27 de enero de 2024

Raíces canovistas de la austeridad presupuestaria

 

“Yo jamás me incliné ante nadie, pero lo hice siempre con respeto cuando oía pronunciar el nombre ilustre de Cánovas del Castillo”. No sé hasta qué punto se atiene a la literalidad esta frase atribuida a Bismarck, pero sí tengo la certeza de que hay que inclinarse ante sus obras, aunque tan sólo sea por su magnitud, su impronta y su diversidad. Obras que se adentran en distintos campos del saber y que se extienden de manera particular a la esfera parlamentaria, desde que, en 1856, con 28 años, fue elegido diputado por Málaga. La edición de sus “Obras Completas” por la Fundación Cánovas del Castillo en el año 1997 da buena fe de ello y constituye un aporte documental de valor inestimable.

En uno de sus discursos parlamentarios, de fecha 3 de julio de 1867, “en contra del Proyecto de Arreglo de las Deudas”, con una prosa sostenida, vibrante, y no pocas veces enrevesada, encontramos una encendida defensa de principios que hoy encajarían plenamente dentro de la más estricta doctrina de la austeridad presupuestaria. Quedaban aún muchos años para que llegara la revolución keynesiana, que, pese a su evidente influencia, no ha impedido que persistan economistas y políticos partidarios de la estabilidad presupuestaria.

“Hay una cosa esencial que hacer, y esa es que el déficit desaparezca: fuera de esa cosa esencial todo lo demás es transitorio, y todo lo demás hay que sacrificarlo en la medida indispensable a este principio verdaderamente fundamental de todo sistema eficaz de Hacienda”. Difícil es, en verdad, poder expresar con más contundencia el principio de estabilidad presupuestaria que hoy está en entredicho en la Unión Monetaria Europea, inmersa en una reforma de la gobernanza económica con una prosa que rivaliza en tupidez con el estilo canovista.

No obstante, mientras que en ocasiones es difícil encontrar el sentido de la brújula del control presupuestario comunitario, el verbo del político malagueño, a la hora de rematar la faena, se expresaba con total rotundidad: “Es preciso que digáis, en fin, si es que os contentaréis con pagar los intereses de esa Deuda con capital de otra Deuda. Que cuando se llega a pagar los intereses de la Deuda con emisiones de capital, como aquí ya casi sucede, puede asegurarse que no hay ya salud para el Estado”.



22 de enero de 2024

Enseñanzas de PISA 2022

 

No hace mucho se hicieron públicos los resultados de las pruebas de 2022 del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), puesto en marcha por la OCDE en el año 2000. Suele concederse una gran importancia a dichos resultados, ya que permiten comparar la preparación de los estudiantes con una edad de 15 años en un contexto internacional, y apreciar su evolución a lo largo de las sucesivas rondas. El panorama ofrecido es especialmente significativo y clarificador, teniendo en cuenta el enfoque utilizado por la OCDE en el diseño de las pruebas.

No se valora principalmente la habilidad de reproducir mecánicamente contenidos aprendidos, sino, fundamentalmente, la capacidad de aplicar el conocimiento de manera creativa a escenarios novedosos, el pensamiento crítico basado en la utilización de distintos esquemas conceptuales, y la destreza para resolver problemas planteados en situaciones específicas. Como señala Andreas Schleicher, máximo responsable de la OCDE en el área educativa, poniendo el énfasis en este tipo de competencias, PISA pretende “equipar a los estudiantes con la capacidad de navegar en un mundo en constante evolución”.

Lectura, matemáticas y ciencia conforman el núcleo de las materias de PISA. A éstas se han añadido, más recientemente, las competencias financieras, cuyos últimos resultados aún no se conocen. La difusión de los datos de la octava edición ha causado un notable impacto a escala internacional. No en vano, lo que ocurre hoy en los centros escolares no es un asunto menor: “Nuestras escuelas de hoy son nuestras economías, sociedades y democracias del mañana”. Y, si nos atenemos a lo que, con carácter general, reflejan tales datos, no puede decirse que la situación sea demasiado confortable ni plenamente satisfactoria.

