino en la civilización.


JFDF, como muestra de las similitudes con el presente, me hizo llegar la siguiente cita de la novela: “La multitud de todos los días por las calles, proveniente de nuestro barrio, ya no existía. La banca no había cerrado, es cierto; pero nadie concurría a ella”.


Efectivamente, algunas similitudes y también algunas paradojas apreciables durante el estado de alarma. A diferencia de lo que sucedía en el siglo XVII, la tecnología del siglo XXI hacía prescindible la apertura de los establecimientos bancarios, que, sin embargo, ante su catalogación como servicios esenciales, se mantuvieron abiertos y frecuentados por el público.


Defoe relata las triquiñuelas utilizadas para salir del encierro decretado a los habitantes en sus moradas. Aparte de la necesidad de realizar operaciones in situ, el acceso a oficinas bancarias, al igual que la inexcusable tarea de sacar el perro a pasear, era, durante el obligado calvario reciente, una de las escasas vías para eludir ocasionalmente el confinamiento dentro de los límites de la legalidad.

12 de octubre de 2020

Orban v Soros: la batalla de la educación

El contencioso, proyectado en diversos frentes, entre el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, y el magnate financiero estadounidense de origen húngaro George Soros reúne toda clase de alicientes para inspirar, si no una novela negra, sí al menos alguna investigación bajo el moderno enfoque de la Economía Política. Muchas son las sombras que subsisten en una batalla no larvada en la que el mandatario público no ha escatimado munición, lo que contrasta con la que, mucho más desapercibidamente, se canaliza a través de las tupidas redes que, al parecer, controla el todopoderoso “financiero filósofo”. Las fundaciones “Open Society” operan en más de 120 países. Soros aparece situado en el núcleo de algunas teorías conspirativas, cuyo grado de verosimilitud está por demostrar. Como también pendiente de difundirse está el contenido de las agendas de las reuniones que el gran filántropo mantiene con destacados dirigentes nacionales.


En esa batalla sin tregua, el primer ministro húngaro ha sufrido un serio revés judicial en lo que concierne a su política educativa. El pasado día 6 de octubre, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) hizo pública (Press Release Nº 66/20, 6-10-2020) una sentencia en la que cuestiona las condiciones introducidas por Hungría para permitir que instituciones universitarias extranjeras desarrollen sus actividades en el territorio de dicho país, por considerarlas incompatibles con la legislación comunitaria.


En el año 2017, el Parlamento húngaro aprobó una ley que determinó la salida de la Central European University (CEU)[1] -vinculada al magnate financiero, que la fundó en el año 1991- de Budapest. Una de las principales razones esgrimidas era que una universidad extranjera debía tener un campus en su país de origen, lo que equivalía a decir que la CEU, además de operar en Budapest, debía operar en Nueva York. La Universidad trasladó su sede, y una gran parte de la docencia, a Viena.


El TJUE considera que las exigencias de Hungría contravienen las disposiciones internacionales sobre el comercio de servicios, y las disposiciones de Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea relativas a la libertad académica, la libertad de fundar instituciones de educación superior y la libertad de desarrollar un negocio.


Tras la difusión de la sentencia, Michael Ignatieff, rector de la CEU, ha señalado (Financial Times, 7-10-2020) que la sentencia llega tarde, pero es un hito jurídico que está llamado a disuadir a otros regímenes europeos de similares ataques sobre las instituciones libres. Además, aboga abiertamente por que aquellos Estados que incumplen repetidamente elementos esenciales de la normativa europea deban retornar a la senda europea. De lo contrario, según él, deben quedar excluidos del reparto de los fondos de recuperación. Un tanto curiosamente, sólo percibe el riesgo de deriva hacia el autoritarismo en los países de la Europa central y del este.


Hace algunos años, antes de ocupar el puesto de rector de la CEU, Ignatieff, aunque entusiasmado por la experiencia del referéndum de autodeterminación en Escocia, manifestaba su “visceral oposición a los proyectos de independencia de Escocia, Cataluña, Québec y otros”. Frente a la secesión, defendía “estados multinacionales, multiétnicos, multiconfesionales…” (Financial Times, 27-6-2014 y 19-9-2014).


