28 de mayo de 2023

Gasto y resultado: una relación no lineal

 

Es algo bastante obvio que el desarrollo de cualquier actividad requiere incurrir en los costes ocasionados por el uso de los recursos que sean necesarios. Normalmente, los costes son explícitos y claramente identificables. Pero, aunque no hubiese que efectuar un desembolso por el uso de un recurso, lo que ocurre cuando se tiene en propiedad, un economista incluiría, en su caso, su coste de oportunidad, es decir, lo que se pierde, o aquello a lo que se renuncia, por utilizar ese recurso en lugar de emplearlo de forma alternativa. Dado que los costes de oportunidad no implican desembolsos, suelen, erróneamente, pasar desapercibidos y concitan escasa atención.

Respecto a los costes explícitos, especialmente en el ámbito del sector público, existe una tendencia a medir la actuación en función del gasto realizado, en total o en actividades concretas. Así, se tiende a asociar un mayor gasto en educación con un mayor nivel formativo, un mayor gasto en sanidad con un mejor servicio de salud, etcétera. Es indiscutible que, en principio, quepa esperar que se dé esa relación. Sin embargo, el gasto en una actividad, aun siendo un componente clave, no es el único determinante de la cantidad y de la calidad del servicio producido, ni  tampoco de los resultados y las consecuencias derivados de dicha actividad. El gasto permite adquirir recursos, que pueden ser caros o baratos. Tales recursos pueden organizarse, gestionarse y utilizarse de distintas formas, de tal modo que pueden obtenerse diferentes niveles de producción. En suma, en la ejecución de un presupuesto, ya sea público o privado, es necesario incorporar distintas perspectivas: la económica (coste de los recursos), la de eficiencia (relación entre los recursos utilizados y el producto obtenido) y la de eficacia (grado en el que se consiguen los objetivos planteados). Son, por cierto, tres criterios que están recogidos en la Constitución y en la legislación presupuestaria de España.

A pesar de todo, es difícil que, intuitivamente, no tracemos una hipotética línea recta para imaginar la relación estadística entre el gasto incurrido y el resultado obtenido en un programa o en una actividad. Sin embargo, siempre es conveniente tener como referencia lo que se observa en la realidad. Así, por ejemplo, ¿cómo es la relación existente entre el gasto vinculado al sistema educativo y los resultados obtenidos por los estudiantes que participan en el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) de la OCDE?

Según estimaciones de la OCDE, el gasto por estudiante explica menos de la mitad de la variación en la actuación media entre países, respecto a las competencias de los estudiantes participantes (de 15 años) en las pruebas del PISA. A medida que el gasto (por alumno) en instituciones educativas aumenta, también lo hace la actuación media, pero la tasa de incremento disminuye rápidamente. Nos encontramos con una curva en vez de una recta. La OCDE concluye que “aunque la educación necesita estar adecuadamente dotada de recursos… no se requiere un elevado gasto por estudiante para alcanzar la excelencia en educación”. Entre otros, los casos de Estonia y Singapur, que obtienen unos resultados, dentro de una comparación entre países, muy por encima de los asociados a sus niveles de gasto, son dignos de estudio, a la búsqueda de algunas claves interpretativas.

Algo similar se observa cuando se analiza la relación entre el gasto en salud por habitante y la esperanza de vida. La relación positiva no oculta una elevada dispersión de resultados entre países para un nivel de gasto similar. Se trata de una pauta que se aprecia en muchas áreas de actividad, y que viene a poner de relieve que la cuantía del gasto monetario es un indicador incompleto e imperfecto de la adecuación o no de las actuaciones que se llevan a cabo. En el ámbito del deporte profesional, existe un amplio cuerpo de evidencias empíricas que muestran que la relación mencionada no necesariamente se ajusta a moldes lineales.

En definitiva, una buena gestión de los recursos lleva a tratar de dilucidar qué otros factores, además de los presupuestarios, conducen a mejores resultados. Con independencia de cuál sea la forma exacta de la curva mencionada, es fundamental no dejar sin aprovechar ninguna potencialidad. Para cualquier presupuesto asignado, el reto es batir la línea representativa del rendimiento medio alcanzable.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

27 de mayo de 2023

Ni siquiera el capitalismo cretáceo se libra de la controversia

 

Los brazos del capitalismo son muy alargados, pero no tanto como para retrotraerse a la era cretácea. Pero eso no impide, naturalmente, que ese para muchos voraz monstruo extienda también sus fauces para atrapar lo que queda de las criaturas que habitaron el planeta en aquella remota época. Las grandes fortunas se han lanzado a la adquisición de los esqueletos de dinosaurios. En 2020, los restos de un Tyrannosaurus Rex fueron vendidos en una subasta pública por la cifra de 31,8 millones de dólares, según recoge The Economist (“Cretaceous capitalism”, 20-5-2023). De acuerdo con la misma fuente, se han encendido las alarmas entre los paleontólogos, que temen que los museos y otras instituciones científicas queden expulsadas de un mercado a la medida de individuos que se reservarán en exclusiva los preciados hallazgos fósiles.

