30 de agosto de 2020

Invitación a la serenidad: la propuesta de M. Draghi


Tal y como se señalaba en una reciente entrada de este blog (23-8-2020), en sus discursos económicos Mario Draghi tiende a conjugar el uso del análisis riguroso con el recurso a principios y valores filosóficos. Y asimismo muestra una especial habilidad para aderezar sus argumentos con citas impactantes verdaderamente aleccionadoras y significativas.

En la conferencia pronunciada, el día 18 de agosto de 2020, en un encuentro celebrado en Rímini, un Draghi sumamente relajado, a quien ha cambiado notoriamente el rictus tras haber abandonado la enormemente presionante sala de máquinas del gran acorazado monetario, examina la situación económica ocasionada por la pandemia del coronavirus[1].

En su opinión, “debemos aceptar la inevitabilidad del cambio con realismo y, al menos hasta que se encuentre un remedio, debemos adaptar nuestros comportamientos y políticas”. Más que dar una lección de política económica, según dice, pretendía hacer un llamamiento de una naturaleza más ética -hace hincapié en el “impegno ético”- para afrontar juntos los desafíos de la construcción y reafirmar los valores y objetivos sobre los que queremos reconstruir nuestras sociedades y economías.

Al hilo de su discurso evoca la “oración de la serenidad”, que, no obstante su disputada paternidad, él atribuye a Reinhold Niebuhr (1892-1971): “Dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; el coraje para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para conocer la diferencia entre unas y otras”.

Ante tan sabias y bellas palabras palidecen, al menos durante un instante, los dictados económicos, imprescindibles para intentar salir del laberinto en el que andamos perdidos. Su simple lectura es un motivo de deleite, y una oportunidad para reponer fuerzas a fin de tratar de encontrar el camino de salida, que, además de tortuoso y escarpado, será largo.



[1] Vid. “Draghi’s speech at Rimini Meeting”, 18 de agosto de 2020, htpps://www.meetingrimini.org/en.

27 de agosto de 2020

Una breve historia del tiempo para los inversores

Si alguien encuentra un artículo con el título que se replica en esta entrada y que, además, muestra en su cabecera una imagen de Albert Einstein, es bastante probable que se desaten las mayores expectativas acerca de su contenido[1]. Máxime si el artículo aparece en el medio especializado en finanzas de mayor influencia internacional. Tan elevado es el impacto del medio como amplio el rango descrito por la calidad y el interés de las colaboraciones en él publicadas, en algunos casos hasta extremos llamativos.

En el texto que nos ocupa, aunque salpicado de elementos significativos, no se colman, ni de lejos, las expectativas que uno pudiera haberse creado, sobre todo si tenía en mente su posible aprovechamiento para una acción de educación financiera.

Entre los mencionados elementos hay que reseñar la referencia inicial a la conocida frase atribuida a Einstein acerca del interés compuesto como la octava maravilla del mundo, que en otras versiones se convierte en la fuerza más poderosa del universo. En este contexto se recoge la siguiente sentencia, supuestamente expresada por el colosal físico: “Aquel que lo comprende [el interés compuesto] lo gana; quien no, lo paga”. 

En el artículo se aboga por la elección, por parte de los inversores, de compañías que prevalezcan en el tiempo. A tal efecto, se considera que la experiencia de la que ha sido la empresa más longeva del mundo puede aportar algunas claves sobre cómo identificar una organización con durabilidad. Kongo-Gumi, dedicada a la construcción de templos budistas, fue fundada en Japón… ¡en el año 578! Perduró más de 1.400 años hasta que fue adquirida por una gran compañía constructora (Takamatsu Construction Group) en 2006, después de haber entrado en quiebra debido a su elevada deuda, favorecida por una serie de arriesgadas inversiones inmobiliarias en los años ochenta del pasado siglo[2].

La lección que puede extraerse, según el autor del artículo, S. Edelsten, es sencilla: “Elija compañías que se dediquen a hacer aquello en lo que son buenas, y asegúrese de que comprende cuánta deuda mantienen”.

A partir de esa sensata recomendación lleva a cabo una incursión en torno a varias cuestiones relevantes en el contexto actual, pero el aspirante a pasajero del tiempo se queda esperando que anuncien la salida del viaje. O, tal vez, por alguna influencia einsteiniana, la brevedad de la historia viene explicada porque se rige por la velocidad de la luz.



[1] S. Edelsten, “A brief history of time for investors”, Financial Times, 15 de julio de 2020.
[2] La empresa se mantiene como filial especializada en el diseño y construcción de santuarios y templos, reparación, restauración y reparación de edificios del patrimonio histórico-cultural (www.takamatsu-cg.co.jp).

26 de agosto de 2020

La gestión de los multirriesgos globales en el siglo XXI: de la eficiencia a la resiliencia

Si aún se discute ampliamente sobre el alcance y la duración de la depresión económica derivada de la pandemia del coronavirus, la depresión mental, si no es ya un hecho, queda garantizada tras la lectura de un breve pero denso artículo publicado recientemente en una revista del Fondo Monetario Internacional: A. Florini y S. Sharma, “Reckoning with systemic hazards”, Finance & Development, junio 2020.

