Desde que hace un par de años pusiera fin a su carrera como destacada articulista del diario Financial Times, para emprender un ilusionante proyecto educativo, como nos hicimos eco en una entrada de este blog, las comparecencias de Lucy Kellaway en dicho medio llegan con cuentagotas. Ante esa forzada escasez, tal vez por eso su lectura resulta más apreciable, jugosa y placentera.
Tal es el caso con su último artículo (“Lucy Kellaway - don’t worry less, worry smarter”, Financial Times, 27-12-2019), que se ocupa de una cuestión de enorme trascendencia en la vida de cada uno de nosotros, el de la cuasiomnipresencia de las preocupaciones, que, salvo excepciones de personas afortunadas o invulnerables, nos acompañan indefectiblemente en nuestro batallar diario.
Lucy reconoce tener un variopinto repertorio de preocupaciones, algunas de las más peregrinas, pero no por ello menos relevantes o significativas, y otras de mayor calado y repercusión social. No abdica de ellas, sino que, antes al contrario, reconoce que una de las cosas que no le preocupan es la posibilidad de preocuparse demasiado. Y ello a pesar del descrédito de las preocupaciones entre destacados pensadores y líderes históricos, e incluso de su puesta en cuestión por San Mateo (“¿Cuál de vosotros por el hecho de estar ansioso puede añadir una sola hora a la duración de su vida?”).
Aparte de algunos posibles efectos positivos identificables en personas proclives a la preocupación (de forma moderada), considera que “sin preocupaciones, la vida se convertiría en un mar plano de complacencia”. Y, en síntesis, nos recomienda no preocuparnos menos, pero hacerlo de forma más inteligente, como la que nos sugiere: la de preocuparse de la combinación de los colores -rosa y amarillo- de los tulipanes que ha plantado en su jardín.
A pesar de que probablemente estemos condenados de antemano a fracasar en el intento, no deja de ser esperanzador encarar el próximo año con ese espíritu.
Aunque no esté muy seguro de que, como señala la autora mencionada, dispongamos de una capacidad fija para las preocupaciones (sí es cierto que éstas tienden a estratificarse y, llegado el caso, ante eventos de distinto calibre, a relativizarse y reordenarse), no es mala idea hacer propósito de enmienda y tratar de optimizar nuestra asignación particular de preocupaciones. Posiblemente en el nuevo año nos aguardan flancos insospechados que se abrirán un hueco en nuestros desvelos, y harán que nos apartemos de nuestro programa, pero, en cualquier caso, siempre será positivo preservar algún reducto como tabla de salvación, en un mar que, por una u otra razón, no estará en calma chicha.
Y ya, finalmente, en este último post de este blog en 2019, no quiero dejar de expresar, a los contadísimos lectores del mismo (si es que aún queda alguno), mi más sincero agradecimiento, unido a mis mejores deseos para el año 2020 (lo de la “nueva década a punto de comenzar”, que comenta Lucy, lo dejaremos para mejor ocasión).