31 de agosto de 2022

Un mundo a distintas velocidades

 

Puede que Internet haya acortado las referencias de tiempo y espacio, configurando un mundo prácticamente unificado en tiempo real para la transmisión de información, pero ese milagro convive con un panorama de enormes divergencias en las condiciones y los tiempos de desplazamiento en el transporte terrestre. Pese a todo, las carreteras siguen teniendo una gran influencia en la productividad y en el desarrollo económico de los distintos países.

El FMI ha elaborado una medida de la calidad de las carreteras en 162 países que cuantifica el tiempo medio de desplazamiento entre grandes ciudades dentro de un mismo país. Del estudio se desprende que las carreteras más rápidas del mundo se encuentran en los países más ricos, mientras que las más lentas se localizan en los más pobres, lo que se considera constituye un importante obstáculo para un desarrollo inclusivo[1].

A tenor del mosaico observado en el mapamundi adjunto, con velocidades medias tan dispares, las expectativas de duración del tiempo de desplazamiento han de ser muy diferentes, aun cuando siempre haya que contar con el factor sorpresa en las autopistas de peaje. En función de tales expectativas, es posible que también difiera la percepción del paso del tiempo.






[1] Vid. M. Moszoro y M. Soto, “Where Are the World’s Fastest Roads?, IMF Blog, 15-6-2022.

 


30 de agosto de 2022

En la era de los años sabáticos

Cuando yo era niño, en una sociedad que había vivido o heredado el miedo a la penuria y a la escasez, el ideal que se proyectaba era el de la búsqueda de un trabajo para toda la vida. Desarrollar toda la trayectoria laboral en el seno de la misma empresa no era nada infrecuente. Con el paso del tiempo, al amparo de las mutaciones tecnológicas, fueron cambiando los paradigmas. Poco a poco, fue extendiéndose la noción de que había que desterrar los matrimonios de ciclo vital con las empresas y de que, en su lugar, los componentes de la población activa debían estar mentalizados, y prepararse adecuadamente, para ir saltando de una ocupación a otra, y de una organización a otra. La adaptabilidad se convertía en una exigencia de las nuevas dinámicas económicas.

A pesar de ello, difícilmente a algún integrante de aquellas antiguas cohortes de trabajadores se les podía pasar por la mente ni siquiera la imagen de disfrutar de un año sabático en los años centrales de su andadura profesional. Igualmente, a aquellas veteranas generaciones les parecía lo más normal participar en procesos de selección en los que las empresas buscaban aquellos perfiles más aptos para sus necesidades específicas.

El panorama ha cambiado de manera radical. Hoy tiende a convertirse en algo normal que jóvenes profesionales, antes de alcanzar la edad de 40 años, planeen, o incluso hayan realizado ya, un alto en su camino para disfrutar de un prolongado período vacacional. De igual forma se han alterado los esquemas de relación entre profesionales y empresas. Ya no son éstas las que eligen a los primeros, sino éstos los que seleccionan a las empresas, entre otros factores, por sus paquetes de beneficios sociales, estilos organizativos o culturas corporativas imperantes. No obstante, ese poder de mercado no está generalizado dentro de la clase trabajadora, sino que queda reservado para algunas categorías diferenciadas que gozan de una elevada demanda.

Algunos de los profesionales que se decantan por abrir esos paréntesis lo hacen, no por mero divertimiento, sino con el propósito de buscar respuestas a cuestionas profundas relacionadas con sus carreras. Como resultado de todo ello, son cada vez más las compañías que ofrecen períodos sabáticos como beneficio laboral.

De esto se hace eco Claer Barrett, quien recomienda llevar a cabo algún tipo de análisis coste-beneficio antes de embarcarse -quien pueda permitírselo- en un año sabático[1]. No obstante, realiza algunas reflexiones al respecto: “La creciente esperanza de vida y los menguantes ahorros para el retiro implican que todos hemos de afrontar la realidad de tener que trabajar durante más tiempo. El reciclaje o la inversión en adquirir nuevas habilidades podría garantizar el potencial de ingresos. En lugar de pensar si podemos permitirnos tomar algún tiempo para meditar sobre estas cosas, debemos preguntarnos si podemos no permitírnoslo”.

Así expuesta, la reflexión última parece muy pertinente, pero no por ello debe dejarse de delimitar claramente algunas preguntas superpuestas: ¿Qué debe considerarse lo primordial, meditar sobre el futuro profesional, o adoptar acciones para adaptarse efectivamente al entorno? ¿Hay garantía de que ambos procesos van encadenados? ¿Hay que contentarse con el logro de un “efecto Camino de Santiago” puro, sin un programa futuro de actuación concreta?... Y, lo que no deja de ser lo más significativo: ¿Quién puede realmente tomar un año sabático? ¿Puede convertirse en un nuevo elemento de segmentación y discriminación dentro del mercado laboral?





