28 de enero de 2018

Lecciones de las burbujas económicas: la diferencia entre el antes y el después

El mundo de las burbujas económicas no deja de causarnos asombro, a la par que nos aporta interesantes lecciones, aunque, desafortunadamente, algunas de ellas nos llegan con retraso, en ocasiones con demasiado retraso.

Una de las obras de referencia ilustrativa del registro histórico de algunos significados episodios es la que en el año 1841 publicó Charles Mackay (“Extraordinary popular delusions and the madness of crowds”). En ella el autor, con la distancia que otorga la perspectiva histórica, ridiculiza a quienes fueron víctimas de estallidos de burbujas tan conocidas como la de la South Sea Company y la de los tulipanes. El primero atrapó a una eminencia científica tan elevada como Isaac Newton. Su lamento es memorable: “I can calculate the movement of stars, but not the madness of men”.

Hoy día, especialmente después del escarmiento del brutal reventón de la burbuja inmobiliaria en España asociado a la reciente crisis económica, aparentemente la lección está aprendida. Al propio tiempo, son cada vez más quienes exhiben sus dotes clarividentes para la detección de la gestación de burbujas, aunque con un matiz no desdeñable: en la mayoría de los casos, tales dotes tienen un carácter retrospectivo. Como hace mucho sentenció Mark Twain, las predicciones suelen ser bastante difíciles, sobre todo cuando conciernen al futuro.

Nuestra percepción de la realidad cambia radicalmente una vez que se deshace la burbuja. Aun así, no faltan personas recalcitrantes. Recuerdo la opinión manifestada por un importante promotor inmobiliario español que, instalados ya en plena crisis, aseveraba tener la receta mágica para salir de ella, y que, aseguraba, había trasladado personalmente al Presidente del Gobierno de la Nación. El remedio era incentivar fuertemente la adquisición de viviendas (sic).

Sin embargo, no faltan episodios un tanto pintorescos y desafiantes. En un artículo publicado por Tim Harford en el Financial Times en enero de 2018, recuerda cómo tomó conciencia de la incipiente burbuja de las “punto.com” a finales de los años noventa, cuando un colega le comentó que Amazon.com, entonces centrada en la venta online de libros, estaba valorada por encima de cualquier vendedor de libros del mundo. Según Harford, difícilmente podría imaginarse un ejemplo más claro de manía. ¡Qué buena recomendación es, hoy, la de haber invertido entonces en tan exitosa compañía!

Pero no acaban ahí las sorpresas. Aunque minoritarios, en plenas fases de burbuja hay también observadores que alertan sobre los riesgos de derrumbe, y Tim Harford nos aporta una jugosa referencia de alguien que consideraba que quienes hacían sonar las alarmas respecto a que pudiese desencadenarse una crisis en la industria del ferrocarril, a mediados del siglo XIX, estaban exagerando el peligro. Pero la crisis llegó, causando un auténtico desastre financiero. Nos encontraríamos ante una mera anécdota, si no fuera por un pequeño detalle: ese campeón del escepticismo fallido fue nada más y nada menos que… ¡el mismísimo Charles Mackay!, acreditado narrador de burbujas pretéritas, pero, en cambio, como el común de los mortales, incompetente pronosticador de tendencias en curso.

24 de enero de 2018

Edufinet, 2007-2017: 10 años de educación financiera


En diciembre de 2007 tuvo lugar la presentación pública del proyecto Edufinet y, en esa misma fecha, empezó a estar operativo el portal de Internet, eje sobre el que se articula su propuesta formativa en materia de cultura financiera. La idea de emprenderlo surgió en el seno de Unicaja en el año 2005 y tomó posteriormente cuerpo al abrirse, primero, a la Universidad Internacional de Andalucía y, luego, a la Universidad de Málaga. Más adelante, una veintena de otras instituciones universitarias y de otra naturaleza se han ido sumando al proyecto. Asimismo, tras el proceso de reforma llevado a cabo en España, tanto Unicaja Banco como la Fundación Bancaria Unicaja siguen prestando un apoyo que es esencial.