Ciertamente no, cuando observamos que los estudiantes con edad de 15 años en 2022, respecto a sus homólogos de hace una década, es menos probable que destaquen en matemáticas, lectura y ciencia. La OCDE reconoce que las comparaciones internacionales no son fáciles, pero subraya que los indicadores PISA revelan una clara tendencia global: “el rendimiento promedio de los estudiantes evoluciona en la dirección errónea”. Aproximadamente un 25% de los estudiantes objeto del informe PISA tienen dificultades para desenvolverse en matemáticas, lectura y ciencia. La situación es bastante peor en países no pertenecientes a la OCDE.

En contraposición, los estudiantes de Singapur muestran una gran capacidad para trabajar con modelos matemáticos en situaciones complejas, comprender textos abstractos, e interpretar y evaluar experimentos no simples. De hecho, los estudiantes de Singapur disponen de un nivel educativo equivalente entre 3 y 5 años de escolarización por encima de sus pares con puntuación media en los países de la OCDE, como es el caso de España. Otros países o territorios que sobresalen en distintos campos son Macao (China), Taiwán, Hong Kong, Japón, Corea, Estonia, Canadá e Irlanda.

De manera interesante, se pone de manifiesto que, aunque existe cierta correlación positiva entre el gasto y el rendimiento académico, hay países, como Corea y Singapur, que han logrado un sistema educativo de primera clase incluso en circunstancias económicas adversas. De otro lado, la gran caída en las puntuaciones obtenidas en matemáticas y lectura apunta a la incidencia de algún factor perturbador que haya afectado de manera generalizada. La pandemia de la Covid-19 parece ser ese factor, pero no explica completamente la tendencia negativa. En muchos países el declive comenzó antes de la irrupción de la pandemia en 2020. Las diferencias socioeconómicas en el rendimiento se han mantenido bastante estables en el tiempo. A su vez, los estudiantes inmigrantes tienden a tener calificaciones más bajas que sus pares nativos del país de residencia, pero las diferencias se atenúan cuando se comparan personas con estatus socioeconómico e idiomático similares.

Resulta llamativo el desfase observado entre las puntuaciones de chicos y chicas en matemáticas, y, en sentido contrario, en lectura, desfases que, sin embargo, no se dan tanto fuera de los países de la OCDE. Menos llamativo es el efecto negativo que ejercen los aparatos digitales sobre el aprendizaje debido a una pérdida de atención. Muchas otras son las enseñanzas que se desprenden del análisis de los resultados de PISA, como la importancia de la ayuda familiar en el terreno formativo. Pero hay una crucial señalada por la OCDE: la efectividad de la educación nunca puede exceder de la calidad de la docencia y del apoyo del profesorado.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



21 de enero de 2024

Educación financiera para niños: ¿cuentos vs cuentas?

 

Es Sheila Bair autora de libros de “cuentos financieros”. Auxiliada por su experiencia como presidenta de la US Federal Deposit Insurance Corporation, encuentra inspiración en episodios vividos en el sistema financiero, tales como la crisis de la hipotecas subprime o las estafas piramidales[1]. Según afirma, las historias que cuenta no son muy distintas de las recogidas en los cuentos clásicos.

Su finalidad es que “los niños y sus familias comprendan que estas debilidades humanas básicas [deseo de gratificación inmediata, seducción por los esquemas ‘demasiado buenos para ser verdad] nos hacen ser objetivos de tiburones de la vida real”.

Su tesis fundamental es que “las destrezas que los niños realmente necesitan [son estas]: ser precavidos, ser escépticos”. Sin duda, el escepticismo debe ser la primera línea de defensa en el ámbito de las finanzas personales, pero conocer y aplicar los elementos esenciales del esquema básico de la toma de decisiones financieras resulta también imprescindible.

Aunque, en el campo de la cultura financiera, no es completamente cierta la máxima de que “lo que no son cuentas son cuentos”, cuando menos es necesario tener alguna idea de cómo se hacen las cuentas, para no quedarse sólo con el cuento.

