Las
percepciones cotidianas sobre la situación y el rumbo de la economía parecen
instaladas en una suerte de montaña rusa. Ora da la impresión de que nos vemos
abocados al precipicio, ora percibimos mercados en ebullición, primero asalta
el temor a un desempleo desatado, después vemos que no se encuentran
suficientes personas con perfiles profesionales especializados, pero tampoco de
otros carentes de grandes requerimientos, un día las cotizaciones bursátiles
amenazan con desplomarse, otro se desata la euforia inversora, al amanecer se
anuncia el ocaso de las criptomonedas, pero antes de llegar el anochecer sus
cifras se reponen y se expanden, lo mismo, de una u otra forma, acá y allá.
La
economía postpandémica es como la Mona Lisa, asevera The Economist. El rostro
de la economía es tan ambiguo, equívoco y esquivo como el de la protagonista de
tan admirada obra: “A primera vista… parece que sonríe. La miras de nuevo y su
sonrisa se desvanece. Cuando reaparece, es una clase de sonrisa diferente.
Leonardo da Vinci logró ese efecto ambiguo con el uso del esfumado… No
importa cuántas veces la contemples, no estás seguro de lo que está ocurriendo”.
Aunque
no puede decirse que la conclusión constituya una novedad -al menos como expresión
conocida en los informes económicos de los organismos internacionales- es a la
que llega el semanario británico: “la realización de previsiones raramente ha
sido más difícil”. La multiplicación de la palabra “incertidumbre” en tales
informes es un claro indicio. No obstante, en su día Umberto Eco venía a decir
aquello de que “hubo un tiempo en el que tenía muchas dudas; ahora no estoy tan
seguro…”.
Un repaso de cómo evolucionan algunos indicadores económicos, un tanto caprichosamente, lleva a sostener que, simplemente, el mundo ha podido volverse más volátil. Asimismo, se menciona la influencia de algunos cambios más profundos. El primero está relacionado con las disrupciones causadas por la Covid-19. El segundo, con la disminución del tamaño muestral de los colectivos de personas que aceptan participar en las encuestas oficiales. La caída en las tasas de respuesta ha podido elevar la volatilidad de los datos, además de estar originando sesgos: “Las personas que han dejado de responder en las encuestas parecen ser menos prósperas que las que continúan haciéndolo, lo que lleva a inflar engañosamente la renta”. Así, no es descartable que “la economía global permanezca esfumada durante algún tiempo”. No sólo es difícil predecir (“sobre todo el futuro”, ya se sabe), sino incluso saber lo que está ocurriendo.