El proyecto Edufinet surgió con una motivación clara, contribuir al fomento de la cultura financiera, como forma de ayudar a establecer unas relaciones más transparentes, seguras y estables entre los usuarios y los proveedores de servicios financieros.

Hoy día, los conocimientos financieros son necesarios para toda la población; en una sociedad moderna, los ciudadanos hemos de recurrir a una amplia gama de servicios financieros para cubrir distintas necesidades, por lo que hemos de afrontar continuamente decisiones relevantes para nuestro bienestar: qué producto es el más seguro y rentable para colocar unos ahorros, cuál es el coste de distintas opciones de financiación, cuál es la mejor alternativa para complementar la pensión de jubilación... Como elemento imprescindible para la libertad personal, es fundamental estar en condiciones de adoptar tales decisiones responsablemente, tomando conciencia en cada caso de los rendimientos o de los costes efectivos, así como de los riesgos existentes.

En su génesis, el proyecto Edufinet fue fruto del ejercicio de la responsabilidad social corporativa de las entidades que lo respaldaron, pero también, simultánea e indisociablemente, de la responsabilidad social individual de cada una de las personas que, de forma totalmente altruista y desinteresada, forman parte del mismo. Además de estos principios, la carta fundacional del proyecto contemplaba otras premisas, como la total ausencia de connotaciones comerciales, que se ajustan al Código de Buenas Prácticas para las Iniciativas en Educación Financiera publicado en 2016.

El desarrollo y la transmisión de los contenidos de Edufinet se basan en una serie de criterios metodológicos y didácticos: i) preeminencia de una visión global, coherente y sistemática; ii) aportación de un mapa conceptual para una orientación permanente del usuario; iii) interrelación de contenidos; iv) toma de decisiones razonadas; v) desenvolvimiento en situaciones reales; vi) concepción de los errores como base del aprendizaje; y vii) adaptación a las necesidades específicas de los distintos colectivos.

En su diseño original Edufinet pretendía centrarse fundamentalmente en el canal de Internet. Sin renunciar a las enormes posibilidades que este brinda y que nos permiten, de hecho, llegar a todo el mundo, como acredita el cómputo de los accesos al portal, se ha seguido en la práctica un enfoque multicanal. Así, entre otras actuaciones: i) se han creado dos portales de Internet adicionales, uno dedicado a los empresarios (Edufiemp) y otro a los jóvenes (Edufinext); (ii) se ha editado una docena de guías y manuales en papel; iii) se vienen impartiendo jornadas en centros de enseñanza secundaria y universitaria; iv) se han celebrado talleres y seminarios adaptados a distintos colectivos (emprendedores,  profesores, empleados, periodistas, mayores, inmigrantes…); v) se han difundido artículos y documentos sobre cuestiones económicas y financieras; vi) se ha elaborado un cómic; vii) se han organizado olimpiadas para la aplicación de los conocimientos financieros; viii) se han elaborado glosarios de términos y acrónimos; ix) se han desarrollado varias ediciones de un mooc (curso online masivo y abierto); y x) se han preparado aplicaciones para teléfonos móviles y otros soportes tecnológicos.

Hace diez años decíamos que, de forma modesta, empezábamos nuestra andadura inspirados en la filosofía machadiana, haciendo camino al andar. Al volver la vista atrás vemos que hemos ido dejando una huella incluso más palpable de lo que inicialmente podíamos aspirar.