En este terreno parece prudente que, después de entretenerse con la lectura de los relatos, se añada la tradicional coletilla con alguna adaptación: “Colorín, colorado, este cuento no se ha acabado”.






[1] “How regulating banks inspired my children’s books”, Financial Times, 28-12-203.

20 de enero de 2024

Una defensa del capitalismo basada en el Manifiesto Comunista

 

Quizás sea la mejor manera de sintetizar el texto de Johan Norberg titulado “The Capitalist Manifesto: why the global free market will save the world” (Atlantis Books, 2023).

“En su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia [se afirma en el Manifiesto Comunista, de Marx y Engels], la burguesía ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones pasadas juntas”, tras haber dejado sentado que “La gran industria ha creado el mercado mundial, que fue preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial ha impulsado una evolución inconmensurable del comercio, de la navegación, de las comunicaciones terrestres”.

Como documento dotado de abundantes argumentos teóricos, complementados con una amplia batería de datos, sobre la comparación de distintos sistemas económicos, la lectura de la obra del escritor e historiador sueco, quien, hace ya veinte años, hizo una defensa del capitalismo global, resulta de gran interés. Siempre que nos aproximemos a su lectura desprovistos, si no de sesgos -lo cual, en la práctica, es harto difícil-, sí al menos de dogmas preconcebidos.

Trazando un paralelismo con la conocida actuación de Nerón en un certamen de intérpretes musicales, Norberg proclama que “El capitalismo ha significado el mayor progreso social y económico que la humanidad ha experimentado nunca”, a pesar de lo cual millones de personas lo rechazan y le otorgan el premio al siguiente cantante del que nunca han visto una interpretación.

El capitalismo global, asevera en la última página del texto, necesita amigos, defensores y educadores. Lo cual bastaría para calificarlo como “capitalista utópico”.

“Marx y Engels se dieron cuenta mucho mejor que los socialistas de hoy día que el libre mercado es una formidable fuerza progresista”, señala al comienzo de la obra.



17 de enero de 2024

El legado de W. Schäuble

 

El año 2023, antes de expirar, se llevó consigo a algunas figuras destacadas del mundo de la Economía. El profesor Rodríguez Braun suele hacer cada año un balance con un conocido título de evocaciones históricas: “A veces veo economistas muertos”.

Entre ese grupo se incluye un personaje que no destacó en el plano académico, pero que sí desempeñó un papel clave en la conducción de la política económica de la Unión Europea en los momentos más delicados vividos con motivo de la crisis de la Eurozona acaecida en el período 2009-2011. Lo hizo, no como mandatario de la Unión Europea, sino desde una posición nacional muy influyente, la de ministro de finanzas de Alemania. No se granjeó Wolfgang Schäuble grandes amistades ni despertó entusiasmos populares. No en vano fue uno de los más estrictos defensores de la disciplina fiscal y de la ortodoxia presupuestaria.

El político germano se basaba en un principio fundamental, el de la sostenibilidad de la deuda a largo plazo. Realmente, no se oponía per se al recurso al endeudamiento público, siempre que se partiera de la premisa de que toda deuda debe ser adecuadamente atendida.

Afectado por una parálisis de cintura para abajo, su imagen sobre una silla de ruedas fue un elemento habitual, durante bastantes años, en las cumbres europeas. Esa singularidad, provocada por el disparo recibido durante una campaña electoral en el año 1990, no fue nunca un impedimento para el desempeño de sus responsabilidades ni el ejercicio de su influencia. Se limitaba a decir lo siguiente: “No puedo cambiar lo que sucedió, pero mientras viva, viviré”[1].



[1] Vid. Financial Times, “Bold thinker who helped steer Europe in time of crisis”, 28-12-2023.


16 de enero de 2024

El impulso del crecimiento económico en Reino Unido: la propuesta de Haldane

 

Como economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane dejó escritos textos de gran interés. Ahora, ya como primer ejecutivo de la Royal Society of Arts, se sigue prodigando en apreciables piezas de análisis económico, algunas de ellas publicadas, en su condición de colaborador editorial, en el diario Financial Times. En la última aparecida en este medio (“Here’s how to stimulate UK growth: give away power”, enero 2024) expone una propuesta para estimular el crecimiento en el Reino Unido basada en la división y en la descentralización del poder político.

