Ante un cúmulo de
convulsiones económicas que se suceden sin solución de continuidad, el
pensamiento económico se ve sometido a un desafío permanente, y las medidas de
política económica convencionales quedan completamente desarboladas. Pero
también en otras épocas ha habido grandes retos de ese tenor derivados de
transformaciones extraordinarias. Así ocurría en la España del siglo XVI, en la
que germinó la Escuela de Salamanca. Evocar su perspectiva metodológica y
rememorar sus aportaciones doctrinales puede tener efectos reparadores y
clarificadores en el confuso panorama en el que nos encontramos inmersos. Al
hacerlo, no podemos dejar de asombrarnos del impresionante legado intelectual
que nos dejaron los doctores escolásticos, como Francisco de Vitoria, Domingo
de Soto, Martín de Azpilcueta, Cristóbal de Villalón, Luis de Alcalá, Luis
Saravia, Juan de Medina, o Tomás de Mercado.
Soslayadas durante mucho
tiempo, las aportaciones de la Escuela salmantina alcanzaron mayor
reconocimiento dentro de la comunidad académica gracias a los trabajos de la
historiadora británica Marjorie Grice-Hutchinson, afincada en Málaga y Doctora
honoris causa por su Universidad. En su magna obra “Historia del análisis
económico”, Schumpeter no dudó en atribuir a dicho grupo la consideración de
fundador de la economía científica. Y ello a pesar de que el planteamiento de
los escolásticos -en su mayoría, frailes pertenecientes a órdenes mendicantes-
tenía unas raíces y una finalidad morales. Su intención era armonizar la fe y
la razón. Para ellos, no era posible encontrar una solución acertada de los
problemas únicamente a partir de principios generales. Consideraban necesario
descender al estudio y al análisis minucioso de las circunstancias que definen
cada caso concreto. La compraventa de bienes y el dinero, al igual que la
institución de la propiedad privada, eran elementos necesarios para facilitar
la vida en sociedad, y será en función de esa finalidad cómo los doctores
escolásticos valoren su moralidad.
Esa mentalidad abierta,
complementada con un espíritu crítico y con la libertad necesaria para
ejercerlo, permitió desplegar una impresionante agenda investigadora, que no
deja de causar admiración. Una lista, incluso no exhaustiva, de sus
contribuciones permite constatar lo anterior:
i.Desempeño de un papel decisivo para
construir las bases del Derecho de gentes, origen del moderno Derecho
internacional.
ii.Justificación del cobro de un interés en
los préstamos como una especie de prima de riesgo, y por la consideración del
factor tiempo (preferencia temporal).
iii.Noción de “precio justo” como aquel que
resulta de la interacción de la oferta y la demanda, sin interferencias, fraudes,
engaños, ni monopolios.
iv.Desarrollo de una teoría del valor
subjetivo basado en la utilidad: el valor de una cosa no depende de su
naturaleza objetiva, sino de la estimación subjetiva de las personas.
v.Esbozo de la teoría cuantitativa del
dinero, según la cual el nivel de precios depende de la cantidad de dinero en
circulación. Así, la inflación (la “revolución de los precios”) podía no
deberse a la especulación de los mercaderes, sino al aumento de la cantidad de
dinero en circulación (entrada de oro y plata procedentes de América).
vi.Identificación de la teoría de la paridad
del poder adquisitivo: los vaivenes del mercado de divisas pueden estar
relacionados con los cambios en los niveles de precios en los mercados interiores
de los países cuyas divisas se intercambian.
vii.Delimitación de las tres funciones de
dinero: medio de pago, unidad de cuenta y depósito de valor. Para su
cumplimiento, debía tener un valor fijo. La adulteración de la moneda da lugar
a un tributo ilegítimo.
viii.Explicación embrionaria de la creación de
dinero por la banca, y de las burbujas crediticias, preparatoria de la teoría
austriaca del ciclo económico.
ix.Anticipo de la idea moderna de
responsabilidad social empresarial, al calificar la actividad comercial como
deshonesta por sí misma, si se dirige exclusivamente al logro de la ganancia.
Para ser lícita, además del sustento del comerciante, debe encaminarse a la
satisfacción de necesidades sociales.
x.Defensa de principios generales de la
imposición: los impuestos deben establecerse por una autoridad suprema por
causa justa (bien común), con el consentimiento del pueblo (las Cortes), y de
forma proporcionada.
Cinco siglos después de su
florecimiento, las aportaciones de la Escuela de Salamanca, merecedoras del
mayor reconocimiento por su papel en la conformación de la doctrina económica,
siguen siendo una valiosa fuente de inspiración para abordar los problemas
económicos. No sólo por su sabio contenido, sino también por su enfoque
metodológico, basado en el criticismo científico y académico, bajo el
estandarte supremo de la libertad de pensamiento.
(Artículo publicado en el
diario “Sur”)