En fin, nos encontramos ante un amplio conjunto de ingredientes a analizar en torno a cuestiones de enorme trascendencia, que al mismo tiempo suscitan algunas reflexiones. Dado el claro posicionamiento de algunos megarricos a favor de fuertes subidas impositivas, ¿sería lógico que transfirieran íntegramente la propiedad y la gestión de sus plataformas filantrópicas al sector público? ¿Tendría fácil acomodo en España un conglomerado universitario tan potente como el señalado que no pivotara en el sector público? ¿En qué medida existe un “poder en la sombra” ligado directa o indirectamente a las grandes fortunas, fruto algunas de ellas de los denostados mercados financieros, o de situaciones de monopolio corporativo, al margen de los canales democráticos?



[1] Huelga decir que no debe confundirse con la Universidad española que utiliza el mismo acrónimo. 

10 de octubre de 2020

Borges a través de la visión de Vargas Llosa: el consuelo para los “badsellers”

La obra “Medio siglo con Borges”, de Mario Vargas Llosa, publicada en abril de 2020 por Anagrama, representa, en cierta manera, una de las numerosas trampas editoriales que aguardan a los incautos. Una muestra de que la falta de transparencia no es exclusiva de algunos sectores. Para evitar equívocos y garantizar un “consumo” responsable y consciente, algún organismo regulador o supervisor debería exigir que el hipotético comprador pudiera percibir claramente en la portada de un libro el tipo de contenido que le aguarda en las páginas impresas. El lector, sin necesidad de hacer una cata, debería tener derecho a saber si  se trata de una obra ex novo, de una reedición adaptada o de una recopilación de piezas ya publicadas.


La edición de “La verdad sobre el caso Savolta”, de Eduardo Mendoza, bajo el título que la obra iba a tener originariamente, o la de unas largas entrevistas a Murakami bajo la apariencia de algún ensayo sobre la música, son casos paradigmáticos. La inducción por la vía de la imagen o el arrastre irreflexivo merced a sesgos conductuales pueden llevar a notables decepciones.


Eso es lo que me ocurrió al recibir el ejemplar de la obra del gran escritor que había pedido impulsivamente tras ver su sugerencia en la archiconocida subyugante aplicación. Gran escritor y, también, destacadamente, símbolo de defensa de las libertades en una sociedad que padece un vertiginoso declive de los valores democráticos.


No, no se trataba de una obra nueva, sino de una recopilación de contribuciones suyas sobre Borges, además de diversas entrevistas realizadas personalmente al colosal escritor. Al tener la posibilidad de acceder a ese singular material, uno no tiene más remedio que aparcar la decepción para dar paso a la experiencia placentera de acercarse a la figura de Borges a través de la privilegiada visión del prolífico autor peruano, que hace ahora tres años pronunció un discurso histórico en la frágil trayectoria de la democracia española.


“Medio siglo con Borges” ofrece una estimulante oportunidad para acercarse a la vida, a la obra y al pensamiento del escritor bonaerense. En la primera de las entrevistas, realizada en París en el año 1963, Borges relativiza la importancia de los bestsellers: “Imagínese, yo soy un hombre de sesenta y cinco años, y he publicado muchos libros, pero al principio esos libros fueron escritos para mí, y para un pequeño grupo de amigos. Recuerdo mi sorpresa y mi alegría cuando supe, hace muchos años, que de mi libro ‘Historia de la eternidad’ se habían vendido en un año hasta treinta y siete ejemplares… treinta y siete compradores son imaginables, es decir son treinta y siete personas que tienen rasgos personales… En cambio, si uno llega a vender mil o dos mil ejemplares, ya eso es tan abstracto que es como si uno no hubiera vendido ninguno”.

Mutatis mutandis, trasladándonos al mundo de los blogs, la preclara inteligencia borgiana es todo un respiro para los badselling bloggers, e incluso para los worstsellers. 

7 de octubre de 2020

La importancia económica del turismo

En un informe reciente de la OCDE, anterior a la irrupción de la pandemia del coronavirus (“OECD Tourism Trends and Policies 2020”), se afirma que “el turismo es un motor importante de crecimiento económico, global y localmente. El sector contribuye directamente con un 4,4% del PIB, un 6,9% del empleo y un 21,5% de las exportaciones de servicios, en promedio, en los países de la OCDE, y su crecimiento continuado ofrece perspectivas reales para un desarrollo sostenible e inclusivo”.