No obstante, el mencionado semanario, haciendo gala de su no siempre perceptible espíritu anclado en el liberalismo (europeo), considera que el antagonismo de los científicos hacia el comercio de fósiles está mal orientado. A su entender, un mercado de fósiles pujante puede llevar a que haya más descubrimientos que pueden beneficiar a la ciencia y al público. Ahora bien, no puede perderse de vista que, mientras que en Estados Unidos los fósiles que se descubran pertenecen al propietario del terreno y pueden ser comercializados legalmente, en muchos otros países los fósiles rescatados pasan a ser propiedad del Estado.



26 de mayo de 2023

El retorno de Leviatán al sector bancario

 

“Tu esperanza quedaría defraudada: con sólo mirarlo quedarías aterrado… No dejaré de mencionar sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable…”. Así se describe la fiereza del monstruo Leviatán en el Libro de Job. Leviatán tiene una fuerza irresistible –“el hierro es como paja para él”- como bestia marina gigante, pero también como una especie de código subyugante que activa las alertas de todo estudioso de la economía del sector público.

Según diversas teorías y posiciones doctrinales, no siempre bien respaldadas por datos empíricos, el sector público ha venido replegándose extraordinariamente en los países occidentales desarrollados desde finales del siglo pasado hasta la gran crisis económica y financiera que arrancó en el año 2007. Son también frecuentes los relatos que indicen en un progresivo abandono del sector financiero por parte del Estado, parcialmente revertido a partir de dicho evento de crisis internacional. Esa tendencia a un mayor intervencionismo público en el sistema financiero se ha intensificado a raíz de las turbulencias recientemente acaecidas en el seno del sector bancario estadounidense.

En un artículo publicado en la revista The Economist (“Leviathan swells”, 20-5-2023) se reseñan algunos movimientos en ese sentido: i) la extensión y generalización del seguro de los depósitos bancarios; ii) la concesión de préstamos de último recurso a las entidades bancarias solventes, por parte de los bancos centrales; iii) la regulación de la calidad de los activos; iv) el endurecimiento de las reglas sobre el riesgo de interés; v) la finalización del proceso de intermediación bancario basada en la utilización de depósitos para la concesión de crédito (“narrow banking”).

Algunas de las anteriores medidas son de aplicación desde hace años en el sistema bancario europeo, en tanto que otras -particularmente las que apuntan al fin de la intermediación bancaria- sí tendrían grandes repercusiones potenciales para el circuito del crédito.

Según The Economist, “sea cual sea la senda que se elija, el mundo se está moviendo hacia un papel más grande para el gobierno y más reducido para los actores privados, un hecho que debe alarmar a cualquiera que valore el papel del sector privado en la evaluación del riesgo”. De forma llamativa, se considera que, aunque hay países, como China y Vietnam, donde la creación del crédito está vinculada explícitamente al Estado, lo que no ocurre en los países occidentales, es cada vez más difícil percibir las diferencias entre el sistema chino y el sistema de “contrato social”, en el cual hay una masiva cobertura estatal de los riesgos y una acumulación de regulaciones impuestas, a cambio, sobre los bancos.

21 de mayo de 2023

Hasta siempre, Lucas

 Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Se atribuye este conocido adagio, supuestamente aplicable en el terreno de la política, a Abraham Lincoln. En cierta medida, Robert E. Lucas Jr. se encargó de trasladar su esencia al ámbito de la política económica.

Este economista estadounidense, galardonado con el Premio Nobel de Economía en el año 1995 (quedaba muy lejos una Gran Recesión que casi nadie podía pronosticar en toda su magnitud), ha dicho su último adiós, a la edad de 85 años. Capaz como pocos de aglutinar centenares de seguidores y de detractores, sus aportaciones fueron una especie de detonación en el campo de la teoría económica y en el de la aplicación de las políticas públicas. Como recuerda Delphine Strauss en un artículo del Financial Times, algunas de sus contribuciones principales pueden sintetizarse en la siguiente frase de su discípulo John Cochrane: “sólo puedes engañar a la gente una o dos veces”.