A lo largo de mi experiencia profesional, he tenido ocasión de ser partícipe de la toma de conciencia de las oportunidades de negocio que han ido apareciendo en distintos ámbitos. Son numerosos los avezados especialistas que, en permanente actitud de vigilancia de las nuevas tendencias, alertan de las posibilidades que van surgiendo para generar valor. Es sin duda una función valiosa y digna de aprecio. También lo es poder afirmar que no siempre la constatación de una necesidad social ha de traducirse ineludiblemente en una oportunidad de negocio que deba ser aprovechada. Afortunadamente, sigue habiendo casos en los que se generan oportunidades para el compromiso personal, para tratar de retornar a la sociedad parte de lo que hemos recibido de ella. Así lo poníamos de manifiesto en la reunión del equipo de trabajo de Edufinet en el mes diciembre de 2007, y lo seguimos refrendando diez años después. 

No hay ningún nexo ni interés mercantil que nos una a quienes integramos ese equipo, que sí compartimos una vocación de servicio social y una filosofía de raíces senequistas: "Si la sabiduría se otorgara con la condición de mantenerla encerrada, sin que pudiese transferirse, la rechazaría". Ninguno de los miembros de dicho equipo de trabajo pretendemos alcanzar la sabiduría, pero, al igual que Séneca, disfrutamos aprendiendo para poder luego enseñar o transmitir lo aprendido.

Dentro de nuestros principios inspiradores la autocomplacencia no tiene cabida, pero el inventario de actuaciones y, sobre todo, los testimonios de muchas de las personas que han participado en nuestras acciones formativas (unas 100.000 en jornadas presenciales), son un estímulo para perseverar en nuestro empeño, con un espíritu de revisión y de mejora continuas. Cuando se conmemora su décimo aniversario, Edufinet, un proyecto de responsabilidad social corporativa e individual, mantiene vivo su compromiso con la educación financiera.

(Artículo publicado en el diario "Sur", el día 23 de enero de 2018)

18 de enero de 2018

El Latín en la era digital: la vitalidad de una lengua muerta

El diario Financial Times comenzó el nuevo año con la publicación de un artículo sorprendente por varios motivos: en primer lugar, por ocuparse de una lengua muerta; en segundo término, por su encendida defensa, expuesta con claridad meridiana en el título: “El Latín es un idioma esencial para nuestra era digital”; y, en tercer lugar, por el perfil del autor, Benjamin Auslin, estudiante de bachillerato en un instituto de Maryland (Estados Unidos). Rasgo este último verdaderamente llamativo, aunque quizás lo es menos una vez que, según se informa al final del texto, conocemos que ha alcanzado dos veces la máxima puntuación en el Examen Nacional de Latín.

Nos encontramos pues ante un gran virtuoso, un Messi del Latín, que, según reconoce, accedió por error al estudio de esa lengua clásica. Su reivindicación de esta llega también a las más altas cotas. Benjamin nos recuerda que, durante siglos, el Latín estuvo en el núcleo de la educación occidental porque entrenaba a los hablantes en valorar críticamente la información, articular las ideas y expresarlas elocuentemente. Al tratarse de una lengua basada en declinaciones, la lectura del Latín implica inspeccionar la finalización de cada palabra para determinar su función sintáctica, arguye el autor del artículo citado.

Este se lamenta de que los miembros de su generación hablen un dialecto del Inglés asociado a Internet, lo que, según él, está llevando a perder la capacidad de comprender cómo funciona el lenguaje: “El Inglés, mayormente debido a la política y los medios sociales, está siendo degradado tuit a tuit… Está llegando a ser tan malo que incluso podríamos plantearnos por qué tenemos un idioma”. En verdad, al leer este lamento uno no puede evitar evocar las afligidas recriminaciones del profesor Higgins, en la inolvidable escena de “My fair lady”: “Why can’t the English learn to speak?”.

Después de su declaración de principios, el virtuoso latinista alude a las virtudes retóricas exhibidas por destacados personajes de la Roma clásica. Frente a esa riqueza expresiva y argumental, como señalan tantos analistas, el autor del artículo llama la atención en el sentido de que el lenguaje actual ha quedado subsumido en una revolución (¿o tal vez involución?) de lo que gusta y lo que no, circunscrito a opciones binarias en vez de servir para articular respuestas.

