31 de enero de 2021

El secreto del éxito de las Big Techs está en su ADN

 

La importancia adquirida por las denominadas Big Techs está fuera de toda duda, en un proceso en el que ya se van agotando todos los calificativos para expresar el asombro y la admiración. Se han convertido en las grandes dominadoras de cuanto acontece en la escena mundial. En el gráfico adjunto se refleja la capitalización bursátil alcanzada (a 14-1-2021) por los nuevos grandes colosos económicos en comparación con la de los principales bancos del mundo.

Agustín Carstens, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea (“Public policy for big techs in finance”, BIS, enero 2021), se pregunta por qué han llegado a alcanzar semejante tamaño, y destaca que la clave del éxito de sus modelos de negocio radica en el “DNA”: “Data analytics”, “Network externalities” e “interwoven Activities”, esto es, “analítica de Datos”, “externalidades de Redes”, y “Actividades entrelazadas”, que, en español, podríamos reordenar como “ADN”. Se trata, en suma de tres elementos, que se refuerzan entre sí.

En el texto de referencia, se señala que el crecimiento de las Big Techs está cambiando rápidamente los mercados y planteando desafíos desde la perspectiva de los objetivos de la política pública en el ámbito financiero, como en los siguientes casos: a) eficiencia y competencia justa: prevención del dominio del mercado; b) estabilidad financiera: consideración de la importancia sistémica; c) integridad del mercado: mantenimiento de un adecuado control de los riesgos de blanqueo de capitales y de financiación del terrorismo; d) protección del consumidor: defensa de la privacidad de los consumidores.

Indudablemente, hay otras áreas aparte de la financiera donde el protagonismo de las Big Techs es muy relevante, como los de la libertad de expresión y la veracidad de la información. Si la aplicación de políticas que “nivelen el terreno de juego” es una tarea compleja en el ámbito financiero, el equilibrio en el ámbito de los flujos de información es bastante más difícil de alcanzar.

Por último, por si a alguien no le satisface la utilización de un acrónimo con connotaciones biológicas en un campo dominado por la tecnología, en lugar de “ADN”, en español podríamos hacer un leve ajuste para componer el de “RDA” (Redes-Datos-Actividades). Aparte de otros posibles significados, dentro de esta selva de acrónimos en la que nos movemos, no nos podemos olvidar de otro riesgo implícito en este último: “Risk Data Aggregation”.



30 de enero de 2021

El futuro de la RSC: una duda metodológica

 

Como se señala en diversas entradas anteriores de este blog, la delimitación del concepto y del alcance de la denominada responsabilidad social corporativa (RSC), con el paso del tiempo, no sólo no se ha perfilado de manera nítida, sino que resulta cada vez más difícil poder identificar su ámbito con precisión.

Ante un panorama en el que convergen filosofías y planteamientos corporativos, recomendaciones y expectativas de supervisores, requerimientos regulatorios, exigencias de inversores, preferencias de clientes, posicionamientos de grupos de interés, y otros factores de entorno, el reto de dibujar el espacio propio de la RSC es mayúsculo.

Si damos por hecho que la definición propuesta por Milton Friedman, basada en la necesidad de generación de beneficio -más que un propósito, un requisito ineludible para la supervivencia de una empresa a medio y largo plazo-, ¿qué criterio podemos utilizar para la demarcación de la RSC, especialmente frente a la noción de sostenibilidad?

Un criterio orientativo podría ser circunscribir la RSC a la esfera de las conductas estrictamente voluntarias, y dejar para la sostenibilidad aquellas otras que vienen dictadas por requerimientos, directrices, expectativas y prácticas de obligado cumplimiento, o que, sin serlo desde un punto de vista legal, son completamente ineludibles para operar con normalidad en el mercado.

Desde mi punto de vista, ese criterio es válido, pero ha de tomarse conciencia de que, en virtud del auge, tanto en extensión como en intensidad, del paradigma de la sostenibilidad, asistimos a un proceso de vaciamiento acelerado del territorio de la RSC. Así, las empresas disponen cada vez de menos márgenes para plantear estrategias y políticas autónomas.

Podemos hacernos una idea de la situación con la ayuda del gráfico adjunto. En él utilizamos dos criterios para clasificar las actuaciones empresariales, el de voluntariedad y el del impacto en la sociedad (i.e., carácter más o menos social de las actuaciones realizadas). Si las empresas fuesen totalmente autónomas, se ubicarían a lo largo del segmento delimitado por los puntos A (actuaciones totalmente voluntarias que afectan a colectivos de la propia empresa) y B (actuaciones totalmente voluntarias que benefician a la sociedad en su conjunto). A su vez, los puntos C y D representan actuaciones obligatorias, con nulo o pleno impacto social, respectivamente, en el sentido apuntado.

A tenor de la tesis anteriormente esbozada, tomando como referencia el punto A, las empresas han emprendido un viaje –sin posibilidad de retorno- desde el cuadrante III hacia el cuadrante I, viaje que puede responder a distintos perfiles y ritmos.



24 de enero de 2021

En recuerdo del Profesor Alfonso Pajuelo

 

Acudo a veces a esa colosal obra en busca de refugio, consuelo, o simple deleite. En esta ocasión ha obedecido a un impulso por aflicción, a una especie de ceremonia personal de tributo a su memoria. Ante el Réquiem de Verdi interpretado por la Radio Frankfurt Symphony (de calidades de imagen, sonido, interpretación, y dirección sensacionales, cualidades no predicables con carácter general de la inmensa oferta de YouTube), resulta ciertamente difícil no sentir la emoción.

Esta mañana, alguien me remitió un correo electrónico con la triste noticia, acompañada de una breve pero emotiva reseña publicada en un diario. Por un momento, albergué la esperanza de que se tratara de un error, ya que su nombre figuraba en un lugar que podía corresponder perfectamente al del autor, pero, desgraciadamente no era así. Totalmente conmocionado, tomé conciencia de la dolorosa pérdida de Alfonso Pajuelo Gallego.