Comienza su argumentación con una aguda reflexión: “La cosa más poderosa que una persona poderosa puede hacer es regalar su poder. El poder debe ser para los políticos como el dinero para los filántropos…”. Y considera que esa fórmula sería la más eficaz para restaurar la estancada economía británica.

La propuesta tiene dos componentes: por una parte, el de separar las funciones ministeriales relativas a la economía nacional y a las finanzas públicas. Hasta ahora, según él, el Tesoro ha antepuesto una estrategia fiscal a expensas de conceder muy poca atención al crecimiento económico y a las inversiones en infraestructuras y en capital social. Por otra parte, el de un compromiso firme con la devolución de competencias referentes al gasto y a la imposición a los entes territoriales. En este apartado, a fin de trazar una conexión entre los poderes y las responsabilidades locales, aboga por introducir mecanismos de rendición de cuentas más potentes. Entre éstos, sugiere un importante papel para asambleas de ciudadanos que mantuvieran las decisiones (de los líderes locales) ajustadas a las necesidades públicas.



14 de enero de 2024

¿Razones para ser optimistas en 2024?

 

“Una perspectiva global pesimista”. Así resume el Foro Económico Mundial el panorama que se vislumbra para el año 2024, a partir de los pronósticos emitidos por un selecto grupo de casi 1.500 expertos globales procedentes de la academia, el mundo empresarial, la esfera gubernamental, la comunidad internacional y la sociedad civil. El informe correspondiente revela un mundo “acosado por un dúo de peligrosas crisis: clima y conflicto”. Estas amenazas encuentran como telón de fondo un cambio tecnológico acelerado y una incertidumbre económica.

No obstante, una voz que habitualmente no destaca por insuflar ánimos excesivos, la de Guillian Tett, considera que la élite de Davos tiene un profundo sesgo psicológico hacia el pesimismo (“Reasons to be optimistic in 2024”, Financial Times, 12-1-2024). Incluso llega a plantear un decálogo de cuestiones cuya respuesta invita, según ella, al optimismo para el año recién inaugurado:

1.      Avances científicos en el campo de las energías renovables.

2.      Aceleración de la investigación en ciencias biológicas, impulsada por las aplicaciones de la inteligencia artificial (IA).

3.      Posibilidad de acceso a información, por primera vez, por parte de millones de personas, gracias a la extensión de los teléfonos inteligentes.

4.      Iniciativa conjunta de Estados Unidos y China, en las Naciones Unidas, para regular los riesgos de la IA.

5.      Posibilidad de que los bancos centrales puedan implementar aún políticas de restricción cuantitativa sin alimentar una crisis financiera este año.

6.      A pesar de que los niveles de deuda son alarmantes, esto no ha desencadenado aún una crisis de deuda soberana en el mundo desarrollado.

7.      La inflación podría seguir cayendo a medida que las perturbaciones de la cadena de suministros se atenúan, o, más exactamente, las compañías se ajustan a un mundo donde tienen que mejorar su gestión.

8.      Las ansiedades sobre la democracia podrían hacer que votantes previamente complacientes luchen finalmente por preservar los valores liberales: “Polonia muestra que la deriva hacia la autocracia no es inevitable”.

9.      Las preocupaciones sobre los riesgos económicos del proteccionismo podrían empujar a China y a Estados Unidos a dar apoyo a los lazos comerciales.

10.   Los tiranos que siembran hoy el caos no son eternos: “Ni siquiera Vladimir Putin es inmortal”.

¿Es esta lista inverosímil?, se pregunta la articulista británica, que dice que “[es] una periodista y está entrenada para ser cínica, y los peligros identificados por el WEF [Foro Económico Mundial] son reales. Pero Pollyanna-ista o no, [ella] urgiría a añadir una sección de ‘riesgos positivos’ al cuestionario del año próximo”.