Tal es de abrumador el horizonte que se traza en dicho artículo, en el que se aborda la limitada capacidad existente para hacer frente a los riesgos sistémicos en el siglo XXI. Mientras que, hasta ahora, la noción de “sistémico” se asociaba -tal vez impropiamente- al conjunto de un sector económico, en algunos casos con ramificaciones en toda la economía, tales riesgos presentan más bien, conforme a la acepción adoptada, un carácter global o mundial. Según los mencionados autores, “impulsados por una creciente fragilidad en nuestros órdenes político, social, económico, y financiero -todos dependientes de un entorno natural cerca del borde- estos aparentes rayos caídos del cielo [riesgos sistémicos] seguirán golpeando. Con todos los sistemas simultáneamente en cambio constante, el siglo XXI está expuesto a experimentar disrupciones masivas que plantean amenazas serias y posiblemente existenciales a la sociedad”.

Ante la magnitud de los retos, consideran que es indispensable introducir grandes cambios en la adopción y en la ejecución de las decisiones, en contraposición a una sociedad regida por el manejo de algunas variables clave con vistas a obtener una actuación óptima. Según su interpretación, el mundo económico y político se ha venido moviendo con arreglo a un comportamiento miope y un foco limitado en torno a la eficiencia y los rendimientos financieros de los accionistas. Puede que, como eslogan amigable, este mensaje sea muy atinado, pero no deja de responde, a su vez, a esos mismos rasgos que de cuestionan.

Partir de semejante simplificación de los hechos no parece que sea una idónea receta para una evaluación general de las tendencias económicas, sociales y políticas imperantes. ¿Es adecuado dibujar un cuadro tan esquemático de una realidad tan compleja y diversa como la que se ha vivido en el planeta desde el final de la Segunda Guerra Mundial?

Florini y Sharma hacen un sucinto repaso de los problemas que se observan en los planos político, económico, financiero y medioambiental, y destacan que las tres esferas que determinan el bienestar humano -política, económica, y sistemas naturales- son cada vez más frágiles y difíciles de gestionar. Y se trata de fragilidades que interactúan.

Aunque admiten que los sistemas políticos actuales pueden hacer un buen trabajo en relación con fenómenos que sean predecibles, señalan que no pueden gestionar de manera efectiva riesgos que atraviesen silos y que sean inherentemente imprevisibles.

Ante tales contingencias la directriz recomendada es dar a la resiliencia –“la capacidad de la sociedad para absorber y adaptarse al cambio y prevenir las rupturas sistémicas”- la misma importancia que a las preocupaciones relativas a la eficiencia, que, a su entender, ahora dominan.

Seguidamente, exponen una serie de principios como base de los criterios de decisión para hacer frente a la realidad de los riesgos sistémicos, con sus complejidades, incertidumbres y ambigüedades: robustez en las elecciones, gobernanza multinivel, autoorganización empoderada, comunicación, y prospección del horizonte y acciones tempranas.  

El siglo XXI es cada vez menos el mundo de nuestros antepasados, proclaman finalmente los autores, cuya larga y prestigiosa trayectoria profesional no les impide -o tal vez es lo que les permite- ser extremadamente selectivos en su exégesis, y no menos en los remedios propuestos ante un panorama tan complejo, en el que, curiosamente, no se mencionan algunos riesgos ya experimentados por nuestros ancestros en el siglo XX, lamentablemente no erradicados, y otros que se pronosticaron por auténticos visionarios que cada día están más cerca de hacerse realidad.

25 de agosto de 2020

Vértigo finiagosteño


Se encamina el mes de agosto hacia su fin, con su legado de calor y humedad, que a buen seguro se prolongará hasta bien entrado el otoño, y se reabre la inquietante duda acerca de si volveremos a sentir caer la lluvia refrescante. Aunque este año el cielo apenas engaña, apenas da muestras de que pueda descargar algún aguacero purificador.

Especialmente hiriente en ese sentido fue el verano de 1984, año predoctoral. Después de bastantes días de mañanas plomizas, las nubes se mostraban inmisericordes, una y otra vez, hasta hacer desaparecer la esperanza. Aunque también la experiencia deja bien a las claras que esa frustración es preferible al temible azote de las aguas torrenciales y devastadoras.

Me vienen a la mente tales recuerdos y evocaciones cuando trato de encontrar un título a una relación de cuestiones y ejercicios de Sistemas Fiscales, que, con esta denominación genérica, constato, arrastro desde hace años. Me doy cuenta de que la primera vez se remonta al año 1987, después de cubrir una primera etapa docente. Quizás deba ahora incorporar el número de cuestiones y ejercicios incluidos, a efectos de diferenciación, aunque en esta ocasión la cifra acumulada (249) no responda a ninguna referencia canónica.