Sólo algunos años mayor que yo –de hecho, acabó sus estudios de licenciatura en la Facultad de Económicas de Málaga en 1975, el año en el que yo los comenzaba-, llegué a recibir algunas clases esporádicas de él, dentro de la asignatura de Macroeconomía. Pese a su entonces acusada juventud, estaba ya rodeado de una aureola de prestigio, sustentada en su rigor y en su avanzada visión académica, así como en sus grandes dotes como comunicador, que acompañaba con su cuidada y esmerada dicción. Provisto de su inseparable pipa, tenía un irresistible aire “british”, que luego se ahondaría tras su estancia en la Universidad de Essex, al tiempo que se fortalecía en el ejercicio de su magisterio, años después con el rango de catedrático de Fundamentos del Análisis Económico.

Siempre respetuoso con quienes, en los primeros años de la década de los ochenta, nos incorporábamos a la carrera docente e investigadora, se mostraba solícito para resolver cuantas dudas y desafíos intelectuales se le plantearan.

Desafortunadamente, llegó el momento en el que alzó el vuelo y abandonó el campus de El Ejido para proseguir su senda profesional, primero en la Administración autonómica andaluza y, luego, en diversos puestos de alta responsabilidad financiera en grandes grupos de comunicación.

Me imagino que a una persona que, como él, disfrutaba tanto con la impartición de clases presenciales en la Universidad, la privación de esta actividad en la segunda gran etapa de su trayectoria profesional tuvo que representar un importante peaje, un elevado coste de oportunidad, que quizás trató de compensar parcialmente con su adscripción a la UNED.

Aún me parece estar viéndolo en el estrado de un aula, al término de un examen que él vigilaba, escribiendo de forma entusiasta, en la pizarra, un modelo descriptivo del mercado de trabajo, bajo la atenta mirada de otros colegas. De pronto, su auctoritas cautivó a los intervinientes en el coloquio, que asistían impávidos al desarrollo teórico y argumental que iba improvisando. Entonces algunos nos preguntamos si alguna vez lograríamos alcanzar ese nivel de pericia académica.

Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eisLacrimosa dies illa

La cuestión de la discriminación racial: lecciones en perspectiva histórica

 

La lectura de la extensa y densa obra de Thomas Piketty “Capital e ideología” es fuente de numerosas sorpresas. Por encima de todo, su mayor interés estriba en poder documentarse acerca de una enorme variedad de episodios históricos, sustentados en una impresionante base de datos de alcance mundial, de gran utilidad para explicar la evolución económica, social y política en un amplio número de países.

En una época en la que las cuestiones relacionadas con las diferencias interraciales han tenido tanta trascendencia en la evolución reciente de la sociedad norteamericana, el relato de la experiencia histórica de Estados Unidos aporta unas perspectivas particularmente ilustrativas. Piketty efectúa un repaso de los problemas ideológicos existentes en el siglo XIX para poner fin a la esclavitud. Para John Calhoun, vicepresidente entre 1825 y 1832, la esclavitud era, lisa y llanamente, “un bien positivo”.

Más adelante, el economista francés reflexiona en el sentido de que “el observador extranjero, y a veces también el autóctono, se sorprende a menudo de que el partido demócrata, que en 1860 defendía la esclavitud frente al partido republicano de Lincoln, a menudo utilizando argumentos cercanos a los de Calhoun o de Jefferson (ambos eminentes demócratas), se convirtiese luego en 1932 en el partido de Rousevelt y del New Deal, después en 1960 en el de Kennedy, de Johnson, de los Civil Rights y de la War on Poverty, y, finalmente, en los años 1990-2020 en el de Clinton y Obama”.

Ciertamente, es un motivo de sorpresa y, por supuesto, de congratulación, que se produjera semejante viraje desde una ideología política que, durante el período de “reconstrucción” (1865-1880), podía ser calificada como “social-nativismo”, “social-racismo”, o “social-diferencialismo” (op. cit., edición original, “Capital et idéologie”, Éditions du Seuil, 2019, págs. 293-294). E incluso llega a afirmar (pág. 1.018), que “desde los años 1870 a los años 1960, sus representantes y sus administraciones policiales y jurisdiccionales [del partido demócrata] en los Estados del Sur impusieron la segregación a los Negros, impidieron a los niños ir a la mismas escuelas, sostuvieron o encubrieron los linchamientos punitivos organizados por el Ku Klux Klan y de otras organizaciones de este tipo”. Desde luego, cuesta trabajo asimilar esta información tan impactante como dolorosa en su evocación. Y, si no procediera de una fuente tan reconocida como la del mencionado autor, ideólogo del "nuevo socialismo participativo", uno estaría tentado a creer que está ante una fake news de grueso calibre.

En todo caso, según la tesis que Piketty (pág. 1.018) repite machaconamente a lo largo de la obra, “la idea según la cual esta trayectoria habría sido la única vía posible que permitiese llegar al New Deal y a los otros derechos cívicos no tiene ningún sentido. Existen siempre alternativas, otras trayectorias y bifurcaciones posibles que hubiesen podido producirse, en función de la capacidad de movilización de los actores”.


 

20 de enero de 2021

Deporte y educación financiera

 La importancia de la educación financiera para los ciudadanos es reconocida hoy día en todo el mundo. La cultura financiera es considerada una habilidad crítica para la vida en el siglo veintiuno, y que puede marcar una diferencia en la trayectoria de las personas. Desafortunadamente, su nivel es insuficiente en la gran mayoría de países. En promedio, sólo una de cada tres personas adultas es capaz de responder adecuadamente a algunas preguntas elementales sobre la inflación y el significado del poder adquisitivo del dinero, el tipo de interés compuesto, y la diversificación del riesgo. En España, están en esa situación una de cada dos personas.

