18 de abril de 2024

¿Incentivos económicos para hacer frente a la crisis demográfica?

 

Desde hace años, en algunos países se viene hablando de cómo se va cebando la “bomba demográfica”, que está dando lugar a una inversión de la típica pirámide poblacional. Son varias las tendencias que inciden en ese proceso, pero, sin duda alguna, el declive de las tasas de natalidad es uno de los más determinantes. La cifra de 2,1 hijos en promedio por mujer -considerada necesaria para mantener una población estable- hoy se antoja utópica en numerosos países. De manera destacada en Corea del Sur, que, con una tasa de 0,72, se coloca en las últimas posiciones dentro del panorama mundial.

Los factores que explican la existencia de unas bajas tasas de natalidad son diversos, y engloban aspectos económicos, sociológicos, culturales, y psicológicos, entre otros. Articular un plan de actuación para estimular la natalidad se ha convertido en una prioridad en determinadas jurisdicciones. Al tratarse de un problema complejo, no resulta fácil plantear, ni, aun menos, aplicar medidas efectivas. La toma de conciencia de la situación está llevando a que los intentos de solución provengan también, en parte, de entidades privadas. Ha tenido una amplia difusión la noticia de que Booyoung, un grupo de construcción coreano, ofrece a los integrantes de su plantilla un bono de $75.000 por cada hijo que tengan. Según el presidente de la compañía, “Si la tasa de natalidad se mantiene baja, el país afrontará su extinción”[1].

Si se tiene en cuenta que las medidas públicas aplicadas en dicho país durante 17 años, con un considerable coste presupuestario ($270.000 millones), han dado escasos resultados, no parece que las expectativas sean demasiado prometedoras. Pero lo que sí es innegable es que, en caso de que haya alguna solución factible, se requeriría de una colaboración público-privada. Ahora bien, si la opinión, de una joven de 41 años, que se recoge en el artículo citado es representativa, no se vislumbra que las recetas planteadas puedan ser muy exitosas: “Mi madre quiere que tenga un hijo, por lo que jocosamente le dije que, si me daba $200.000 dólares, entonces tendré uno”.

¿Puede ponerse precio a la maternidad? Si no dinerario, en esta vida toda decisión personal conlleva algún coste económico que puede ser no desdeñable. En este caso, la misma persona, profesora de escuela, decía: “Tenía que elegir entre mi carrera y tener un hijo”. Es ésta una disyuntiva real, pero hay también otras que quizás no se perciben adecuadamente: entre una vida cómoda y tranquila, y la sonrisa de un niño. ¿Quién sería capaz de ponerle precio?



[1] C. Davies, S. Jung, y K. Buseong, “$75,000 for a baby? South Korean business float incentives as demographic crisis looms”, Financial Times, 28-3-2024.


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