16 de junio de 2018

La parábola de los talentos: la necesidad del talento financiero

En una de las primeras entradas de este blog, del mes de agosto de 2017, al hilo de un comentario de la obra “Las barbas del profeta”, de Eduardo Mendoza, ponderaba la fuerza y la destreza narrativas de los relatos bíblicos. Muchos de ellos tienen un valor extraordinario, ya sea en un plano puramente hedonista, como disfrute de la lectura, ya sea en el de su utilidad como elementos de referencia para la discusión filosófica o el análisis de las estrategias de comportamiento personal. Estas facetas se potencian por el desconcierto que en ocasiones se suscita en el lector ante la ambigüedad de los mensajes o las dudas acerca del sentido último de las historias descritas.

Algunas de estas tienen evidentes connotaciones económicas tanto por el contexto en el que se desarrollan como por las pautas de actuación que pueden extraerse. Una de las más notorias a este respecto es la parábola de los talentos, contenida en el Evangelio según San Mateo. 

Un hombre que parte de viaje al extranjero llama a sus tres siervos para confiarles su hacienda, consistente en ocho talentos: a uno le entrega cinco, a otro dos y al último uno, a cada uno según su capacidad. A su regreso, comprueba que los dos primeros siervos, que habían negociado con el dinero recibido, habían logrado duplicar la suma recibida, entregando diez y cuatro talentos, respectivamente, y concitando así el beneplácito de su señor. El tercero, conocedor de los rasgos de su amo (“…sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste”), temeroso, se había limitado a esconder el talento, que devolvió sin rédito alguno. Esta actitud provocó la ira del señor, que le recriminaba no haber “entregado mi dinero a los banqueros, y, así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses”. Su veredicto fue privarle del talento y entregarlo al siervo que había recibido los diez, pronunciando esta terrorífica sentencia: “Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

¡Qué gran pieza literaria para utilizarla en una prueba de Filosofía o de Economía! ¡Qué fábula tan magnífica para un debate sin condicionantes previos, partiendo de cero, sin recurrir a respuestas ya acuñadas!

Menuda joya para un profesor de Economía, ante la oportunidad de aplicar conceptos relacionados con la distribución de la riqueza, la redistribución, la justicia distributiva, la relación entre el propietario y los gestores, la gestión de la riqueza, el binomio riesgo-rentabilidad, el papel de la banca, los incentivos, las penalizaciones, la psicología financiera…, por no hablar de las cuestiones que se suscitan desde una perspectiva jurídica. 

Quizás no habría que olvidar que la explicación profunda de la esencia de la parábola no pertenece a este mundo. A pesar de ello, la teoría de las finanzas es capaz de aportar algunos ingredientes significativos y de abrir una vía para explicaciones provechosas en situaciones reales. Así se pone de relieve en el libro “The wisdom of finance”, de Mihir Desai, del que espero recoger próximamente una reseña en este blog.

Con independencia de ello, parece innegable la necesidad de disponer de algo más que sabiduría financiera para comprender plenamente el significado de la parábola de los talentos. Ya sabemos que “los caminos del Señor son inescrutables”, por lo que no debe de resultar muy sorprendente que algunas de sus palabras, ahormadas según la pluma de los escribas, también lo sean. Y tal vez gracias a ello podemos disfrutar de tesoros como el aquí descrito.

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