Sin perjuicio de que quepa añadir algunas dudas en el incierto y peligroso panorama que se vislumbra para el año 2024, sí parece claro que algunos de los argumentos esgrimidos reflejan, cuando menos, una cierta dosis del síndrome del pollyannismo, ya patente incluso al incorporar la perspectiva histórica subyacente a determinadas manifestaciones. Hay hechos contrastados y constatados que no están sujetos a contingencias probabilísticas.






13 de enero de 2024

Duelo de titanes

 

Las dos mayores corporaciones tecnológicas, Microsoft y Apple, han comenzado el año 2024 reviviendo su dura pugna por alcanzar el título -a revalidar día tras día- de ser la mayor compañía del mundo por valor bursátil.

El pasado jueves, 11 de enero, Microsoft, impulsado por sus avances en IA, logró rebasar, por un estrecho margen, al coloso de la manzana rota. Las cifras son apabullantes y difíciles de asimilar: ambas corporaciones sitúan su valor de mercado en la cota de los 2,87 billones (hispanos) de dólares. Es decir, cada uno de los gigantes tiene un valor económico que prácticamente duplica el valor de todos los bienes y servicios producidos en España en un año.

Los adelantos tecnológicos no cesan, nuevos dispositivos y aplicaciones están a punto de saltar al ruedo y, con ello, seguirán cambiando el curso de la vida de las personas y la operatoria de las empresas.



10 de enero de 2024

¿Un impuesto sobre las compañías de Inteligencia Artificial?

 

Algunos pronósticos sobre el impacto de la Inteligencia Artificial (IA) sobre el mercado de trabajo son estremecedores. Mientras que algunos informes señalan que, en el próximo quinquenio, el número de horas de trabajo puede verse afectado en un 30%, Elon Musk ha llegado a vaticinar una sociedad en la que no haya necesidad de ningún empleo.

Para Marietje Schaake, directora de política internacional en el Cyber Policy Center de la Universidad de Stanford, y asesora especial de la Comisión Europea, “aunque los escenarios difieren, todos señalan tendencias similares. Habrá desplazamiento de empleos, e, incluso si se da una recuperación en el largo plazo, la transición requerirá significativos esfuerzos de la política pública”. La automatización permite aumentos de productividad y genera beneficios que no se reparten automáticamente. En su opinión, “sin intervención, el siguiente capítulo de la revolución tecnológica presenta una vez más el riesgo de que se privaticen los beneficios, mientras se empujan los costes de mitigar sus perjuicios hacia el público…. Durante generaciones, el trabajo ha sido el fundamento no sólo de la renta familiar sino también de la rutina y el sentido de propósito de las personas. Trate de imaginar lo que usted haría sin su empleo”.

A partir de esta argumentación, considera que “para reequilibrar los impactos de costes y beneficios de la IA en favor de la sociedad… el gravamen de las compañías de IA es el único paso lógico”. De esta manera, plantea actualizar las propuestas de Bernie Sanders y Bill Gates en relación con un impuesto sobre los robots.



6 de enero de 2024

El redescubrimiento de la carga de la deuda pública

 

Cuesta trabajo asimilarlo, pero el cambio es perceptible, y no pocas veces llamativo. Da la impresión de que asistimos a los compases de un movimiento pendular que ha iniciado, sin preaviso, el viaje de vuelta. Mientras que, hasta hace poco, las notas de incremento sostenido de la deuda dominaban casi todas las partituras de los oráculos económicos, individuales o institucionales, ahora el giro es manifiesto. Lo que hasta ayer era la senda recomendada, es hoy motivo de reflexión, cuando no de preocupación. La herencia de unos abultados niveles de deuda pública, en un entorno de tipos de interés típicos de épocas pasadas, ha avivado la conciencia sobre el alcance de las cargas asumidas. Y ello a pesar de que la inflación, como uno de los más fieles escuderos los Estados endeudados, se encarga de llevar a cabo quitas no negociadas rebajando el montante real de los saldos pendientes.

