El café es, sin ningún género de dudas, una de
las grandes invenciones de la humanidad. ¿Qué sería, sin su estimulante auxilio,
la existencia cotidiana de millones de personas? Como en otras facetas, no fui
un consumidor precoz, pero, tal vez por eso, el descubrimiento retardado
alimentó la creciente e irreversible adicción, después de recorrer progresivamente
el arco que va desde una nube al crema más intenso. El saber
malacitano ha documentado un extenso repertorio en el que las distintas variedades
se muestran minuciosamente diferenciadas. Todo un alarde de precisión germana que
actúa como foco inspirador desde el sur peninsular.
No son buenas las noticias que llegan estos
días para los súbditos de esa deidad cuyos poderes máximos se despliegan en las
horas matutinas. El precio del grano de café se ha disparado recientemente en
los mercados internacionales. Dicha evolución obedece al daño causado en las
cosechas en Brasil como consecuencia de la peor sequía en casi un siglo, a lo
que se suma el freno de las exportaciones de Colombia a raíz de las protestas
antigubernamentales[1].
A comienzos del pasado mes de junio, el precio de los contratos de futuros del
café arábica era un 70% superior al de un año antes.
Por otro lado, si adoptamos una perspectiva temporal
amplia, observamos que el precio del café muestra una considerable volatilidad
y que, a pesar de los altos niveles actuales, éstos son, a precios constantes,
equiparables a los existentes en 1977 y 1987 (gráfico adjunto).
Con todo, la preocupación no decae, al
constatar el origen principal del alza del precio, vinculado a un evento
climático tan adverso, como tampoco el temor a que la evolución del precio del
elemento base de la pócima, divina o diabólica, pudiera ser un indicio
insospechado de la extensión de la inflación.
En cualquier caso, no está de más reivindicar que la ciudad de Málaga alberga, en cierto modo, la cátedra del
café, y está llamada a ocupar, por derecho propio, un lugar destacado en el
circuito cafetero internacional. Dicen también que la pandemia ha hecho decaer
de manera definitiva la demanda de café, pero, para quien pueda hacerlo, el
centro histórico local tiene aún lugares emblemáticos para disfrutar de una relaxing
cup of café con leche, o también solo.