7 de septiembre de 2021

La búsqueda de la justicia cósmica: el contrapeso intelectual de Thomas Sowell

 

Hay algunos conceptos respecto de los cuales, en un plano abstracto y genérico, es sumamente difícil discrepar. Pertenecen a esta categoría vocablos como los de justicia, igualdad, o equidad. Resulta raro encontrar personas que, de antemano, se opongan a que estos atributos formen parte del diseño del sistema económico. Los problemas comienzan cuando hay que traducir tales conceptos y trasladarlos a un entorno real. Los mismos términos pueden amparar significados muy diversos, por lo que es fundamental, con vistas a cualquier discusión, precisar su alcance.

Lo expresa con claridad Thomas Sowell: “Si comprendemos lo que realmente estamos diciendo, en muchos casos podríamos no decir eso o, si lo hacemos, podríamos tener una mejor oportunidad de conseguir que nuestras razones sean comprendidas por quienes discrepan de nosotros”. Lo indica así en el prefacio de una obra en la que realiza una disección de una noción de la justicia que ha se ha erigido como referencia central de la controversia doctrinal e ideológica, la justicia cósmica: “The quest for cosmic justice” (Simon & Schuster, 1999). Esta obra constituye una aportación imprescindible para introducirse en el análisis económico y político de la justicia y la desigualdad. Una vez más, el economista estadounidense se convierte en un potente faro para poder navegar por aguas procelosas en las que es muy fácil precipitarse contra imponentes acantilados, eso si antes no se ha sucumbido al fuego incesante de las baterías que se han adueñado de toda la costa.

“Cualquiera que sea el principio moral en el que cada uno de nosotros cree, lo llamamos justicia, por lo que estamos hablando en un círculo cuando decimos que defendemos la justicia, a menos que especifiquemos cuál es la concepción de la justicia que tenemos en mente”. Justicia social es una expresión cada vez más extendida, pero Sowell advierte de que “Toda justicia es inherentemente social. ¿Puede alguien en una isla desierta ser justo o injusto?”, se pregunta.

Pues bien, la justicia cósmica va más allá de la justicia social, después de abarcarla. Aspira a corregir no sólo las consecuencias de las acciones sociales, sino también las derivadas del infortunio físico o de la genética. Virtualmente, nadie considera las desigualdades como deseables en sí mismas, pero Sowell trae a colación la advertencia de Friedman cuando afirmaba que “una sociedad que coloca la igualdad -en el sentido de igualdad de la renta- por encima de la libertad, acabará sin igualdad y sin libertad”.

Sowell defiende el sentido de la justicia tradicional, que se basa en el establecimiento de procesos imparciales, en lugar de anteponer los resultados. La justicia social busca eliminar desventajas no merecidas para grupos seleccionados, desatendiendo los costes para otros individuos o grupos, e incluso para la sociedad en su conjunto. Ambos conceptos son incompatibles. Al desatender las consecuencias para la sociedad, la justicia social podría llamarse más apropiadamente, según el autor del libro comentado, justicia antisocial.

Asimismo, la justicia cósmica se centra en un segmento de la población, e ignora los intereses de otras personas, que, no obstante, deben pagar el precio de las decisiones tomadas. Éstas, a veces, pueden llevar a resultados catastróficos. En el libro se recogen algunos basados en experiencias reales. La actuación de los tribunales de justicia no debería estar imbuida de la búsqueda de la justicia cósmica sino del más estricto cumplimiento de los estándares aplicables a cualquier persona.

El predominio de la justicia social puede dar lugar no únicamente a resultados contraproducentes, sino que la asunción de mayor poder por los funcionarios con vistas a crear justicia social puede abrir la vía del despotismo.

Uno de los muchos contrastes entre la justicia tradicional y la justicia cósmica es que la primera implica las normas bajo las que personas de carne y hueso interactúan, mientras que la segunda cubre no sólo los individuos y grupos contemporáneos, sino también abstracciones de grupos que se extienden a lo largo de generaciones e incluso siglos. A veces se dice los negros americanos que viven en la actualidad están peor de lo que estarían si sus ancestros hubiesen permanecido en África. Sin embargo, según Sowell, puede ser oportuno señalar que el número de americanos negros contemporáneos que han emigrado a África no comienza a aproximarse al número de africanos contemporáneos que han emigrado a Estados Unidos.

Es cada vez más habitual atribuir diferencias entre personas a las consecuencias de las injusticias pasadas, pero Sowell matiza que se dan las mismas diferencias entre grupos en otros países con historias muy diferentes. Si uno maneja bastantes números, eventualmente encontrará algunas estadísticas que parecen encajar con nuestra visión. La estadística “Aha” tiene cada vez más seguidores. En esta línea, en el libro se mencionan distintos ejemplos reales sobre participación diferenciada de distintos grupos, en actividades diversas, sin que por ello haya discriminación.

Es también cada vez más habitual ilustrar el grado de desigualdad de la renta o la riqueza en país contraponiendo los porcentajes que corresponden con las decilas superiores con los de las decilas inferiores. Sowell pone el acento en un punto muy relevante: el supuesto implícito en este tipo de análisis es que se está hablando de clases de personas cuando de hecho estamos hablando de individuos en diferentes etapas de sus vidas. Según él, en Estados Unidos, sólo un 3% de la población tiende a permanecer en el 20% más bajo durante 8 años.

En el tramo final de la primera parte del libro se incide en las consecuencias prácticas de la cruzada por la justicia cósmica. Para Sowell, los que persiguen ésta han tendido a suponer que las consecuencias serían las pretendidas, lo que significa que las personas sujetas a las políticas del gobierno serían como piezas de un tablero de ajedrez, que pueden ser movidas como se quiera. Pero los beneficiarios previstos y quienes han de pagar los costes de tales beneficios reaccionan a veces de formas inesperadas. Para los jóvenes de raza negra ha habido, a su entender, algunas consecuencias trágicas.

La búsqueda de la justicia cósmica no necesariamente significa un resultado final de mayor igualdad o justicia que bajo políticas de justicia tradicional. Los únicos claros ganadores son quienes creen en la visión que dicha justicia cósmica proyecta, una visión en la que tales creyentes son así moral y/o intelectualmente superiores a otros.

Nadie debe estar feliz con las injusticias cósmicas, pero las cuestiones reales son: i) qué podemos hacer al respecto, y a qué coste; ii) qué debemos hacer colectivamente y cuánto debemos dejar a los propios individuos.Para Sowell, la justicia cósmica es irreconciliable con la libertad personal basada en el imperio de la ley, y destaca que el desarrollo económico ha sido la más exitosa de todas las políticas contra la pobreza. La primera parte finaliza con una fábula antigua, acerca de un perro que tenía un hueso en la boca, pero que pierde cuando trata de coger otro más grande que tenía su propia imagen reflejada en el agua de un charco. “La justicia cósmica se parece mucho a ese ilusorio hueso y también puede causarnos que perdamos lo que es alcanzable en la búsqueda de lo inalcanzable”.



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