29 de julio de 2017

La importancia de la puesta en escena


Desde hace varios años, he tenido la oportunidad de formar parte del jurado de las Olimpiadas Financieras organizadas, en el marco del proyecto de educación financiera Edufinet (www.edufinet.com), como complemento de las Jornadas de Educación Financiera para Jóvenes, más concretamente, alumnos de enseñanza secundaria.

Haber tenido igualmente la posibilidad de impartir algunas de las sesiones correspondientes a tales Jornadas ha sido una experiencia sumamente gratificante y, en ocasiones, ciertamente sorprendente, a tenor de la inquietud y el interés por el conocimiento financiero mostrados por determinados colectivos de estudiantes. Habiendo vivido experiencias de este tenor, en mucha menor medida de lo que me hubiese gustado, no me resulta extraño que otras personas se muestren entusiasmadas y soliciten voluntariamente ser incluidas, de manera totalmente altruista, dentro del equipo de ponentes que, cada año, hace su ronda por centros de enseñanza secundaria de una geografía cada vez más ampliada.

Por su parte, la pertenencia al jurado de las referidas Olimpiadas Financieras, que han tenido un formato diferente en el curso de sus diferentes ediciones, permite el privilegio de evaluar los trabajos que acceden a la fase final del certamen anual y de presenciar su defensa in situ. Como contrapartida, la otra cara de la moneda lleva a tener que adoptar la decisión, siempre ingrata, de optar entre los distintos contendientes, dejando a una parte de los equipos concursantes fuera de las posiciones de honor.

El jurado de las Olimpiadas está integrado por personas con un perfil profesional heterogéneo, pero con el denominador común de valorar la importancia de la cultura financiera entre los jóvenes. Otro es el reconocimiento del esfuerzo, constatable año tras año, realizado por los participantes, así como de su facilidad y desenvoltura para llevar a cabo una presentación pública.

Hasta ahí las coincidencias; mucho más difícil es, sin embargo, alcanzar la unanimidad en cuanto a la jerarquización de los trabajos presentados, que son objeto de una selección previa por parte de una comisión técnica. Así, en el proceso de formación de la voluntad del jurado es frecuente que los puntos de vista de sus miembros queden polarizados en torno a dos posiciones: por una parte, la de quienes valoran ante todo los aspectos formales de la puesta en escena, la originalidad, el diseño, el formato, la viveza interpretativa; de otra, la de quienes ponderan esencialmente la calidad, la precisión y el rigor de los contenidos, la eficacia didáctica.

Se trata, en fin, de una simple manifestación de la dialéctica que, de manera más general, se suscita en el ámbito de la enseñanza, de las conferencias y, más ampliamente, de las presentaciones públicas de información de cualquier naturaleza.

Hace años, ya me pronuncié al respecto (“El irresistible encanto de profesor Zorro”, La Opinión de Málaga, 6 de octubre de 2010). Aquí me limitaré a tratar de inducir algunas reflexiones ante la tesitura planteada, a través de una serie de preguntas:
  • ¿Qué es más importante, lo que se enseña, lo que se transmite, o la forma en la que se enseña, en la que se transmite?
  • ¿Puede disociarse la evaluación de un docente, de un conferenciante o de un ponente, de los contenidos y del nivel profesional de lo que se transmite?
  • ¿Puede lograrse una valoración adecuada de los intervinientes sin tener constancia objetiva de la asimilación efectiva y del grado de aprovechamiento de los contenidos expuestos?
  • ¿Es significativo el nivel de satisfacción de los receptores de actividades docentes sin disponer de un elemento de contraste con una referencia de mercado válida?
En este contexto, casi inevitablemente se suscitan otras consideraciones complementarias acerca de pautas hegemónicas:
  • ¿Por qué se ha impuesto la obligación casi ineludible de acompañar una alocución o una intervención pública, en cualquier foro, de una presentación basada en el programa “PowerPoint”?
  • ¿Por qué, cuando se requiere un informe sobre alguna cuestión, se huye, cada vez más, de la preparación de un texto consistente en una redacción explicativa y sistemática, en favor de otros formatos estandarizados y escasamente literarios?
Son, desde luego, numerosos los aspectos que pueden plantearse, ya sea generales o específicos en relación con la cuestión apuntada. Retornando al escenario descrito, y bajo el supuesto de que los atributos no sean coincidentes, ante una disyuntiva entre dos opciones, ¿a qué equipo deberíamos proclamar vencedor: al más brillante en la puesta en escena, aunque con unos contenidos mejorables en cuanto al fondo, o al más gris pero con mayores fundamentos analíticos?

