3 de agosto de 2021

La multiplicación de los panes y los peces: la interpretación papal

 

Los Evangelios de los Apóstoles contienen un buen número de escenas de significado críptico. Algunas de ellas nos dejan sumidos en la estupefacción, incapaces de averiguar la pretensión última de los mensajes sagrados. Ante tales situaciones de indefinición, falta de precisión o ambigüedad, es inevitable recurrir al dictamen de quienes están en posesión de conocimientos especializados en la materia.

El episodio de la (aparente) multiplicación de los panes y los peces es uno de los que, con más claridad, requiere del juicio experto o autorizado. Los cuatro Apóstoles son igualmente parcos en el relato del celebrado milagro, sin que ninguno de ellos se detenga en derrochar detalles de lo acontecido. Lo único que podemos saber, a partir de los cuatro testimonios, es que, con tan sólo cinco panes y dos peces, Cristo logró saciar el apetito de más de cinco mil personas.

Hemos de suponer que, para lograr semejante proeza, Cristo hubo de obrar necesariamente el milagro de multiplicar los exiguos manjares disponibles. Trasladada al mundo económico, de alguna manera la enseñanza de Cristo podría ser que, para satisfacer necesidades estrictamente individuales, como la de comer, es preciso que el sistema económico sea capaz de proveer los alimentos en las cuantías mínimas adecuadas para cubrir los requerimientos básicos de cualquier persona.

Sin embargo, el Papa Francisco, con motivo del rezo del Ángelus en fechas recientes muy significadas, en la solemnidad del Corpus Christi, ha difundido una interpretación bastante diferente (vaticannews.va, 25-7-2021): “Lo poco o nada [sic] que podemos dar es suficiente para hacer grandes cosas. La lógica del don está, pues, en la base del milagro realizado por Cristo”. Y continúa haciendo hincapié en que “El verdadero milagro no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir…”, para añadir luego que “Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás”.

Resulta cuando menos extraña esta visión -al menos cuando se aplica a determinados contextos- que aporta el Sumo Pontífice, quien, en su afán por la primacía de los objetivos redistributivos, parece pasar por alto un aspecto en absoluto baladí. Cuando estamos en presencia de bienes individuales (desde un punto de vista técnico, cuando ineludiblemente el consumo del mismo bien por una persona excluye el de otra), cubrir necesidades personales obliga a expandir el número de bienes para hacerlos llegar a todos los demandantes. Si tenemos que alimentar cinco mil bocas con una cantidad determinada de un alimento (unidad), es imprescindible disponer de cinco mil unidades. La misma situación se da, por ejemplo, respecto al suministro de vacunas contra la Covid-19. ¿Qué haríamos para vacunar a un colectivo de 5.000 personas con 5 dosis de AstraZeneca y 2 de Pfizer?

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