9 de septiembre de 2021

Política presupuestaria y opinión pública

 

La percepción social sobre las cuestiones presupuestarias constituye un factor de primer orden que condiciona la opinión y la actitud de la ciudadanía respecto a las medidas de la política económica gubernamental. A finales del siglo XIX, el hacendista italiano Amilcare Puviani llamó la atención acerca de que los ingresos y los gastos públicos son áreas especialmente propensas a la aparición de ilusiones, esto es, de juicios erróneos sobre su verdadero alcance. Los estudios de opinión sobre la política fiscal realizados periódicamente por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ofrecen una base para contrastar la posible relevancia de dicho fenómeno. Del último publicado (julio de 2021) se desprende lo siguiente:

Los ciudadanos españoles consideran que el funcionamiento de algunos servicios públicos es muy o bastante satisfactorio (en torno al 60% opinan así, en los casos de la asistencia sanitaria, el transporte público y la seguridad ciudadana). Le siguen los de enseñanza, servicios sociales y obras públicas (en torno al 45%), mientras que los de justicia, “gestión de las pensiones” (sic) y ayuda a personas dependientes ocupan los últimos lugares. El CIS no diferencia entre servicios colectivos indivisibles y servicios individualizables, e incluye como servicios algunas actuaciones que realmente corresponden a prestaciones sociales.

Respecto a la función de los impuestos, para una mayoría (59%), “los impuestos son necesarios para que el Estado pueda prestar servicios públicos”. Ahora bien, éstos pueden ser de distintos tipos, colectivos o individuales.

Casi un 60% entienden que la sociedad, en conjunto, se beneficia poco o nada de los pagos al Estado en impuestos y cotizaciones. El anterior es un resultado llamativo, si nos atenemos simplemente al mantenimiento del sistema de pensiones y de los servicios públicos generales.

Algo más de un 60% de las personas creen que reciben menos de lo que pagan, frente a un exiguo 5,5% que manifiestan que reciben más de lo que contribuyen. La pregunta en sí misma nos lleva a adentrarnos en la peligrosa senda de las "balanzas fiscales individuales" y a reflexionar en torno al fundamento del principio de capacidad económica, que postula una desconexión total entre los impuestos y los beneficios recibidos del sector público, salvo en el caso de las aportaciones de carácter contributivo.

Por lo que respecta a la asignación de recursos, elevados porcentajes de las personas encuestadas estiman que se dedica muy poco a investigación, ayuda a personas dependientes y sanidad. Una mayoría se declara, con distinta intensidad, partidaria de mejorar los servicios públicos, aunque haya que pagar más impuestos. Ahora bien, no se recoge ninguna pregunta acerca de la utilización de tasas para el acceso a determinados servicios, a soportar por usuarios concretos, en lugar de recurrir a impuestos generales.

A tenor de las respuestas obtenidas, la conciencia fiscal está poco extendida entre los ciudadanos, lo que contrasta con la opinión emitida hace algunos años. Más de un 90% piensan que hay bastante o mucho fraude fiscal.

La carga fiscal es juzgada excesiva por casi uno de cada dos encuestados, e incluso un 40% la sitúan por encima de la media de la Unión Europea. El hecho de que la presión fiscal española sea en realidad inferior en términos agregados a dicha referencia no impide que las cargas individuales de quienes tributan escrupulosamente sean elevadas.

Más de un 80% rechazan la afirmación de que "los impuestos se cobran con justicia, esto es, que pagan más quienes más tienen", sin que haya que perder de vista la laxitud de este criterio, cuyo cumplimiento es compatible con impuestos progresivos, proporcionales o regresivos.

Respecto al modelo económico, una clara mayoría se decanta por un sistema mixto mercado-Estado, si bien el número de los partidarios de una intervención estatal extensiva (15%) triplica el de quienes respaldan primariamente la iniciativa privada (5%).

Se constata una polarización en la interpretación de los factores que determinan la posición económica personal (esfuerzo, educación y valía profesional vs. origen familiar, contactos o suerte), con una mayor inclinación hacia estos últimos.

Al margen de que las preguntas formuladas puedan ser mejorables desde un punto de vista técnico, sería sumamente interesante poder confrontar el cuadro que se desprende de las percepciones sociales con el que se derive de un análisis objetivo y riguroso.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



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