De forma especial a raíz de la gran crisis
financiera internacional de 2007-2008, se viene haciendo hincapié en la
necesidad de que un mayor número de mujeres ocupe los primeros puestos
ejecutivos de las grandes corporaciones, singularmente en el sector financiero,
dadas sus supuestas mejores cualidades, en comparación con los hombres, para
pilotar una gestión empresarial más equilibrada, sosegada y eficaz. A título de
ejemplo, la reciente actualización del Código de Buen Gobierno de las
Sociedades Cotizadas de la CNMV incluye de manera expresa (aunque en el
apartado referente a la composición de los consejos de administración), como
buena práctica, la promoción de las mujeres a puestos directivos.
Son diversas las explicaciones de por qué las
mujeres están infrarrepresentadas en las posiciones de alta dirección y gestión
de las empresas. Tomás Chamorro-Premuzic, acreditado especialista en gestión del talento, reconocido
internacionalmente, desecha las teorías convencionales, y apunta como causa la
incapacidad para discernir entre la confianza y la competencia (“Why do so many
incompetent men become leaders?”, Harvard Business Review, 22-8-2013): “Esto
es, porque nosotros [las personas en general] comúnmente interpretamos
erróneamente las muestras de confianza como signo de competencia, nos engañamos
al creer que los hombres son mejores líderes que las mujeres. En otras
palabras, por lo que se refiere al liderazgo, la única ventaja que los hombres
tienen sobre las mujeres … es el hecho de que las manifestaciones de arrogancia
– a menudo enmascaradas como carisma o encanto- son comúnmente confundidas con
el potencial de liderazgo, y que esto ocurre mucho más frecuentemente en los
hombres que en las mujeres”.
Y continúa argumentando que “Esto es consistente
con el hallazgo de que los grupos sin líder tienen una tendencia natural a
elegir a individuos egocéntricos, sobreconfiados y narcisistas como líderes…
Pero la arrogancia y la sobreconfianza están inversamente relacionadas con el
talento para el liderazgo”.
Sin duda, se trata de una observación interesante,
que encuentra una amplia base confirmatoria no sólo en los entornos
empresariales, sino también en la escena social, deportiva, gremial,
asociativa, familiar, académica, o política. No obstante, el autor citado,
imbuido de la exitosa “perspectiva de género” para el análisis de todo tipo de
problemas, deja de lado la cuestión central, el hecho de que los factores
psicológicos que apunta son determinantes en la explicación de las carreras
profesionales o políticas de los propios hombres. Son factores de espectro
general. Hay muchos hombres, candidatos a líderes, que son egocéntricos,
narcisistas e incompetentes, pero no todos los hombres son candidatos a líderes, ni todos son egocéntricos,
narcisistas e incompetentes. Tales factores pueden servir para explicar las
diferencias de trayectorias entre mujeres y hombres, pero llegan a superar las
distinciones entre sexos.
El profesor Francisco Cabrillo (“Narcisistas e
incompetentes”, Expansión, 9-1-2021) traslada el análisis de manera específica
al ámbito político. En su artículo, hace alusión a los “políticos que se
muestran seguros y que les dicen [a los electores] que ellos pueden resolver
sus problemas. Lo malo es que este rasgo se manifiesta, con frecuencia, en
narcisistas, que se ven a sí mismos como líderes o gestores competentes. Y
pueden ser capaces de transmitir ese mensaje, aunque el mundo se derrumbe a su
alrededor”. Asimismo, cita la “Ley Gresham de la política”, expresión acuñada
por James Buchanan, que merece ser abordada, aunque sea brevemente, de manera
expresa. Pero eso será en otro momento.