14 de julio de 2018

La sabiduría de las finanzas según Mihir Desai


Los lectores de novelas decimonónicas, ya sean románticas o costumbristas, conocen bien la inclinación de los autores, particularmente de los ingleses, a aderezar su relatos ilustrando las situaciones y las decisiones de sus personajes en términos de rentas económicas. Seguramente no eran conscientes de la relevancia que esa información económica tendría, siglos después, para valorar el entorno económico de la época, las condiciones de vida de la población y las desigualdades de renta y riqueza existentes en aquel entonces. El protagonismo que dichas fuentes tienen en una obra tan influyente como “El capital en el siglo veintiuno”, de Thomas Piketty, alcanza extremos insospechados, llegando a erigirse en una referencia crucial en la fundamentación de la línea argumental sobre la evolución de las desigualdades económicas.

Literatura al auxilio de la investigación económica, con efectos retardados. También la literatura desempeña un papel fundamental en “The wisdom of finance”, aunque de una manera un tanto diferente. En esta obra de Mihir Desai los episodios literarios constituyen la materia prima, mezclada con ingredientes tomados directamente de experiencias de la vida de las personas y de las empresas. Lo que sucede en las novelas y en las vivencias personales no es algo accesorio para el tratamiento de las finanzas, sino más bien manifestaciones de las propias finanzas. Y ahí radica la tesis que se defiende en este libro. Las finanzas no son un engendro esotérico que se proyecta para dominar las vidas de las personas, sino un elemento intrínseco a éstas, que interviene a través de múltiples dimensiones.

El propósito del autor es “humanizar” las finanzas tendiendo puentes sobre la división que las separa de la literatura, la historia, la filosofía, la música, el cine y la religión. De todos estos ámbitos se ofrecen referencias y se toman ejemplos para ilustrar la exposición de los conceptos fundamentales del campo de las finanzas. En palabras del autor, el libro muestra cómo las humanidades pueden iluminar las ideas centrales de las finanzas, pero también cómo las ideas de las finanzas aportan una perspectiva sorprendente sobre aspectos comunes de la humanidad. Este prestigioso profesor de finanzas de la Harvard Business School y de la Harvard Law School sostiene que muchos practicantes de las finanzas aprendieron la disciplina de una forma mecanicista que les ha llevado a una frágil comprensión de las ideas fundamentales.

Mihir Desai pretende romper los prejuicios -juicios más que fundados, en algunos casos, habría que matizar- contra las finanzas. Aproximarse a éstas a través del prisma de las humanidades ayudará, según él, a recuperar el componente humanístico. Parte de subrayar que aunque existe un rechazo común de los mercados y las finanzas, llevarlo a la práctica con todas sus consecuencias resultaría problemático y contraproducente.

Ocho capítulos, complementados con un epílogo y precedidos por una introducción y una nota del autor, integran la obra. En ellos se repasan las principales facetas de las finanzas y los problemas sociales que pueden ser abordados y superados gracias a los instrumentos que dicha teoría proporciona.

La historia de las finanzas no podría haberse escrito sin la existencia de una rémora que inexorablemente, como una especie de tara indeleble por algún posible “pecado original”, acompaña al ser humano en su deambular por el planeta. Vivimos, para lo malo y también para lo bueno, en un mundo plagado de incertidumbre, bajo el dominio implacable del riesgo. Las finanzas no son, así, un enemigo de la humanidad sino un aliado potencialmente benévolo, aunque también repleto de peligros, para ayudarnos a afrontar y sobrellevar las situaciones de riesgo. Como apunta Desai, las finanzas son, en última instancia, una serie de instrumentos para comprender cómo abordar un mundo incierto, lleno de riesgo.

La utilización de las finanzas se remonta a la noche de los tiempos de la civilizaciones milenarias, pero uno de los planteamientos esenciales, en su reconocimiento explícito, es mucho más reciente y se concreta en la figura de un controvertido y visionario personaje, elegido para echar a andar “la rueda de la fortuna”, que da título al primer capítulo. Y, para mostrar su cartas desde el inicio, hace una incursión impactante en “El halcón maltés”, con un rescate para la doctrina financiera de dos de sus personajes.  Dashiell Hammett no fue solo un maestro de la novela negra, sino que, merced a la exégesis de Desai, proyecta un halo de misterio sobre sus verdaderas pretensiones al incluir tan relevantes dimensiones conectadas con el campo financiero. No sabemos con certeza si Pierce, el personaje de Hammett, es ciertamente el trasunto de Charles Sanders Peirce, que con su visión del mundo aportó una fundamentación clara de los seguros y las finanzas: “la aleatoriedad está presente en todas partes, pero es predecible de forma agregada”. Desai incorpora una serie de ejemplos históricos, como los títulos públicos franceses que conferían el derecho a que las personas, cualquiera que fuera su edad, percibiesen la misma anualidad de renta. Aunque, a decir verdad, da la impresión, al hilo del debate sobre la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y el cómputo del valor estimado de las obligaciones contraídas, de que tampoco hoy están totalmente asumidos algunos fundamentos actuariales.

