8 de mayo de 2023

Amenazas de la inteligencia artificial

 

No hace mucho, alguien me envió un texto sobre el papel de los bancos escrito con ciertas reminiscencias o evocaciones de “Cien años de soledad”. Más tarde, me comentaba que el ensayo había sido elaborado, automáticamente, por una famosa aplicación de inteligencia artificial (IA) a la que había solicitado el encargo específico. Los logros alcanzados por la IA nos dejan estupefactos, atónitos, llenos de incredulidad ante los avances que se están viviendo. Otro destacado jurista me venía a decir que había sometido la aplicación a considerables exigencias de conocimientos jurídicos, constatando luego que el desempeño era notable. Aunque el dispositivo no se mostraba infalible ante las pruebas planteadas, reconocía sus lagunas o errores, y evidenciaba su capacidad de aprendizaje. La IA está hundiendo, por otro lado, la moral de muchos docentes, algunos de los cuales no han tenido más remedio que desechar la elaboración de trabajos breves como forma de actividad práctica. Con la duda añadida de si el recurso a las nuevas aplicaciones es extensible a la realización de trabajos de fin de grado completos o, incluso, de tesis doctorales. Más allá de esas dudas razonables, una joven profesora se planteaba cómo, en los próximos años, podría competir con un chatbot omnisciente, disponible las 24 horas…

Seguramente, más bien temprano que tarde, habrá que reinventar la profesión, al igual que otras muchas. Hoy día, no obstante, a esas amenazas de índole tecno-estructural, se unen otras más mundanas, pero no triviales, que también hay que procesar. Como recoge la revista The Economist en un artículo dedicado a la incidencia de la IA en el periodismo[1], no hay que tomar como dogma de fe, sin más, las noticias provenientes de dispositivos artificiales presuntamente inteligentes, ni, por supuesto, tampoco las de origen no artificial.

Una primicia sensacional fue difundida, hace poco, por una emisora de radio estadounidense, según la cual “’el cohete de sexo masivo espacial’ de Elon Musk había estallado durante el lanzamiento”. En el artículo se aclara luego que esa sorprendente primicia “resultó ser una transcripción automática errónea de SpaceX, la empresa de cohetes del multimillonario”.



[1] “Ghost writers”, 6-5-2023.


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