[1] “Time to invest in taking a sabbatical?”, Financial Times, 2-8-2022.

29 de agosto de 2022

La legislación olvidada de las cajas de ahorros: ¿inspiración tocquevilliana?

 

En el artículo primero de la Ley 31/1985, que, durante bastante tiempo, reguló las normas básicas sobre órganos de gobierno de las cajas de ahorros, se recogía un precepto de extraordinaria relevancia, aunque quizás nunca suficientemente ponderado: “Los componentes de tales órganos ejercerán sus funciones en beneficio exclusivo de los intereses de la Caja a que pertenezcan y del cumplimiento de su función social”. Se trataba de un principio esencial y absolutamente necesario a tenor del carácter social de las referidas entidades de crédito. Venía a constituir, ciertamente, la piedra angular del sistema de cajas de ahorros.

También la Ley 26/2013, reguladora en la actualidad de las cajas de ahorros y de las fundaciones bancarias, se hace eco de dicha directriz básica (artículo 3.2): “Los componentes de los órganos de gobierno ejercerán sus funciones en beneficio exclusivo de los intereses de la caja y del cumplimiento de las finalidades previstas en el artículo 2.2 de esta Ley”. Desafortunadamente, las cajas de ahorros ya no son, como alertábamos hace bastantes años, una especie en peligro de extinción, sino una especie prácticamente extinguida.

La Ley 26/2013, en su artículo 39.2, hace extensivo el precepto para los patronos de las fundaciones bancarias: “Los patronos ejercerán sus funciones en beneficio exclusivo de los intereses de la fundación bancaria y del cumplimiento de su función social”.

Muchos años atrás, en la monumental obra “La democracia en América”, Alexis de Tocqueville realizaba una reflexión aplicable con carácter general: “Es de indudable interés para el bien de las naciones que sus gobernantes posean virtudes o talento; pero quizá constituya una ventaja aún mayor el hecho de que estos gobernantes no tengan intereses contrarios a la masa de los gobernados, pues en ese caso las virtudes podrían resultar poco menos que inútiles, y funesto el talento”[1].





[1] Vid. “La democracia en América”, Alianza Editorial, vol. 1, 1985, pág. 219.


28 de agosto de 2022

Incertidumbre y duración del tiempo

 

Puede que el tiempo admita ser medido de forma objetiva y exacta, pero cada uno de nosotros está dotado de un cronómetro personal que, además, no respeta siempre la misma cadencia. Esta se va alterando con el paso de los años, y se ajusta al alza o a la baja a tenor de las circunstancias -de gozo, sufrimiento o indiferencia- vividas en cada momento. Hay también un factor exógeno que ejerce en la práctica una gran influencia sobre la percepción del transcurso del tiempo y sobre el estado de ánimo para afrontarlo.

Quien se haya visto atrapado en un colapso de tráfico multikilométrico, desamparado en una estación de ferrocarril o en un aeropuerto sin conocimiento del alcance del retraso en la salida programada, o en otra situación equivalente, conoce perfectamente la influencia ejercida por la incertidumbre. Ante una situación de bloqueo, el conocimiento de la duración efectiva de la inmovilidad forzada llega a adquirir más importancia que la propia duración de esta.

Es lo que, en resumidas cuentas, viene a contar Tim Harford en su última columna semanal del Financial Times, a raíz de una experiencia personal reciente[1]. Incluso aunque las condiciones de un medio de transporte no sean las idóneas, “el problema, en esencia, no [es] el viaje; [es] el hecho de guardar cola y esperar y, más que nada, la ansiedad de no saber”. A este respecto, cita un estudio según el cual, subjetivamente, un minuto de espera equivale a tres de viaje: “el tiempo vuela cuando uno está viajando, pero se frena cuando se está esperando”. De todas formas, el vuelo puede ser cierto en términos comparativos, pero deja de serlo para convertirse, en algunos casos, en una experiencia penosa, como cuando hay que afrontar un largo trayecto en condiciones precarias.






[1] Vid. “It’s the uncertainty, not the delay, that gets you in the end”, 26-8-2022.

 

 

27 de agosto de 2022

La multifuncionalidad de la literatura romántica victoriana

 

En los anaqueles de los libros olvidados debe siempre haber un sitio reservado para las obras de la literatura romántica victoriana. En una etapa marcada por incesantes convulsiones y turbulencias, su lectura ofrece un remanso de paz y sosiego, la oportunidad de un traslado instantáneo a otra época y a otros patrones de pensamiento y conducta. En ella nos encontramos historias arrebatadoras en las que no faltan dosis de intriga y misterio, además de ser una fuente muy apreciada para captar las desigualdades sociales existentes, y tasar en términos económicos la posición de demandantes y oferentes de proposiciones matrimoniales. También, en no pocas ocasiones, interesantes reflexiones filosóficas relativas a conductas que se mantienen incólumes al paso del tiempo.