Sumido en estas cavilaciones compruebo que, casi desapercibido, mimetizado entre los objetos del escritorio, el marcapáginas que alguien me regaló hace tiempo sigue proclamando un imperecedero mensaje de Albert Einstein: “The important thing is not to stop questioning. Curiosity has its own reason for existing”. En otro extremo de la mesa releo otra frase inscrita en una regla de madera: “Cambiaría 10 conversaciones con Einstein por una cita con una bella corista”, al parecer pronunciada por el autor de “La peste”. ¿Tendrá esto algo que ver con el críptico mensaje que recibí justamente hace ahora un año: “La clave está en Camus”?

El vértigo y el aturdimiento son inevitables.

Tanto rodar y estamos otra vez en donde lo dejamos…”, canta Serrat en una de sus más entrañables canciones. ¿Será, tal vez, que, cuando el final se avecina, uno vuelve sin querer al punto de partida? ¿O quizás todo ha sido una mera ensoñación? Puede que el viaje no haya existido en la realidad, pero una cosa sí es cierta: la curiosidad sigue viva.

24 de agosto de 2020

La liberalidad en la asignación del dinero ajeno: lecciones de justicia distributiva en El Quijote


Además de su incomparable belleza literaria, El Quijote es una fuente inagotable de ingenio y sabiduría. Raro es el pasaje del que no pueda extraerse alguna enseñanza provechosa. El episodio en el que, ya camino de Barcelona, don Quijote y Sancho se relacionan con un grupo de bandoleros no es una excepción al respecto.

En él encontramos algunas interpretaciones de la justicia distributiva y distintas percepciones acerca de la legitimidad de la disposición del dinero ajeno. En aquel menester, el jefe de la banda, Roque Guinart, se muestra inicialmente como un gran virtuoso, toda vez que “lo repartió [el botín] por toda su compañía, con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva”.

Además de esta virtud, evidencia luego la del comedimiento en la “extracción del valor” de las víctimas del asalto. Ante un “patrimonio efectivo” compuesto por 90 escudos y 60 reales, después de oír las historias de los apresados, que se encaminaban a Italia, determina que únicamente le entreguen (le “presten”) 140 escudos, “para contentar esta escuadra que me acompaña, porque el abad de lo que canta yanta”.

Y, aun cuando se declara como “mal contador”, resuelve inmediatamente el siguiente cálculo distributivo: “De estos escudos dos tocan a cada uno [de los 60 integrantes de la banda] y sobran veinte: los diez se den a estos peregrinos, y los otros diez a ese buen escudero, porque pueda decir bien de esta aventura”.

Magnánimo en su inesperado gesto, que dejó admirados a los “prestamistas” forzados, su criterio no contó, empero, con el beneplácito de uno de los bandidos, quien no pudo evitar quejarse amargamente: “Este nuestro capitán más es para frade que para bandolero: si de aquí adelante quisiere mostrarse liberal, séalo con su hacienda, y no con la nuestra”.

Podríamos, pues, designar como “el criterio de Roque Guinart” esa tendencia bastante extendida entre personas resueltamente generosas que muestran una acentuada propensión a efectuar repartos de recursos provenientes de terceras personas.

El personaje discrepante de tal criterio en la aventura cervantina, aunque pronunció sus palabras quedamente y “en su lengua gascona y catalana”, tuvo la desdicha de que llegaron a oídos del líder. Tal y como puede deducirse del texto (segunda parte, capítulo LX), no puede decirse que entre sus cualidades figurara también la de la conmiseración con los miembros de su tropa: “De esta manera castigo yo a los deslenguados y atrevidos”. No obstante, en este caso podría decirse que, asimismo, llevó a cabo una cierta “distribución”, aunque bastante peculiar y poco conveniente para la parte afectada.

23 de agosto de 2020

La tríada básica de cualidades del buen gobernante: la visión de M. Draghi

En su trayectoria como máximo representante de la primera institución monetaria europea, Mario Draghi se ha distinguido, al menos, por tres atributos: ser un decidido hombre de acción, acumular y manejar sabiamente los fundamentos del análisis económico, e inspirarse en principios y valores filosóficos de gran alcance y profundidad. Tras dejar las responsabilidades en las que evidenciaba ese primer atributo, sigue exhibiendo los otros dos.

Sus advertencias y recomendaciones económicas acerca de la gestión de los elevados montantes de deuda pública en el contexto de la pandemia del coronavirus, plasmadas en una reciente conferencia pronunciada, el día 18 de agosto de 2020, en un encuentro en Rímini, son particularmente valiosas.

Pero, al margen del componente económico, en ese discurso, M. Draghi hace referencia a otro suyo anterior que tuvo lugar en la Universidad Católica de Milán en 2019, cuando puso de relieve las tres cualidades que considera indispensables para aquellas personas que ejercen el poder público:

i. La búsqueda del conocimiento, de manera que las decisiones se basen en hechos y no sólo en convicciones.

ii. El coraje para adoptar decisiones, especialmente cuando no todas sus consecuencias son conocidas con certeza, puesto que la inacción en sí misma tiene consecuencias y no exime de responsabilidad a quienes han de adoptar las decisiones.

iii. La humildad para comprender que el poder que se les ha otorgado no lo ha sido para usarlo arbitrariamente, sino para alcanzar los objetivos que el legislador les ha asignado dentro de un mandato específico.