A mediados de la década de los setenta del siglo pasado emergió con enorme fuerza la denominada revolución de las expectativas racionales, ligada a la escuela de la Nueva Macroeconomía Clásica, que llegaba a rechazar incluso la curva de Phillips a corto plazo y, por ende, a propugnar una política nihilista, sobre la base de su conocida proposición de la ineficacia de la política económica. No hay que olvidar que a este resultado se llegaba a partir de una serie de supuestos no irrelevantes: i) la hipótesis de equilibrio continuo de los mercados, posibilitado por la existencia de unos precios y salarios totalmente flexibles; ii) la hipótesis de la tasa natural de paro, que implica que las decisiones económicas reales de los agentes se basan únicamente en factores reales y no monetarios; iii) la hipótesis de las expectativas racionales, cuya idea básica es que los agentes económicos forman sus expectativas de las variables futuras haciendo el uso más eficiente de toda la información de que disponen. Según Cochrane, dicha hipótesis “es realmente sólo una condición de humildad. Dice que no escribas modelos en los que las predicciones del modelo sean diferentes de las expectativas en el modelo. Si lo haces, si tu modelo es correcto, la gente leerá el modelo y se adaptará, y el modelo no funcionará más”.

A pesar del patente irrealismo de algunos de los anteriores supuestos, en absoluto puede considerarse desdeñable la aportación teórica de esta corriente y, en particular, por el estímulo que supuso para la toma en consideración de aspectos anteriormente ignorados. En concreto, cabe destacar la conocida crítica de Lucas a la evaluación econométrica de la política económica, cuya esencia estriba en que los parámetros estimados en los modelos económicos a partir de datos históricos no permanecerán inalterados ante modificaciones en la política económica. La crítica de Lucas fuerza a que los economistas reconozcan que los agentes económicos son inteligentes, de manera tal que el diseño de las políticas económicas habrá de tener en cuenta el hecho de que los participantes en la economía cambian su comportamiento como resultado de las políticas que son aplicadas.

El Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 1995  le fue otorgado “por haber desarrollado y aplicado la hipótesis de las expectativas racionales, y, en consecuencia, por haber transformado el análisis macroeconómico y profundizado nuestra comprensión de la política económica”.

No obstante, como apunta Strauss, “no todas sus contribuciones superaron tan bien la prueba del tiempo. En 2003, argüía que ‘el problema central de la prevención de depresiones (económicas) ha[bía] sido resuelto, para todos los fines prácticos, y ha[bía] sido de hecho resuelto durante muchas décadas’”.

Los hechos son bastante tozudos, por lo que cabe evocar las conclusiones de la lección que pronunció con motivo de la ceremonia de entrega del Premio Nobel (subrayado añadido): “But who can say how the macroeconomic theory of the future will develop, any more than anyone in 1960 could have foreseen the developments I have described in this lecture? All one can be sure of is that progress will result from the continued effort to formulate explicit theories that fit the facts, and that the best and most practical macroeconomics will make use of developments in basic economic theory”.






20 de mayo de 2023

El camino a la utopía según DeLong

 

Los siglos solían tener una duración de cien años. Pero no siempre es así, ni para todos los propósitos. Las demarcaciones temporales convencionales no tienen por qué ajustarse a los períodos efectivos en los que puede acotarse la historia económica. Así, los siglos, a efectos analíticos, pueden tener una duración superior o inferior a la asociada a su definición. Para J. Bradford DeLong, el siglo veinte fue un “siglo largo”, bastante largo, si tenemos en cuenta que lo extiende, por delante y por detrás, hasta completar un ciclo de 140 años, de 1870 a 2010. Con todo, es inevitable la duda de si una diferencia del 40% permite seguir calificando como centuria el período resultante. Dicho profesor de Economía de la Universidad de Berkeley no lo ve necesario e introduce en el título de su libro la referencia al siglo pasado (“Camino a la utopía: una historia económica del siglo XX”, 2022) a pesar de centrarse en el estudio de lo acontecido entre los años 1870 y 2010.

El siglo veinte delongiano es bastante largo, y también la obra señalada, que se va por encima de las 600 páginas. La introducción, ayudada por una reiteración de ideas, llega, por si sola, a la treintena.

El “largo siglo XX” arranca en una época marcada por el inicio de profundos y trascendentales cambios, ligados a la globalización, el despegue de la investigación industrial, y el auge de la corporación moderna, y finaliza en 2010, bajo el azote de la Gran Recesión. El juego que ha dado esta para el análisis económico y político es difícil de ser exagerado. Como también las bazas argumentales para cuestionar las supuestas bondades del capitalismo y del mercado, que, hasta el momento de su ignición, parecían haberse erigido en paradigmas consolidados que contribuían a la confirmación de la tesis fukuyamiana del fin de la historia. En esa nutrida corriente se inscribe DeLong, quien, pese a reconocer las aportaciones de la economía de mercado, hace hincapié en que esta se ha mostrado incapaz de resolver otros problemas que demandaba la sociedad. A este respecto, califica como “tremendamente idiotas” a Hayek y sus seguidores, “que pensaron que el mercado haría por sí solo todo el trabajo necesario para alcanzar el anhelado progreso”.

