“Tu
esperanza quedaría defraudada: con sólo mirarlo quedarías aterrado… No dejaré
de mencionar sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable…”. Así se describe
la fiereza del monstruo Leviatán en el Libro de Job. Leviatán tiene una fuerza
irresistible –“el hierro es como paja para él”- como bestia marina gigante,
pero también como una especie de código subyugante que activa las alertas de
todo estudioso de la economía del sector público.
Según
diversas teorías y posiciones doctrinales, no siempre bien respaldadas por
datos empíricos, el sector público ha venido replegándose extraordinariamente
en los países occidentales desarrollados desde finales del siglo pasado hasta
la gran crisis económica y financiera que arrancó en el año 2007. Son también
frecuentes los relatos que indicen en un progresivo abandono del sector
financiero por parte del Estado, parcialmente revertido a partir de dicho
evento de crisis internacional. Esa tendencia a un mayor intervencionismo público
en el sistema financiero se ha intensificado a raíz de las turbulencias
recientemente acaecidas en el seno del sector bancario estadounidense.
En
un artículo publicado en la revista The Economist (“Leviathan swells”, 20-5-2023)
se reseñan algunos movimientos en ese sentido: i) la extensión y generalización
del seguro de los depósitos bancarios; ii) la concesión de préstamos de último recurso
a las entidades bancarias solventes, por parte de los bancos centrales; iii) la
regulación de la calidad de los activos; iv) el endurecimiento de las reglas
sobre el riesgo de interés; v) la finalización del proceso de intermediación
bancario basada en la utilización de depósitos para la concesión de crédito (“narrow
banking”).
Algunas
de las anteriores medidas son de aplicación desde hace años en el sistema
bancario europeo, en tanto que otras -particularmente las que apuntan al fin de
la intermediación bancaria- sí tendrían grandes repercusiones potenciales para
el circuito del crédito.
Según
The Economist, “sea cual sea la senda que se elija, el mundo se está moviendo
hacia un papel más grande para el gobierno y más reducido para los actores privados,
un hecho que debe alarmar a cualquiera que valore el papel del sector privado
en la evaluación del riesgo”. De forma llamativa, se considera que, aunque hay
países, como China y Vietnam, donde la creación del crédito está vinculada explícitamente
al Estado, lo que no ocurre en los países occidentales, es cada vez más difícil
percibir las diferencias entre el sistema chino y el sistema de “contrato
social”, en el cual hay una masiva cobertura estatal de los riesgos y una acumulación
de regulaciones impuestas, a cambio, sobre los bancos.