Igualmente se destaca la importancia económica de las exportaciones por turismo: por cada euro de valor añadido directo se generan indirectamente 61 céntimos de euro adicionales en otras industrias. Si tenemos en cuenta que España era, en 2018, el país de la OCDE con una mayor aportación directa del turismo al PIB (12%), en tanto que la participación en el empleo total se acercaba al 14%, sobran los comentarios acerca de la relevancia del sector para la economía española. El número de viajeros llegados a España fue de 82,8 millones de personas, solo superado por Francia (89,3), y por encima de Estados Unidos (79,7) y de Italia (61,2). España fue el país con un mayor saldo positivo entre ingresos (exportaciones) y gastos (importaciones) por viajes, con una cifra de 54.688 millones de dólares.

Si la pandemia ha tenido un impacto enorme sobre la actividad económica, las repercusiones sobre el sector turístico, dadas las características de sus servicios, han sido devastadoras. Según estimaciones de la OCDE, el impacto de la Covid-19 puede llevar a un repliegue en el turismo internacional del 60%, e incluso del 80%, en 2020. Exceltur ha cifrado en 98.753 millones de euros la caída estimada de la actividad turística (directa e indirecta) en España en 2020. A título ilustrativo, el tráfico aéreo internacional de pasajeros ha disminuido algo más de un 70% en el período enero-julio 2020.

La necesidad de la adopción de un conjunto de actuaciones extraordinarias para preservar las bases de un sector tan relevante está fuera de discusión, sin que a nadie se le escapan las dificultades que se derivan de los condicionantes existentes en los puntos de origen y de destino, además de los asociados a las decisiones de los demandantes y oferentes de los servicios. Si la recuperación del turismo es importante en el conjunto de países de la OCDE, resulta vital para un país como España y, de manera especial, para la provincia de Málaga, donde, según estimaciones de Analistas Económicos de Andalucía, al menos una quinta parte del PIB está vinculada al turismo.

William Petty, pionero de la contabilidad nacional, defendía, en el año 1690, en su “Aritmética Política”, un método basado, no solo en “palabras comparativas y superlativas, y argumentos intelectuales”, sino “en términos de números, pesos, o medidas”, en este caso sobradamente elocuentes. En este contexto ha de hacerse hincapié en la toma de conciencia de que las medidas que se arbitren ahora van a configurar el turismo del futuro. Por ello se hace necesario, según la OCDE, considerar las implicaciones de la crisis a largo plazo sin desatender las tendencias que estaban en curso, a fin de lograr una economía del turismo más fuerte, sostenible y resiliente.

En suma, la crisis debe verse también como una oportunidad para repensar el turismo del futuro. Pero antes es imprescindible apuntalar las estructuras del presente. Los retos son mayúsculos, por lo que las acciones han de estar a la altura y en consonancia con la trascendencia del sector. El turismo, dentro de unos esquemas de sostenibilidad y de equilibrio medioambiental, es una fuente de riqueza y de bienestar. La provincia de Málaga debe mucho al turismo, y los malagueños podemos sentirnos orgullosos de habernos convertido en uno de los destinos de referencia a escala internacional. No es ningún demérito, sino todo lo contrario. Las ciudades más modernas y avanzadas del mundo son también polos de atracción turística, lo que no significa tener que renunciar a un sistema económico diversificado y equilibrado.

Hoy es urgente e inaplazable proteger y recuperar la actividad turística dentro de una estrategia de futuro. Muchas son las iniciativas necesarias, pero deben inspirarse en unas premisas básicas: el reconocimiento de la gran aportación del turismo, y la reivindicación de su papel en nuestro modelo económico y social. Aunque aspiremos a manejar complejas formulaciones matemáticas, en cuestiones de economía, en ningún momento podemos prescindir de la aritmética elemental.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

5 de octubre de 2020

Día de la Educación Financiera: un evento anual en un proyecto de largo recorrido

El Día de la Educación Financiera -el primer lunes del mes de octubre- fue instaurado en España en el año 2015, con objeto de difundir el Plan Nacional de Educación Financiera y concienciar a la ciudadanía acerca de la importancia de mejorar y ampliar los conocimientos financieros y económicos. La celebración de este evento ofrece una oportunidad para trazar una panorámica del estado de la cuestión, repasar las tendencias observadas y reflexionar en torno a los retos que se afrontan en dicho ámbito. La mejora del nivel de cultura financiera de la población es hoy día un objetivo prioritario en la mayoría de los países, cuya consecución requiere del despliegue de un amplio abanico de actividades dentro de un marco de colaboración público-privada.