No es complicado ir añadiendo otros requisitos para definir el perfil “ideal” de un gobernante público, pero sin duda sí es sumamente difícil que la tríada sugerida por Draghi pueda ser rebatida como pilar fundamental para el diseño de un molde adecuado, y como piedra de toque para evaluar las actuaciones individuales. Sin embargo, la evaluación imparcial y objetiva es una tarea cada vez más ardua ante la influencia creciente de los medios comunicación y de las redes sociales como creadores de opinión.

22 de agosto de 2020

La caída del Imperio romano: las tesis liberales


Un conocido mío, de tendencias manifiestamente liberales, me remitió ayer un enlace a un vídeo de una clase del profesor Jesús Huerta de Soto, economista de la Escuela Austríaca, acerca de las causas de la caída del Imperio romano, sobre cuyo contenido solicitaba mi parecer.

A pesar de que di mi última clase presencial hace tan sólo unos meses, concretamente el día 10 de marzo de 2020, presenciar un fragmento de una sesión me ha resultado algo muy extraño, como perteneciente a una época muy lejana. Por momentos creí verme a mí mismo deambulando por la tarima del aula, en apariencia similar a las de mi Facultad, lo cual me llevaba, una vez más, a añorar el primigenio centro de tan desdichado destino, pero no llegaba a reconocerme. Daba la impresión de que todo se desdibujaba sin llegar a materializarse. No sé si todos estos años -¡ya 39!- han sido un sueño o una realidad.

A tenor de semejantes divagaciones, no logré concentrarme en el hilo argumental, aunque en verdad era directo y fácil de aprehender. La causa fundamental de la caída del Imperio romano radicó, según el referido profesor, en la descomposición de sus bases económicas a raíz de un intervencionismo público mal concebido y peor ejecutado que destruyó los incentivos económicos para llevar a cabo actividades productivas.

En todo caso, la tesis del profesor Huerta de Soto está plasmada en un breve artículo, “Socialismo y descivilización”, Mises Institute, 31-12-2018. Procuraré leerlo a fondo a fin de calibrar meditadamente el posible papel de los argumentos esgrimidos respecto al colapso del Imperio romano, hito para el que no faltan propuestas explicativas, que siguen apareciendo con nuevos enfoques, como el ligado a los factores medioambientales.

La mencionada tesis entronca con el planteamiento de Ludwig von Mises, uno de los principales exponentes de la Escuela Austríaca, quien en la obra “La acción humana” (1949), sostenía que “lo que ocasionó el declive del imperio romano y la descomposición de su civilización fue la desintegración de su interconectividad económica, no las invasiones bárbaras. Los agresores externos meramente sacaron ventaja de una oportunidad que había ofrecido la debilidad interna del imperio. Desde un punto de vista militar, las tribus que invadieron el imperio en los siglos cuarto y quinto no eran más formidables que los ejércitos que las legiones habían derrotado en tiempos anteriores. Pero el imperio había cambiado. Su estructura económica y social era ya medieval”.

Tal vez una sesión de cine fórum con la “La vida de Brian” como eje de referencia -si las circunstancias permiten retomar esta senda de actividad- podría ser una buena oportunidad para debatir acerca de las causas del derrumbe del Imperio romano. Mucho es el legado de aquella civilización, y muchas las enseñanzas que pueden extraerse de su abrupto final.

Pero si, como señala Schumpeter, la magnitud y la diversidad de los problemas económicos, hacia finales del período republicano, eran tales que “habrían podido ocupar a una legión de economistas en aquel artificial marco político creado por la conquista militar y por todas las consecuencias de la guerra permanente”, haría falta un elenco de esos profesionales, así como de la ayuda de expertos en otras especialidades, para proveer una explicación equilibrada del referido episodio, que posiblemente no sería completa ni definitiva.

21 de agosto de 2020

El plácido examen veraniego del BCE


El Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (UE) prohíbe, en su artículo 123, la financiación al sector público, por parte del Banco Central Europeo (BCE) y los bancos centrales nacionales, así como la compra directa por éstos de deuda pública. Sin embargo, una de las actuaciones básicas del BCE consiste en la adquisición de activos públicos. ¿Consideraría Vd. que se incumple el Tratado?

Desde hace años, dicha política viene siendo objeto de debate en Alemania, donde los críticos esgrimen que el BCE se ha excedido en su mandato facilitando una financiación ilegítima y, al propio tiempo, exponiendo a los contribuyentes a pérdidas potenciales. Las referidas operaciones son efectuadas por los bancos centrales nacionales según la participación de cada país en la población total y el producto interior bruto de la UE.

El Tribunal de Justicia de la UE, en diciembre de 2018, había rechazado esa tesis, pero una sentencia del Tribunal Constitucional Federal de Alemania, difundida el 5 de mayo de 2020, hizo saltar las alarmas. Esta sentencia ordenaba al gobierno alemán verificar que el BCE lleva a cabo una “valoración de proporcionalidad” de sus compras de deuda pública, para asegurar que sus efectos económicos no sobrepasan sus objetivos de política económica.

