Hace
justamente unos días, un experto en arte comentaba que la figura de Picasso era
de tal calibre que había logrado escapar indemne de los intentos de ponerla en
cuestión al calor de potentes movimientos doctrinales convertidos en imparables.
Resultaba ciertamente llamativo que un artista de semejante relevancia y
notoriedad hubiese podido esquivar una ofensiva de ese tenor. Algún contertulio
versado en finanzas esgrimía que no había que perder de vista el contrapeso de
la enorme potencia económica de la marca picassiana, como tampoco la significación
como exponente de la creación artística del genio malacitano. Podían, en suma.,
haber influido distintos factores para propiciar un panorama asaz apacible para
él y para su legión de admiradores.
Ahora,
sin embargo, al cumplirse el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, y
leer las páginas de la revista The Economist, en sus dos primeros números del
mes de abril, podemos comprobar cómo no era aquella sino una visión un tanto
optimista. En uno de los artículos publicados se hace referencia a la obra “Monsters”,
en la que la autora, Claire Dederer, identifica a Picasso como “un genio
moderno arquetípico: un artista cuyos vicios han sido vistos como un subproducto
de su raro talento”. En otro se recuerda que cada vez es más difícil separar el
comportamiento personal de la producción artística.
Pero
a esa implacable faceta se añade, como derivada, otro componente más mundano, el
de la caída de la cotización de las obras picassianas en el mercado del arte,
donde, hasta ahora, se erigían como claras dominadoras. El semanario británico
(“Peak Pablo”, 1-4-2023) se hace eco de la sensibilidad de algunos gestores museísticos
ante “el problema interconectado de la misoginia, la masculinidad, la
creatividad y el ‘genio’”, planteado por diversos colectivos de visitantes de
espacios museísticos. “…With Picasso the artist and Picasso the man falling out
of favour, so could his oeuvre”. The Economist dixit. Alea iacta est.