“Si
en verdad no cuenta con tener lectores, ¿por qué establece usted esos convenios
consigo mismo, y además por escrito, diciendo que ni piensa atenerse a ningún
orden ni sistema…? ¿A qué vienen esas explicaciones? ¿Por qué se disculpa?”.
Son
las anteriores preguntas bastante lógicas si alguien declara previamente que “escribo
para mí mismo y declaro de una vez para siempre que si escribo como si me dirigiese
a los lectores, lo hago tan solo en apariencia, porque así me resulta más fácil
escribir. Esto es una cuestión de forma, de pura forma, pues jamás tendré lectores”.
En
la era pre-internet ese planteamiento podía ser perfectamente coherente. ¿Puede
seguir siéndolo en la blogosfera? Vocacionalmente, puede mantenerse el
propósito, aunque, por definición, es ya imposible aferrarse estrictamente a
él, toda vez que, circunstancial o azarosamente, alguien puede acceder a
producciones pensadas para el autoconsumo personal. Al dejar abierta esa
puerta, aunque sea remota, inevitablemente se relaja la motivación de partida. Por
supuesto, resulta conveniente que la posible pretensión de no congregar un colectivo
de seguidores en dicho espacio sea manifestada ex ante, y no ex post a
la vista del track record.
Nada
impide que en la era de la navegación internáutica se siga recurriendo a la plasmación
física no reproducible de los escritos, si bien el nuevo marco tecnológico
posibilita un acceso cuasi-ubicuo e instantáneo al propio generador de los
contenidos, que puede sacar así provecho de los servicios de un sistema de
registro abierto permanentemente.
Algunas
ideas pueden ser provechosamente analizadas desde el subsuelo, como hizo Fiódor
M. Dostoievsky en sus apuntes.