Numerosos programas de educación financiera se han puesto en marcha para tratar de hacer frente a ese déficit de conocimientos económicos y financieros. Algunos tienen una orientación general, y otros van dirigidos a colectivos específicos, ajustándose a sus perfiles y a sus necesidades concretas, en una lista que no para de expandirse. Pese a ello, hasta ahora, como oculto tras una especie de nebulosa, el mundo del deporte permanecía ajeno a la corriente de la educación financiera. Este hecho no deja de resultar un tanto paradójico, por cuanto el ejercicio del deporte como actividad profesional se ve condicionado por un conjunto de factores económicos y financieros de gran trascendencia. No sólo eso, además, el deporte en general presenta una amplia gama de facetas que ilustran un sinfín de supuestos relacionados con cuestiones suscitadas en el ámbito del análisis económico.

Si comenzamos por el deporte profesional en su acepción más estricta, nos encontramos con un conjunto de circunstancias relevantes desde una perspectiva económica y financiera: 

       i.         De entrada, el deportista, en su proceso de preparación y dedicación, ha de incurrir en un importantísimo coste implícito o coste de oportunidad, que le obliga a renunciar a otras actividades, ya sean formativas o laborales. 

     ii.         Al mismo tiempo, se enfrenta a un considerable riesgo de que no logre consolidar su trayectoria, ante una exigente criba para acceder a la élite, e incluso, en tal caso, quedan expuestos al riesgo de sufrir graves lesiones. 

    iii.         La complejidad de los contratos es otro de los rasgos, unido a una temporalidad ligada a sucesivos emplazamientos, en ocasiones en países distintos. 

    iv.         Además de la diversidad de los componentes retributivos, el juego de las distintas regulaciones fiscales introduce un considerable grado de complejidad.

     v.         La cortedad de la carrera profesional es una característica inherente a este segmento deportivo, acompañada de la concentración de ingresos -a veces muy elevados- en una estrecha franja temporal.

    vi.         La existencia de un IRPF progresivo tiende a causar una discriminación contra los perceptores de rentas concentradas temporalmente y coloca en un primer plano la planificación fiscal (entiéndase no agresiva).

   vii.         Asimismo, la concentración temporal de los ingresos otorga un claro protagonismo a la planificación financiera y a la gestión de activos, a fin de posibilitar la disponibilidad de una fuente estable de ingresos una vez acabe la carrera profesional.

 viii.         Por último, pese a los elevados ingresos que puedan percibirse, existe el riesgo de que, tras su etapa profesional, los jugadores se vean en una situación de vulnerabilidad económica e incluso de insolvencia.

En algunas disciplinas, los deportistas de alto nivel, pese a tener una dedicación igual o más intensa, perciben retribuciones modestas. No obstante, algunos de los problemas son comunes y otros se hacen más patentes, como la ineludible anteposición de la presupuestación a corto plazo a la planificación a medio y largo. Y qué decir, en este contexto, de la necesidad de prever la realización de una actividad laboral o empresarial al término del ciclo deportivo profesional.

Las habilidades y competencias en materia económica y financiera, al menos en un nivel básico, son indispensables para los deportistas profesionales, al igual que, adaptadas a sus perfiles específicos, para técnicos, gestores y dirigentes deportivos.

Con la aspiración de ofrecer un espacio de generación y difusión de conocimientos económicos y financieros aplicados al deporte en todos sus ámbitos nace EdufiSport, como nueva sección de Edufinet (www.edufinet.com), proyecto sin ánimo lucro que lleva desde el año 2005 comprometido con la promoción de la cultura financiera.

Como proponía en una conferencia impartida ese mismo año en el Colegio de Economistas, Málaga reúne los ingredientes necesarios para convertirse en una ciudad del conocimiento económico deportivo.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

19 de enero de 2021

“Fisherman’s friends”: el valor de lo auténtico

Aunque me imagino que con un recurso considerable a la licencia, la película Fisherman’s friends está basada en hechos reales. Narra la curiosa e inverosímil historia de un grupo de pescadores, pertenecientes a varias generaciones, de Port Isaac, localidad situada en Cornualles, que, de manera fingida, son tentados a predicar desde el altar de la música. Según tengo entendido, en ese condado ubicado en el suroeste de Inglaterra discurren numerosas películas basadas en las novelas provenientes de la que fuera la sumamente productiva factoría de Rosemunde Pilcher.

Salpicada de elementos cómicos, el hilo argumental gira en torno al encargo que, circunstancialmente de visita en dicho lugar, un alto ejecutivo del sector discográfico londinense efectúa a su responsable comercial para cerrar un contrato a fin de que una decena de pescadores graben un disco con canciones tradicionales. Dicho encargo, que en realidad no respondía sino a un mero divertimento, fue, sin embargo, asumido seriamente por el ingenuo gestor, para quien se presenta un reto en toda regla. ¿Qué salida podría tener, en un mercado dominado por corrientes modernas y tecnificadas, un conjunto de aficionados que entonan canciones que incluso se remontan varios siglos en el tiempo?

La broma se convierte en drama cuando, después de muchos esfuerzos, el comercial logra convencer al grupo para dar el salto al mundo discográfico, para, a renglón seguido, descubrir que se trataba de una simple chanza del prepotente ejecutivo de la City. Pese a todo, al haber comprometido su palabra en un paraje donde el compromiso personal -refrendado por un apretón de manos- es sagrado, sigue adelante con el proyecto, pero no lo tendrá nada fácil…


Más allá del desenlace de esa imposible aventura musical, la película es una delicia de principio a fin por múltiples razones, que van desde los paisajes marinos hasta la ambientación y la interpretación, pasando por el descubrimiento de peculiares formas de vida, así como de costumbres y valores que parecían extinguidos.


La historia recreada permite extraer también algunas útiles enseñanzas en el plano económico y financiero, a través de la visualización de aspectos como la importancia de las actividades económicas primarias, las formas de organización del trabajo en equipo, la apreciación del estrés financiero para los deudores hipotecarios, las dificultades de acceso al mercado discográfico, el papel de las comisiones de intermediación, o el canje de activos inmobiliarios.


La exaltación del esfuerzo abnegado de los pescadores, su compromiso inviolable con su profesión, el sentido del honor, el recuerdo de sus supersticiones, la importancia de la amistad y de los lazos familiares, el espíritu de comunidad, la disposición permanente al sacrificio y a la solidaridad, la sombra de la tragedia, el respeto a las tradiciones, la lucha por la conservación de lo auténtico; en fin, esos elementos, unidos a la alegría de vivir en paz con uno mismo y con los demás, son ingredientes esenciales que emanan de ese entrañable relato.


