6 de enero de 2024

El redescubrimiento de la carga de la deuda pública

 

Cuesta trabajo asimilarlo, pero el cambio es perceptible, y no pocas veces llamativo. Da la impresión de que asistimos a los compases de un movimiento pendular que ha iniciado, sin preaviso, el viaje de vuelta. Mientras que, hasta hace poco, las notas de incremento sostenido de la deuda dominaban casi todas las partituras de los oráculos económicos, individuales o institucionales, ahora el giro es manifiesto. Lo que hasta ayer era la senda recomendada, es hoy motivo de reflexión, cuando no de preocupación. La herencia de unos abultados niveles de deuda pública, en un entorno de tipos de interés típicos de épocas pasadas, ha avivado la conciencia sobre el alcance de las cargas asumidas. Y ello a pesar de que la inflación, como uno de los más fieles escuderos los Estados endeudados, se encarga de llevar a cabo quitas no negociadas rebajando el montante real de los saldos pendientes.

La reciente llamada atención de Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, resulta particularmente reveladora. En su discurso inaugural de una conferencia sobre la “Política fiscal en una era de alta deuda”, celebrada a mediados de noviembre de este año, señalaba que “la combinación de niveles de deuda mundial récord, tasas de interés más altas durante más tiempo y perspectivas de crecimiento débiles plantea un triple desafío para las autoridades… el gasto financiado con deuda puede seguir pareciendo tentador. Pero eso sería un gran error”.

Subraya Gopinath que más de 100 países tienen reglas fiscales, pero las desviaciones son frecuentes, y pocos han contenido la deuda desde la crisis financiera mundial. Por su parte, Martin Wolf, editor económico jefe del Financial Times, ha señalado que la ratio de la deuda pública respecto al PIB de los países de alta renta, con un 112% en 2023, se sitúa en un nivel cercano al máximo alcanzado en 1946, pero con la diferencia de que entonces estaba recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, mientras que el dato actual corresponde a un tiempo de paz (al menos, no a escala global).

Una noción arrumbada en el baúl de los recuerdos, la sostenibilidad de la deuda pública, vuelve a escena. Hace algunos años, Charles Wyplosz sostenía que la evaluación de la sostenibilidad de la deuda, un concepto que no puede medirse directamente, es una misión imposible. Sin embargo, no faltan intentos recientes para obtener una respuesta.

Aun cuando no existe una definición universalmente aceptada, la sostenibilidad de la deuda, definida en el sentido de la solvencia del sector público, se cumple, según un informe del Parlamento Europeo, cuando las administraciones públicas pueden atender todas sus obligaciones de deuda a través de superávits presupuestarios primarios (es decir, sin computar los gastos de intereses) futuros. A su vez, economistas del Banco Central Europeo destacan que la sostenibilidad de la deuda pública significa que la deuda pública acumulada pueda ser atendida en cualquier momento, lo que requiere que el sector público sea solvente y tenga liquidez.

A pesar de las complejidades técnicas, hay una ecuación bastante sencilla que nos describe cómo varía, de un año a otro, la ratio de la deuda pública respecto al PIB. Aunque no la escribamos aquí, estos son los factores que explican la magnitud de dicho cociente en un año: i) el nivel de deuda de partida; ii) la tasa de variación del PIB; iii) el tipo de interés; y iv) el saldo presupuestario primario.

A mediados de 2023, el saldo de la deuda pública de España ascendía, aproximadamente, al 111% del PIB. Supongamos que con ese importe se cierra el año 2023, y que el PIB de este año es de 1,41 billones de euros. También, como hipótesis, que, en 2024, el tipo de interés sea del 4%, que el PIB crezca un 4% en términos nominales, y que haya un déficit público primario del 2% del PIB. En este escenario, el saldo de deuda se situaría, a finales de 2024, en el 113% del PIB. En el año 2033, bajo las mismas hipótesis en todo el período, en el 130%. Esta cifra bajaría al 92%, si el escenario fuera más favorable: crecimiento nominal del PIB del 5% anual, tipo de interés del 3%, y equilibrio presupuestario primario.

La experiencia demuestra que es bastante sencillo aumentar los niveles de deuda pública, pero, en contraposición, estos no disminuyen con la misma facilidad. A falta de soluciones mágicas, no caben otras opciones que extremar la eficiencia del gasto público y/o expandir la recaudación tributaria. No obstante, habría que evaluar también la sostenibilidad de ambos procesos.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)



Entradas más vistas del Blog