Hace
unos días, al exponer un cuadro que mostraba la evolución de la participación
de las regiones españolas en la economía nacional a lo largo del período
1955-2021, a partir de la serie estadística elaborada por Fedea, alguien
planteaba las razones de la estabilidad relativa del peso de la economía
andaluza. No es precisamente una pregunta sencilla, que se pueda despachar de
forma inmediata y simplista. Sin duda, son muchos los factores que han incidido
en dicha trayectoria económica, también condicionada por el curso seguido por
el resto de las unidades de comparación.
Por
distintas razones, hubo un tiempo de bastante dedicación a esa importante
cuestión. De hecho, uno de los primeros encargos que tuve como joven
economista, recién incorporado a la (inacabable) carrera académica, fue, un
tanto sorpresivamente, el de la elaboración de propuestas para la
revitalización de la economía andaluza ante el inicio del esperanzador proceso
autonómico, en los primeros años de la década de los ochenta. El análisis de la
dinámica global y sectorial ante el ciclo económico fue durante años un tema
recurrente.
Han
pasado muchos años, y, al despertar del sueño, la pregunta sigue ahí. Un tanto
desconcertado, nos cuesta trabajo localizar energías y, sobre todo, ilusiones
perdidas para retomar la tarea. Mientras se encuentra a alguien que tome el
relevo, como simple ejercicio de nostalgia, es difícil refrenar el instinto de
repasar aquella tardía (2009) pero bienvenida publicación del Instituto de
Estadística de Andalucía que, bajo la autoría de Carmen lzárraga, ofrecía una
amplia visión estadística del “Progreso económico de Andalucía en el siglo XX”.
La
observación de los cambios registrados por la estructura económica de Andalucía
en el largo período 1900-1999 puede ser una buena base para reflexionar acerca
del destino económico de los andaluces. Cuando arrancaba el siglo XX, la
economía regional descansaba en la agricultura, que representaba un 40% de la
producción total. Los servicios equivalían aproximadamente a una tercera parte;
la industria, a algo más de una quinta, y la construcción se quedaba en un
modesto 5%. Las cifras del año 1999 mostraban claros contrastes: los servicios
tenían una posición preponderante, al concentrar dos tercios del total, la
industria había retrocedido al 13%, en tanto que la agricultura y la
construcción tenían un peso equivalente, del orden del 10%. Son también
variados los factores que explican esa recomposición sectorial. Igualmente, los
que pueden explicar el tamaño y la estructura de la dedicación personal.