Puede que resulte inaceptable para muchas personas, que ven en las relaciones humanas, especialmente en las de carácter afectivo, valores e intangibles que no se prestan a la más mínima consideración crematística, pero hay decisiones -como de forma tan patente describen las novelas de Jane Austen- que se ven condicionadas, cuando no determinadas, por factores económicos. Mihir Desai nos presenta como un problema de gestión del riesgo el posicionamiento de las mujeres en el mercado del matrimonio. Y nos habla de dos instrumentos disponibles para su tratamiento, las opciones y la diversificación. “Después de todo –afirma uno de los personajes literarios citados-, un marido es como una cosa o un caballo, a efectos de las elecciones a llevar a cabo”. Muchas decisiones de la vida real, sin estar sustentadas en modelos explícitos de finanzas, se basan en la utilización de instrumentos típicos de este campo del conocimiento. En el libro encontramos numerosos ejemplos, algunos de ellos verdaderamente deliciosos.

La creación de valor es otro de los focos de atención y, para ilustrarla, se recurre a una parábola que encierra algunas intenciones divinas inescrutables, la de los talentos. El autor hace hincapié en el enfoque de las finanzas, al que únicamente le interesa el futuro, frente al de la contabilidad, que prima lo ya acontecido.

Ya en el capítulo reservado a la producción, el problema del principal-agente adquiere todo su protagonismo como escollo central del capitalismo moderno. El espacio del gobierno corporativo emerge así con toda su intensidad. El difícil engranaje de los intereses de los propietarios, gestores y stakeholders hace que no sea factible encontrar un modelo universal válido para todo tipo de situaciones. La historia empresarial acumula una multitud de casos conflictivos; las portadas de los periódicos permiten constatar que no se trata de algo del pasado y que, por el contrario, incorpora cada día nuevos vectores. El fondo del problema del capitalismo moderno, asevera Desai, es que es un sistema complicado.

Para certificar que no hay romance sin finanzas, el autor dedica un capítulo con este título. Aun asumiendo el sentido comunicativo del mensaje, nos resistimos lógicamente a aceptar ese dictado implacable. Hay muchos casos en los que se quiebra esa directriz; una sola excepción serviría -como en cualquier otro supuesto- no para confirmar, sino para refutar esa regla. Pero, dejando al margen esta digresión, por lo demás bastante fútil a tenor de las tendencias prevalecientes, la conexión de las decisiones matrimoniales y las finanzas ha dejado muchos rastros. La creación en Florencia, en el año 1425, de un monte para dotes matrimoniales es una prueba palpable. Mutatis mutandi, los “matrimonios empresariales” pueden ser abordados a partir de una metodología similar.

Asimismo, el recurso al endeudamiento como forma de abordar proyectos que, de otra forma, no serían factibles, es objeto de consideración en uno de los capítulos, ya el sexto. La fijación del nivel apropiado del “apalancamiento” atrae gran parte de la atención. La orientación de la vida de las personas, hacia sí mismas o hacia el exterior, aporta al lector importantes elementos de reflexión con vistas a sus propios planteamientos vitales.

Igualmente aleccionador resulta el relato del tratamiento que los deudores morosos han tenido a lo largo de la historia y cómo, en un momento dado, la insolvencia, que antes conllevaba duras o incluso extremas penas, ve habilitado un camino para una segunda oportunidad.

Por qué todo el mundo odia las finanzas, se pregunta Desai en el octavo y último capítulo. En él reitera su planteamiento en el sentido de que las finanzas no son intrínsecamente malas, aunque reconoce que, en su aplicación práctica, llegan a alimentar el ego y la ambición personales de una manera inusualmente poderosa. Acabar con la guerra existente dentro de las distintas parcelas del conocimiento y la cultura es la recomendación que traslada el autor de la obra comentada, que nos invita a descubrir la humanidad en el mundo del riesgo y la rentabilidad.

Gillian Tett, en la reseña de la obra publicada en el diario Financial Times (17 de julio de 2017), reconocía que la primera vez que vio el título del libro (“La sabiduría de las finanzas”) bromeó consigo misma conjeturando que se trataba de un oxímoron. A tenor de algunos comportamientos observados, incluso entre los más acreditados especialistas, esa opinión no constituye ninguna exageración, pero no implica que pueda predicarse que el mundo de las finanzas sea intrínsecamente la antítesis de la sabiduría. Quizás habría que añadir algún matiz al título del libro: “La sabiduría de las finanzas (siempre que prevalezcan la cordura, el sentido común y la ética)”.

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