Según parece, Fisherman’s friends es una película que encaja dentro de la categoría de comedias británicas catalogadas como “optimistas”, y etiquetadas con la vitola del feel good. Es sin duda una buena expresión que resume bastante bien la sensación que, acompañada de notas de tristeza y melancolía, nos deja en la piel, sin que podamos evitar desprendernos de la añoranza de lo que podía haber sido y no fue en nuestra propia ruta de navegación.

17 de enero de 2021

Claves del liderazgo empresarial: autoconfianza e incompetencia

 

De forma especial a raíz de la gran crisis financiera internacional de 2007-2008, se viene haciendo hincapié en la necesidad de que un mayor número de mujeres ocupe los primeros puestos ejecutivos de las grandes corporaciones, singularmente en el sector financiero, dadas sus supuestas mejores cualidades, en comparación con los hombres, para pilotar una gestión empresarial más equilibrada, sosegada y eficaz. A título de ejemplo, la reciente actualización del Código de Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas de la CNMV incluye de manera expresa (aunque en el apartado referente a la composición de los consejos de administración), como buena práctica, la promoción de las mujeres a puestos directivos.

Son diversas las explicaciones de por qué las mujeres están infrarrepresentadas en las posiciones de alta dirección y gestión de las empresas. Tomás Chamorro-Premuzic, acreditado especialista en gestión del talento, reconocido internacionalmente, desecha las teorías convencionales, y apunta como causa la incapacidad para discernir entre la confianza y la competencia (“Why do so many incompetent men become leaders?”, Harvard Business Review, 22-8-2013): “Esto es, porque nosotros [las personas en general] comúnmente interpretamos erróneamente las muestras de confianza como signo de competencia, nos engañamos al creer que los hombres son mejores líderes que las mujeres. En otras palabras, por lo que se refiere al liderazgo, la única ventaja que los hombres tienen sobre las mujeres … es el hecho de que las manifestaciones de arrogancia – a menudo enmascaradas como carisma o encanto- son comúnmente confundidas con el potencial de liderazgo, y que esto ocurre mucho más frecuentemente en los hombres que en las mujeres”.

Y continúa argumentando que “Esto es consistente con el hallazgo de que los grupos sin líder tienen una tendencia natural a elegir a individuos egocéntricos, sobreconfiados y narcisistas como líderes… Pero la arrogancia y la sobreconfianza están inversamente relacionadas con el talento para el liderazgo”.

Sin duda, se trata de una observación interesante, que encuentra una amplia base confirmatoria no sólo en los entornos empresariales, sino también en la escena social, deportiva, gremial, asociativa, familiar, académica, o política. No obstante, el autor citado, imbuido de la exitosa “perspectiva de género” para el análisis de todo tipo de problemas, deja de lado la cuestión central, el hecho de que los factores psicológicos que apunta son determinantes en la explicación de las carreras profesionales o políticas de los propios hombres. Son factores de espectro general. Hay muchos hombres, candidatos a líderes, que son egocéntricos, narcisistas e incompetentes, pero no todos los hombres son candidatos a líderes, ni todos son egocéntricos, narcisistas e incompetentes. Tales factores pueden servir para explicar las diferencias de trayectorias entre mujeres y hombres, pero llegan a superar las distinciones entre sexos.

El profesor Francisco Cabrillo (“Narcisistas e incompetentes”, Expansión, 9-1-2021) traslada el análisis de manera específica al ámbito político. En su artículo, hace alusión a los “políticos que se muestran seguros y que les dicen [a los electores] que ellos pueden resolver sus problemas. Lo malo es que este rasgo se manifiesta, con frecuencia, en narcisistas, que se ven a sí mismos como líderes o gestores competentes. Y pueden ser capaces de transmitir ese mensaje, aunque el mundo se derrumbe a su alrededor”. Asimismo, cita la “Ley Gresham de la política”, expresión acuñada por James Buchanan, que merece ser abordada, aunque sea brevemente, de manera expresa. Pero eso será en otro momento.

13 de enero de 2021

La música clásica se suma a la ola telemática

La pandemia del coronavirus ha quebrado el modelo productivo de muchas actividades de servicios, y ha acelerado la asimilación de nuevas tecnologías y procedimientos. Algunos de los servicios de mayor alcance se basaban, hasta ahora, en una estrecha conjunción entre los productores y los receptores. De hecho, a veces estos últimos formaban parte del propio proceso productivo. El mundo del deporte alberga ejemplos paradigmáticos al respecto. Al ver hoy encuentros de fútbol, baloncesto, tenis, o de otras disciplinas, sin público en las gradas, o incluso torneos de una ciudad que se disputan en otra distinta, uno cree estar inmerso en alguna delirante distopía. Pero no es así. Las nuevas tecnologías han acudido en salvación del deporte, y éste, de multitudes de aficionados que encuentran en el espectáculo deportivo un importante aliciente para sobrellevar el calvario pandémico.

Quizás con una cadencia algo más pausada, también el mundo de la música clásica ha cruzado su Rubicón particular. Ya no hay marcha atrás. Aunque nos cause algún desconcierto, el concierto se suma a la ola telemática. Probablemente sea una experiencia no muy distinta a una grabación en un estudio, aunque sin la red de seguridad de la posible repetición. Pero, al igual que en una clase virtual, debe de ser una experiencia no demasiado grata no poder percibir el pulso de la audiencia ni, en el caso de los artistas, sentir la calidez del aplauso espontáneo.


Sin embargo, ante la alternativa de la inactividad y la merma de emolumentos, la frialdad telemática es una opción no desdeñable. Así, algunos operadores, unos, tradicionales, y otros, “nativos digitales”, se han lanzado a la retransmisión de actuaciones en vivo y en directo por medio del streaming. Entre los primeros está la casi mítica compañía Deutsche Grammophon; entre los segundos, Idagio, una especie de Spotify centrada en el universo clásico (R. Fairman, “Battle for classical music’s streaming market”, Financial Times, 8-1-2021).


