En un informe reciente de la OCDE, anterior a la irrupción de la pandemia del coronavirus (“OECD Tourism Trends and Policies 2020”), se afirma que “el turismo es un motor importante de crecimiento económico, global y localmente. El sector contribuye directamente con un 4,4% del PIB, un 6,9% del empleo y un 21,5% de las exportaciones de servicios, en promedio, en los países de la OCDE, y su crecimiento continuado ofrece perspectivas reales para un desarrollo sostenible e inclusivo”.
Igualmente se destaca la importancia económica de las exportaciones por turismo: por cada euro de valor añadido directo se generan indirectamente 61 céntimos de euro adicionales en otras industrias.
Si tenemos en cuenta que España era, en 2018, el país de la OCDE con una mayor aportación directa del turismo al PIB (12%), en tanto que la participación en el empleo total se acercaba al 14%, sobran los comentarios acerca de la relevancia del sector para la economía española. El número de viajeros llegados a España fue de 82,8 millones de personas, solo superado por Francia (89,3), y por encima de Estados Unidos (79,7) y de Italia (61,2). España fue el país con un mayor saldo positivo entre ingresos (exportaciones) y gastos (importaciones) por viajes, con una cifra de 54.688 millones de dólares.
Si la pandemia ha tenido un impacto enorme sobre la actividad económica, las repercusiones sobre el sector turístico, dadas las características de sus servicios, han sido devastadoras. Según estimaciones de la OCDE, el impacto de la Covid-19 puede llevar a un repliegue en el turismo internacional del 60%, e incluso del 80%, en 2020. Exceltur ha cifrado en 98.753 millones de euros la caída estimada de la actividad turística (directa e indirecta) en España en 2020. A título ilustrativo, el tráfico aéreo internacional de pasajeros ha disminuido algo más de un 70% en el período enero-julio 2020.
La necesidad de la adopción de un conjunto de actuaciones extraordinarias para preservar las bases de un sector tan relevante está fuera de discusión, sin que a nadie se le escapan las dificultades que se derivan de los condicionantes existentes en los puntos de origen y de destino, además de los asociados a las decisiones de los demandantes y oferentes de los servicios.
Si la recuperación del turismo es importante en el conjunto de países de la OCDE, resulta vital para un país como España y, de manera especial, para la provincia de Málaga, donde, según estimaciones de Analistas Económicos de Andalucía, al menos una quinta parte del PIB está vinculada al turismo.
William Petty, pionero de la contabilidad nacional, defendía, en el año 1690, en su “Aritmética Política”, un método basado, no solo en “palabras comparativas y superlativas, y argumentos intelectuales”, sino “en términos de números, pesos, o medidas”, en este caso sobradamente elocuentes.
En este contexto ha de hacerse hincapié en la toma de conciencia de que las medidas que se arbitren ahora van a configurar el turismo del futuro. Por ello se hace necesario, según la OCDE, considerar las implicaciones de la crisis a largo plazo sin desatender las tendencias que estaban en curso, a fin de lograr una economía del turismo más fuerte, sostenible y resiliente.
En suma, la crisis debe verse también como una oportunidad para repensar el turismo del futuro. Pero antes es imprescindible apuntalar las estructuras del presente.
Los retos son mayúsculos, por lo que las acciones han de estar a la altura y en consonancia con la trascendencia del sector. El turismo, dentro de unos esquemas de sostenibilidad y de equilibrio medioambiental, es una fuente de riqueza y de bienestar. La provincia de Málaga debe mucho al turismo, y los malagueños podemos sentirnos orgullosos de habernos convertido en uno de los destinos de referencia a escala internacional. No es ningún demérito, sino todo lo contrario. Las ciudades más modernas y avanzadas del mundo son también polos de atracción turística, lo que no significa tener que renunciar a un sistema económico diversificado y equilibrado.
Hoy es urgente e inaplazable proteger y recuperar la actividad turística dentro de una estrategia de futuro. Muchas son las iniciativas necesarias, pero deben inspirarse en unas premisas básicas: el reconocimiento de la gran aportación del turismo, y la reivindicación de su papel en nuestro modelo económico y social. Aunque aspiremos a manejar complejas formulaciones matemáticas, en cuestiones de economía, en ningún momento podemos prescindir de la aritmética elemental.
(Artículo publicado en el diario “Sur”)