Consciente de que no todo el mundo tiene la posibilidad efectiva de adquirir un dominio del Latín, Benjamin Auslin considera que la lectura de las alocuciones de las figuras romanas, incluso traducidas, aporta grandes beneficios.

Tras reflexionar en torno a los atributos del Latín, resulta difícil no concluir que adquirir competencias en dicha lengua proporcionaría muchas ventajas para afrontar los retos relativos a la evaluación de la información, la formación de un pensamiento crítico, la articulación y la expresión de ideas y opiniones. Personalmente, estaría tentado a afirmar que el conocimiento profundo del Latín puede ser una condición suficiente para tales fines. Ahora bien, también señalaría que no constituye una condición necesaria. Lo realmente importante es poder ejercitar un pensamiento crítico. Las lenguas vivas ofrecen suficientes mimbres, desde luego el Español, para poder llevarlo a cabo.

Salvando las distancias de la erudición exhibida por el autor del artículo aquí comentado, hubo un tiempo, ya muy lejano, en el que, como estudiante del bachillerato elemental, fui un apasionado del Latín. La experiencia duró solo dos cursos, pero fue altamente instructiva y entretenida. Lamentablemente, el incipiente dominio de las declinaciones declinó a ritmo acelerado, “magnis itineribus”.

Paradójicamente, fue mi profesor de Latín en el Instituto de Martiricos, en cierta medida, el causante de que no prosiguiera su estudio. Don Francisco Báguena fue un profesor excelso, un profesor del que, como he dejado escrito en otro lugar, me hubiese gustado ser alumno durante toda la vida. A él y al resto de integrantes del claustro de dicho centro dediqué una obra recopilatoria de artículos de opinión (auto)editada hace algunos años, con un título bastante significativo en el contexto aquí considerado, “Hipérbaton”. Aquel insigne docente, al término del bachillerato elemental, me recomendó que me inclinase por el bachillerato superior en la rama de ciencias, ya que, “sotto voce”, me confesó que, en su opinión, tendría más aplicaciones. Cómo me gustaría poder reencontrarme con él y poder transmitirle todo el afecto atesorado durante tantos años y también, por qué no, comentar con él el verdadero sentido de la aplicabilidad de las distintas disciplinas. Qué diferentes pueden verse las cosas, ¡45 años después!

Instintivamente he buscado en mi iPod la banda sonora de “Somewhere in time”...

11 de enero de 2018

¿Elección de cargos públicos por sorteo?


Reconozco que la primera vez que oí hablar de una propuesta para la elección de cargos públicos por sorteo quedé intrigado acerca de su posible alcance. Una vez clarificado este extremo, pensé que realmente no se trataba de un enfoque tan radical como podría conjeturarse en un principio, aunque no creo que pueda llegar a tener un camino demasiado fácil. En España, el principal valedor de una propuesta en esa línea, esencialmente con fines de debate, es Emilio Albi, prestigioso catedrático de Hacienda Pública, actualmente profesor emérito, de la Universidad Complutense de Madrid.

La propuesta en cuestión (“Los altos cargos y el azar”, El Cronista, nº 65, 2017) se basa en las aportaciones del filósofo noruego Jon Elster y va orientada a la elección despolitizada de determinados altos cargos a fin de garantizar su actuación con autonomía del poder político. Su argumento fundamental es que la racionalidad presenta límites y fallos o que, simplemente, no hacemos caso de la misma. Defiende la tesis de que, a menudo, se saca más provecho de tener menos opciones que de tener más. Entre las soluciones que propugna figura el recurso al azar, procedimiento que encuentra antecedentes históricos, tanto remotos como más cercanos en el tiempo. El azar ha servido para elegir a los mozos exentos del servicio militar por excedente de cupo, para dirimir el ejercicio del gobierno en algunos países, y sirve para adjudicar viviendas, formar jurados, mesas electorales y tribunales de oposición, entre otras actuaciones.