La dimensión de los distintos segmentos musicales es ostensiblemente diferente: a título de ejemplo, en Spotify, Ed Sheeran tiene 59 millones de oyentes mensuales; Mahler, 800.000. Sería interesante saber cómo estará el ranking dentro de 40 o 50 años...


A pesar de las diferencias, la demanda de música clásica mantiene su pulso, y ahora la oferta ve despejado el camino con nuevas rutas. El artista tiene que prescindir de ver y sentir a su público, pero se le abren las puertas para ser un artista universal online. Y, desde luego, nada va ya a ritmo de adagio. 


“Mi tiempo llegará”, dijo en su día el “autor del adagio de la Quinta Sinfonía”. Ahora llega un nuevo tiempo telemático, que no sabemos de quién será.

11 de enero de 2021

Libertad de expresión v. seguridad: el dilema de las redes sociales

“Una tormenta se avecina”, auguraba la revista The Economist en un informe publicado el pasado mes de octubre acerca del control de la información en las redes sociales (“Social media and free speech”, 24-10-2020). A tan rocoso informe sólo le faltó ponerle a la tormenta el nombre de “Filomena” o, quizás, “Fobi(no)(a)mena”. Tras un reguero de desafortunados episodios, que encontraron, como lamentable colofón, los sucesos acontecidos en Washington el pasado día 6 de enero, la tormenta ha devenido en huracán. En realidad, llevaba bastante tiempo gestándose un cambio climático aunque no estuviera respaldado por ningún “consenso científico”.

Más bien, la valoración de la actuación de los propietarios de las redes sociales viene marcada por la disensión más absoluta. Según la síntesis efectuada por The Economist (“Who controls the conversation?”, 24-10-2020), “la izquierda dice que… las redes sociales están hundiendo a los usuarios en el odio y la falsedad. La derecha acusa a las compañías tecnológicas de censura…”.


Dada la configuración de tales medios, su uso irrestricto conlleva ineludiblemente un conflicto potencial permanente entre la seguridad y la libertad de expresión. ¿Qué mensajes deben ser permitidos? ¿Y quién debe decidirlo? Son dos interrogantes clave cuya respuesta nos sitúa en lo que, según una opinión recogida en dicho último artículo, sería un “momento constitucional”.


La eliminación de “mensajes de odio” en Facebook -que emplea a más de 35.000 “moderadores de contenidos”, aparte de recurrir a la inteligencia artificial- se ha multiplicado por diez en sólo dos años, y esta red inhabilita 17 millones de “fake accounts” cada día. No obstante, siguiendo con la misma fuente, M. Zuckerberg, en una conferencia impartida el pasado mes de octubre, hacía una defensa ferviente de la libertad de expresión: “Más personas a lo largo del espectro (político) creen que alcanzar los resultados políticos que consideran es más importante que cualquier persona tenga una voz. Pienso que esto es peligroso”.


También ha declarado su deseo de no querer ser un “árbitro de la verdad”. ¿Quién debe asumir ese papel? ¿Es concebible que exista tal puesto?


“La libertad de expresión en las redes sociales es demasiado importante para ser determinada por un puñado de tecnoejecutivos”, manifestaba The Economist, en contestación a su propia pregunta.


Aunque hay preguntas que no encuentran la respuesta correcta, y conflictos que ni siquiera aspiran a vislumbrar una solución óptima.


Por cierto, según parece, una tal Ángela Merkel se ha pronunciado acerca de las decisiones adoptadas por algunos de esos “tecnoejecutivos”.

10 de enero de 2021

Las cuentas empresariales ponderadas según impacto (Harvard Business School)

Que un templo tan significado como el de la Harvard Business School (HBS), desde el que se vienen impartiendo, desde hace más de un siglo, las doctrinas y las prácticas empresariales a lo más granado de la élite mundial, se haya adherido de forma tan entusiasta al paradigma ASG es sumamente significativo de cuáles son las corrientes dominantes en la actualidad. Nos encontramos en una época de una hegemonía, en plena expansión, de dicho paradigma, basado en la relevancia de los factores medioambientales, sociales y de gobernanza (ASG) como guía de la estrategia y de la gestión de las empresas.

El prestigioso centro universitario no se ha limitado a una mera declaración de principios sino que se ha implicado en el desarrollo de iniciativas y propuestas orientadas a consolidar esa visión en la conducción y el análisis de las compañías. Cabe destacar a este respecto la denominada iniciativa sobre las cuentas ponderadas según impacto (HBS, “Impact-Weighted Accounts”, www.hbs.edu).


El posicionamiento de la HBS respecto a la RSC es claro: “La legitimidad de una empresa depende de su capacidad para crear valor para la sociedad. Las compañías que crean valor para inversores, trabajadores, clientes, proveedores, y el ecosistema en general son evidencia del poder de las empresas para incrementar el bienestar colectivo”.


Frente a la tendencia a medir la actuación de una compañía por el valor que obtienen sus accionistas, plantean una forma alternativa que mide el valor total creado por la empresa en dimensiones múltiples, como se recoge en la figura I. El eje Y representa el valor que se genera para los propietarios de la empresa. El eje X representa valor para los grupos de interés no propietarios. La empresa se moverá a lo largo de una línea que parte del origen y que puede tener distinta pendiente, que indicaría la proporción del valor asignado a los dos grupos. En la figura II aparecen dos trayectorias diferentes, la de la empresa A, en la que prima el valor de los propietarios, y la de la empresa B, que elige el modelo contrario.


Según la HBS (“Value orientation”, Ibíd.), “Una empresa que trace una línea demasiado empinada –lo que significa una empresa que capta un valor muy grande para sus propietarios a expensas de los otros grupos de interés- es problemática. Puede ser técnicamente legal, pero ha sido la manifestación del abuso de poder, o de la codicia, lo que ha propiciado un creciente escrutinio y erosionado la confianza de la población en la capacidad del capitalismo para elevar el bienestar colectivo”.