Ahora bien, no es descartable que un mirlo blanco, capaz de aunar los dos atributos reseñados, venga a despejarnos las dudas y a facilitarnos la elección. Pero ni aun así nos veríamos eximidos de la, no pocas veces, onerosa carga de la elección.

26 de julio de 2017

El valor económico de un club de fútbol


Posiblemente muchos de los seguidores de los clubes de fútbol, especialmente de aquellos que atesoran una gloriosa trayectoria centenaria, consideren que es imposible reducir a términos económicos el valor de su identidad deportiva, como absurdo sería tratar de convertir en unidades monetarias el significado de los sentimientos que están ligados a un escudo y a unos colores, a un barrio, a una ciudad. Personalmente, me alineo entre los que puedan pensar así. Hay que recurrir a supuestos verdaderamente heroicos para cuantificar el valor de ciertos intangibles y hay algunos que, por más que se quiera, difícilmente pueden admitir una moneda de cambio.

Sin embargo, el fútbol profesional, como actividad empresarial, se desarrolla en el marco de entidades y organizaciones definidas que pueden cambiar de propietarios o de administradores de facto, llevando aparejada toda su carga simbólica y sentimental, todo el acervo patrimonial y cultural acumulado a lo largo del tiempo. De hecho, con solo algunas excepciones ciertamente llamativas, las entidades que compiten en las ligas deportivas profesionales españolas han de adoptar la forma jurídica de sociedad anónima deportiva.

De manera genérica, la determinación del valor económico de una empresa no es una tarea automática ni exenta de discusión. Hay diferentes criterios de valoración y la dinámica de los mercados bursátiles refleja continuamente las distintas percepciones de los inversores acerca de las compañías cotizadas.

Como prueba de la creciente importancia económica del deporte, en general, y del fútbol, en particular, las grandes consultoras mundiales (BCG, DTTL, EY, KPMG, McK, OW o PwC) vienen difundiendo estudios económicos de gran relieve y utilidad, ya sea sobre eventos internacionales o sobre las competiciones continentales.

Este año, por segunda vez, Kpmg, una de las ‘Big Four’ (o como, de manera redundante, a veces se afirma, ‘una de las cuatro Big Four’), ha publicado un informe sobre la valoración empresarial de los principales clubes de fútbol europeos. El informe se circunscribe a lo que se considera la élite de dichos clubes a 1 de enero de 2017, integrada por un total de 32. Lo primero que hice, naturalmente, fue comprobar si entre estos aparecía el Málaga CF, pero no es así. Al margen del Real Madrid CF, FC Barcelona y Atlético de Madrid, el Athletic Club Bilbao, el Sevilla FC y el Valencia CF son los que figuran incluidos dentro del ‘ránking’ elaborado por la consultora.

Esta informa de cuáles son los criterios empleados para incluir a un club en su investigación, a partir de una revisión de los estados financieros de las temporadas 2014/15 y 2015/16: I) estar entre los 50 primeros equipos europeos por ingresos operativos; II) estar entre los 50 primeros equipos según el coeficiente quinquenal de la UEFA; III) en caso de no cumplir alguno de los dos criterios anteriores, ser uno de los primeros 30 equipos por número de seguidores en las redes sociales.