Una de esas piezas la hallamos en un corto relato de William M. Thackeray, el afamado autor de “La feria de las vanidades”. En “La mujer de Dennis Haggarty” recoge la siguiente digresión al hilo de la descripción de uno de los personajes[1]: “En algunas personas hay cierta cualidad que va más allá de cualquier consejo, orientación o enmienda. Limítense a dejar que un hombre o una mujer tengan la NECEDAD suficiente y no necesitarán inclinarse ante ninguna autoridad. Para un necio no hay nadie mejor que él; un necio es incapaz de ver que está equivocado; un necio carece de escrúpulos, está seguro de gustar, de tener éxito, de obrar correctamente; los sentimientos ajenos le son indiferentes, sólo se respeta a sí mismo. ¿Cómo hacerle comprender a un torpe su torpeza? Una persona así es tan incapaz de ver su necedad como sus orejas. Y la gran virtud de un necio es estar siempre satisfecho de sí mismo”.

¿Qué cabe decir o hacer después de semejantes manifestaciones y veredictos?





[1] En “Cuentos de amor victorianos”, selección y traducción de Marta Salís, Alba Editorial, 2004 (la palabra en mayúsculas aparece así recogida en el texto original).

26 de agosto de 2022

El rescate de los estudiantes estadounidenses endeudados

 

La administración Biden se dispone a cancelar parte de la deuda viva asumida por estudiantes norteamericanos para financiar sus estudios superiores. Dicha deuda, en su conjunto, se cifra en 1,6 billones de dólares. Se trata de una cuestión que venía abordándose desde hace varios años[1]. La idea es que los estudiantes con la referida deuda financiera y con retribuciones salariales anuales inferiores a 125.000 dólares vean rebajado su importe en 10.000 dólares (o 20.000 en algunos casos singulares).

Al anunciar la medida, el presidente norteamericano expresada las siguientes consideraciones: “Una generación entera se ve ahora trabada por una deuda insostenible contraída en un intento de obtener al menos un grado universitario. La carga es tan pesada que incluso si uno logra graduarse puede no tener acceso a la vida de clase media que el grado universitario proporcionaba antes… Creo que mi plan es responsable y justo. Pone el foco en el beneficio de las familias de clase media y trabajadoras, ayuda a los prestatarios actuales y futuros y arreglará un sistema destrozado”[2].

La medida se ha encontrado con algunas opiniones críticas, por su posible efecto inflacionario[3], incluida la de Jason Furman, que fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama. No obstante, queda por debajo de la propuesta efectuada en 2020 por la senadora demócrata Elizabeth Warren, que entonces prometía situar la cancelación individual en 50.000 dólares.

Al margen de los posibles efectos macroeconómicos, es inevitable que se susciten cuestiones de “microjusticia”. ¿Qué trato debería darse a los estudiantes que, en igualdad de condiciones de otros en situación de “default”, han logrado pagar sus deudas? Y, de manera particular, ¿qué habría que decirles a aquellos que, por temor al endeudamiento, optaron por no embarcarse en una carrera universitaria?

La publicación de la noticia ha generado un intenso debate entre los lectores del diario Financial Times. Uno de ellos señala lo siguiente: “Two-thirds of Americans don't have college degrees. I have a large student loan balance from my two degrees, but I consider it wholly unfair that folks like me would get an enormous handout from the government. How would it feel for the average Joe digging a ditch to know that his college-educated boss, who makes twice his pay, is getting a big freebie from Uncle Sam? This is anything but progressive”. Otro apunta: “Mi hermana está actualmente en una escuela de enfermería. Ella está trabajando a tiempo parcial para pagar sus préstamos, de manera que no le quede mucha deuda cuando se gradúe. Estoy seguro de que un montón de personas están en su situación, y de que hay muchos padres que se sacrifican para ayudar a sus hijos con el coste de sus estudios universitarios”.

Otra perspectiva a considerar es la de las implicaciones sociológicas, toda vez que la medida afectará nada menos que a 43 millones de personas, de las cuales la mitad verá finiquitada su deuda.






[2] Vid. K. Stacey, “Joe Biden to cancel $10,000 of student debt for millions of Americans”, Financial Times, 24-8-2022.

[3] Vid. K. Stacey, “Joe Biden’s student debt cancellation move triggers fears of ‘inflationary fire’”, Financial Times, 25-8-2022.

 

 

 

25 de agosto de 2022

“La derrota del pensamiento”: la visión poliédrica de Rafael Vidal

 

El libro está disponible en el espacio web de la Universidad de Málaga[1], pero he tenido la fortuna de recibir hace poco un ejemplar impreso, con una dedicatoria de su autor, Rafael Vidal Delgado. El título del libro es idéntico al de la obra publicada por Alain Finkielkraut en 1987, cuyas “premoniciones… no sólo se han materializado sino que han sido superadas por la realidad”.