El planteamiento del profesor Albi va bastante más allá, para hacer extensivo el recurso al azar a la elección de los responsables de los órganos y agencias de control, supervisión y regulación en los ámbitos estatal y autonómico. El poder básico de elección de dichos responsables radica esencialmente en el partido gobernante, que en ocasiones ha de buscar el acuerdo con otras formaciones políticas. Dicha situación viene a significar que son los partidos políticos las instancias que tienen la capacidad de nombramiento de los altos cargos.

Dado que tales organizaciones suelen proclamar su orientación a la defensa de los intereses generales, cabría suponer que las elecciones de los referidos cargos deberían estar presididas por criterios de meritocracia, capacidad, adecuación y eficacia. Frente a este presunción, sin embargo, existe la posibilidad -prosigue la fundamentación de la propuesta- de que prevalezcan los intereses de partido. Según Emilio Albi, “como resulta claro que ha ocurrido en España, los partidos tienden a buscar esos objetivos de colonización de espacios con algún contenido político, y fortalecer así su poder, antes que contar con la mejor capacidad profesional… A la vez, la descentralización autonómica ha ampliado considerablemente el espacio a ocupar por los políticos”. Concluye que ha existido una muy discutible independencia de las altas instituciones respecto del poder político.

La propuesta de elección de cargos públicos por azar responde al siguiente esquema secuencial:

1ª fase: Presentación de candidatos para los cargos a ocupar, entre las personas que reúnan los requisitos establecidos en la convocatoria.

2ª fase: Formación de una comisión de evaluación, designada por sorteo entre personas de reconocido prestigio, propuestas, de manera razonada y con limitación numérica, por los partidos con representación parlamentaria y por organizaciones profesionales o instituciones de relevancia. Esta comisión tendría como función evaluar a los candidatos admitidos a fin de seleccionar entre ellos a un número de personas elegibles doble que el de los puestos a cubrir, sin establecer ningún orden de preferencia. En la propuesta se contempla la posibilidad de que los partidos pudieran establecer vetos por mayorías adecuadas, con una fundamentación por escrito, de hasta una cuarta parte de las personas propuestas por la comisión.

3ª fase: Sorteo imparcial entre los candidatos finales. Las personas determinadas por este procedimiento pasarían a ocupar los puestos vacantes. Alternativamente, de no querer recurrir al azar en esta última fase, la decisión final seguiría recayendo en las formaciones políticas, pero dentro de un colectivo validado previamente con arreglo al procedimiento descrito.

Según Elster, “la razón básica para usar sorteos en las decisiones es la honestidad. La honestidad nos exige que reconozcamos la presencia de la incertidumbre y la inconmensurabilidad, en vez de negarla o eludirla… El azar regula gran parte de nuestras vidas, por mucho que intentemos eludirlo. La domesticación del azar nos permite controlar los factores aleatorios del universo en la medida de lo posible, y ahuyentar a la vez el autoengaño”.

Nos recuerda Albi que algunos partidos políticos españoles han llegado a prever, en acuerdos programáticos no implementados, el recurso a la elección de cargos públicos por azar, en tanto que otros se han decantado justamente por lo contrario, por garantizar que sean ocupados por militantes convencidos. Posiblemente, haya personas que consideren que todo tipo de elecciones debe estar respaldado por un proceso democrático, basado en la regla de la mayoría. Sin embargo, Elster llama la atención en el sentido de que “si todos los problemas se sometieran al simple voto mayoritario, la sociedad sería inestable e imprevisible. Una pequeña mayoría sería fácil de modificar, por accidentes de la participación o por el cambio de parecer de unos pocos individuos… Todas las democracias han tenido recursos estabilizadores para impedir que todos los problemas sean pasto del simple voto mayoritario todo el tiempo”.

El filósofo noruego se pregunta por qué se usan tan poco los sorteos cuando hay tantos buenos argumentos a su favor. Como explicación, apunta que la gente quiere que las razones sean los determinantes inmediatos de sus opciones. Y subraya que, en el argumento a favor del sorteo, la razón también interviene, pero en una etapa anterior del proceso de decisión.

