28 de marzo de 2021

50º aniversario del email: productividad combinada con improductividad

 

Recuerda Tim Harford que el email celebra este año su 50º cumpleaños[1]. Menuda sorpresa. Cuesta bastante trabajo imaginarse a alguien utilizando el correo electrónico en el año 1971. Realmente su extensión se ha producido en los últimos 20 años. El avance propiciado por esta vía de comunicación ha sido espectacular. Su contribución potencial y efectiva a la eficiencia y a la productividad es inconmensurable.

Sin embargo, no siempre es una herramienta “win-win”. En la otra cara de la moneda nos encontramos con unos costes de magnitud nada despreciable, particularmente constatables en la ruptura de los ritmos de trabajo de cualquier persona que se preste a la cumplimentación de los mensajes recibidos de manera diligente[2]. La única alternativa sería atenderlos de manera sistemática (y selectiva) dentro de una franja horaria estricta. No sería, a tenor de la progresión de los flujos de comunicación, una franja estrecha ni, mucho menos, acumulable semanalmente. La vieja fórmula de la llamada telefónica tendría su papel para advertir de las cuestiones urgentes. Pero esto es una quimera, ante una tendencia irrefrenable a una inmediatez que campa a sus anchas.

Así, ante un panorama comunicacional cada vez más intenso, instantáneo y multicanal, el email genera también impactos negativos muy apreciables sobre la productividad, evidentemente, muy por debajo de sus ventajas. Si bien, tampoco hay que desdeñar los riesgos operativos a los que está sujeto el uso del correo electrónico.

En el artículo citado, T. Harford realiza una serie de recomendaciones para racionalizar el uso del email. Entre ellas, estima que, aunque uno debe ser siempre considerado, es un error categórico pensar que el correo electrónico debe estar gobernado por las reglas de la etiqueta: “El email es una herramienta para resolver cuestiones, y éstas no conciernen a salutaciones sino a la productividad”. Salvo en las comunicaciones con personas de mucha confianza, creo que es una batalla perdida.

De otro lado, recomienda hacer uso de las utilidades que ofrecen los programas, como el del “envío programado” para asegurarnos de que el mensaje llega en horas de trabajo, con independencia de lo que se envía (sic). Y como solución a la sobrecarga de correos plantea tomar decisiones claras, de forma rápida. Sin embargo, la inclinación a seguir esta pauta, incompatible a veces con el análisis y la reflexión, puede ser una fuente de problemas y de no pocos quebraderos de cabeza.



[1] Vid. T. Harford, “An economist’s tips on making email work for you”, Financial Times, 26 de marzo.

[2] Otras reflexiones se efectúan en la entrada de este blog de fecha 8 de marzo de 2021.


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