Para llevar a cabo las valoraciones de los clubes, Kpmg se decanta por un enfoque centrado en los ingresos generados. Una vez que se dispone de las cifras de ingresos, estas se multiplican por un factor derivado de las observaciones de clubes similares que cotizan en bolsa y de operaciones de adquisición de compañías comparables. Ahora bien, ese factor se ajusta para cada entidad en función de cinco métricas que atienden a las diferencias entre los clubes, así como en los mercados y las economías en los que actúan: rentabilidad (relación entre los gastos de plantilla y los ingresos), popularidad (número de seguidores en las redes sociales), potencial deportivo (valoración de la plantilla), derechos televisivos y propiedad del estadio de competición.

Con arreglo a la metodología empleada, el valor estimado para el conjunto de los 32 clubes es prácticamente de 30.000 millones de euros. La lista está encabezada por el Manchester United FC, con 3.095 millones. Le siguen el Real Madrid CF (2.976), el FC Barcelona (2.765), el FC Bayer Munich (2.445) y el Manchester City FC (1.979). Este grupo del ‘Top 5’ acumula un 44,3% del total estimado. A su vez, el ‘Top 10’, colectivo en el que se integran, además, el Arsenal FC, el Chelsea FC, el Liverpool FC, la Juventus FC y el Tottenham Hotspur FC, concentra más de los dos tercios del valor total. La tabla se cierra con el Olympique de Marsella, con 187 millones de euros. Los otros cuatro clubes españoles mencionados presentan, en el orden señalado, valores de 793, 300, 261 y 235 millones de euros.

Los autores del informe resaltan, en la parte final, la diferencia entre los conceptos de precio y valor establecida por la teoría económica: precio es lo que una persona paga por un producto o servicio dado, mientras que valor es el que se atribuye a un producto o servicio. Más allá de la posible asunción de la filosofía machadiana, que ya alertaba de esa dicotomía, la realidad económica se encarga repetidamente de poner de manifiesto que una cosa es el valor atribuido a un activo en un momento determinado y otra distinta el precio efectivo que se pueda conseguir si se opta por venderlo, en particular si una gran mayoría de propietarios deciden hacerlo de manera simultánea.

Quizás, como posible consuelo de los aficionados de los equipos que no figuran dentro del ranking de la élite europea, deba tenerse en cuenta que las métricas de valoración utilizadas incluyen el número de seguidores en las redes sociales pero no la intensidad de los sentimientos. Esta, sin embargo, puede ser uno de los pilares de la longevidad de una organización deportiva. Y, quién sabe, en alguna ocasión puede acabar haciendo posible la aparición de algún ‘cisne negro’ o, preferiblemente, blanquiazul, si no en El Guadalmedina, sí al menos en El Guadalhorce.
 
(Publicado en el diario "Sur" el 23 de julio de 2017)

21 de julio de 2017

Retorno al pasado para recuperar el tiempo vivo

Por aquel entonces aún creía que el tiempo estaba vivo y la mente, inquieta. Así lo sentía. Ahora, años después, compruebo que el tiempo había quedado suspendido en los mensajes rescatados de un vetusto e inseguro arcón electrónico. Hace ya cerca de nueve años, aunque, en realidad, soy incapaz de calibrar el intervalo verdaderamente transcurrido. Las comparaciones del tiempo son tan engañosas como las del dinero. La inflación altera el valor de este, pero las vivencias y las percepciones subjetivas también ponderan de manera diferente las unidades de aquel, dándoles valores dispares.