Es esta la opinión del autor hispano (Ed. Foro para la Paz en el Mediterráneo, 2015), para quien, igualmente, “La política se ha convertido no en una reflexión y una confrontación de ideas para superar las deficiencias sociales, sino en un enfrentamiento puro y duro de dos o más aparentes ideas sin ninguna consistencia de pensamiento… La derrota del pensamiento se produce en los primeros años del presente siglo, porque no hay forma de elegir al mejor sino al que más presión efectúe sobre la mente”.

Para ilustrar esta preocupante tendencia, lleva a cabo un amplio y diversificado elenco de reflexiones sobre la vida en la civilización cristiana [término que emplea sin "ninguna connotación religiosa"] occidental de comienzos del siglo XXI. En ellas introduce interesantes puntos de vista, así como elementos y referencias documentales útiles para el análisis, aprovechando su experiencia como alto y cualificado mando militar, su especialización como doctor en Historia, y su trayectoria en diversos proyectos empresariales, asociativos y didácticos. Están expuestas las reflexiones de forma directa y amena, atributos que no están reñidos con el alcance y la profundidad de muchas de las cuestiones planteadas.

Aunque después de leerlas uno puede tener la tentación de discrepar de lo apuntado por el autor en su mensaje final, este declara que, pese al título elegido, no por ello pretendía “expresar pesimismo por la situación humana actual”, y se muestra “convencido que en el próximo futuro se iniciará una regeneración del pensamiento, de la mano de los jóvenes que han nacido en los albores del siglo XXI”, si bien matiza que “los retos que tienen son muy importantes”.

No obstante, en una vertiente menos optimista, cierra el libro alertando, de forma premonitoria, de posibles amenazas militares “que podrían generar guerras de incalculables consecuencias”, y expresando su visión de que “si consideramos que nuestro pensamiento cristiano occidental ha sido ya derrotado, no tendremos ninguna posibilidad de sobrevivir como tales”.

Unos años después de que el libro viera la luz, contamos con la ventaja de conocer cuál ha sido el rumbo seguido en algunos de los ámbitos analizados, pero no puede decirse que se haya despejado el camino respecto a la preponderancia o no de las expectativas optimistas frente a las pesimistas. Esta misma semana, un significado analista, y privilegiado conocedor del sistema económico español, me comentaba las dificultades que se ciernen en el horizonte cercano. Aun cuando se declaraba moderadamente optimista sobre las consecuencias efectivas, apelaba a la conveniencia de regirse por pautas de la mayor prudencia: espera lo mejor, pero prepárate para lo peor.




24 de agosto de 2022

Oleada de “buybacks”: ¿un “good-bye”?

 

Cuando una sociedad contrae un “matrimonio accionarial” con un accionista, es para toda la vida. Se trata de un matrimonio indisoluble, resistente a la muerte y a las transacciones que el propietario de los títulos lleve a cabo, aunque no, por desgracia para este contrayente, en caso de pérdidas empresariales.

A cambio de esa vinculación de “por vidas”, la sociedad se libera de la obligación de tener que restituir el importe de los fondos captados, sin perjuicio de atender los derechos inherentes a los titulares de las acciones.

El capital suele ser un recurso escaso muy valioso para las sociedades mercantiles. Aunque no se trate precisamente de una innovación financiera, no deja de ser llamativo el vuelo que han tomado recientemente las operaciones de recompra de acciones por parte de las compañías, que posteriormente proceden a amortizarlas, reduciendo, consiguientemente, el número de acciones vivas.

En España, la prensa económica saluda dicha fórmula como “una práctica común en los mercados anglosajones para retribuir a los accionistas, en lugar del clásico dividendo”, si bien advierte en el sentido de “diferenciar las recompras eficientes de aquellas oportunistas que surgen de la necesidad de mejorar la presentación de cuentas o del interés puntual de algunos inversores/directivos”[1]. Mientras tanto, en Estados Unidos se agudiza la polémica en torno al proyecto de establecer un impuesto sobre tales operaciones.

Son, en definitiva, diversas las dudas que se suscitan, y numerosos los alicientes para abordar este tema en el ámbito de un programa de educación financiera: ¿puede considerarse, con carácter general, que una operación de “buy back” representa un “buen adiós” a un título que nació con vocación de eternidad?

No es el único tema que aguarda su turno.





[1] Expansión, “Una forma flexible de remunerar al accionista”, 19-8-2022.

