19 de agosto de 2022

La esencia de la enseñanza

 

Próximo ya a iniciar, en una trayectoria ininterrumpida, el curso académico 42º, las dudas persisten, en distinto grado, acerca de cuestiones clave: cómo deben adaptarse los contenidos, cuál debe ser el enfoque más adecuado para la docencia, cómo lograr involucrar a los estudiantes como participantes activos en el proceso formativo, cómo conectar la teoría con la práctica de la manera más efectiva, cuál es la forma más coherente de articular la evaluación… Muchas son, ciertamente, las reflexiones que se suscitan.

Hay, sin embargo, algunas proposiciones que no se prestan a ese tipo de escrutinio, por cuanto no vienen sino a refrendarse y a convalidarse con el paso de los años. El convencimiento de que el dominio técnico de una materia es la premisa esencial para un docente, por delante de cualquier adornamiento vehicular o expresivo, es una de ellas. La apreciación es igualmente válida desde el punto de vista del oferente de contenidos como desde el prisma de quien es objeto de evaluación acerca de los mismos.

Diversas reflexiones acerca de la preponderancia que debe otorgarse al qué, frente al cómo, aunque sin negar la importancia de esta última vertiente, se han efectuado en este espacio, tanto en relación con la enseñanza de la Economía, en general, como en conexión con la Educación Financiera.

En un artículo (“Enseñanza o pedagogismo”) publicado el día 18 de agosto de 2022 en el diario El Mundo, Alberto Royo, músico y profesor de instituto, recoge algunas consideraciones de interés en este contexto: “En [su] opinión, uno de los grandes desatinos de la pedagogía es el planteamiento según el cual importa el cómo, pero no el qué, cuando es el qué el que determina el cómo. Me explico: antes de buscar la estrategia didáctica más adecuada, hemos de tener claro qué queremos enseñar, pues no hay método que sirva para todo ni para todos. Así, la didáctica debería ser en todo momento auxiliar y no sustituta del saber, sin excederse nunca en su misión de servir al conocimiento, como servimos los profesores, que no somos más que correa de transmisión de aquel”.

Y continúa señalando lo siguiente: “Pero hay otro planteamiento que me parece igual de dañino y que proviene, en realidad, de una total falta de confianza en el propio conocimiento. Se trata de la idea de que los profesores debemos «hacer interesante el conocimiento», no porque crea que a mis alumnos les tiene que interesar lo mismo que a mí sino porque precisamente nuestra responsabilidad es aproximarlos a lo que a priori no les interesa … ¿«Hacer interesante» lo que ya es interesante? ¿No deberíamos, más bien, ponerlo a disposición de nuestros alumnos, hacérselo inteligible? Pensar en aportar interés a aquello que ya tiene interés es, en realidad, desconfiar de que efectivamente lo tiene. Tenemos, pienso, que convencer a nuestros alumnos de lo interesante (mejor, de lo apasionante) que es aquello que les enseñamos. Para eso es imprescindible que lo dominemos, que lo amemos y que estemos firmemente comprometidos en nuestra labor de contagiar entusiasmo por la materia que impartimos y, en general, por el saber y la cultura; por el emocionante viaje que es aprender”.

En el caso del estudio de los impuestos y del gasto público, la constatación del interés intrínseco de esas materias queda patente en relación con las titulaciones relacionadas con la Economía. Son elementos imprescindibles dentro del análisis económico, por cuanto tales manifestaciones de la intervención del sector público afectan a las decisiones adoptadas por las familias y las empresas. Tienen que estar, por tanto, siempre dentro del radar de los economistas. A mayor abundamiento, están presentes a lo largo del ciclo de vida de las personas y de las distintas etapas y fases de una empresa, por lo que su interés trasciende claramente las fronteras del estudio especializado. Pero eso no quita para que haya que esforzarse en persuadir de ese interés a los receptores de unos exigentes contenidos que no cabe amoldar a ningún tipo de preferencia subjetiva ni selectiva.



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