Hace poco, un exitoso empresario malagueño,
optimista empedernido, me decía que “Superabundancia”, obra de Marian L. Tupy y
Gale L. Pooley, publicada en versión española en 2023 por la editorial Deusto,
era uno de los mejores libros que había leído. El hecho de que la original
hubiese aparecido, en 2022, bajo el sello del Cato Institute ofrecía ya un
indicio que a priori podía ser significativo. No obstante, alguien me
comentaba que hoy día el sello editorial no es una garantía de la orientación
ideológica de los textos publicados. Desde luego, no con un abanico editorial
de tan amplio espectro como el exhibido por Deusto, pero no creo que pueda
trazarse un paralelismo con una institución como el Cato Institute cuya visión
es “una sociedad libre y abierta en la que la libertad permite a cualquier
individuo perseguir una vida de prosperidad y sentido en paz”.
Ahora bien, si se prescinde de, o se desconoce,
ese antecedente, estando acostumbrados a textos que relatan todo tipo de
policrisis o tendencias apocalípticas (que, en el fondo, en no pocos casos
parecen justificadas), cuando uno lee un libro imbuido de un espíritu optimista
y que trata de transmitir entusiasmo ante el futuro, no puede sino pensar que
hay algún tipo de anomalía. O bien se trata de una obra chusquera, tal vez se
introduce un señuelo para impactar con lo que luego ha de venir, o quizás hay
alguna cámara oculta para captar nuestra reacción.
Ciertamente, las tres hipótesis se desvanecen a
medida que uno se adentra en la lectura y comprueba que los autores persisten
en una tesis desafiante que aspira a rebatir las proyecciones más agoreras y,
lo que es más sorprendente, incluso a poner patas arriba el asentado enfoque de
la Economía como ciencia social de la escasez de los recursos.
Tupy y Pooley arremeten contra los
planteamientos malthusianos, que, sorprendentemente, han logrado sobrevivir, y
que postulan una relación inversa entre el crecimiento de la población y la
disponibilidad de los recursos. Según ellos, entre 1980 y 2018, la población
mundial aumentó en un 71,2%, pero el tiempo de trabajo promedio requerido para
ganar suficiente dinero como para comprar 50 recursos básicos cayó un 71,6%.
Denominan “abundancia” al “resultado de que el aumento en el ingreso nominal
por hora que percibe el trabajador medio sea más rápido que el encarecimiento
del precio nominal del recurso que se pretende adquirir con el dinero
obtenido”. Y califican como “superabundancia” aquella situación en la que la
abundancia de recursos crece a un ritmo más rápido que el aumento de la
población.
Un concepto básico es el de “precio-tiempo”,
que es la cantidad de tiempo que una persona tiene que trabajar para ganar
suficiente dinero con el que comprar algo. Consideran que los precios-tiempo
tienen mucho más sentido que los precios monetarios convencionales.
Un aspecto crucial en su razonamiento es que la
escasez relativa conduce a precios más altos, estos crean incentivos para las
innovaciones, y estas, a su vez, conducen a la abundancia.
Dedican bastantes páginas a ilustrar cómo, a
pesar del progreso experimentado por la humanidad desde 1950, las películas de
ficción (y muchas obras no de ficción) se han centrado en todo lo contrario. A
este respecto, explican que parte de la evolución humana nos ha conducido a
enfocarnos en lo negativo, lo que describen en una “(muy) breve historia del
pensamiento apocalíptico”. Posteriormente, aportan una “superabundante”
evidencia empírica como respaldo de su tesis.
Es también atípica la obra en cuanto a la consideración
de las amenazas que se ciernen sobre el futuro. Son tres las que, según los autores,
pueden frenar el proceso de innovación: a) que se produzca un declive de la
población global; b) que tenga lugar una disminución de calado en el grado de
libertad de expresión; y c) el peligro de que surjan mayores restricciones en
los niveles de libertad imperantes en la economía de mercado.