La reciente llamada atención de Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, resulta particularmente reveladora. En su discurso inaugural de una conferencia sobre la “Política fiscal en una era de alta deuda”, celebrada a mediados de noviembre de este año, señalaba que “la combinación de niveles de deuda mundial récord, tasas de interés más altas durante más tiempo y perspectivas de crecimiento débiles plantea un triple desafío para las autoridades… el gasto financiado con deuda puede seguir pareciendo tentador. Pero eso sería un gran error”.

Subraya Gopinath que más de 100 países tienen reglas fiscales, pero las desviaciones son frecuentes, y pocos han contenido la deuda desde la crisis financiera mundial. Por su parte, Martin Wolf, editor económico jefe del Financial Times, ha señalado que la ratio de la deuda pública respecto al PIB de los países de alta renta, con un 112% en 2023, se sitúa en un nivel cercano al máximo alcanzado en 1946, pero con la diferencia de que entonces estaba recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, mientras que el dato actual corresponde a un tiempo de paz (al menos, no a escala global).

Una noción arrumbada en el baúl de los recuerdos, la sostenibilidad de la deuda pública, vuelve a escena. Hace algunos años, Charles Wyplosz sostenía que la evaluación de la sostenibilidad de la deuda, un concepto que no puede medirse directamente, es una misión imposible. Sin embargo, no faltan intentos recientes para obtener una respuesta.

Aun cuando no existe una definición universalmente aceptada, la sostenibilidad de la deuda, definida en el sentido de la solvencia del sector público, se cumple, según un informe del Parlamento Europeo, cuando las administraciones públicas pueden atender todas sus obligaciones de deuda a través de superávits presupuestarios primarios (es decir, sin computar los gastos de intereses) futuros. A su vez, economistas del Banco Central Europeo destacan que la sostenibilidad de la deuda pública significa que la deuda pública acumulada pueda ser atendida en cualquier momento, lo que requiere que el sector público sea solvente y tenga liquidez.

A pesar de las complejidades técnicas, hay una ecuación bastante sencilla que nos describe cómo varía, de un año a otro, la ratio de la deuda pública respecto al PIB. Aunque no la escribamos aquí, estos son los factores que explican la magnitud de dicho cociente en un año: i) el nivel de deuda de partida; ii) la tasa de variación del PIB; iii) el tipo de interés; y iv) el saldo presupuestario primario.

A mediados de 2023, el saldo de la deuda pública de España ascendía, aproximadamente, al 111% del PIB. Supongamos que con ese importe se cierra el año 2023, y que el PIB de este año es de 1,41 billones de euros. También, como hipótesis, que, en 2024, el tipo de interés sea del 4%, que el PIB crezca un 4% en términos nominales, y que haya un déficit público primario del 2% del PIB. En este escenario, el saldo de deuda se situaría, a finales de 2024, en el 113% del PIB. En el año 2033, bajo las mismas hipótesis en todo el período, en el 130%. Esta cifra bajaría al 92%, si el escenario fuera más favorable: crecimiento nominal del PIB del 5% anual, tipo de interés del 3%, y equilibrio presupuestario primario.

La experiencia demuestra que es bastante sencillo aumentar los niveles de deuda pública, pero, en contraposición, estos no disminuyen con la misma facilidad. A falta de soluciones mágicas, no caben otras opciones que extremar la eficiencia del gasto público y/o expandir la recaudación tributaria. No obstante, habría que evaluar también la sostenibilidad de ambos procesos.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



5 de enero de 2024

Lecciones neoyorkinas multidisciplinares

 

La ciudad [más bien, cabría hablar de “(mega)ciudad-estado”, con independencia del estado homónimo] de Nueva York ha sido y es una fuente inagotable de lecciones en los más diversos planos. En este comienzo de año se ha dado difusión a un caso que invita a un análisis multidisciplinar, desde muy diferentes puntos de vista: económico, sociológico, político, lingüístico, demográfico, presupuestario, jurídico, interregional, sin que de esta forma se agote todo el potencial. Resulta de particular interés para la teoría de la elección pública y para la teoría del federalismo fiscal, que se ocupan, respectivamente, de la toma de decisiones en el ámbito del sector público, y de la distribución de funciones entre distintos niveles de gobierno en el marco de un sector público multijurisdiccional. Se centra, en suma, en una situación de gran importancia social, “pedagógicamente aprovechable” desde una óptica multidisciplinar.