23 de agosto de 2022

Gasto público y crecimiento económico: una relación compleja

 

Aunque el cuánto constituye el foco habitual en relación con el gasto público, tienen también una gran importancia otras perspectivas, concretamente la de en qué, la de cómo, y la de para qué. Así, son cada vez más los estudios que se centran en estas otras vertientes. La incidencia del gasto público en el crecimiento económico, la eficiencia en el uso de los recursos, y la efectividad de las actuaciones desarrolladas son algunas de las cuestiones que reclaman la atención. Sin embargo, su trascendencia rivaliza con las extraordinarias dificultades metodológicas para obtener resultados sólidos, objetivos y comparables internacionalmente.

Tales dificultades quedan patentes, ya de entrada, cuando constatamos la falta de consenso de los analistas a la hora de tipificar las diferentes categorías de gasto público según su impacto en el proceso de crecimiento económico. A ello se añade la considerable simplificación que se utiliza en la práctica a efectos clasificatorios. Con tales reservas, para el conjunto de la Unión Europea en el año 2016, el gasto público considerado “amigable para el crecimiento” representaba en torno a una tercera parte del total[1].

Esta es la tipificación del gasto utilizada: Categorías más proclives al crecimiento: educación, I+D, sanidad, transporte y comunicaciones; categorías menos proclives: servicios públicos generales (excluyendo los pagos relacionados con las transacciones de la deuda), orden público y seguridad, defensa, asuntos económicos, protección medioambiental, vivienda y servicios comunitarios, ocio, cultura y religión, y gastos de intereses de la deuda.



[1] Vid. A. Cepparulo y G. Mourre, “How and how much? The growth-friendliness of public spending through the lens”, European Economy Discussion Paper 132, European Commission, octubre 2020, pág. 11.


22 de agosto de 2022

Hidalgos vs pecheros: presión fiscal global y carga tributaria individual

En diversas notas publicadas en este blog se hace referencia a la improcedencia de utilizar el indicador habitual de la presión fiscal (total de ingresos fiscales como porcentaje del PIB) con la intención de reflejar la magnitud de la carga tributaria soportada individualmente por un contribuyente efectivo. Una ratio de presión fiscal puede ser relativamente baja en términos agregados, pero puede encubrir unas cargas elevadas para quienes soporten realmente el peso de la carga tributaria.

La OCDE, en un informe ya bastante antiguo, reconocía esta posibilidad incluso en la etapa del franquismo, en la que la presión fiscal alcanzó unas cotas bastante exiguas. Sin embargo, se trata de un fenómeno que, a tenor de distintos indicios, ha podido darse en épocas anteriores, con un sistema fiscal escasamente desarrollado, como el prevaleciente en la España del siglo XVI. Según diversas estimaciones, la presión fiscal de entonces podría situarse en torno al 8%[1]. Como pone de relieve Joseph Pérez, “la sociedad del siglo XVI es una sociedad estamental, fundada en el privilegio, y el privilegio esencial es la exención fiscal: el noble no contribuye en los servicios, en los pechos. Todas las diferencias vienen a reducirse a ésta: se es hidalgo o pechero… La proporción de hidalgos en la población (un 10 por 100 del conjunto) es importante… la carga tributaria pesa sobre todo en el campesinado y en los pobres”[2].

“¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca?”, preguntaba, enojado, don Quijote, buen conocedor del repertorio de ingresos fiscales, como de las diferencias existentes dentro de una sociedad marcadamente estamental. Hoy día, las fuentes de las divergencias en las cargas tributarias efectivas hay que buscarlas en otros factores, que no pueden pasar desapercibidos al hacer comparaciones interpersonales e internacionales.



[1] Vid. “El Quijote y los tributos: la fiscalidad en la época de Cervantes”, eXtoikos, número especial 1, 2016.

[2] Vid. “Edad Moderna”, en J. Valdeón, J. Pérez y S. Juliá, “Historia de España”, Espasa, 2006, págs. 252-253. 

21 de agosto de 2022

Un “mensaje brutal” sobre la política presupuestaria

¿Qué cabría entender por un “mensaje brutal” acerca de las orientaciones que debería seguir la política presupuestaria?

La orientación y la magnitud del saldo presupuestario del sector público, foco de discusión tradicional, viene siendo objeto, a lo largo de los últimos años, de profundas controversias. La polarización se ha adueñado también de este territorio, en el que, sin ignorar la influencia de las posiciones ideológicas, fuertemente arraigadas, cabría esperar la presencia de un mínimo componente técnico.

A este respecto, ¿cómo cabría calificar la siguiente prescripción: “los franceses deberían trabajar más y el gobierno, gastar menos”?

Se trata de un mensaje lanzado en su día por Valérie Pécresse, candidata a las elecciones presidenciales francesas de 2022, que incluso se consideró que podía desafiar a E. Macron[1]. En su programa incluía, asimismo, la intención de retrasar la edad de jubilación desde los 62 a los 65 años, y de reducir el número de funcionarios de un sector público que calificaba como “burocrático y tentacular”.

Sin embargo, ese “brutal mensaje” en la esfera presupuestaria no encontró demasiado apoyo entre los votantes, que incluso buscaban una extensión adicional de la influencia del aparato estatal.

