En comparación
con otros países europeos, la estructura de los activos financieros de las
familias españolas ha mostrado tradicionalmente un perfil dominado por los
depósitos bancarios y con escaso protagonismo de los títulos emitidos por las
empresas, tanto de renta variable como, especialmente, de renta fija. A este
respecto, se venía considerando que, en esa vertiente, existía un amplio
recorrido, dentro de lo que podría entenderse como un proceso de modernización
y de convergencia con las pautas observadas internacionalmente.
Eurostat aporta
información estadística que permite calibrar la situación española en términos
comparados, si bien recoge de forma agregada el montante de las acciones y el
de las participaciones en fondos de inversión. Pese a que se trata de
instrumentos financieros diferentes, dado que, por distintas vías, pueden dar
lugar a rendimientos de signo negativo[1], la
observación de la rúbrica mencionada puede ser ilustrativa en el sentido
apuntado.
Como puede
apreciarse en el gráfico adjunto, con un peso cercano al 40% del total, España
es uno de los países donde los dos instrumentos financieros señalados tienen
mayor importancia dentro del total de los activos financieros de las familias.
Su peso es muy superior al que tienen en los principales países de la Unión
Europea. El panorama existente genera alguna que otra sorpresa, y, sobre todo, suscita
una serie de interrogantes acerca de las causas de que aparezcan perfiles tan
diferentes.
Otra duda es la
de si realmente, en lo que va del presente siglo, ha cambiado tanto la
estructura de los activos financieros en España. En 1986, los depósitos
representaban algo más del 60%, la renta variable un 14%, y las participaciones
en fondos de inversión, un 1%; en 1997, la renta variable se mantenía en el
mismo nivel, en tanto que el peso de los depósitos había caído al 44%, para dar
cabida al avance de los fondos de inversión hasta el 20%.
[1] Cuestión distinta es si todos los suscriptores de participaciones en fondos de inversión eran o son conscientes de esa posibilidad. La práctica (¿atípica?) de los fondos garantizados permitía que, de facto, no tuviera gran trascendencia.