La misiva me llegó cuando el año 2008 tocaba a su fin, casi un mes antes de la multitudinaria puesta en escena del nuevo proyecto editorial en torno al que reconducía su actividad profesional. El motivo, recabar –extraoficialmente- mi opinión acerca de una serie de cuestiones aún relevantes para el sistema financiero andaluz y que ahora entrarían en el terreno de la arqueología. Hoy causa cierta extrañeza rememorar el pasado, que una vez fue glorioso, de las ya (prácticamente) extintas cajas de ahorros. A través de una selección de preguntas, el otrora periodista deportivo en estado puro pretendía ofrecer a su nuevo público internauta un “Manual básico para entender la fusión de las Cajas”.

Era el último día de aquel año cuando, después de agradecer los comentarios transmitidos, aprovechaba para invitarme a sumarme a su parrilla de columnistas, mediante una oferta que él mismo calificaba de “irrechazable”: “un café cada vez que te acerques por [la sede de] Analistas [Económicos de Andalucía] y llegues a la redacción”. En verdad que lo era, irrechazable, por varios motivos. De entrada, tal vez por querer evidenciar un deseo de restañar definitivamente los posibles efectos de algunas divergencias surgidas al hilo de una compleja etapa en el mundo del baloncesto profesional, protagonizada por ambos desde distintas orillas. Y, sobre todo, por tratar de aportar algún apoyo a alguien que, después de haber sido el principal referente de la información deportiva malacitana, iniciaba una nueva aventura digital, bajo el emblema de “YMálaga”. Y Málaga, cómo no, desempeñó también, una vez más, su papel como inductora de comportamientos individuales que se apartan del análisis coste-beneficio.

Así fue cómo, un tanto irreflexivamente, me convertí en colaborador de ese periódico abanderado por Paco Rengel, en la sección “Blocs” (sic). A pesar de mi reticencia a quedar encorsetado bajo la denominación de una etiqueta fija, él mismo me sugirió que buscase alguna que combinase la economía y el baloncesto. La noción de “tiempo muerto”, como una invitación a la reflexión sosegada, me pareció, en principio, una opción apropiada, pero fue la de “tiempo vivo”, por su significado y sus connotaciones, la que finalmente resultó elegida. Dinamismo frente a estado estacionario, despegue frente a estancamiento, movimiento frente a parálisis. De este modo, a lo largo de más de dos intensos años, desde enero de 2009 hasta marzo de 2011, mantuve vivas mis colaboraciones con dicho medio, carente de medios y recursos en su malograda andadura. Aquellas totalizaron la cifra de 137 artículos, que se encuentran reproducidos en dos obras recopilatorias, “Caleidoscopio en blanco y negro” e “Hipérbaton”, más bien dos ediciones cuasiinéditas.

Las retribuciones en forma de cafés fueron ciertamente escasas, entre otros motivos, porque la sede del diario –estrictamente virtual en todos los sentidos- quedó finalmente ubicada en su propio domicilio. Eso sí, en una ocasión me invitó a almorzar en un restaurante sito en la calle Gerona, muy apreciado por el periodista, al igual que él lo era por quienes lo regentaban. Recuerdo que era un día de junio, de calor sofocante, hace ya más de siete años. Allí me relató su trayectoria profesional, plagada de anécdotas, y me sometió a un tercer grado atenuado en relación con la crisis económica y el horizonte deportivo.

En varias ocasiones he rastreado Internet a la búsqueda de algún indicio, con la esperanza, reiteradamente frustrada, de que alguien hubiese continuado su proyecto periodístico. Y echo de menos nuestros encuentros fortuitos en los alrededores del palacio de deportes, y me hiere saber que no lo volveré a ver aparecer con su verbo entusiasmado y su pluma ágil y afilada. Pero, cerca de allí, desde la quietud del rótulo que da nombre a su atípica calle, seguro que sigue atentamente todos los entresijos de sus pasiones deportivas y hasta puede que, a través de algún intermediario, esté a punto de sorprendernos con alguna de sus impactantes primicias a las que nos tenía acostumbrados. La última vez que lo vi, me anunció que, después de una serie de pesquisas, estaba ultimando una noticia de gran alcance relacionada con un conocido entrenador de baloncesto.

