La pandemia del coronavirus ha
subvertido las pautas sociales de una manera abrupta y radical. Ha acabado
drásticamente con hábitos que parecían inmutables. ¿Acabará también con el uso
del dinero en efectivo? ¿Pasarán a la historia los billetes y las monedas de
curso legal?
El proceso de digitalización del
dinero hace años que ha arrancado y algunos países van muy adelantados en ese
recorrido. En cambio, en otros, hasta ahora, se constataba una firme
resistencia a su desaparición. De hecho, tres cuartas partes de todas las transacciones
de consumo en el área del euro tienen lugar por medio de efectivo, con un
especial relieve en Alemania, España e Italia[1].
En el año 2016, un 79% de las compras en puntos de venta minorista en la
Eurozona se realizaba por medio de dinero en efectivo, un 19% mediante
tarjetas, y un 2% a través de otros instrumentos[2].
Los riesgos de contagio del virus
han confinado también el dinero en efectivo y aupado el recurso a los medios
electrónicos y telemáticos, incluso para el menudeo, preferentemente mediante
las tarjetas contactless. La crisis
sanitaria actúa como un potente factor de impulso de la digitalización.
Pero en épocas de crisis
económicas, como la que también se ha desatado, hacen acto de aparición otros
factores, que han podido agudizarse ante las insólitas situaciones vividas, de
auténticas connotaciones medievales. La enorme incertidumbre existente aviva
temores que encuentran en el dinero físico algún contrapeso. El atesoramiento
de efectivo puede concebirse como una tabla de salvación si llegara a
materializarse una temida situación de escasez o de colapso. Ya nadie se
atrevería a descartar, al menos en el plano de la imaginación, ningún cisne
negro, por muy grande y feroz que fuera.
¿Cuál de esas dos fuerzas
contrapuestas cabe esperar que prevalezca, el empuje de la digitalización o el
apego a los activos con soporte físico?
La constatación de que el virus
puede permanecer durante algún tiempo en monedas y billetes actúa como un freno
para su uso y, en la práctica, ha propiciado la extensión de procedimientos
benignos de “lavado de dinero”. Algunos bancos centrales retienen durante una
semana o más los billetes recibidos de países extranjeros, o los de circulación
interna, y, en algunos casos, los someten a esterilización, antes de volver a
ponerlos en circulación. Aunque no es fácil de determinar, hay estimaciones de
la velocidad de circulación de los billetes, inversamente relacionada con el
importe de su nominal (más de 100 veces al año los billetes de 5 dólares, frente a las 20 veces de los de 100 dólares).
Según la información disponible para Estados Unidos a través de la web “Where’s
George”, los billetes viajan grandes distancias. Así, un billete de un dólar
emitido en el año 2008 ha podido viajar más de 24.000 kilómetros, con una media
de unos 5 kilómetros diarios[3].
También, de manera notoria, según
informaciones preliminares, al menos en la fase inicial de la pandemia, la
crisis sanitaria ha dado lugar a importantes disposiciones de efectivo en
diversos países europeos[4].
El BCE ha corroborado que, cuando la pandemia se extendía por Europa, hubo un
repunte de la demanda de efectivo: a mediados de marzo, el aumento semanal en
el valor de los billetes en circulación casi alcanzó su récord histórico
(19.000 millones de euros) (gráfico 1)[5].
Posteriormente, y en gran parte debido a la fase de confinamiento, las
retiradas de dinero han caído por debajo de los niveles habituales.
Si hacemos caso de diversos
testimonios[6],
el temor al virus no derrotará el arraigo del uso del efectivo en Alemania, uno
de los países donde las retiradas de fondos registraron un fuerte incremento a
mediados del pasado mes de marzo.
Esa resistencia del efectivo
resulta ciertamente llamativa ante el empuje de las fuerzas contrapuestas. Sin
duda es un reflejo de lo potentes que pueden ser también los factores
psicológicos, capaces en numerosas ocasiones de vencer la racionalidad de
algunas decisiones económicas, así como de la dificultad de quebrar inercias
tendenciales. En cualquier caso, el dinero en metálico –como medio de pago-
tiene recambio; la vida de las personas, no.
Gráfico 1
Variación
semanal de los billetes bancarios en circulación y tensión en el sector
financiero
(enero 2008-marzo 2020)
Línea azul:
Cambio semanal en el volumen de billetes en circulación (millones de euros) –escala
izquierda
Línea amarilla:
Indicador de tensión en el sistema financiero – escala derecha
Fuente: Panetta,
op. cit.
(Artículo publicado en EdufiBlog, con fecha 30 de abril de 2020)
[1]
Vid. F. Panetta, “Beyond monetary policy – protecting the continuity and safety
of payments during the coronavirus crisis”, The ECB Blog, 28 de abril de 2020.
[2] En términos de valor: 54%, 39% y
7%, respectivamente. Vid. H. Eseelink y L. Hernández, “The use of cash by
households in the euro area”, BCE, ocassional paper, noviembre 2017.
[3]
Financial Times, “Coronavirus/bank notes germs: dirty money”, 22 de febrero de
2020
[4] M. Arnold y A. Beesley, “Cash demands surges in Europe despite
coronavirus lockdown”, Financial Times, 15 de abril de 2020.
[5] Vid. F. Panetta, op. cit. Ese
repunte se debió a las grandes compras efectuadas durante la tercera semana de marzo.
[6] Vid. M. Arnold, “Banknote virus fears won’t stop Germans hoarding
cash”, Financial Times, 25 de marzo de 2020.