20 de julio de 2021

Una exacción fiscal sobre los viajeros aéreos frecuentes

 

Desde hace algún tiempo nos hemos adentrado en una era de auténtico ensueño para los hacendistas, que apenas dan abasto para incorporar a su campo de estudio lo que es ya un aluvión de nuevas figuras impositivas. También, cómo no, aunque por motivos diferentes, para quienes suspiran por un sector público que amplíe las redes de su intervención en la economía y la sociedad. La versatilidad de los impuestos para adaptarse a los más variados entornos y a las más diversas circunstancias está fuera de toda duda. Los impuestos constituyen en la práctica un potente elemento que condiciona las conductas económicas, aunque a veces, para una mayor efectividad, requieran del complemento inapelable de una regulación taxativa.

Los tiempos han cambiado radicalmente. No hace demasiado, la proliferación de los viajes en avión, aprovechando las extraordinarias oportunidades en forma de multitud de opciones a precios irrisorios, era vista como una expresión de la libertad individual y una forma de realización personal. Como sobre tantas otras actividades, pesa hoy un poderoso estigma sobre los vuelos en avión. La fiscalidad, a través de distintas fórmulas, se abre camino para frenar unas actividades que generan efectos contaminantes, aunque su peso dentro de las emisiones totales de carbono en la Unión Europea sea bastante menor del que podríamos esperar[1].

La aplicación de un impuesto sobre el queroseno se plantea, entre otras medidas, por parte de la Comisión Europea[2]. Dicho tributo responde al esquema de un impuesto corrector de efectos externos (pigouviano) estándar. Hay, sin embargo, otras alternativas más novedosas como la del impuesto sobre los viajeros aéreos frecuentes (“a frequent flyer levy”)[3]. Éste consistiría en una exacción establecida como una carga creciente aplicada por cada vuelo en el período de un año. La escala de gravamen comenzaría con un tipo nulo para el primer vuelo (de ida) y luego aumentaría progresivamente con cada vuelo adicional, por ejemplo: 0-10-30-50-70-100 (libras esterlinas por cada vuelo, de manera incremental)[4].

Una duda que, sin duda, puede suscitarse para un pasajero aéreo asiduo es la del gravamen que debería aplicarse a quienes son pasajeros, frecuentes o esporádicos, de vuelos en aviones (estrictamente) privados. Al fin y al cabo, quienes abogan por la reducción de los vuelos se basan en buena medida, como recuerda uno de sus más destacados valedores, en que “los viajes aéreos siguiendo siendo el dominio de los ricos”[5].





[1] Sólo un 4% en los últimos años, antes de la pandemia del coronavirus. Vid. Financial Times, “The case for taxing European flights”, The Editorial Board, 16 de julio de 2021.

[2] Vid. M. Khan, “Brussels targets aviation fuel tax in drive ro reduce carbon emissions”, Financial Times, 11 de julio de 2021.

[3] Vid. S. Devlin y S. Bernich, “Managing aviation passenger demand with a frequent flyer levy”, New Economics Foundation, 2015.

[4] Vid. A. Chapman, L. Murray, G. Carpenter, C. Heisse, y L. Prieg, “A frequent flyer levy. Sharing aviation’s carbon bidget in a net zero world”, 2021.

[5] Vid. A. Chapman, “Up in the air”, New Economics Foundation, 12 de julio de 2021.

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