27 de enero de 2024

Raíces canovistas de la austeridad presupuestaria

 

“Yo jamás me incliné ante nadie, pero lo hice siempre con respeto cuando oía pronunciar el nombre ilustre de Cánovas del Castillo”. No sé hasta qué punto se atiene a la literalidad esta frase atribuida a Bismarck, pero sí tengo la certeza de que hay que inclinarse ante sus obras, aunque tan sólo sea por su magnitud, su impronta y su diversidad. Obras que se adentran en distintos campos del saber y que se extienden de manera particular a la esfera parlamentaria, desde que, en 1856, con 28 años, fue elegido diputado por Málaga. La edición de sus “Obras Completas” por la Fundación Cánovas del Castillo en el año 1997 da buena fe de ello y constituye un aporte documental de valor inestimable.

En uno de sus discursos parlamentarios, de fecha 3 de julio de 1867, “en contra del Proyecto de Arreglo de las Deudas”, con una prosa sostenida, vibrante, y no pocas veces enrevesada, encontramos una encendida defensa de principios que hoy encajarían plenamente dentro de la más estricta doctrina de la austeridad presupuestaria. Quedaban aún muchos años para que llegara la revolución keynesiana, que, pese a su evidente influencia, no ha impedido que persistan economistas y políticos partidarios de la estabilidad presupuestaria.

“Hay una cosa esencial que hacer, y esa es que el déficit desaparezca: fuera de esa cosa esencial todo lo demás es transitorio, y todo lo demás hay que sacrificarlo en la medida indispensable a este principio verdaderamente fundamental de todo sistema eficaz de Hacienda”. Difícil es, en verdad, poder expresar con más contundencia el principio de estabilidad presupuestaria que hoy está en entredicho en la Unión Monetaria Europea, inmersa en una reforma de la gobernanza económica con una prosa que rivaliza en tupidez con el estilo canovista.

No obstante, mientras que en ocasiones es difícil encontrar el sentido de la brújula del control presupuestario comunitario, el verbo del político malagueño, a la hora de rematar la faena, se expresaba con total rotundidad: “Es preciso que digáis, en fin, si es que os contentaréis con pagar los intereses de esa Deuda con capital de otra Deuda. Que cuando se llega a pagar los intereses de la Deuda con emisiones de capital, como aquí ya casi sucede, puede asegurarse que no hay ya salud para el Estado”.



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