28 de mayo de 2023

Gasto y resultado: una relación no lineal

 

Es algo bastante obvio que el desarrollo de cualquier actividad requiere incurrir en los costes ocasionados por el uso de los recursos que sean necesarios. Normalmente, los costes son explícitos y claramente identificables. Pero, aunque no hubiese que efectuar un desembolso por el uso de un recurso, lo que ocurre cuando se tiene en propiedad, un economista incluiría, en su caso, su coste de oportunidad, es decir, lo que se pierde, o aquello a lo que se renuncia, por utilizar ese recurso en lugar de emplearlo de forma alternativa. Dado que los costes de oportunidad no implican desembolsos, suelen, erróneamente, pasar desapercibidos y concitan escasa atención.

Respecto a los costes explícitos, especialmente en el ámbito del sector público, existe una tendencia a medir la actuación en función del gasto realizado, en total o en actividades concretas. Así, se tiende a asociar un mayor gasto en educación con un mayor nivel formativo, un mayor gasto en sanidad con un mejor servicio de salud, etcétera. Es indiscutible que, en principio, quepa esperar que se dé esa relación. Sin embargo, el gasto en una actividad, aun siendo un componente clave, no es el único determinante de la cantidad y de la calidad del servicio producido, ni  tampoco de los resultados y las consecuencias derivados de dicha actividad. El gasto permite adquirir recursos, que pueden ser caros o baratos. Tales recursos pueden organizarse, gestionarse y utilizarse de distintas formas, de tal modo que pueden obtenerse diferentes niveles de producción. En suma, en la ejecución de un presupuesto, ya sea público o privado, es necesario incorporar distintas perspectivas: la económica (coste de los recursos), la de eficiencia (relación entre los recursos utilizados y el producto obtenido) y la de eficacia (grado en el que se consiguen los objetivos planteados). Son, por cierto, tres criterios que están recogidos en la Constitución y en la legislación presupuestaria de España.

A pesar de todo, es difícil que, intuitivamente, no tracemos una hipotética línea recta para imaginar la relación estadística entre el gasto incurrido y el resultado obtenido en un programa o en una actividad. Sin embargo, siempre es conveniente tener como referencia lo que se observa en la realidad. Así, por ejemplo, ¿cómo es la relación existente entre el gasto vinculado al sistema educativo y los resultados obtenidos por los estudiantes que participan en el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA) de la OCDE?

Según estimaciones de la OCDE, el gasto por estudiante explica menos de la mitad de la variación en la actuación media entre países, respecto a las competencias de los estudiantes participantes (de 15 años) en las pruebas del PISA. A medida que el gasto (por alumno) en instituciones educativas aumenta, también lo hace la actuación media, pero la tasa de incremento disminuye rápidamente. Nos encontramos con una curva en vez de una recta. La OCDE concluye que “aunque la educación necesita estar adecuadamente dotada de recursos… no se requiere un elevado gasto por estudiante para alcanzar la excelencia en educación”. Entre otros, los casos de Estonia y Singapur, que obtienen unos resultados, dentro de una comparación entre países, muy por encima de los asociados a sus niveles de gasto, son dignos de estudio, a la búsqueda de algunas claves interpretativas.

Algo similar se observa cuando se analiza la relación entre el gasto en salud por habitante y la esperanza de vida. La relación positiva no oculta una elevada dispersión de resultados entre países para un nivel de gasto similar. Se trata de una pauta que se aprecia en muchas áreas de actividad, y que viene a poner de relieve que la cuantía del gasto monetario es un indicador incompleto e imperfecto de la adecuación o no de las actuaciones que se llevan a cabo. En el ámbito del deporte profesional, existe un amplio cuerpo de evidencias empíricas que muestran que la relación mencionada no necesariamente se ajusta a moldes lineales.

En definitiva, una buena gestión de los recursos lleva a tratar de dilucidar qué otros factores, además de los presupuestarios, conducen a mejores resultados. Con independencia de cuál sea la forma exacta de la curva mencionada, es fundamental no dejar sin aprovechar ninguna potencialidad. Para cualquier presupuesto asignado, el reto es batir la línea representativa del rendimiento medio alcanzable.

(Artículo publicado en el diario “Sur”)

Entradas más vistas del Blog