En
una entrada reciente de este blog, de fecha 28 de junio de 2020, se hacía
referencia a la gran convergencia ideológica observada en los best sellers
económicos. Ya se trate de temas relacionados con el mercado laboral, el
desarrollo económico, la distribución de la renta y la riqueza, el papel del
sistema financiero, la situación socioeconómica comparativa entre mujeres y
hombres, las discriminaciones sociales, y otros muchos otros aspectos, el
pensamiento hegemónico sigue extendiendo sus dominios. Cada vez son menos
quienes, por convicción, recato, inhibición, retraimiento, desaliento, razones
de supervivencia, o simplemente desazón, se muestran dispuestos a sostener
puntos de vista discrepantes con la todopoderosa mainstream.
El
establecimiento de una corriente principal no es, por supuesto, algo negativo
en sí mismo, siempre que esté construida sobre una base de fundamentación
científica, adoptando las oportunas salvaguardas popperianas. El problema puede surgir
cuando la necesaria discusión argumental queda proscrita en favor de una
posición dogmática apriorística, que incluso es capaz de imponer la agenda de
contenidos. Cuando se prescinde del estudio sistemático y profundo, el
conocimiento da paso a las creencias, y abre el camino a la consolidación de
potenciales falacias.
Por
todo ello, no deja de sorprender encontrar una obra en la que, de forma
totalmente abierta, se aporta una batería de argumentos que pretenden poner en
jaque el corpus doctrinal imperante, como es la de Thomas Sowell “Economic
facts and fallacies”, publicada inicialmente en el año 2007.
A
pesar de los años transcurridos, el conocido profesor, que el pasado mes de
junio cumplió 90 años, pone en suerte un buen número de temas candentes en la actualidad
para su consideración a través del prisma del análisis económico y de la
evidencia empírica.
Una
de las cuestiones que aborda es la relativa a la denominada “brecha salarial”
entre el hombre y la mujer. Sin pretender ahora entrar en el fondo de este espinoso
asunto, me ha sorprendido encontrar el apoyo a una tesis, tan lógica como poco
defendida en la práctica, cual es la referente a la necesidad de efectuar
comparaciones estrictamente homogéneas. A ella hacia alusión en una entrada de
este blog de fecha 27 de agosto de 2017 (“Brecha salarial de género: a la
sombra del techo de cristal”).
El
profesor Sowell afirma lo siguiente: “Idealmente, nos gustaría poder
comparar a mujeres y a hombres que sean verdaderamente comparables en
educación, habilidades, experiencia, continuidad del empleo, y trabajo a tiempo
completo o a tiempo parcial, entre otras variables, y luego determinar si los
empleadores contratan, retribuyen, y promueven a las mujeres de la misma forma que
lo hacen con los hombres comparables”.
No
parece una desaconsejable pauta metodológica para analizar, sin dogmas previos,
las realidades existentes en el mercado de trabajo. Una cita de John Adams, uno de los padres fundadores, encabeza el libro: "Los hechos son tozudos; nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, no pueden alterar el estado de los hechos y la evidencia". Sin embargo, a lo largo de la historia, los hechos oficiales han venido, en ocasiones, a refutar ese espléndido adagio.