En la obra mencionada lleva a cabo una detallada aproximación al arduo camino hacia la utopía. Según afirma, “en el largo siglo XX hemos trazado una gran línea divisoria entre lo que el ser humano hizo durante buena parte de su historia y lo que hacemos hoy. Pero, en efecto, no hemos llegado a ninguna utopía”.

Ya en la introducción anticipa que “una de las razones por las que el camino a la utopía no ha sido más veloz y sólido es que gran parte de los avances han sido mediados por la economía de mercado, con su avaricia y sus injusticias”. La clave radica, según DeLong, en que “la economía de mercado no reconoce a lo seres humanos ningún derecho por encima de las propiedades que reconocen las instituciones. Y esos derechos de propiedad sólo valen de algo si ayudan a producir lo que los ricos quieren comprar. Un sistema así no puede ser justo”.

¿Merecería, entonces, la pena optar por un sistema que anule los derechos de propiedad? ¿Hay alguna experiencia histórica reveladora de las posibles consecuencias? ¿Están de alguna manera limitados tales derechos en las sociedades avanzadas en las que actúa un sector público con relevantes poderes regulatorias y fiscales? ¿Tendría futuro “el matrimonio forzoso” de Hayek y Polanyi?

Pese a la conclusión anticipada por DeLong, la profusa información contenida en la obra comentada aporta valiosos elementos para la reflexión.



19 de mayo de 2023

La economía de Andalucía en perspectiva histórica

 

Hace unos días, al exponer un cuadro que mostraba la evolución de la participación de las regiones españolas en la economía nacional a lo largo del período 1955-2021, a partir de la serie estadística elaborada por Fedea, alguien planteaba las razones de la estabilidad relativa del peso de la economía andaluza. No es precisamente una pregunta sencilla, que se pueda despachar de forma inmediata y simplista. Sin duda, son muchos los factores que han incidido en dicha trayectoria económica, también condicionada por el curso seguido por el resto de las unidades de comparación.

Por distintas razones, hubo un tiempo de bastante dedicación a esa importante cuestión. De hecho, uno de los primeros encargos que tuve como joven economista, recién incorporado a la (inacabable) carrera académica, fue, un tanto sorpresivamente, el de la elaboración de propuestas para la revitalización de la economía andaluza ante el inicio del esperanzador proceso autonómico, en los primeros años de la década de los ochenta. El análisis de la dinámica global y sectorial ante el ciclo económico fue durante años un tema recurrente.

Han pasado muchos años, y, al despertar del sueño, la pregunta sigue ahí. Un tanto desconcertado, nos cuesta trabajo localizar energías y, sobre todo, ilusiones perdidas para retomar la tarea. Mientras se encuentra a alguien que tome el relevo, como simple ejercicio de nostalgia, es difícil refrenar el instinto de repasar aquella tardía (2009) pero bienvenida publicación del Instituto de Estadística de Andalucía que, bajo la autoría de Carmen lzárraga, ofrecía una amplia visión estadística del “Progreso económico de Andalucía en el siglo XX”.

La observación de los cambios registrados por la estructura económica de Andalucía en el largo período 1900-1999 puede ser una buena base para reflexionar acerca del destino económico de los andaluces. Cuando arrancaba el siglo XX, la economía regional descansaba en la agricultura, que representaba un 40% de la producción total. Los servicios equivalían aproximadamente a una tercera parte; la industria, a algo más de una quinta, y la construcción se quedaba en un modesto 5%. Las cifras del año 1999 mostraban claros contrastes: los servicios tenían una posición preponderante, al concentrar dos tercios del total, la industria había retrocedido al 13%, en tanto que la agricultura y la construcción tenían un peso equivalente, del orden del 10%. Son también variados los factores que explican esa recomposición sectorial. Igualmente, los que pueden explicar el tamaño y la estructura de la dedicación personal.



16 de mayo de 2023

El euro digital: ¿una solución a la búsqueda de un problema?