Curiosamente, el comentarista que califica el anterior mensaje presupuestario en tales términos, en el mismo artículo, recoge que, realmente, quien lo proponía llevaba razón. Hasta tal punto es así -señala- que Bruno Le Maire, ministro francés de finanzas, considerado el arquitecto del programa de asistencia ante la crisis pandémica “al coste que haga falta”, y crítico con las reglas fiscales de la Unión Europea, había llegado a reconocer que las finanzas públicas francesas habían entrado en una zona de peligro[2].

De hecho, en el informe de julio de 2022 de la Cámara de Cuentas francesa se recoge lo siguiente[3]: “Le rapprochement progressif de la situation des finances publiques de la France de celle de ses partenaires européens devrait constituer un objectif majeur. Il implique, comme l’a indiqué la Commission européenne, que les pays ayant les situations les plus dégradées, comme la France, fassent des efforts plus importants de consolidation”.

Al parecer, Le Maire está ahora comprometido con las supuestas virtudes -para otros, pecados no veniales- de la “castidad y del autocontrol” (presupuestarios), pero, como San Agustín, pide que no se les apliquen todavía[4].

 


[1] Vid.: V. Mallet, “Valérie Pécresse, the woman who could beat Macron”, Financial Times, 10-12-2021, y V. Mallet y S. White, “Valérie Pécresse promises return to fiscal discipline in bid for French presidency”, Financial Times, 13-2-2022.

[2] Vid. V. Mallet, “France an the St Augustine approach to public finances”, Financial Times, 18-8-2022.

[3] Vid. “La situation et les perspectives des finances publiques” - juillet 2022 Cour des comptes - www.ccomptes.fr - @Courdescomptes, pág. 16.

[4] Vid. V. Mallet, “France an the St Augustine approach to public finances”, Financial Times, 18-8-2022.

 

20 de agosto de 2022

¿Los taxis como alternativa a los coches de alquiler?

Hubo un momento en el que parecía que la nueva economía, la de las apps y plataformas, anunciaba indefectiblemente el ocaso del taxi como medio de transporte. Las aparentes ventajas de los VTCs se antojaban imbatibles: comodidad, disponibilidad, calidad, servicio, economía, certeza, autonomía, facilidad de pago… La práctica se ha encargado de demostrar que algunas de estas ventajas no eran más que un espejismo. Al margen de otras cuestiones, y de la propia adaptación del sector, lo cierto es que los taxis siguen vivos y coleando.

No queda ahí la cosa. Hay quienes incluso los ven como una alternativa a los coches de alquiler. Tal es el caso de la conocida articulista del Financial Times M. S. Webb, que aboga por ellos, tras una calamitosa experiencia con la contratación de un coche de alquiler este verano[1].

Varias son las razones que alega en tal sentido: i) la dificultad de encontrar coches de alquiler en algunos aeropuertos; ii) el calvario para acceder a un coche de alquiler concertado al llegar al destino previsto; iii) los elevados costes actuales de los coches de alquiler; iv) las dificultades para encontrar las rutas deseadas, frente a la comodidad de ser pilotados por un conductor experimentado.

Según la referida articulista, alquilar un coche en Roma por cuatro días tenía un coste de 825 euros (206 euros por día). Una posible explicación de la subida de los precios radica en el fin del modelo de las empresas de alquiler de coches de “comprar barato (un coche) y vender caro (el mismo coche después de un uso temporal)”, ya no factible, lo que obliga a trasladar mayores costes a los usuarios.

M. S. Webb considera que cabe esperar una mejora generalizada de todos los sistemas y una reducción de costes, pero, mientras tanto, ella seguirá optando por concertar un servicio de taxi en las salidas: “resulta que no tener un coche de alquiler puede ser mucho más facil que tenerlo”.

Como tantas otras, nos encontramos ante una disyuntiva en la que entran en juego numerosos factores, los cuales no permiten una respuesta estándar y de aplicación universal. Como siempre, es fundamental identificar todas las variables relevantes, cuantificarlas, y llevar a cabo un cómputo global a partir de un sistema de ponderaciones predeterminado, concretado en función de las preferencias de quienes han de tomar la decisión.



[1] “Soaring rental car costs make taxis a better travel option”, Financial Times, 19-8-2022. 

19 de agosto de 2022

La esencia de la enseñanza

 

Próximo ya a iniciar, en una trayectoria ininterrumpida, el curso académico 42º, las dudas persisten, en distinto grado, acerca de cuestiones clave: cómo deben adaptarse los contenidos, cuál debe ser el enfoque más adecuado para la docencia, cómo lograr involucrar a los estudiantes como participantes activos en el proceso formativo, cómo conectar la teoría con la práctica de la manera más efectiva, cuál es la forma más coherente de articular la evaluación… Muchas son, ciertamente, las reflexiones que se suscitan.

