21 de mayo de 2023

Hasta siempre, Lucas

 Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Se atribuye este conocido adagio, supuestamente aplicable en el terreno de la política, a Abraham Lincoln. En cierta medida, Robert E. Lucas Jr. se encargó de trasladar su esencia al ámbito de la política económica.

Este economista estadounidense, galardonado con el Premio Nobel de Economía en el año 1995 (quedaba muy lejos una Gran Recesión que casi nadie podía pronosticar en toda su magnitud), ha dicho su último adiós, a la edad de 85 años. Capaz como pocos de aglutinar centenares de seguidores y de detractores, sus aportaciones fueron una especie de detonación en el campo de la teoría económica y en el de la aplicación de las políticas públicas. Como recuerda Delphine Strauss en un artículo del Financial Times, algunas de sus contribuciones principales pueden sintetizarse en la siguiente frase de su discípulo John Cochrane: “sólo puedes engañar a la gente una o dos veces”.

A mediados de la década de los setenta del siglo pasado emergió con enorme fuerza la denominada revolución de las expectativas racionales, ligada a la escuela de la Nueva Macroeconomía Clásica, que llegaba a rechazar incluso la curva de Phillips a corto plazo y, por ende, a propugnar una política nihilista, sobre la base de su conocida proposición de la ineficacia de la política económica. No hay que olvidar que a este resultado se llegaba a partir de una serie de supuestos no irrelevantes: i) la hipótesis de equilibrio continuo de los mercados, posibilitado por la existencia de unos precios y salarios totalmente flexibles; ii) la hipótesis de la tasa natural de paro, que implica que las decisiones económicas reales de los agentes se basan únicamente en factores reales y no monetarios; iii) la hipótesis de las expectativas racionales, cuya idea básica es que los agentes económicos forman sus expectativas de las variables futuras haciendo el uso más eficiente de toda la información de que disponen. Según Cochrane, dicha hipótesis “es realmente sólo una condición de humildad. Dice que no escribas modelos en los que las predicciones del modelo sean diferentes de las expectativas en el modelo. Si lo haces, si tu modelo es correcto, la gente leerá el modelo y se adaptará, y el modelo no funcionará más”.

A pesar del patente irrealismo de algunos de los anteriores supuestos, en absoluto puede considerarse desdeñable la aportación teórica de esta corriente y, en particular, por el estímulo que supuso para la toma en consideración de aspectos anteriormente ignorados. En concreto, cabe destacar la conocida crítica de Lucas a la evaluación econométrica de la política económica, cuya esencia estriba en que los parámetros estimados en los modelos económicos a partir de datos históricos no permanecerán inalterados ante modificaciones en la política económica. La crítica de Lucas fuerza a que los economistas reconozcan que los agentes económicos son inteligentes, de manera tal que el diseño de las políticas económicas habrá de tener en cuenta el hecho de que los participantes en la economía cambian su comportamiento como resultado de las políticas que son aplicadas.

El Sveriges Riksbank Prize in Economic Sciences in Memory of Alfred Nobel 1995  le fue otorgado “por haber desarrollado y aplicado la hipótesis de las expectativas racionales, y, en consecuencia, por haber transformado el análisis macroeconómico y profundizado nuestra comprensión de la política económica”.

No obstante, como apunta Strauss, “no todas sus contribuciones superaron tan bien la prueba del tiempo. En 2003, argüía que ‘el problema central de la prevención de depresiones (económicas) ha[bía] sido resuelto, para todos los fines prácticos, y ha[bía] sido de hecho resuelto durante muchas décadas’”.

Los hechos son bastante tozudos, por lo que cabe evocar las conclusiones de la lección que pronunció con motivo de la ceremonia de entrega del Premio Nobel (subrayado añadido): “But who can say how the macroeconomic theory of the future will develop, any more than anyone in 1960 could have foreseen the developments I have described in this lecture? All one can be sure of is that progress will result from the continued effort to formulate explicit theories that fit the facts, and that the best and most practical macroeconomics will make use of developments in basic economic theory”.






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