 

El proyecto del euro digital sigue su curso, bien es cierto que, aparentemente, con un alcance más limitado del que se barajaba en un principio. Ya se verá el perfil específico que adopta en la práctica, pero eso no impide que se hayan desatado ya protestas por parte de algunos colectivos de detractores, temerosos de que esa nueva forma de dinero signifique la erradicación del efectivo o de que se utilice como una forma de control público. Como se recoge en diversas entradas de este blog, el euro digital presenta grandes ventajas potenciales, si bien suscita igualmente algunas reservas respecto a sus repercusiones sobre el papel de los intermediarios financieros y el canal del crédito.

Tales reservas se verán intensificadas en caso de que el saldo de las cuentas del euro digital quede, como se ha anunciado, muy limitado en su importe máximo. Así, la ventaja de la seguridad plena de los depósitos perdería considerable fuerza. Para Peter Bofinger, profesor de la Universidad de Würzburg, dicha limitación “es como un vino sin alcohol”. Su argumento es que la forzada abstinencia impuesta sobre el euro digital convencerá a los individuos de que no merece en absoluto la pena de molestarse con él[1].

La moneda proyectada se encontraría con el reto de convencer de que viene a dar una solución efectiva a problemas y deficiencias reales. De hecho, ya hay quien se plantea la pregunta que da título a esta nota[2].



[1] Vid. M. Arnold y S. Fleming, “The digital euro: a solution seeking a problem?”, Financial Times, 16-5-2023.

[2] Vid. M. Arnold y S. Fleming, op. cit.

14 de mayo de 2023

La batalla de la inflación: ganadores y perdedores

 

La inflación es un “problema perverso”, clamaba no hace mucho Huw Pill, economista jefe del Banco de Inglaterra. Hay que actuar para hacer frente al “monstruo de la inflación”, instaba, a su vez, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. Son duros calificativos, pero hacen justicia a ese grave y perturbador desequilibrio económico. Los precios desempeñan un papel vital para el funcionamiento de cualquier economía. Sin unos precios estables se pierden las referencias cruciales para la toma de decisiones económicas, y, cuando son crecientes, se entra en una senda de deterioro del poder adquisitivo del dinero.

Sin embargo, la inflación no afecta por igual a todos los agentes económicos. Su impacto va a depender de una serie de circunstancias: de si se tiene una posición financiera neta deudora o acreedora, de la duración y las cláusulas de los contratos, del poder de negociación de las partes, y, cuando los incrementos de precios no son homogéneos para todos los bienes, de la composición de la cesta de consumo de cada persona. El monstruo de la inflación devora las bases del sistema económico, pero, mientras ejecuta esa faena, reparte caprichosamente castigos y prebendas.

Como ha ilustrado el Fondo Monetario Internacional, el rebrote de la inflación iniciado en 2021, el más acusado en más de tres décadas, ha tenido efectos sustanciales sobre las cuentas públicas, ha empeorado la pobreza y ha alterado la distribución del bienestar de las familias.

Las cuentas públicas pueden verse afectadas por la inflación a través de diversas vías: i) al elevarse las cifras nominales del PIB, se reducen automáticamente las ratios de la deuda y del déficit públicos respecto a dicha magnitud económica; ii) el alza de los precios implica una mayor recaudación de los impuestos sobre el consumo; iii) al aumentar las rentas nominales se produce un perjuicio para los contribuyentes del IRPF, con independencia de que se deslicen o no a un escalón superior de la tarifa, y, si esta no se ajusta, la progresividad en frío dicta su ley implacable; iv) el valor real de la deuda pública se reduce, de manera que la inflación ayuda a su “amortización económica”: la inflación ha sido históricamente una eficaz herramienta para “saldar” la deuda pública; v) en sentido contrario, el incremento del gasto público dependerá de las revisiones salariales del personal, del ajuste de las pensiones, de los costes de los suministros, y de la evolución de los tipos de interés de la deuda.

Por su parte, las familias se ven afectadas por cuatro canales: a) el de la cesta de consumo (según cuál sea su composición); b) el de las rentas (si se actualizan o no con la inflación); c) el de la riqueza (se ven perjudicadas las que tengan depósitos y fondos líquidos, y beneficiadas las que mantengan deudas hipotecarias, especialmente cuando el mercado inmobiliario actúa como protector contra la inflación; d) en contraposición, las familias endeudadas se ven penalizadas por la subida de los tipos de interés, si se trata de operaciones a interés variable, y también respecto a nuevas operaciones de crédito.

En el caso de nuestro país, según el Banco de España, el repunte de los precios podría explicar aproximadamente la mitad del incremento de los ingresos públicos tras la pandemia, que han crecido en España a un ritmo mayor que en el resto de los países de la Unión Europea. El componente de los precios ha tenido especialmente relevancia en el IVA y el IRPF.

