Desde hace algún tiempo, numerosos analistas y comentaristas vienen advirtiendo acerca del problema de la deuda financiera acumulada por los estudiantes universitarios estadounidenses. Se trata una cuestión que acumula ya polvo en mi “lista de (auto)pedidos”, que, desde una posición de impotencia acrecentada, se va viendo indefectiblemente ampliada. La relación entre la educación y el mercado de trabajo ha despertado desde siempre mi interés y, de hecho, la he abordado en diversos trabajos y artículos. Entre otros, en “¿Es rentable invertir en educación universitaria?” (La Opinión de Málaga, 20 de julio de 2011).
Sin duda, muchos estudiantes norteamericanos debieron de pensar que la respuesta a esa pregunta era claramente afirmativa, cuando apelaron al endeudamiento para poder cursar titulaciones en los centros universitarios elegidos.
Al leer las últimas informaciones sobre este asunto tomamos conciencia de que el problema, no sólo no ha disminuido, sino que se ha agravado a escala global, y, en el plano individual, lleva a numerosas personas a situaciones verdaderamente dramáticas.
Según se recoge en un reciente artículo publicado en el diario Financial Times, la deuda acumulada por esa línea crediticia asciende a 1,6 billones de dólares, equivalente a un 8% de la renta nacional estadounidense, magnitud que justifica el apelativo de “pesadilla de la deuda estudiantil” incluido en el título de dicho artículo (Alice Kantor, “The $1.6tn US student debt nightmare”, 27 de diciembre de 2019).
No es ahora mi intención abordar este espinoso problema, sino consignar ciertas informaciones relevantes que se derivan de ese artículo, así como algunas otras consideraciones, por si, en algún momento posterior, surgiera la oportunidad de meter mano a ese “(auto)pedido” antiguo:
§ La referida deuda ha pasado desde algo menos de medio billón de dólares en 2006 a la mencionada cifra en 2018, es decir, se ha multiplicado por algo más de tres.
§ Los precios de matrícula en las universidades norteamericanas oscilan entre los 10.000 y los 50.000 dólares anuales, de ahí que cursar un grado de cuatro años suponga un desembolso que puede llegar a los 200.000 dólares. A este importe hay que añadir, entre otros, los gastos de estancia y manutención.
§ Los préstamos de la Administración federal se conceden, a tipo de interés variable, bajo condiciones muy exigentes de recuperación. En caso de impago, la deuda no se extingue y se aplican tipos de interés crecientes.
§ Existe un programa de compensación de la deuda, igualmente exigente y limitado en su aplicación, mediante trabajos para el sector público.
§ Donald Trump prometió reducir durante su mandato la cifra de endeudamiento estudiantil, pero no se han adoptado medidas al respecto. Ha propuesto menores sumas de financiación federal e implantar titulaciones más cortas. Por su parte, los candidatos presidenciales Elizabeth Warren y Bernie Sanders plantean condonar las deudas existentes mediante la aplicación de impuestos sobre los ricos.
§ En un plano más general se suscitan diversos interrogantes:
o ¿Por qué criterios debe regirse el acceso a la enseñanza superior?
o ¿Cómo deben financiarse los costes de dicha enseñanza?
o ¿Es adecuada la fórmula del endeudamiento? ¿Con qué tipo de garantías? ¿Debe preverse la extinción automática de la deuda en caso de no lograrse ingresos suficientes en el mercado laboral?
o ¿Es preferible un modelo basado en la gratuidad o en un coste moderado para el estudiante?
o ¿Debe implicar el acceso a la educación universitaria con financiación pública algunas obligaciones para los estudiantes?
o ¿Sería conveniente informar a los estudiantes de los “costes sombra” originados por cada plaza universitaria?
o ¿Existe algún tipo de relación entre los precios de las universidades y la calidad efectiva de las mismas?
o ¿Cómo influye la educación universitaria en la configuración de la escala social?
o ¿Existe una prima salarial significativa para los graduados procedentes de las universidades mejor posicionadas?
o ¿Hay riesgo de que una extensión indiscriminada de la educación superior conduzca a situaciones de subempleo?
o ¿Deben existir vías de financiación gratuitas, públicas o privadas, para los alumnos con mayor rendimiento, o, por el contrario, debe primarse la situación socioeconómica de aquellos, dejando en un segundo plano el rendimiento académico?
En fin, un simple repaso no hace sino poder de relieve la complejidad del tema, que no admite ser despachado en una ociosa entrada de un blog como es ésta. Por ello, salvo que hubiese algún pedido externo e ineludible, lo más probable es que siga acumulando antigüedad en el mencionado listado, listado de la inquietud frustrada.