Tal vez una buena forma de comenzar un artículo sobre el nivel de la cultura financiera sea colocarnos delante del espejo de las preguntas que se utilizan en las encuestas para calibrar las competencias financieras de la población adulta. En línea con la práctica seguida internacionalmente, la Encuesta de Competencias Financieras del Banco de España y la CNMV recurre a tres preguntas esenciales (las “tres grandes”), relacionadas con la inflación, el interés compuesto y la diversificación de activos (1).

Es muy probable que los (hipotéticos) lectores de este artículo consideren que se trata de preguntas bastante elementales, fácilmente abordables, especialmente dado el formato de opciones de respuesta. Sin embargo, únicamente en torno a la mitad de los encuestados responde correctamente a las mismas. La referida Encuesta contiene asimismo diversas preguntas relacionadas con el entorno económico. Así, si tenemos en cuenta que la realidad nos ofrece un panorama bastante más complicado, caracterizado por una gran diversidad de productos y servicios, y una considerable gama de riesgos, no podemos sino concluir que, para un ciudadano de perfil medio, pueden existir notables dificultades a la hora de adoptar decisiones financieras e interpretar los mecanismos por los que se rige el sistema económico.

La constatación, en la mayoría de los países, de: i) los insuficientes niveles de conocimiento financiero de la población en general; ii) la creciente complejidad de los productos financieros; iii) la mayor exposición de las familias a riesgos financieros; y iv) los beneficios que la toma de decisiones fundamentadas origina para la eficiencia y la estabilidad del sistema financiero, y del conjunto del sistema económico, explica el impulso dado a los programas de educación financiera en el curso de la última década. No en vano, la cultura financiera se considera una competencia clave para el desenvolvimiento ordinario de los ciudadanos en el siglo XXI. 

A este respecto, no podemos perder de vista la siguiente reflexión de Richard Thaler, Premio Nobel de Economía: “Ya sea cuando contraen un préstamo de estudios, compran una casa o ahorran para la jubilación, las personas han de tomar decisiones que son difíciles incluso si tienen formación universitaria en finanzas y economía. Lanzar a una persona sin formación financiera a esa vorágine es como coger a alumnos de autoescuela y pedirles que compitan en la prueba Indianápolis 500”. Trasladándonos al plano financiero, no podemos pretender que todas las personas sean capaces de competir en una prueba tan exigente, pero sí quizás de hacer una prospección controlada del circuito y, sobre todo, de calibrar los requisitos y los riesgos asociados a aquélla.

La educación financiera no aspira, pues, a formar expertos en asesoramiento financiero, sino a procurar que una persona esté en condiciones de manejar los criterios básicos para adoptar decisiones informadas y responsables. En este sentido, es fundamental que pueda identificar las implicaciones, ciertas o probables, que pueden derivarse de la contratación de un producto financiero a lo largo de toda la vida de éste. Con independencia de cuál sea nuestra actividad profesional, todas las personas hemos de afrontar continuamente decisiones financieras, algunas de ellas de enorme trascendencia, a lo largo de nuestro ciclo vital.

Y, ya sea como oferentes de servicios, como productores, como ahorradores, como consumidores, como beneficiarios de prestaciones y servicios públicos, o como contribuyentes, entre otras facetas, nos vemos afectados permanentemente por las características y condiciones del entorno económico. Lo anterior no viene sino a reforzar la idea de la complementariedad de lo económico y lo financiero. El ámbito objetivo de la educación financiera es intrínsecamente transversal, en el sentido de que atraviesa los límites de distintas especialidades y campos del saber.

