Desde que
estudié ese curioso instrumento en el histórico manual del profesor Fuentes Quintana,
siempre lo había concebido como una reliquia histórica, que ha dado pie a su utilización
como un importante elemento de la trama narrativa en la literatura y el cine. Cuando,
en algunas clases sobre la deuda pública, hacía mención del instrumento, solía desatarse
la hilaridad entre los alumnos.
“Hacia la
mitad del siglo XVII -se expone en el manual señalado[1]-, por
obra del banquero italiano Lorenzo Tonti, se introdujo una variante en el
sistema de empréstitos vitalicios, creándose el procedimiento llamado de ‘tontina’,
derivado del nombre de su autor. La variante consiste en que, en lugar de un
solo suscriptor, frente al cual la obligación de pagar por el Estado cesaba a
la muerte de aquél, con el nuevo sistema el empréstito era suscrito por un
grupo de acreedores que componían la asociación llamada ‘tontina’ y a quienes
se pagaba una renta colectiva, de modo que cada año los supervivientes de cada
grupo se dividían entre ellos la renta íntegra”.
En la práctica, caben distintos perfiles para el sistema de cobro. Según un diseño típico, el último superviviente percibiría la totalidad de los fondos pactados. Este rasgo ofrece evidentes posibilidades para la creación literaria, que, como también es bien sabido, a veces se ve superada por la realidad. La idea de las tontinas es bastante sencilla, pero llegaron a ser “instrumentos extremadamente complejos, parecidos a los títulos respaldados por hipotecas de nuestros días”[2].
Después de un
largo período sumida en el olvido, la tontina ha resurgido en los últimos años,
no sólo de la mano de analistas que ven en ella un instrumento con potencial,
en un contexto de sistemas de pensiones con problemas de sostenibilidad y de aumento
de la longevidad[3],
sino también de la incorporación de algunas de sus características en esquemas
de previsión social aplicados en algunos países. Su autofinanciación es una de
las ventajas que destacan sus partidarios[4].
Durante un tiempo, el uso de las tontinas fue desestimado toda vez que se consideraba que no era moralmente aceptable apostar sobre la vida humana[5]. Aunque desde luego no explícitamente, en ese factor radica la base de muchos productos de seguro. En el caso de las tontinas, se da la peculiaridad de que el posible sentimiento afectivo entre los miembros de un grupo de partícipes colisiona con la rentabilidad financiera que cada uno puede percibir del instrumento. El interés por el estudio de las reacciones psicológicas viene a unirse al que tiene la consideración de los distintos componentes que están presentes en ese singular instrumento.
Como reliquia
histórica y como posible alternativa actual, el estudio de las tontinas se
merece un hueco dentro de los programas de educación financiera. Las
consideraciones de Adam Smith en “La Riqueza de las Naciones”, que, aunque breves,
requieren de una lectura sosegada, pueden ser una buena referencia para retomar
dicho análisis. En el capítulo dedicado a las deudas públicas afirma que “Basándose
en aquella confianza que todo hombre tiene de su propia fortuna, y en cuyo principio
descansa el éxito de todas las loterías, esta clase de anualidad [tontinas] se
vende generalmente por encima de su valor”.
[1]
Vid. E. Fuentes Quintana, “Hacienda Pública. Introducción, Presupuestos e Ingresos
Públicos”, Imprenta Rufino García, Madrid, 1973, pág. 448.
[2]
Vid. G. Goetzman, “Money changes everything. How finance made civilization
possible”, Princeton University Press, 2016, pág. 266.
[3]
Vid. M. A. Milevsky y T. S. Salisbury, “Optimal retirement tontines for the
21st century: with reference to mortality derivatives in 1693”, https://arxiv.org/abs/1307.2824.
[4]
Vid. Financial Times, “Tontines: not such a murderous idea”, Opinion Lex, 25 de
julio de 2021.
[5]
Vid. G. Tett, “How culture shapes our money mentality”, Financial Times, 18 de
junio de 2021.