El análisis continúa con la introducción de la posibilidad de que la actuación de la empresa conlleve repercusiones negativas para los otros grupos de interés y/o los propietarios. Nos encontramos así con cuatro cuadrantes (figura III): I) se dan aportaciones positivas para ambos colectivos; II) considerado por HBS como el “cuadrante más perverso”, en él se genera un valor positivo para los propietarios, y negativo para los grupos de interés no propietarios; III) en este se combinan resultados negativos para los dos colectivos; IV) aquí se da un valor negativo para los propietarios, pero positivo para los grupos de interés no propietarios.


Algunas matizaciones son necesarias. De entrada, no hay que olvidar, a pesar de ser evidente, que el cambio en el valor para los propietarios es una variable residual a la que se llega después del cómputo de una serie de costes (salarios, compras de bienes corrientes y servicios, amortizaciones de inversiones, tributos…) que afectan directamente a los integrantes de algunos de los otros grupos de interés. De otro lado, el impacto sobre los otros grupos de interés puede no ser homogéneo, por lo que cabe la posibilidad de que haya perjuicios para algunos y beneficios para otros. Asimismo, el incremento de valor para los propietarios puede afectar en parte, indirectamente, a los miembros de otros grupos de interés que sean titulares de participaciones accionariales a través de vehículos de inversión. 


En el marco del paradigma señalado, la Harvard Business Review publicó en 2015 un ranking de los CEOs de las compañías incluidas en el índice S&P Global 1200, en el que se tienen en cuenta los factores ASG (“The best-performing CEOs in the world”, www.hbr.org). A título ilustrativo, Jeff Bezos, fundador de Amazon, ocupaba el primer puesto en términos de medidas financieras exclusivamente, pero caía al puesto 828º considerando sólo los factores ASG, y al 87º teniendo en cuenta conjuntamente las dos perspectivas (L. R. Sorensen, “Amazon’s Jeff Bezos plummets down corporate leader rankings”, Financial Times, 12-10-2015).






9 de enero de 2021

Los buenos gastadores: otro déficit público

A tenor de los innumerables problemas sociales, es casi inevitable que constatemos deficiencias en la actuación del sector público, al menos cuando tomamos como término de comparación los niveles idóneos con arreglo a nuestras preferencias y expectativas individuales. La aparición de brechas es algo inevitable, aunque su magnitud va a depender de diversos factores, entre ellos la calidad de la instituciones públicas, así como la eficiencia y la eficacia en la gestión. También, cómo no, la existencia o no de déficits presupuestarios estructurales es un condicionante importante. 

Sin embargo, hay otro tipo de déficits, en la esfera de la gestión, que potencialmente pueden privarnos de aprovechar recursos disponibles. Es lo que, sobre la base de la experiencia, ha ocurrido con los fondos económicos procedentes de la Unión Europea (UE), y que amenaza con volver a ocurrir con ocasión del fondo de recuperación instituido para hacer frente a la crisis económica originada por la Covid-19.


Italia y España son los dos países que van a recibir un mayor volumen de transferencias, más de 80.000 millones de euros en el primer caso, y 72.000 en el segundo. No es, desde luego, una buena noticia ocupar esas primeras posiciones, en razón de la magnitud del deterioro económico sufrido, pero es un gran alivio poder contar con esa extraordinaria aportación. Singularmente lo es para los gobernantes, que pueden liberarse de aplicar el principio económico que dicta asociar los programas de gasto con el esfuerzo fiscal requerido a la población. En este caso, “sólo” tienen que preocuparse de preparar un listado de actuaciones (útiles y de gran impacto) y, lógicamente, de ejecutarlas (adecuadamente). La cifra asignada a España representa casi un 6% del PIB nacional y equivale al 90% de toda la recaudación del IVA en el año 2019. A dicha cifra hay que añadir casi otro tanto, en concepto de préstamos, hasta alcanzar los 140.000 millones de euros.


Ahora bien, de manera un tanto sorprendente, no se puede decir que España sea un alumno aplicado en ese menester, como tampoco lo es Italia. Como se señala en el diario Financial Times (M. Khan, D. Ghiglione, e I. Mount, “EU recovery plan faces bottleneck, economist warn”, 5-1-2021), “ambos países tienen también un registro pobre históricamente en el gasto del dinero de la UE -un proceso conocido como ‘absorción’- lo que da lugar a preocupaciones de que el dinero procedente de Bruselas pueda no gastarse a causa de trabas burocráticas y administrativas. España tiene la peor tasa de absorción de los fondos estructurales para inversión desde 2014 a 2019, con un 39%, mientras que Italia tiene un 40%”.


En dicho artículo se recogen opiniones que abogan por una reforma de la administración y de los procedimientos de contratación, y que advierten del reto de diseñar y supervisar la ejecución de una amplia gama de proyectos de dimensión relativamente reducida en los campos de la digitalización, las tecnologías de bajo contenido en carbono y el desarrollo empresarial.


Según la información aportada por el Tribunal Europeo de Cuentas  (European Court of Auditors, 2019 Report, págs. 62-63), en el año 2019, España ocupa una de las últimas posiciones en la tasa de absorción de los fondos estructurales y de inversión, con un claro retroceso respecto a la situación de 2012, año equivalente del marco presupuestario plurianual anterior.




8 de enero de 2021

La perspectiva de Milton Friedman sobre la RSC, 50 años después

En algunas entradas anteriores de este blog se ha abordado la denominada responsabilidad social corporativa (RSC) (BTV, 19-2-2018 y 21-11-2020). Se trata de una materia en la que, a lo largo de los últimos años, vienen produciéndose grandes movimientos y notables oscilaciones.

Aunque con algunas excepciones no desdeñables, la posición defendida por Milton Friedman en su artículo de referencia del año 1970 se ve ahora cada vez más arrinconada. La esencia de su argumentación queda expresada en el título de dicho artículo: “The Social Responsibility of Business is to Increase Its Profits” (New York Times, septiembre 1970).