El BCE viene afirmando que su programa de compra de bonos públicos no constituye una vía de financiación monetaria, toda vez que se trata de adquisiciones en los mercados secundarios y no en los primarios, además de existir unos límites de tenencia en balance de títulos de los Estados Miembros. El mismo 5 de mayo señalaba que mantenía su pleno compromiso de “hacer todo lo que sea necesario” para garantizar que la inflación aumente hacia niveles compatibles con su objetivo a medio plazo, y que las medidas de política monetaria adoptadas con vistas a la estabilidad de precios se transmitan a todos los ámbitos de la economía y a todas las jurisdicciones de la zona del euro.

El Tribunal alemán afirma que la búsqueda por el BCE, a través del programa de compra de activos públicos, de que la inflación alcance niveles por debajo pero cercanos al 2%, no puede suponer, sin más, ignorar sus efectos económicos. Éstos inciden en los ciudadanos, los inversores, los arrendatarios, los propietarios inmobiliarios, los ahorradores y los titulares de pólizas de seguro, y pueden afectar, adicionalmente, a la estabilidad de la Unión Económica y Monetaria, sin que quede constancia de que el BCE realizara este análisis.

El Tribunal con sede en Karlsruhe sugería que el BCE debía presentar documentación para demostrar que dicho ejercicio tuvo lugar, pues, de lo contrario, sería imposible dilucidar si la decisión adoptada estaba respaldada por sus legítimas competencias. Para ello, confería un plazo de tres meses.

Para allanar el terreno a los “evaluadores interpuestos”, el BCE ha distribuido actas de reuniones en las que se evidencian las discusiones económicas llevadas a cabo antes de adoptar las decisiones. En carta dirigida al Parlamento de su país, el Ministro de Finanzas germano comunicaba que, después de examinar la documentación aportada, el BCE había cumplido plenamente los requerimientos planteados por el Tribunal constitucional. Esta sería la postura adoptada, de forma claramente mayoritaria, por el Bundestag.

También, posteriormente, el Bundesbank, el banco central alemán, se ha sumado a esa tesis, a pesar de la trayectoria crítica de su presidente hacia la “expansión cuantitativa”. Sin embargo, el hecho de haber negado por tres veces a Cristo no impidió a Pedro tener luego un papel tan destacado en la cristiandad. Y, en el proceso de conversión -monetaria, presupuestaria y fiscal- de Alemania, en el camino de la “Next Generation EU”, el episodio desencadenado por el Tribunal de Karlsruhe, que amenazaba con ocasionar un terremoto o, al menos, una inquietante tempestad, ha quedado en unas simples nubes de verano. El BCE no ha necesitado ni siquiera desplegar su paraguas. En la fecha límite marcada, el Bundesbank ha confirmado que seguirá participando en el programa del BCE de compra de deuda pública.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

20 de agosto de 2020

“La gran mentira”: ¿dónde está la verdad?

El mes de agosto es, en principio, un período propicio para tratar de encontrar algún que otro rato de desconexión mental gracias a alguna buena película de mero entretenimiento, con fuerza suficiente para abrir un paréntesis de abstracción de los problemas cotidianos. Un buen test al respecto puede ser ver en qué medida, en caso de que tenga una presencia significativa, uno es capaz de obviar el componente económico-financiero. Algo que, a la postre, resulta bastante complicado, aunque aquél se sitúe en un plano secundario.

Tras un buen cúmulo de frustraciones, ya en pleno ferragosto, un tanto inesperadamente me topé con “La gran mentira”, película dirigida por Bill Condon, protagonizada por dos auténticos astros de la gran pantalla, Helen Mirren y Ian McKellen, y basada en la novela de Nicholas Searle “The good liar”. No sé si la peculiar traducción al español se deriva del deseo de evitar ponerle género al protagonista de las mentiras, o si responde a otra motivación.

Aun cuando hay detalles cuestionables y puntos débiles en la trama, particularmente aderezada en su vertiente retrospectiva, la cinta se deja ver con una considerable dosis de agrado e interés, más allá incluso de la interpretación de los artistas mencionados -business as usual. No me atrevería a ubicar el largometraje, sobre la marcha, en un percentil concreto atendiendo a su calidad, dentro de su género, pero estoy convencido de que no sería demasiado bajo.

Aquellas personas interesadas en buscar las conexiones económico-financieras en las obras cinematográficas, en la que comentamos, no necesitan desplegar un gran esfuerzo. Al fin y al cabo, el dinero es el hilo conductor que subyace en gran parte del guion. Juega un papel ciertamente importante, por lo que llama la atención la aparente ligereza en el tratamiento de algunas cuestiones básicas. En cualquier caso, se aportan una serie de elementos aprovechables como base para posibles acciones de educación económica, financiera y tributaria.

