17 de agosto de 2020

El desafío de Thomas Sowell al pensamiento dominante


En una entrada reciente de este blog, de fecha 28 de junio de 2020, se hacía referencia a la gran convergencia ideológica observada en los best sellers económicos. Ya se trate de temas relacionados con el mercado laboral, el desarrollo económico, la distribución de la renta y la riqueza, el papel del sistema financiero, la situación socioeconómica comparativa entre mujeres y hombres, las discriminaciones sociales, y otros muchos otros aspectos, el pensamiento hegemónico sigue extendiendo sus dominios. Cada vez son menos quienes, por convicción, recato, inhibición, retraimiento, desaliento, razones de supervivencia, o simplemente desazón, se muestran dispuestos a sostener puntos de vista discrepantes con la todopoderosa mainstream.

El establecimiento de una corriente principal no es, por supuesto, algo negativo en sí mismo, siempre que esté construida sobre una base de fundamentación científica, adoptando las oportunas salvaguardas popperianas. El problema puede surgir cuando la necesaria discusión argumental queda proscrita en favor de una posición dogmática apriorística, que incluso es capaz de imponer la agenda de contenidos. Cuando se prescinde del estudio sistemático y profundo, el conocimiento da paso a las creencias, y abre el camino a la consolidación de potenciales falacias.

Por todo ello, no deja de sorprender encontrar una obra en la que, de forma totalmente abierta, se aporta una batería de argumentos que pretenden poner en jaque el corpus doctrinal imperante, como es la de Thomas Sowell “Economic facts and fallacies”, publicada inicialmente en el año 2007.

A pesar de los años transcurridos, el conocido profesor, que el pasado mes de junio cumplió 90 años, pone en suerte un buen número de temas candentes en la actualidad para su consideración a través del prisma del análisis económico y de la evidencia empírica.

Una de las cuestiones que aborda es la relativa a la denominada “brecha salarial” entre el hombre y la mujer. Sin pretender ahora entrar en el fondo de este espinoso asunto, me ha sorprendido encontrar el apoyo a una tesis, tan lógica como poco defendida en la práctica, cual es la referente a la necesidad de efectuar comparaciones estrictamente homogéneas. A ella hacia alusión en una entrada de este blog de fecha 27 de agosto de 2017 (“Brecha salarial de género: a la sombra del techo de cristal”).

El profesor Sowell afirma lo siguiente: “Idealmente, nos gustaría poder comparar a mujeres y a hombres que sean verdaderamente comparables en educación, habilidades, experiencia, continuidad del empleo, y trabajo a tiempo completo o a tiempo parcial, entre otras variables, y luego determinar si los empleadores contratan, retribuyen, y promueven a las mujeres de la misma forma que lo hacen con los hombres comparables”.

No parece una desaconsejable pauta metodológica para analizar, sin dogmas previos, las realidades existentes en el mercado de trabajo. Una cita de John Adams, uno de los padres fundadores, encabeza el libro: "Los hechos son tozudos; nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, no pueden alterar el estado de los hechos y la evidencia". Sin embargo, a lo largo de la historia, los hechos oficiales han venido, en ocasiones, a refutar ese espléndido adagio.

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