Esgrimida durante bastante tiempo de forma categórica, son cada vez más los apóstatas de la causa friedmaniana. Uno de los más destacados conversos es el influyente editor económico jefe del diario Financial Times, Martin Wolf. También éste recurre al estilo directo para sintetizar su opinión en el frontispicio de su reciente artículo: “Milton Friedman was wrong on the corporation” (Financial Times, 7-12-2020). Él mismo reconoce su error al suscribir anteriormente la consabida tesis del Premio Nobel de Economía estadounidense.


Señala Wolf que merece la pena leer el artículo de Friedman en su integridad, si bien sus aspectos clave se encuentran en su conclusión: “Hay una y solo una responsabilidad de la empresa – usar sus recursos y emprender actividades diseñadas para aumentar sus beneficios siempre que permanezca dentro de las reglas del juego, es decir, cuando afronta una competencia abierta y libre sin engaño ni fraude”.


Wolf recurre a una supuesta cita de H. L. Menken (“para todo problema complejo hay una respuesta que es clara, simple, y errónea”) para sustentar su rechazo a la tesis de Friedman, que considera un significativo ejemplo ilustrativo al respecto. Asimismo, trae a colación una pregunta formulada por Luigi Zingales: “¿Bajo qué condiciones es socialmente eficiente para los gestores centrarse sólo en maximizar el valor del accionista?”. Las tres condiciones apuntadas (entorno competitivo, inexistencia de externalidades, y completitud de los contratos) no se dan -prosigue en su argumentación- en la realidad.


Cierto, es posible que así sea en la inmensa mayoría de los casos observados, pero no sé si, al exponer tales reparos, se ha calibrado totalmente el impacto que la misma línea argumental tendría en el edificio de la teoría económica. Además, tal vez inadvertidamente, viene a reforzarse la proposición de Friedman, quien, al enunciarla, se cuida de señalar una serie de condiciones no despreciables.


Wolf continúa su discurso exponiendo una relación de prácticas rechazables por parte de algunas compañías, pone el foco en un desorbitado poder corporativo “como factor detrás del auge del populismo, especialmente populismo de derechas”, y aboga por crear buenas reglas del juego empresariales.


En este contexto, la declaración de la US Business Roundtable de agosto de 2019 (BTV, 21-11-2020), plasmada en un compromiso esencial con todos los grupos de interés, ha alcanzado una gran notoriedad. Sin embargo, no faltan las críticas. Así, Raghuram G. Rajan pone el dedo en la llaga: “… esta forma de enmarcar el problema carece de utilidad. Los objetivos declarados de una compañía deben guiar sus elecciones. Si todos los grupos de interés son esenciales, entonces ninguno lo es”, y, lo que es más llamativo, “La reciente evidencia sugiere que las compañías que suscribieron la declaración del ‘capitalismo de los grupos de interés’ han incurrido en una mayor probabilidad de despedir a trabajadores en respuesta a la pandemia, y en una menor probabilidad de efectuar donaciones para los esfuerzos de asistencia” (“What should corporations do?”, Project Syndicate, 6-10-2020).


Adicionalmente, según el exgobernador del Banco Central de India, la lógica básica del argumento de Friedman sobre la RSC ha sido mal interpretada: “Puesto que los accionistas consiguen lo que queda después de pagar los intereses a los tenedores de deuda y los salarios a los trabajadores, los gestores pueden maximizar el ‘derecho residual’ de los accionistas sólo si expanden el tamaño de la tarta corporativa con relación a estas obligaciones fijadas sobre la misma. En la medida en que los gestores deben satisfacer a cada parte antes de contemplar los intereses de los accionistas, ello ya maximiza el valor para todos los que contribuyen a la empresa”. 


En fin, parece que es poco discutible sostener que la satisfacción de las preferencias de todos los grupos de interés es un problema complejo. Afirmar que una condición necesaria, aunque no suficiente, para ello es que la empresa obtenga beneficios podría catalogarse como una respuesta clara y simple. ¿También como errónea?

7 de enero de 2021

Expo Internacional Málaga 2027: más allá de la dimensión económica

En el año 2027 tendrá lugar una nueva Exposición Internacional Especializada, a la que opta como sede la ciudad de Málaga. Desde hace más de un año se viene preparando el proyecto de candidatura a presentar ante el BIE (Bureau International des Expositions). Un evento global de esta naturaleza puede actuar como catalizador del desarrollo económico local. La experiencia pone de relieve que se alcanza un mayor éxito cuando las ciudades cuentan con un plan a largo plazo al que contribuye el evento. La OCDE ha destacado tres elementos clave: i) la creación de un marco que propicie beneficios económicos, sociales y ambientales duraderos; ii) la evaluación de los eventos con una perspectiva integral e intertemporal; y iii) la necesidad de una gobernanza multinivel efectiva. 


Hoy día, existe un consenso en el sentido de que, para superar los retos actuales de la humanidad, es preciso desplegar un proceso de desarrollo económico sostenible. Las ciudades están llamadas a desempeñar un papel esencial. Aparte de que en ellas se genera el 80% de la producción mundial, la vida urbana ha sido calificada como “la mayor invención de la humanidad” y “el eslabón perdido” que explica el progreso económico. Constituyen el eslabón más visible para la plasmación del triple enfoque de la sostenibilidad: ambiental, social y de gobernanza.


A lo largo de las últimas décadas, la provincia de Málaga ha exhibido un gran dinamismo económico, impulsado por la transformación de la capital. Hay un amplio elenco de factores explicativos, y entre ellos se encuentra el posicionamiento estratégico, el marco institucional y de gobernanza, dentro del que se ha configurado Málaga como gran ciudad, abierta, orientada a la innovación y a la cultura. La experiencia de la provincia representa un aval económico a las inversiones en infraestructuras, que han sido claramente provechosas para la creación de riqueza y empleo.