Entre ellos, la utilización espuria de cuentas en centros off shore con vistas a dificultar el control por la Administración fiscal, la operatoria contractual y telemática de dichas cuentas, el ofrecimiento de rentabilidades inusitadamente elevadas, la no identificación de la cesta de activos, o la constitución de fondos de inversión. La falta de alfabetización financiera, la ignorancia de los riesgos financieros, la ausencia de la más mínima prudencia, y las actuaciones sesgadas de los asesores financieros se acumulan de manera exagerada por necesidades del guion. La planificación financiera y la psicología en la toma de decisiones cobran asimismo un gran relieve en la historia narrada. Todo ello no viene sino a convertirse en un patente aval de la necesidad de la educación financiera para cualquier ciudadano, y de manera especial para quienes están en la tercera edad.

Por lo que respecta a la valoración de la película, circunstancialmente me he encontrado con algunas opiniones entusiastas, que, de manera algo sorpresiva, contrastan con un considerable porcentaje de críticas muy acentuadas que, en algunos casos, llegan a ser demoledoras. Reconozco que estas últimas han desbordado ampliamente mis expectativas. Y, de manera casi inevitable, surge la duda de cómo ese nutrido colectivo de feroces críticos calificaría el grueso de las películas que se sitúan por debajo del percentil 90º de calidad, si es que ésta pudiera definirse de alguna manera objetiva.

Algunos consideran que la cinta, en cuanto a sus méritos, hace honor a su título en castellano, lo que tal vez resulta un tanto exagerado. Quizás lo mejor, al igual que en el plano financiero, sea adoptar la mayor cautela posible, proclamando, de entrada, que no sabemos dónde está la verdad. Y tampoco sabemos si, además de los asesores financieros, como ocurre en la pantalla, los asesores y los expertos en el séptimo arte pueden también verse afectados, positiva o negativamente, por algunos sesgos.

19 de agosto de 2020

El “impuesto ‘Hotel California’” llega a los Países Bajos


La inquietante canción de The Eagles causó auténtico furor, y casi sigue marcando una época con su inconfundible y cautivadora melodía: “On a dark desert highway… I had to stop for the night… This could be heaven or this could be hell… Welcome to the Hotel California… Relax, said the night man, we are programmed to receive, you can check out any time you like, but you can never leave!”.

Sin embargo, la mítica canción vuelve a estar de actualidad en el hit parade tributario. Muchos son los países que se muestran muy hospitalarios para acoger a multinacionales con el propósito de que fijen su residencia en sus territorios. Los servicios y los extras suelen ser abundantes para hacer lo más grata posible la estancia a los huéspedes. Distinto es el tratamiento cuando las corporaciones, normalmente a la búsqueda de opciones más ventajosas, deciden emigrar a otra jurisdicción fiscal. De pronto, se dan cuenta de que el hotel estaba rodeado por un profundo foso, y de que el encargado del puente levadizo no se encuentra de servicio. Una vez resueltos, con alguna que otra dificultad, estos molestos trámites toman conciencia de que, antes de cruzar la frontera, tienen que hacer frente a una ignorada factura fiscal que puede ser bastante onerosa. Tal vez, haciendo los cálculos pertinentes, puede merecer la pena aplazar la salida.

Los “impuestos a la salida”, los “exit taxes”, han proliferado en los últimos años. En los Países Bajos hay un proyecto en curso para su implantación, al que sus detractores han calificado con el nombre de la canción de The Eagles. La propuesta, presentada por un parlamentario del grupo de los “Verdes”, va orientada a penalizar a compañías con ingresos superiores a los 750 millones de euros anuales que salgan de los Países Bajos para instalarse en jurisdicciones de baja tributación.

Se supone que la multinacional Unilever, que suministra productos de nutrición, higiene y cuidado personal, sería sujeto pasivo del nuevo impuesto, a raíz de su intención de trasladar su sede desde Rotterdam al Reino Unido. La razón objetiva esgrimida es que este país no aplica retenciones sobre los dividendos. De aprobarse el tributo, y de confirmarse la salida, la compañía tendría que hacer frente a una cuota de 11.000 millones de euros. No es de extrañar que hayan manifestado que, en tal caso, renunciarían a su plan de establecer una entidad corporativa única en el Reino Unido (M. Khan y J. Evans, “Dutch plan to tax departing multinationals gains momentum”, Financial Times, 17 de agosto de 2020).

En cierto modo, desde hace algunos años, el sistema tributario español se hizo también seguidor ex post del grupo californiano, en los ámbitos de la imposición personal, societaria e individual. Así, el artículo 19.1 de la Ley del Impuesto sobre Sociedades establece que “se integrará en la base imponible la diferencia entre el valor de mercado y el valor fiscal de los elementos patrimoniales que sean propiedad de una entidad residente en territorio español que traslade su residencia fuera de éste…”.

En fin, parafraseando la referida canción, la experiencia impositiva en el panorama internacional puede llevar a que una empresa que creía encontrarse, si no en el “heaven”, al menos, en un “haven”, acabe atrapada, si no en el “hell”, sí en un “hellhole”, o simplemente en un “hole”. Quizás entonces alguien se acuerde del cuento de Hänsel y Gretel que tanto temor le indujo en su infancia.