Como recaudadora tributaria descontrolada, la inflación tiene pocos rivales, aunque, al mismo tiempo, espolea demandas de los perceptores de ingresos y los oferentes de bienes y servicios, que tratan de mantener su poder adquisitivo. Como acredita la experiencia histórica, las espirales inflacionarias no son fáciles de frenar, lo que, de no lograrse, puede acabar requiriendo medidas abruptas o terapias bastante dolorosas para las partes perdedoras, que no son pocas.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

13 de mayo de 2023

El último verso machadiano

 

La poesía de Antonio Machado está plagada de versos sencillos y emotivos que han servido de sustento en distintas etapas de la vida. La descripción de la sensación de la lluvia tras los cristales en las tardes de escuela sigue alimentando la nostalgia, al tiempo que nos transporta a la niñez. Por aquel entonces, había clases por las tardes, y la lluvia era una compañera que nunca faltaba a la cita en sus estaciones. Otros versos dotados de fuerza y magnetismo han marcado el camino, encendiendo unas luces auxiliadoras en tiempos de tinieblas. Para sus adeptos, Machado es una fuente de inspiración y de orientación en el curso de la vida. Los devotos machadianos transmiten un entusiasmo por la figura y la obra del poeta que no dejan indiferente a nadie. Una pausada conversación con los más doctos es en sí misma un homenaje sostenido, y una invitación callada para incorporar a nuevos miembros a ese selecto club de admiradores del autor de Campos de Castilla.

Uno de los más egregios representantes de ese docto colectivo es Alfonso Guerra, quien ha expresado públicamente que “[su] fidelidad a Antonio Machado, [su] admiración por su obra, que ha dirigido en muchos aspectos la senda de [su] vida… [le] impulsa a reivindicar, una vez más, la potencia creadora de un poeta que supo y sabe inventar un mundo con palabras”. En el mismo texto, en el que se plasma un discurso académico, se recoge el último verso del poeta, quintaesencia de la poesía machadiana: “Estos días azules y este sol de la infancia”.



8 de mayo de 2023

Amenazas de la inteligencia artificial

 

No hace mucho, alguien me envió un texto sobre el papel de los bancos escrito con ciertas reminiscencias o evocaciones de “Cien años de soledad”. Más tarde, me comentaba que el ensayo había sido elaborado, automáticamente, por una famosa aplicación de inteligencia artificial (IA) a la que había solicitado el encargo específico. Los logros alcanzados por la IA nos dejan estupefactos, atónitos, llenos de incredulidad ante los avances que se están viviendo. Otro destacado jurista me venía a decir que había sometido la aplicación a considerables exigencias de conocimientos jurídicos, constatando luego que el desempeño era notable. Aunque el dispositivo no se mostraba infalible ante las pruebas planteadas, reconocía sus lagunas o errores, y evidenciaba su capacidad de aprendizaje. La IA está hundiendo, por otro lado, la moral de muchos docentes, algunos de los cuales no han tenido más remedio que desechar la elaboración de trabajos breves como forma de actividad práctica. Con la duda añadida de si el recurso a las nuevas aplicaciones es extensible a la realización de trabajos de fin de grado completos o, incluso, de tesis doctorales. Más allá de esas dudas razonables, una joven profesora se planteaba cómo, en los próximos años, podría competir con un chatbot omnisciente, disponible las 24 horas…

Seguramente, más bien temprano que tarde, habrá que reinventar la profesión, al igual que otras muchas. Hoy día, no obstante, a esas amenazas de índole tecno-estructural, se unen otras más mundanas, pero no triviales, que también hay que procesar. Como recoge la revista The Economist en un artículo dedicado a la incidencia de la IA en el periodismo[1], no hay que tomar como dogma de fe, sin más, las noticias provenientes de dispositivos artificiales presuntamente inteligentes, ni, por supuesto, tampoco las de origen no artificial.

Una primicia sensacional fue difundida, hace poco, por una emisora de radio estadounidense, según la cual “’el cohete de sexo masivo espacial’ de Elon Musk había estallado durante el lanzamiento”. En el artículo se aclara luego que esa sorprendente primicia “resultó ser una transcripción automática errónea de SpaceX, la empresa de cohetes del multimillonario”.



[1] “Ghost writers”, 6-5-2023.


7 de mayo de 2023

¿Arruina la lotería la vida de los ganadores de premios?

 

Es ésta la pregunta que plantea Tim Harford en un reciente artículo publicado en el diario Financial Times. En él, inicialmente, se hace eco de algunos llamativos casos en los que quienes obtuvieron sustanciosos premios acabaron en la ruina. No obstante, considera que tales ejemplos no son necesariamente los típicos, por lo que recurre al análisis de los resultados acumulados por diversos estudios empíricos, a la búsqueda de posibles pautas de comportamiento.