Además, ha de tenerse presente que, antes de abordar la perspectiva financiera de una decisión, por ejemplo, la de concertar una operación de crédito hipotecario, ha de resolverse la cuestión económica que marca la disyuntiva entre la propiedad y el alquiler de la vivienda. La educación financiera es algo vivo que debe adaptarse continuamente a las tendencias que se observan en la realidad, como la digitalización, la inteligencia artificial, o las finanzas sostenibles, así como apoyarse en disciplinas instrumentales y en otras que pueden ser de gran utilidad en el proceso formativo, como es el caso de la psicología financiera.

En el curso de los últimos años han sido numerosas las iniciativas puestas en marcha en el campo de la educación financiera, y que han permitido cosechar notables avances. Sin embargo, la tarea no está concluida y son muchos los retos percibidos. Ante la magnitud de la tarea, resulta imprescindible que el contacto con las cuestiones financieras empiece lo más pronto posible, dentro del currículum escolar, y que se complete progresivamente en las fases subsiguientes con base en programas desarrollados por los agentes involucrados en esta misión, tanto públicos como privados.

Con esa finalidad, en el año 2005, arrancó en el seno de Unicaja el proyecto Edufinet (www.edufinet.com), abierto luego a instituciones, entidades y colaboradores individuales. Quince años después seguimos con la misma ilusión de entonces tratando de aportar nuestro granito de arena en pro de unos objetivos de interés social. La conmemoración anual del Día de la Educación Financiera es un estímulo apreciable para proseguir en esa línea, al tiempo que un recordatorio de que la extensión de la cultura financiera es un proyecto de lenta maduración y de largo recorrido.

(Artículo publicado en UniBlog) 

(1) Encuesta de Competencias Financieras 2016: https://www.bde.es/f/webbde/SES/estadis/otras_estadis/2016/ECF2016.pdf. 
Tales preguntas son las siguientes: 
Inflación: Imagine que cinco hermanos reciben un regalo 1.000 €. Si comparten el dinero a partes iguales, ¿cuánto obtendrá cada uno? Imagine ahora que los cinco hermanos tuvieran que esperar un año para obtener su parte de los 1.000 €, y que la inflación de ese año fuese del 1%. En el plazo de un año serán capaces de comprar: ¿más de lo que podrían comprar hoy con su parte del dinero, la misma cantidad, o menos de lo que podrían comprar hoy? 
Tipo de interés compuesto: Supongamos que ingresa 100 euros en una cuenta de ahorro con un interés fijo del 2% anual. En esta cuenta no hay comisiones ni impuestos. Si no hace ningún otro ingreso a esta cuenta ni retira ningún dinero, ¿cuánto dinero habrá en la cuenta al final del primer año, una vez que le paguen los intereses? De nuevo, si no hace ningún ingreso ni retira ningún dinero, una vez abonado el pago de intereses, ¿cuánto dinero habrá en la cuenta después de cinco años: más de 110 euros, exactamente 110 euros, menos de 110 euros, o es imposible decirlo con la información dada? 
Diversificación del riesgo: Por lo general, es posible reducir el riesgo de invertir en Bolsa mediante la compra de una amplia variedad de acciones. ¿Verdadero o falso?
Un comentario en relación con estas preguntas se lleva a cabo en: https://neotiempovivo.blogspot.com/2018/05/las-competencias-financieras-de-la.html. 
Las preguntas relativas al entorno económico son las siguientes: 
¿Qué afirmación acerca del dinero considera correcta?: a) El dinero en metálico mantiene su valor cuando la inflación es elevada; b) El dinero en metálico hace más fácil comprar y vender bienes; c) El dinero en metálico hace que sea más difícil ahorrar; d) No sabe/no contesta. 
¿Qué grupo se podría beneficiar más de un aumento inesperado de la inflación?: a) Un hogar que tiene una hipoteca a tipo de interés fijo; b) Un banco que ha concedido una hipoteca a tipo de interés fijo; c) Un hogar que vive de los rendimientos de activos de renta fija; d) No sabe/no contesta. 
¿Quién determina qué bienes y servicios se producen en España?: a) Las empresas y los Gobiernos; b) Los consumidores y los Gobiernos; c) Las empresas, los consumidores y los Gobiernos; d) No sabe/no contesta.
Las dificultades para responder adecuadamente las preguntas económico-financieras se observan entre los adolescentes. Vid.: https://www.edufinet.com/images/EdufiAcademics/WP-8-2020.pdf.

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