18 de agosto de 2020

El cálculo de la rentabilidad media: media aritmética vs media geométrica

En una entrada de este blog de fecha 11-8-2020 (“El cálculo de la rentabilidad media: la importancia del indicador utilizado”) se planteaba una cuestión referente al uso de una tasa apropiada como resumen de la rentabilidad derivada de una inversión financiera durante un período.
Aun cuando se trataba de una cuestión bastante elemental, aunque en modo alguno trivial en cuanto a su significado, puede ser interesante efectuar algunas consideraciones al respecto con vistas a su posible utilización en una sesión introductoria de educación financiera. Con ese propósito tales consideraciones se expondrán en una breve nota que se publicará próximamente en EdufiAcademics, siempre, naturalmente, que sea aceptada.
En dicha nota se hará alusión a la noción de media geométrica, que se define de la siguiente manera: para un conjunto de datos (x1, x2, x3 … xn), la media geométrica viene dada por la raíz enésima del producto de tales datos. Para el caso en el que haya dos datos, como la raíz cuadrada del producto de ambos datos.
Se trata de un indicador frecuentemente soslayado, pero que resulta conveniente utilizar en el ámbito de las operaciones financieras. Dejando por ahora al margen el problema que se plantea cuando nos encontramos con valores nulos o negativos, es interesante constatar cómo, para un conjunto de tasas de rendimiento, la media aritmética ofrece un valor superior al de la media geométrica, y cómo esa diferencia se amplía cuanto mayor es la volatilidad de los datos.
Dichos rasgos pueden apreciarse en los ejemplos recogidos en la tabla adjunta, en la que aparecen 5 series de datos (A, B, C, D y E) con una dispersión creciente.
Por otro lado, a título ilustrativo podemos considerar un supuesto donde exista una gran diferencia entre los valores observados. Así, por ejemplo, si, en una familia compuesta por dos personas, una tiene una renta de 1 euro y otra, de 999 euros, la renta media de esta familia será de 500 euros según la media aritmética, pero de 31,6 euros según la media geométrica. It makes a difference!

17 de agosto de 2020

El desafío de Thomas Sowell al pensamiento dominante


En una entrada reciente de este blog, de fecha 28 de junio de 2020, se hacía referencia a la gran convergencia ideológica observada en los best sellers económicos. Ya se trate de temas relacionados con el mercado laboral, el desarrollo económico, la distribución de la renta y la riqueza, el papel del sistema financiero, la situación socioeconómica comparativa entre mujeres y hombres, las discriminaciones sociales, y otros muchos otros aspectos, el pensamiento hegemónico sigue extendiendo sus dominios. Cada vez son menos quienes, por convicción, recato, inhibición, retraimiento, desaliento, razones de supervivencia, o simplemente desazón, se muestran dispuestos a sostener puntos de vista discrepantes con la todopoderosa mainstream.

El establecimiento de una corriente principal no es, por supuesto, algo negativo en sí mismo, siempre que esté construida sobre una base de fundamentación científica, adoptando las oportunas salvaguardas popperianas. El problema puede surgir cuando la necesaria discusión argumental queda proscrita en favor de una posición dogmática apriorística, que incluso es capaz de imponer la agenda de contenidos. Cuando se prescinde del estudio sistemático y profundo, el conocimiento da paso a las creencias, y abre el camino a la consolidación de potenciales falacias.

Por todo ello, no deja de sorprender encontrar una obra en la que, de forma totalmente abierta, se aporta una batería de argumentos que pretenden poner en jaque el corpus doctrinal imperante, como es la de Thomas Sowell “Economic facts and fallacies”, publicada inicialmente en el año 2007.

A pesar de los años transcurridos, el conocido profesor, que el pasado mes de junio cumplió 90 años, pone en suerte un buen número de temas candentes en la actualidad para su consideración a través del prisma del análisis económico y de la evidencia empírica.

Una de las cuestiones que aborda es la relativa a la denominada “brecha salarial” entre el hombre y la mujer. Sin pretender ahora entrar en el fondo de este espinoso asunto, me ha sorprendido encontrar el apoyo a una tesis, tan lógica como poco defendida en la práctica, cual es la referente a la necesidad de efectuar comparaciones estrictamente homogéneas. A ella hacia alusión en una entrada de este blog de fecha 27 de agosto de 2017 (“Brecha salarial de género: a la sombra del techo de cristal”).

El profesor Sowell afirma lo siguiente: “Idealmente, nos gustaría poder comparar a mujeres y a hombres que sean verdaderamente comparables en educación, habilidades, experiencia, continuidad del empleo, y trabajo a tiempo completo o a tiempo parcial, entre otras variables, y luego determinar si los empleadores contratan, retribuyen, y promueven a las mujeres de la misma forma que lo hacen con los hombres comparables”.

No parece una desaconsejable pauta metodológica para analizar, sin dogmas previos, las realidades existentes en el mercado de trabajo. Una cita de John Adams, uno de los padres fundadores, encabeza el libro: "Los hechos son tozudos; nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, no pueden alterar el estado de los hechos y la evidencia". Sin embargo, a lo largo de la historia, los hechos oficiales han venido, en ocasiones, a refutar ese espléndido adagio.

