Acudo a veces a esa colosal obra en busca de refugio, consuelo, o
simple deleite. En esta ocasión ha obedecido a un impulso por aflicción, a una
especie de ceremonia personal de tributo a su memoria. Ante el Réquiem de Verdi interpretado por la Radio Frankfurt Symphony (de calidades de
imagen, sonido, interpretación, y dirección sensacionales, cualidades no
predicables con carácter general de la inmensa oferta de YouTube), resulta ciertamente difícil no sentir la emoción.
Esta mañana, alguien me remitió un correo
electrónico con la triste noticia, acompañada de una breve pero emotiva reseña
publicada en un diario. Por un momento, albergué la esperanza de que se tratara
de un error, ya que su nombre figuraba en un lugar que podía corresponder
perfectamente al del autor, pero, desgraciadamente no era así. Totalmente
conmocionado, tomé conciencia de la dolorosa pérdida de Alfonso Pajuelo
Gallego.
Sólo algunos años mayor que yo –de hecho, acabó sus
estudios de licenciatura en la Facultad de Económicas de Málaga en 1975, el año
en el que yo los comenzaba-, llegué a recibir algunas clases esporádicas de él,
dentro de la asignatura de Macroeconomía. Pese a su entonces acusada juventud,
estaba ya rodeado de una aureola de prestigio, sustentada en su rigor y en su
avanzada visión académica, así como en sus grandes dotes como comunicador, que
acompañaba con su cuidada y esmerada dicción. Provisto de su inseparable pipa,
tenía un irresistible aire “british”, que luego se ahondaría tras su estancia
en la Universidad de Essex, al tiempo que se fortalecía en el ejercicio de su
magisterio, años después con el rango de catedrático de Fundamentos del
Análisis Económico.
Siempre respetuoso con quienes, en los primeros
años de la década de los ochenta, nos incorporábamos a la carrera docente e
investigadora, se mostraba solícito para resolver cuantas dudas y desafíos
intelectuales se le plantearan.
Desafortunadamente, llegó el momento en el que alzó
el vuelo y abandonó el campus de El Ejido para proseguir su senda profesional,
primero en la Administración autonómica andaluza y, luego, en diversos puestos
de alta responsabilidad financiera en grandes grupos de comunicación.
Me imagino que a una persona que, como él,
disfrutaba tanto con la impartición de clases presenciales en la Universidad,
la privación de esta actividad en la segunda gran etapa de su trayectoria
profesional tuvo que representar un importante peaje, un elevado coste de
oportunidad, que quizás trató de compensar parcialmente con su adscripción a la
UNED.
Aún me parece estar viéndolo en el estrado de un
aula, al término de un examen que él vigilaba, escribiendo de forma entusiasta,
en la pizarra, un modelo descriptivo del mercado de trabajo, bajo la atenta
mirada de otros colegas. De pronto, su auctoritas
cautivó a los intervinientes en el coloquio, que asistían impávidos al
desarrollo teórico y argumental que iba improvisando. Entonces algunos nos
preguntamos si alguna vez lograríamos alcanzar ese nivel de pericia académica.
Requiem
aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis… Lacrimosa dies illa…