Hay, sin embargo, algunas proposiciones que no se prestan a ese tipo de escrutinio, por cuanto no vienen sino a refrendarse y a convalidarse con el paso de los años. El convencimiento de que el dominio técnico de una materia es la premisa esencial para un docente, por delante de cualquier adornamiento vehicular o expresivo, es una de ellas. La apreciación es igualmente válida desde el punto de vista del oferente de contenidos como desde el prisma de quien es objeto de evaluación acerca de los mismos.

Diversas reflexiones acerca de la preponderancia que debe otorgarse al qué, frente al cómo, aunque sin negar la importancia de esta última vertiente, se han efectuado en este espacio, tanto en relación con la enseñanza de la Economía, en general, como en conexión con la Educación Financiera.

En un artículo (“Enseñanza o pedagogismo”) publicado el día 18 de agosto de 2022 en el diario El Mundo, Alberto Royo, músico y profesor de instituto, recoge algunas consideraciones de interés en este contexto: “En [su] opinión, uno de los grandes desatinos de la pedagogía es el planteamiento según el cual importa el cómo, pero no el qué, cuando es el qué el que determina el cómo. Me explico: antes de buscar la estrategia didáctica más adecuada, hemos de tener claro qué queremos enseñar, pues no hay método que sirva para todo ni para todos. Así, la didáctica debería ser en todo momento auxiliar y no sustituta del saber, sin excederse nunca en su misión de servir al conocimiento, como servimos los profesores, que no somos más que correa de transmisión de aquel”.

Y continúa señalando lo siguiente: “Pero hay otro planteamiento que me parece igual de dañino y que proviene, en realidad, de una total falta de confianza en el propio conocimiento. Se trata de la idea de que los profesores debemos «hacer interesante el conocimiento», no porque crea que a mis alumnos les tiene que interesar lo mismo que a mí sino porque precisamente nuestra responsabilidad es aproximarlos a lo que a priori no les interesa … ¿«Hacer interesante» lo que ya es interesante? ¿No deberíamos, más bien, ponerlo a disposición de nuestros alumnos, hacérselo inteligible? Pensar en aportar interés a aquello que ya tiene interés es, en realidad, desconfiar de que efectivamente lo tiene. Tenemos, pienso, que convencer a nuestros alumnos de lo interesante (mejor, de lo apasionante) que es aquello que les enseñamos. Para eso es imprescindible que lo dominemos, que lo amemos y que estemos firmemente comprometidos en nuestra labor de contagiar entusiasmo por la materia que impartimos y, en general, por el saber y la cultura; por el emocionante viaje que es aprender”.

En el caso del estudio de los impuestos y del gasto público, la constatación del interés intrínseco de esas materias queda patente en relación con las titulaciones relacionadas con la Economía. Son elementos imprescindibles dentro del análisis económico, por cuanto tales manifestaciones de la intervención del sector público afectan a las decisiones adoptadas por las familias y las empresas. Tienen que estar, por tanto, siempre dentro del radar de los economistas. A mayor abundamiento, están presentes a lo largo del ciclo de vida de las personas y de las distintas etapas y fases de una empresa, por lo que su interés trasciende claramente las fronteras del estudio especializado. Pero eso no quita para que haya que esforzarse en persuadir de ese interés a los receptores de unos exigentes contenidos que no cabe amoldar a ningún tipo de preferencia subjetiva ni selectiva.



18 de agosto de 2022

Teoría de los conflictos decisionales: la aportación de I. L. Janis

 El introductor de la noción de “pensamiento grupal”, Irving L. Janis, bastante antes de ello elaboró una teoría de los conflictos en la toma de decisiones que, más de sesenta años después, sigue arrojando luz en este ámbito[1]. Simplemente el repaso de algunos de los conceptos básicos esbozados es una fuente útil para la reflexión y el análisis ante tesituras de esa naturaleza.

Así, para Janis, el término “decisión” se utiliza en un sentido amplio “para hacer referencia a cualquier acto, simbólico o evidente, que es definido socialmente como un compromiso para llevar a cabo una tarea especificada, asumir las responsabilidades de un papel social especificado, o para ejecutar un curso especificado de acción en el futuro”. La definición sería aplicable a una decisión tomada por un representante o líder actuando en nombre de un grupo u organización, como también a un acto puramente privado que afecte sólo a la vida privada de una persona.

La motivación de un decisor para atenerse a una decisión adoptada deriva no sólo del temor a la censura social sino también del deseo de evitar otros dos tipos de privaciones: a) sanciones formales o informales materializadas de diversas formas; b) sentimientos anticipados de culpa o de pérdida de autoestima por violar estándares éticos internalizados con respecto al mantenimiento de la palabra dada.