Según las noticias publicadas, la ciudad de Nueva York “ha demandado a 17 compañías de autobuses por haber llevado a miles de migrantes a la ciudad desde la frontera de México, a instancias del gobernador de Texas… [causando] una crisis de vivienda y presupuestaria”. La demanda aduce que “las compañías de autobuses habían obtenido millones de dólares en ingresos… violando una ley de Nueva York que requiere que quienes traigan ‘a una persona necesitada desde fuera del estado… trasladen a esa persona fuera del estado o la mantengan a su propia costa’”. Al propio tiempo, el representante del consistorio neoyorkino declara que la ciudad “continuará aportando su parte en la crisis de demandantes de asilo”, si bien advierten de que “no [pueden] soportar los costes en solitario”[1].



[1] Vid. J. Miller, “New York files $708mn lawsuit over migrants bussed from Texas”, artículo publicado en el diario Financial Times, 4-1-2024, bajo el rótulo “US immigration”.


4 de enero de 2024

Davídovich, los perros y los principios estatales

 

Hace unos días, me crucé en la calle con Avelino, conocido del escritor y filósofo Lucio Ségel, quien me lo presentó tiempo atrás. Según parece, había visto alguna referencia mía sobre la novela “Personas decentes”, de Leonardo Padura, que, después de leerla, valoraba muy positivamente. No obstante, me manifestó su preferencia por “El hombre que amaba a los perros”, en la que se rastrea la trayectoria de Liev Davídovich Bronstein, más conocido como León Trotski. Tras ponderar los atributos de la obra, sin solución de continuidad, pasó a otra esfera para afirmar que, en su opinión, el político comunista había sido tratado muy favorablemente por los historiadores en comparación con quien dictó la fatídica orden a otro de los personajes que aparece en la novela de Padura.

Al día siguiente, me remitió un correo electrónico en el que transcribía la descripción que el impulsor de la revolución permanente hacía sobre el tránsito entre principios, de lo viejo a lo nuevo, en un país en el que el estado fuese el único empleador: de “quien no trabaja, no come” a “quien no obedezca, no come”. Aparte de resaltar el interés intrínseco de las máximas, el remitente me recomendaba buscar el contexto en “La revolución traicionada”.



3 de enero de 2024

John Stuart Mill y la progresividad impositiva

 

John Stuart Mill postuló el principio del sacrificio igual para aplicar el criterio de la equidad vertical en el ámbito de la imposición. La equidad vertical es un componente imprescindible del concepto de igualdad: no sólo debe tratarse de igual forma a quienes estén en la misma situación (equidad horizontal), sino también tratar de forma diferenciada a quienes estén en situaciones diferentes (equidad vertical). Ahora bien, aun cuando puede intuirse la intención de Mill, el principio del sacrificio igual ha tenido diversas interpretaciones doctrinales, sin que, con carácter general, se desprenda de ellas una escala de gravamen inequívocamente progresiva, proporcional o regresiva[1].

No obstante, poco después de defender la igualdad en el sacrificio, en sus “Principios de Economía Política”, Mill recoge unas consideraciones bastante reveladoras de sus ideas impositivas: “Deseo tanto como el primero que se tomen medidas para que disminuyan esas desigualdades [de riqueza], pero no de manera que alivien al pródigo a expensas del prudente. Imponer sobre los grandes ingresos un porcentaje más elevado que sobre los pequeños es imponer una contribución a la actividad y a la economía; imponer un castigo a los que han trabajado y han ahorrado más que sus vecinos”.

Este planteamiento bastante clarificador es luego objeto de alguna matización: “El principio de la graduación… esto es, de gravar con un porcentaje tanto mayor cuanto mayor es la suma, si bien su aplicación a los impuestos en general sería, en mi opinión, censurable, me parece a la vez justo y conveniente aplicado a los derechos sobre las herencias y los legados”.