La temática elegida, “La era urbana: hacia la ciudad sostenible. Ciudadanía, innovación y entorno”, enlaza directamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, y se inscribe dentro de la Estrategia Málaga 2020-2030. Con todo ello, la ciudad de Málaga reúne una serie de atributos que la colocan en una posición idónea para aspirar a albergar la Expo 2027, como estos que se reseñan a título enunciativo y no exhaustivo: i) ciudad activa, dinámica e innovadora; ii) temática consolidada dentro de la planificación estratégica de la ciudad; iii) capacidad para acoger un amplio flujo de visitantes; iv) base de infraestructuras de calidad; v) extensa oferta cultural y de ocio para el desarrollo de actividades complementarias; vi) tejido empresarial sólido para capitalizar el evento; vii) importante presencia de empresas avanzadas tecnológicamente; viii) población hospitalaria y acogedora. La propia ubicación de la Expo en el enclave del “triángulo productivo” de Málaga sería, sin duda, otro punto fuerte de la candidatura, así como el diseño de usos post-evento en los ámbitos de la logística y el transporte, la vivienda, y los espacios educativos, de investigación y tecnológicos.


Según el estudio llevado a cabo por Analistas Económicos de Andalucía, de celebrarse en Málaga, la Expo 2027 podría recibir cerca de 5 millones de visitantes y 11 millones de visitas a lo largo de los tres meses de duración del evento. El impacto económico podría situarse en unos 1.900 millones de euros, lo que, junto con los efectos inducidos, implicaría un incremento de la producción provincial del orden de 3.000 millones de euros. Asimismo, se generarían más de 22.000 puestos de trabajo directos e indirectos, y más de 31.000 si se consideran los efectos inducidos.


La Expo 2027 sería un importante factor de impulso del posicionamiento estratégico de la ciudad de Málaga y de toda la provincia, y afectaría positivamente, de manera transversal, a los pilares en los que se sustenta la prosperidad. El proyecto dibuja un círculo virtuoso en el horizonte, y sería de gran valor con vistas a la consolidación y la difusión internacional de un modelo basado en la conjunción de la innovación y la tecnología, la cultura, el conocimiento, la integración social y el equilibrio medioambiental.


(Artículo publicado en el diario “Sur”)

5 de enero de 2021

Acerca de una curva de evolución del PIB: economía en caída libre

Hacía algún tiempo que no recibía ningún mensaje críptico acompañado de alguna adivinanza. Sin embargo, hoy, víspera del día de Reyes, he recibido varios, por diversos conductos. Uno de ellos reza como sigue: 

“En el gráfico adjunto se recoge la evolución del PIB, en lo que va de siglo, en un determinado país, tomando como referencia el nivel alcanzado en el año 2013, en el que el actual primer mandatario accedió al poder. ¿A qué país corresponde dicho gráfico? (Pista: Se trata de un país cuyo actual gobierno cuenta con el destacado apoyo de un egregio exprimer ministro de un Estado miembro de la OCDE, en tanto que el modelo económico imperante en aquél es considerado como un paradigma a imitar por reconocidos representantes de formaciones políticas catalogadas como ‘progresistas’ y movimientos afines”.)

Ciertamente, no puede decirse que la información, de la que se ignora la fuente, sea muy completa. Cabría suponer que las cifras del PIB representadas están expresadas en términos reales, aunque no hay garantía al respecto. Con todas las reservas, lo único que puede afirmarse es lo siguiente: i) entre los años 2000 y 2013, el PIB se incrementó en torno a un 50%; ii) entre los años 2000 y 2020, la producción ha caído algo más de un 60%; iii) desde 2013, se ha desplomado en un 75%.





3 de enero de 2021

Implicaciones económicas y fiscales del teletrabajo

La fórmula del teletrabajo, como forma específica del trabajo a distancia basada en el empleo de medios y sistemas informáticos, telemáticos y de telecomunicación, se ha expandido notablemente, especialmente para determinadas ocupaciones, en el contexto de la pandemia de la Covid-19 y, según numerosas opiniones, va a proseguir como un elemento estructural.

En la vertiente de la normativa laboral, dicha fórmula ha sido objeto de regulación en España mediante el Real Decreto-ley 28/2020, de 22 de septiembre, comprensivo de una generosa exposición de motivos, que duplica en extensión al articulado, además de incorporar, en sus disposiciones adicionales, otros aspectos como los relativos a la final de la “UEFA Women’s Champions League 2020”.

La referida norma establece una equiparación plena entre trabajadores presenciales y a distancia, incluida la vertiente retributiva. Establece asimismo diversos derechos, para quienes trabajen a distancia, relativos a la dotación y mantenimiento de medios, y el abono y compensación de gastos.


No obstante, si hacemos abstracción, a los solos efectos analíticos, del marco jurídico laboral, la modalidad del teletrabajo suscita diversas consideraciones desde una perspectiva económica y fiscal. A continuación se señalan algunas:


§  Incidencia en la productividad de las personas empleadas.

§  Repercusión en el coste de la vida de tales personas.

§  Consideración del ahorro de tiempo por desplazamientos.

§  Valoración de las retribuciones salariales justas a la vista de la evaluación de los aspectos anteriores.

§  Posición de las empresas respecto a los costes del teletrabajo en función de su capacidad organizativa y de adaptación a las circunstancias.

§  Efectos del teletrabajo sobre el proceso de toma de decisiones empresariales y sobre la innovación.

§  Consecuencias fiscales interterritoriales.

§  Aplicación de gastos deducibles en el impuesto sobre la renta de las personas físicas en concepto de gastos de difícil justificación.


      Al margen de las cuestiones señaladas, no faltan los analistas que propugnan aplicar un impuesto sobre las retribuciones de las personas que están en régimen de teletrabajo, y cuya recaudación iría destinada a compensar a personas en situación de precariedad en el mercado laboral. Luke Templeman (“A work-from-home tax”) plantea un impuesto con un tipo de gravamen del 5%, que equivaldría, para una retribución anual íntegra de 40.000 euros, a un coste de algo más de 7 euros por día laborable.


      Son, en suma, bastante interesantes las cuestiones que suscita el teletrabajo y que merecen ser valoradas de una forma lo más objetiva posible. Como en tantos otros contextos, para ello lo más aconsejable sería hacerlo “a ciegas”, tras el “velo de ignorancia”, es decir, sin saber de antemano si acabaremos siendo trabajadores presenciales o teletrabajadores.

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