La fórmula de la elección de cargos públicos por azar, dentro de un marco con estrictas garantías, abre una vía potencialmente útil como contrapeso y equilibrio de poderes, que, al menos, merece la pena que sea analizada y discutida.
(Publicado en el diario Sur, el día 11de enero de 2018)

3 de enero de 2018

El estilo de dirección de Claudio Abbado como legado

Estaba acostumbrado a ver su nombre en las portadas o en las contraportadas de los CDs. Por motivos pragmáticos de adaptación al medio o al ambiente que cada uno se crea o en el que se tiene que desenvolver, no concebía el disfrute de la música como una actividad audiovisual. La música como compañera sonora pero callada; auxiliadora discreta y sin aditivos. Tiene así las ventajas de dar rienda suelta a la imaginación y de hacer posible la dedicación simultánea a otras tareas. Es la alternativa idónea para el investigador confinado (es un decir) en espacios cerrados, para el escritor afanado en dar un contenido adecuado a los desafiantes folios en blanco…

A veces, el aparato reproductor hace un alto en el camino sin habernos percatado de la sonoridad emitida o sin haber llegado a percibir la melodía favorita; es quizás cuando más ha cundido la producción; otras veces, en cambio, la pausa solo sirve para constatar que no hemos sido capaces de avanzar lo más mínimo. Por eso, un cambio de tercio puede ser un remedio apropiado… y vuelta a empezar.

Por distintas circunstancias, y como he dejado constancia en este mismo blog (“YouTube y el fin de las élites musicales”, septiembre de 2017), aunque tardíamente, tuve la fortuna de descubrir determinadas grabaciones musicales en YouTube y, gracias a ellas, el rostro del director italiano cobró para mí vida. He de reconocer que, si se dan las condiciones apropiadas, pasar de la experiencia auditiva a la audiovisual implica añadir bastante más que una nueva apreciación sensorial. Además, aunque el pensamiento se pueda mostrar indómito en su devenir, la concentración en el mero deleite musical, al ritmo que marca el realizador, aporta también su propia influencia.

Las sinfonías de Mahler se viven de otra manera y la magistral dirección de Claudio Abbado se aprecia en toda su plenitud, acompañada por el virtuosismo y el esmero de los integrantes de la orquesta. El dominio, la serenidad, la concentración, la emoción, la tensión, la relajación, el sentimiento y otros atributos de los que hace gala el maestro italiano en sus estelares conducciones se erigen en un componente intangible que no viene sino a magnificar y a ensalzar si cabe la grandeza de las composiciones mahlerianas.

Hace unos meses, al comienzo de la andadura de este blog, un colega (y, sin embargo, amigo) que había leído algunas entradas de aquel me recriminaba el uso o, más bien, el abuso de calificativos que él juzgaba exagerados. Es posible, bastante posible, que así sea. No voy a discutir ese extremo, cuando justamente en numerosas ocasiones se trata de algo consciente y otras, una expresión espontánea de sentimientos, que no es mi propósito reprimir. Al menos en algunos ámbitos uno tiene el derecho a tomarse algunas licencias, siempre que no causen perjuicio a alguien. Por eso, lo que ahora lamento es no poder encontrar los adjetivos que puedan hacer justicia a tan espléndidas actuaciones. Dejo a quienes puedan recrearse en la misma experiencia que busquen los que consideren más apropiados.

Como tantas otras veces me ha ocurrido a lo largo de la vida, cuando he sentido el impulso de expresar algún sentimiento oculto a alguna persona, esta ya se había marchado. Claudio Abbado lo hizo definitivamente hace ya cuatro años, pero su legado sigue vivo y su estilo de dirección nos ilumina como un ejemplo a imitar dentro y fuera de las salas de conciertos.

Entradas más vistas del Blog