Estas son las conclusiones básicas que obtiene:

a)    Los ganadores de premios de lotería (de cuantía significativa) (en Reino Unido) no tienden a poner término a las relaciones con sus amistades, que incluso se intensifican, aunque sí dedican menos tiempo a conversar con sus vecinos. Como se explicación se apunta que el dinero hace que sea más fácil socializar por puro placer, mientras que reduce la necesidad de mantener relaciones por razones prácticas.

b)     Cuando los premios son inferiores a 10.000 o superiores a 50.000 dólares (Estado de Florida), la probabilidad de declararse en quiebra es la misma que la de los no ganadores.

c)     Entre los ganadores de premios de unos 250.000 euros (Suecia), sólo un 12% dejó de trabajar completamente.

En suma, viene a señalar que a los ganadores de premios de lotería no les va tan mal, en general, como podría temerse.

Probablemente, un estudio sobre La Rápida, una práctica, al parecer, de probada resiliencia, arrojaría también interesantes conclusiones sociológicas y psicológicas sobre los juegos de azar.

6 de mayo de 2023

Gasto y resultados de la educación: una relación no lineal

 

Analizar los factores que inciden en los resultados del sistema educativo tiene un interés intrínseco, que va mucho más allá de la posición que se ocupe en los rankings internacionales. La publicación de los resultados de las pruebas internacionales realizadas por la OCDE en el marco del PISA ofrece una información extraordinariamente útil con vistas, entre otros aspectos, a: i) calibrar la posición relativa de cada país dentro del panorama mundial; ii) diseñar esquemas formativos orientados a la asimilación de competencias básicas para enfrentarse a situaciones y problemas de una realidad cambiante y compleja; y iii) discernir cuáles son los factores más significativos en la explicación de los resultados obtenidos por los estudiantes.

El gasto incurrido en los programas formativos es un candidato natural para ocupar un lugar destacado dentro del elenco de factores potenciales. No es preciso recurrir a muchos argumentos para tomar conciencia de la importancia de los desembolsos económicos para sustentar un sistema educativo adecuado.

Sin embargo, no cabe esperar que ese componente sea el único factor relevante. Según las estimaciones de la OCDE (OCDE, “PISA Results (Volume I): What Students Know and Can Do”, 2019), el gasto por estudiante explica el 49% de la variación en la actuación media entre países, respecto a la competencia en lectura de los estudiantes participantes (de 15 años) en las pruebas del PISA.

Como se recoge en el gráfico adjunto, tomado de la referida publicación de la OCDE, existe una relación positiva entre el gasto por estudiante y la actuación media en la competencia de lectura. A medida que el gasto en instituciones educativas aumenta, también lo hace la actuación media; pero la tasa de incremento disminuye rápidamente. La OCDE concluye que “aunque la educación necesita estar adecuadamente dotada de recursos… no se requiere un elevado gasto por estudiante para alcanzar la excelencia en educación”. Entre otros, los casos de Estonia, Singapur y Catar son dignos de estudio, a la búsqueda de algunas claves interpretativas.

 


2 de mayo de 2023

Dictados bíblicos sobre el trabajo

 

El Eclesiástico, uno de los libros sapienciales, está lleno de consejos y recomendaciones que hacen honor a ese calificativo. Detenerse por un instante en alguna de sus composiciones es una fuente de reflexión e inspiración, una buena oportunidad para hacer un receso físico y mental.

En una de ellas encontramos un esbozo de lo que pudiera ser una especie de llamamiento a combatir el principio de insaciabilidad que impera en los modelos económicos neoclásicos: “Hijo, no multipliques tus ocupaciones, porque si mucho abarcas, no quedarás impune; y por más que corras, no alcanzarás, y por más que quieras, no podrás huir, no escaparás. Hay quien trabaja, se fatiga y apresura, y a pesar de esto está más necesitado”. Ahora bien, el mencionado principio se ciñe a la vertiente estricta del consumo, mientras que la admonición anterior incorpora la del esfuerzo personal.

El autor de ese libro sagrado, aun cuando rechaza el trabajo desmedido, insta al cumplimiento del deber y a la dedicación casi vitalicia a la tarea asignada: “Sé fiel en tu deber y dedícate a él, y envejece en tu tarea”.

“El trabajo y las riquezas” nos coloca ante el espejo, y, antes de mirarnos en él, no sabemos con qué imagen nos vamos a encontrar.

