El Eclesiástico,
uno de los libros sapienciales, está lleno de consejos y recomendaciones que
hacen honor a ese calificativo. Detenerse por un instante en alguna de sus
composiciones es una fuente de reflexión e inspiración, una buena oportunidad para
hacer un receso físico y mental.
En una de ellas
encontramos un esbozo de lo que pudiera ser una especie de llamamiento a
combatir el principio de insaciabilidad que impera en los modelos económicos
neoclásicos: “Hijo, no multipliques tus ocupaciones, porque si mucho abarcas,
no quedarás impune; y por más que corras, no alcanzarás, y por más que quieras,
no podrás huir, no escaparás. Hay quien trabaja, se fatiga y apresura, y a pesar
de esto está más necesitado”. Ahora bien, el mencionado principio se ciñe a
la vertiente estricta del consumo, mientras que la admonición anterior incorpora
la del esfuerzo personal.
“El trabajo y las
riquezas” nos coloca ante el espejo, y, antes de mirarnos en él, no sabemos con
qué imagen nos vamos a encontrar.