15 de agosto de 2020

Algunos principios económicos del Eclesiastés

El Eclesiastés figura catalogado como uno de los “libros sapienciales” de la Biblia. El texto hace pleno honor a esa calificación, pues las reflexiones de Qohélet son un compendio de sabiduría del que pueden extraerse valiosas lecciones, como ésta: “la sabiduría es más provechosa que la necedad, como la luz aprovecha más que las tinieblas”.

Además de ingeniosas “reglas de vida”, sus escuetos párrafos contienen también algunos principios y razonamientos con conexiones económicas. He aquí algunos de ellos:

i.  El “efecto antilegado”: la reticencia a que los sucesores dinásticos del autor de las reflexiones, sin esfuerzo ni mérito algunos, llegaran a disfrutar de los frutos de sus actuaciones actúa como un desincentivo a la realización de proyectos que beneficiarían no sólo a los monarcas sino también al conjunto de la población.

ii. La exaltación del bienestar personal: nos encontramos también con la máxima de que “… el único bien del hombre es disfrutar y pasarlo bien en la vida”, lo que, en el marco de una filosofía hedonista, nos situaría en el camino de los indicadores basados en la felicidad más que en la producción nacional.

 iii. El componente anímico de las retribuciones: “el único bien del hombre es disfrutar con lo que hace: esta es su paga”.

iv. El principio de insaciabilidad, especialmente aplicable cuando se trata de dinero: “quien ama el dinero nunca se sacia”.

v.  El principio de la diversificación del patrimonio: hoy la diversificación de activos es un auténtico lugar común, aunque sea una pregunta fija en los cuestionarios sobre cultura financiera; no obstante, como se ponía de relieve en una entrada de este blog de fecha 6 de diciembre de 2018, nos podemos encontrar con algunas curiosas sorpresas cuando repasamos su consideración desde una perspectiva histórica. El principio aparece recogido claramente en el libro sagrado, si bien impregnado de algunas connotaciones un tanto crípticas: “Envía tu grano por el mar y después de cierto tiempo podrás recuperarlo. Divide lo que tienes en siete u ocho partes, pues no sabes la desgracia que puede sobrevenir en la tierra…[1]”.



[1] En la versión inglesa, la idea de invertir en proyectos diferentes aparece expresada de forma más nítida: “Invest in seven ventures, yes in eight; you do not know what disaster may come upon land”.

14 de agosto de 2020

La batalla épica de ‘Fortnite’ contra el “impuesto de Apple”

“… si camina como un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, es un pato”. Últimamente se cita bastante esta conocida expresión del poeta James Withcomb Riley. Verdaderamente, hay bastantes contextos donde aplicarla, y también numerosos casos donde, a pesar de lo que apuntan todas las evidencias, hay resistencia a admitir la verdad.

Lo contrario suele ocurrir con los impuestos: si no camina como un impuesto, no tiene el mismo destino que un impuesto, y no emana de una ley, ¿por qué se le llama impuesto? En sentido contrario, a veces concurren todas las cualidades de un impuesto, y el empeño es darle otro nombre. En fin, paradojas del lenguaje tributario.

Desde el año 2011, está vigente el denominado “Apple tax”, el “impuesto de Apple”. La gran compañía tecnológica, además de tentarnos con los inigualables productos identificados con la irresistible manzana, también ha demostrado una gran habilidad para desplegar sus redes recaudatorias, aunque no sean tributarias. En dicho año comenzó a cobrar una comisión del 30% de los ingresos por ventas a través de Apple Store, además de establecer restricciones que dificultaban poder competir con Apple Pay.

Recientemente se ha abierto una batalla legal protagonizada por uno de los más exitosos creadores de videojuegos, Epic Games. El juego Fortnite, que, según todos los indicios, levanta auténticas pasiones, puede ser descargado de forma gratuita, pero, circunstancialmente, no los complementos, cuya demanda genera unos ingresos del orden de 34 millones de dólares mensuales.

La empresa desarrolladora, ante ese reparto de ingresos “impuesto”, ha decidido pasar de los juegos en la pantalla a los juegos en la arena legal, donde seguramente tendrá que hacer frente a una epopeya con efectos reales. De entrada, su juego estrella ha sido expulsado de la plataforma de Apple, como represalia por haber intentado una opción de pago que sortea el peaje de Apple, aderezada con el gancho de un importante descuento.

Epic Games sostiene que el sistema de pagos de Apple es “ilegal” y “monopolístico”, y que “el poder de Apple se evidencia además por su capacidad para extraer impuestos supra-competitivos sobre las ventas de apps a través de Apple Store”.

El asunto está siendo investigado por el Congreso estadounidense, donde el presidente de la comisión antimonopolio ha calificado la comisión del 30% como “exorbitante”, equiparándola a un “asalto a la diligencia” (P. McGee, “‘Fortnite’ maker goes to war over ‘Apple tax’”, Financial Times, 14 de agosto de 2020).

Es evidente que el “Apple tax” -aunque firmemente impuesto por un poder que, en algunas vertientes, supera el estatal- no es un impuesto, pero no puede olvidarse que las protestas por la aplicación de tributos sobre las colonias fue un destacado “driver” de algunas señaladas guerras de independencia.

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