1 de mayo de 2023

Modelos bancarios de viejo y nuevo cuño

 

Según recuerdan los conocedores de la tradición clásica de connotaciones serranas, eran tres los principios sobre los que pivotaba la adecuada gestión del ahorro bancario: captar el dinero, administrarlo con esmero y prudencia, y evitar que se drenara injustificadamente. Mucho antes de disponer de sofisticados “marcos de apetito al riesgo”, se aplicaban estrictos sistemas de control de la liquidez. Ante la llegada de peticiones -necesariamente físicas- de retiradas significativas de fondos por los titulares, saltaban las alarmas y los reintegradores eran llamados a consultas al despacho del banquero. Por aquel entonces, era éste un personaje respetado, investido de autoridad como asesor y consultor. El ahorro era un hábito tenido como virtud, por lo que su disposición había de superar los tests de necesidad y conveniencia exigidos por las normas que regían la previsión en el terreno de las finanzas personales.

Para un banquero a la antigua usanza, la custodia eficaz del dinero confiado y la seguridad en su recuperación íntegra y puntual eran, en cualquier caso, deberes sagrados escritos con letras de oro en su catecismo profesional. Aun así, algunos celosos depositantes pedían comprobar, de vez en cuando, que los saldos consignados en sus libretas estaban respaldados por billetes tangibles y concretos puestos a buen recaudo en la caja fuerte de su entidad. Sin ser conscientes de ello, estaban, de hecho, reivindicando la aplicación de una antigua teoría que propugnaba un coeficiente de reserva de caja del 100%, una teoría que ha encontrado nuevos partidarios en los últimos años.

Sin embargo, los bancos y las cajas de ahorros no limitaban su función empresarial a la faceta de la custodia de los depósitos captados. Por el contrario, se embarcaban en una misión bastante complicada y sujeta a riesgos. A sabiendas de que los depositantes podían exigir su dinero en cualquier momento o según el plazo acordado, normalmente corto, estaban dispuestos a prestar la mayor parte de ese dinero (de otras personas) a aquellas familias o empresas que, después de evaluar su situación económica, consideraban que tenían capacidad para hacer frente a la devolución del capital y al pago de los intereses pactados. Realizar bien las dos funciones, custodiar depósitos y conceder préstamos, es, en cierta medida, una especie de milagro, pues implica conciliar intereses contrapuestos en cuanto a los plazos requeridos por los oferentes y por los demandantes de fondos. Dicha operatoria, conocida como la transformación de vencimientos, es la que permite movilizar unos recursos que, de otro modo, quedarían ociosos, y, al propio tiempo, que los prestatarios puedan llevar a cabo sus proyectos de gasto.

Para que este modelo bancario funcione adecuadamente resultan necesarias una serie de condiciones. Entre éstas: i) que el banco evalúe bien los riesgos de sus acreditados y conceda préstamos de una manera diversificada; ii) que los depósitos se mantengan estables y no se produzcan retiradas masivas; iii) que la entidad disponga de una liquidez suficiente y de líneas adicionales para hacer frente a necesidades sobrevenidas; iv) que haya una correcta gestión del riesgo de tipo de interés, tanto de las operaciones de activo como de las de pasivo.

La experiencia reciente en el plano internacional ha puesto claramente de manifiesto que los avances tecnológicos alteran los canales, los formatos y los soportes, pero no cambian los atributos esenciales de la actividad de intermediación financiera, ni erradican per se los riesgos inherentes a ésta. Así como el atraso tecnológico no era un impedimento para aplicar unos criterios de gestión sensatos y razonables, actuar dentro de un hábitat tecnológico de vanguardia no confiere garantía alguna al respecto.

La crisis sufrida por el Silicon Valley Bank ha obedecido a una amalgama de circunstancias peculiares, entre las que pueden mencionarse: a) la existencia de una base de depositantes con saldos muy elevados (en una gran mayoría, por encima del importe cubierto por el seguro de depósitos); b) la manifestación de una acentuada demanda de mayor retribución de los depósitos, ante una fase de fuerte subida de los tipos de interés; c) la inversión, en cuantía excesiva, de los fondos captados en títulos de deuda pública a largo plazo e interés fijo, cuyo valor de mercado había descendido apreciablemente ante el alza de los tipos de interés; d) la materialización de pérdidas por su venta antes de su vencimiento, con objeto de obtener liquidez, sin recurrir a otras posibles vías, a través de préstamos con la garantía de dichos títulos, sin necesidad de venderlos anticipadamente. La era digital no ha aportado, por otro lado, grandes ventajas como cortafuegos de retiradas de depósitos, sino, más bien, todo lo contrario, por lo que invita a extremar, aún más, la prudencia. La de aquellas entidades que, aunque quizás no tenían demasiado glamour, eran muy buenas en el ejercicio de la labor de intermediación financiera.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

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