En una entrada de este blog, de fecha 16 de junio de 2018, hacía referencia a la parábola de los talentos, contenida en el Evangelio según San Mateo. En dicha entrada ponderaba las potencialidades de la parábola para la discusión de cuestiones económicas, financieras y fiscales básicas. Asimismo, aludía a las dudas interpretativas respecto al mensaje a extraer de ese visitado pasaje bíblico. Mihir Desai, en su obra “The wisdom of finance”, de la que igualmente se ofrece una reseña en este blog (entrada de 14-7-2018), viene en nuestro auxilio al aportarnos algunas perspectivas de interés desde el ámbito de la teoría de las finanzas.
Para el profesor Desai, que reconoce tener que batallar con algunas dimensiones de la parábola, las principales lecciones parecen claras (no hay que olvidar que imparte docencia en la Universidad de Harvard): i) todo el mundo ha sido dotado con talentos y dones; ii) éstos están distribuidos de manera desigual; iii) son increíblemente valiosos; y, lo que considera más importante, iv) deben ser ejercidos hasta su máxima capacidad.
El proceso de creación de valor en una compañía ocupa un lugar clave en este enfoque interpretativo. Los accionistas de una sociedad mercantil confían a los gestores de ésta su capital con la expectativa de obtener unos determinados rendimientos. Es lo que los economistas denominan el coste de uso del capital, un concepto un tanto críptico, que viene a representar la tasa de rendimiento mínima que debe obtener un inversor para que le merezca la pena invertir en un proyecto empresarial.
Bajo una lógica que Desai califica como “brutal”, sólo se crea valor si se logra una tasa de rendimiento que supere el coste de uso del capital, es decir, las expectativas de los inversores. Nótese que la tasa de rendimiento correspondiente al coste de uso del capital puede alcanzarse (se supone que sin mucho problema) fuera de la sociedad considerada. Siguiendo la misma lógica, que se hace aún “más brutal”, si se genera un rendimiento que queda por debajo de las expectativas del inversor, se habrá destruido valor.
Concluye su razonamiento Mihir Desai con las siguientes directrices: “utiliza al máximo lo que has recibido, sé consciente de cuánto has recibido y de cuánto se espera de ti, y no escatimes esfuerzos para superar tales expectativas”. Ahora bien, semejante claridad de ideas puede ser predicable de un profesor de una de las mejores universidades del mundo, pero cabe dudar de que estuviera al alcance de un modesto siervo que, para colmo, no había recibido indicaciones expresas. Otrosí, maravilla la confianza en los banqueros de la antigüedad, a diferencia de lo que ha ocurrido en los años recientes.
En fin, también podemos colegir que en la época reflejada en el relato bíblico no se daba una situación de tipos de interés negativos. ¿Cómo habría reaccionado el iracundo potentado de haberse encontrado, a su regreso, con un “corralito” financiero, con un “default”, o con un menor capital por mor de intereses sustractivos?
Aparte de su parquedad instructora acerca del uso de los capitales confiados, sabemos con certeza, a tenor de sus manifestaciones “ex post”, que el señor de la fábula no se caracterizaba por la aversión al riesgo, o bien que no concebía su existencia en la operatoria de los banqueros. Ya se sabe que hasta no hace mucho relativamente -en perspectiva histórica- algunos banqueros no tenían una responsabilidad patrimonial limitada sino personal.
De haberse producido eventos con impacto negativo en el capital retornado o ser otro el perfil de riesgo del hacendado, probablemente habrían cambiado las tornas, y el siervo timorato y conservador no habría sido expulsado a las tinieblas. En España y en otros países, durante el “boom” crediticio de comienzos del presente siglo, algunos banqueros fueron condenados a las tinieblas, pero, tras el estallido de la crisis financiera y su “aftermath” (After maths all of us are good forecasters), resulta que, de pronto, se encontraron en territorio de luz.
Como ya señalaba en la primera entrada del blog sobre esta extraordinaria parábola, hay otras vertientes de interés que se desprenden de la misma. Para abordarlas hay que hacer acopio de energía y determinación. No en vano hasta el propio Mihir Desai encuentra que “algunas lecciones de la parábola [son] más misteriosas”.