No, no era mi pretensión glosar aquí la figura de Paco Rengel. Ya tuve el honor de adherirme, mediante un testimonio escrito, al homenaje que se le rindió en el mes de mayo de 2013. Sin embargo, al recuperar, para este blog naciente, el identificador utilizado en aquella fase, no he podido, ni he querido, dejar de evocar su imagen.

La elección de un título siempre entraña algún grado de dificultad, máxime cuando el libro tiene aún todas sus páginas en blanco y, es más, ni siquiera se sabe cuántas llegarán a rellenarse, ni con qué contorno. Resulta así bastante complicado encontrar una denominación capaz de abarcar un edificio aún ni siquiera diseñado, del que únicamente se sabe que tendrá, si llega a tenerla, una geometría variable. Toda elección conlleva, por lo demás, el coste de renunciar a lo que se deriva de lo no elegido. El coste de oportunidad, esa noción tan básica para el razonamiento económico, cobra en estos casos una considerable importancia.

“Tiempo vivo”, además de lo que esta expresión en sí misma proyecta, estaba teñida de algunos rasgos sentimentales que la colocaban en una posición destacada, reforzada con la ventaja de la disponibilidad para su uso en el disputado espacio virtual. El coste de oportunidad es, desde luego, muy alto, pero también lo es el beneficio de la oportunidad de recuperar las raíces de la experiencia personal.

Después de un ya bastante largo período de colaboraciones con distintos medios, me veo ahora situado ante un auténtico blog autónomo, a pesar de haber declinado anteriormente el ofrecimiento de su creación en algunos de ellos. No fue, desde luego, por el deseo de eludir la interacción, pero es evidente que esta, en el supuesto de que se genere, requiere de una dedicación. Al fin y al cabo, el tiempo, salvo cuando se detiene de manera definitiva, es un recurso escaso. Hoy, el formato de blog puro, hasta ahora utilizado parcialmente durante mi ciclo ateneísta, se antoja como un instrumento idóneo para difundir reflexiones sin ataduras administrativas, sin ninguna obligación de plazo, tamaño, estilo o contenido, ni tampoco de respuesta.

Absurdo sería pretender negar que toda publicación aspira a conseguir algún fin, que ha de partir necesariamente del intento de que alguien le otorgue su atención. Pero quizás haya un instinto primario en todo escritor (dicho sea este vocablo sin ningún tipo de pretensiones), el que lo lleva a liberar su impulso narrativo, como meta preponderante ante cualquier otra. Así trataba de expresarlo al escribir la introducción de “Caleidoscopio en blanco y negro” y así lo sigo creyendo bastantes años después: “… Pero ese respeto o temor reverencial a enfrentarse con un folio en blanco, desafiante, ha encontrado siempre, pese a todo, otras fuerzas con las que sostiene una permanente dialéctica: una vocación pedagógica, que mueve a intentar transmitir, una y otra vez, algún conocimiento previamente adquirido; otra distinta, pero también ingobernable hasta cierto punto, la que emana del espíritu del escritor, la que hace de la reflexión, de la palabra escrita, una forma de ser, la que impulsa a una construcción literaria, por modesta que sea, la que actúa como una instancia liberadora que busca salir al exterior, a dejar un testimonio. Un testimonio que no aspira más que a eso, simplemente, a estar ahí por si alguien, en algún momento, le regala una mirada, pero que aun sin ésta sabe que ya cuenta con el preciado activo de haber logrado trascender del pensamiento".

Con ese propósito y ese espíritu, que se mantiene vivo con el paso del tiempo, nace este blog, que no se sabe si logrará sobrevivir y, en su caso,  durante cuánto, al implacable dictado de su marcha imparable. Podemos tratar de detener el cronómetro, pero es totalmente ilusorio intentarlo con el tiempo. En cualquier caso, quizás haya podido haber tiempos muertos, pero no tiempos perdidos.

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