2 de enero de 2024

La financiarización del arte

 

El arte como deleite o incitación de los sentidos. Ha sido ésta la misión tradicional del arte. Tradicional y primordial, pero no exclusiva. Ha sido el arte una herramienta para perseguir distintas finalidades. Sea cuales fueran éstas, el arte lleva incorporada una capa, más o menos espesa, de connotaciones económicas. Explícita o implícitamente, directa o indirectamente, el factor económico está ligado inexorablemente al mundo del arte. Como, de hecho, a cualquier faceta de la actividad humana. Aunque es verdad que no siempre con una traducción en flujos dinerarios tangibles.

El elemento creativo ha tenido un papel central en la historia del arte, pero, según acreditados analistas, recientemente el prisma de la rentabilidad económica viene ganando peso entre artistas y coleccionistas. El estadio de la financiarización del arte está más cerca. Es la tesis que sostiene Gillian Tett (“Art’s beauty is in the eye of your accountant”, Financial Times, 8-12-2023). No sólo los motivos financieros ganan peso entre las motivaciones de la adquisición de obras de arte, sino que éstas de utilizan cada vez más como garantías para la concertación de operaciones de crédito. El hecho de que los precios de arte aumentaran un 30% en el último año es otro factor no desdeñable en la explicación de las tendencias observadas. No obstante, en los últimos años, los índices representativos de los valores de las obras de arte han quedado por debajo de los de otros activos financieros y no financieros. La financiarización, aparte de forzada y malsonante, sigue siendo, según Tett, una palabra fea en las ferias artísticas, pero puede ayudar a ganar en transparencia en un mercado bastante opaco y cerrado.



1 de enero de 2024

¿ODS en la cuerda floja?

 

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas se han convertido en una especie de catecismo universal que, como referencia programática, ha calado en todo el mundo. Ya sea por convicción, adhesión, seguidismo o respaldo de la oficialidad institucional, lo cierto es que los ODS han alcanzado un estatus ecuménico sin apenas sufrir el desgaste de consideraciones críticas o escépticas. Después de todo, ¿quién puede estar en desacuerdo con una colección de tan encomiables propósitos?

Por todo ello, encontrar artículo con un título como éste, “El porqué de que los ODS sean una mala idea”, escrito, además, por un experto en el ámbito del desarrollo económico, como David Pilling (Financial Times, 30-12-2023), no puede, en principio, sino interpretarse como una mera provocación estilística.

Sin embargo, esa percepción comienza a debilitarse a medida que nos adentramos en el contenido del texto. Quizás influido por un informe de progreso de las Naciones Unidas en cuyo título se anticipa el riesgo de incumplimiento (“A promise in peril: SDG progress at midpoint”, 18 de septiembre de 2023), Pilling proclama abiertamente que “La dura verdad es que los ODS estaban condenados al fracaso desde el principio. Un vistazo superficial a los 17 objetivos te dice por qué. El primer objetivo es ‘poner fin a la pobreza en todas sus formas en todas partes’, una ambición loable, sin duda, pero que debemos saber en secreto que es una exageración”.

Para Pilling, el problema, más que en la ambición de las metas, radica en la complejidad. Algunos objetivos -añade- son contradictorios, algo no demasiado infrecuente en el terreno de la política económica.

De otro lado, constata que “los ODS son una lista de deseos para el mundo”, y recoge la opinión de un especialista en planificación estratégica, Richard Rumelt, quien recuerda que una lista de resultados deseables no es una estrategia: “las estrategias implican aislar el punto crucial de un problema y encontrar la mejor forma de abordarlo”. Acaba su repaso Pilling señalando que “los objetivos de desarrollo sostenible priorizan todo. En el mundo real, esto equivale a priorizar nada”.

Alguien, no sin razón, podría considerar que éste sería un momento oportuno para rememorar un refrán español recurrentemente aplicable a distintas situaciones: “A buenas horas, mangas verdes”.



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