Los conflictos intrapersonales son atribuibles en parte a la toma de conciencia de las dificultades de revertir una decisión importante. Ello contribuye a una reticencia antes que se adopte el compromiso personal, durante el período en el que el decisor está experimentando un “conflicto predecisional”. Después de que el compromiso ha tenido lugar, cualquier deseo de revertir la decisión dará lugar a un “conflicto postdecisional”.

Por “conflicto decisional” cabe entender “las tendencias contrapuestas, dentro de un individuo, que interfieren con la formulación, aceptación, o ejecución de una decisión. Los síntomas más destacados de tales conflictos son la duda, la vacilación, los sentimientos subjetivos de incertidumbre, y las manifestaciones abiertas de tensión emocional siempre que la referida decisión es objeto de atención”.

Asimismo, Janis sostenía que los conflictos intrapersonales que se dan antes y después de adoptar una decisión pueden ser la causa o el efecto de conflictos intergrupales.

Posteriormente apunta otro tipo de problema, circunscrito a un caso específico, que tiene también aplicaciones de interés. Guarda relación con los “conflictos decisionales de un líder o representante que esté en el papel de negociador y tenga la facultad de usar su propio juicio, sin tener que asegurar instrucciones explicitas de otros funcionarios del gobierno de su país, en su intento de llegar a un acuerdo pacífico con una nación rival… ¿Cuáles son los principales determinantes de la vulnerabilidad de un negociador a los conflictos postdecisionales cuando, después, de haber llegado a un acuerdo tentativo con sus homólogos, se encuentra con presiones y reveses desde el gobierno de su propia nación?”.

En el artículo se lleva igualmente a cabo un análisis de las variables que influyen en la toma de decisiones, partiendo de que “todas las decisiones se supone que van orientadas hacia fines que implican en logro de objetivos o eventos deseados y la evitación de objetivos o eventos no deseados”. Los factores que intervienen se clasifican como utilitaristas, sociales y particulares. En esta última esfera se incluyen los que denomina anticipos de autoaprobación o autodesaprobación. Algunas preguntas que encajan en este apartado son las siguientes: "Will I feel that my action is moral or immoral? Will I feel proud of myself or ashamed and guilty? Will I be living up to my ideals or letting myself down?”. Evidentemente, para plantearse este tipo de interrogantes es preciso arrastrar ciertos códigos genéticos o haberlos asimilado en el curso de la experiencia vital.





[1] Vid. I. J. Janis, The Journal of Conflict Resolution, Vol. 3, No. 1, Studies from the Institute for Social Research, Oslo, Norway (Mar., 1959).

 




17 de agosto de 2022

La difícil forja de un prestatario en la etapa postcarrolliana

 

Durante años hemos vivido en una especie de país de la Alicia de Carroll, al menos en lo concerniente a los tipos de interés. La aplicación de tipos de interés negativos era, según numerosos analistas, un indicio de alguna anomalía que acabó por percibirse como algo natural y lleno de lógica. El abrupto retorno de la inflación ha venido a finiquitar -habrá que ver por cuánto tiempo- esa atípicamente prolongada fase de tipos de interés ultrarreducidos, y ha pillado de sorpresa a miles de prestatarios que no acaban de entender cómo ha podido producirse semejante cambio. En particular, aquellas personas que anhelaban convertirse en propietarias de su vivienda, y que no tuvieron la oportunidad de cerrar antes el esquema de financiación, se ven afectadas por una desdicha en términos comparativos.

De nuevo, la disyuntiva entre concertar un préstamo a tipo de interés fijo o a tipo de interés variable se plantea ineludiblemente, en una elección en la que, como siempre, se contrapone la mayor o menor certeza de las cuotas hipotecarias con el importe de éstas. Ante esta situación, los operadores del mercado crediticio se disponen a ofrecer distintas alternativas. En Reino Unido, una nueva entidad prestamista acaba de obtener autorización para ofrecer préstamos hipotecarios a plazos de 30 años o más, hasta 50, con tipos de interés fijos del orden del 4 o 4,5% anual[1].

Seguramente, quienes tienen que afrontar ahora unos mayores tipos de interés nominales no estén muy receptivos a repasar los fundamentos teóricos de la configuración de los tipos de interés en un contexto inflacionario, con la diferenciación de los componentes real e inflacionario. Habrá que dejar para otro momento esa exposición. Ahora, lo relevante es hacerse una idea del impacto de la contratación de un préstamo hipotecario a tipo de interés fijo, en función del plazo y del tipo de interés anual. Es lo que se refleja en el cuadro y en el gráfico adjuntos. También conviene reflexionar ante la asunción de un tipo de interés variable. Hay apuestas que salen ganadoras, pero otras resultan, a la postre, claramente perdedoras.






[1] Vid. E. Dunkley, “New UK lender plans 50-year fixed rate mortgages”, Financial Times, 15-8-2022.


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