20 de septiembre de 2023

El candidato austral “mi(lei)narquista”

 

Se trata, sin duda, de un personaje peculiar que no parece tener demasiados pelos en la lengua, ni, al menos desde fuera de las alfombras palaciegas, atenerse a las más estrictas pautas de cortesía y respeto institucionales. La invectiva lanzada contra su compatriota el Sumo Pontífice como “promotor del comunismo” ahorra mayores comentarios.

Aún no ha llegado al poder, ni hay, lógicamente, certeza de que lo consiga, pero se han desatado las alarmas en distintos sectores. Así, algunos hispanos filoargentinos expresan ya su temor de que el sufrido país suramericano retorne a tenebrosas etapas históricas de recuerdos imborrables. No encabeza ninguna junta militar, pero las cautelas se extienden. The Economist se hace eco de una gran preocupación existente, entre la que no falta la de colectivos dotados de una acreditada perspicacia selectiva para identificar comportamientos autoritarios. Lejos de pretender un consenso con su candidatura, se barrunta que Javier Milei, si llega al gobierno y se ve frustrado en su ejecutoria, “podría concebiblemente volverse autoritario”.

En varias piezas, The Economist, en el primer número del mes de septiembre de este año, desgrana el perfil del candidato a la presidencia de Argentina. Autodefinido como libertario y anarcocapitalista, el seminario británico lo considera un personaje excéntrico “incluso según los estándares de la política argentina”. Según se indica, él mismo no desmiente la contratación de un médium para contactar con Conan, su mastín muerto. Aunque, quién sabe -me comentaba alguien con quien compartía ese curioso rasgo-, señalados dirigentes de algunas democracias plenas caribeñas, altamente progresistas de conformidad con los patrones dominantes, han tenido inspiradoras revelaciones procedentes del reino animal. La verdad es que no sé a qué podía referirse con este inciso inacabado.

La agenda económica de Milei responde a planteamientos “neoliberales”, de muy difícil realización, por cierto, tanto por las medidas previstas, como, entre otros factores, por el calendario establecido, el contexto de la economía real, la idiosincrasia criolla, y las fuerzas imperantes de los mercados. La dolarización de la economía no es, desde luego, una aspiración fácil, ni exonerada de efectos traumáticos. Tampoco la voluntad de reducir el nivel del gasto público desde el 38% al 23% del PIB, ni la de lograr, ya en el primer año, un déficit público primario (excluyendo la carga de intereses de la deuda pública) nulo.

Su mera candidatura con expectativas de victoria electoral ha evocado fantasmas militares, y, circunstancialmente, Milei sostiene que la violencia no fue un monopolio de los militares durante la dictadura de 1976 a 1983.

En una larga entrevista a The Economist, afirma que la crisis financiera de 2008 hizo que pasara de ser un partidario del “neoclasicismo” a un “anarcocapitalista”, que llega a describir el Estado como una “organización criminal”, puesto que los impuestos se pagan de forma coactiva. Cree también que el Estado del bienestar debe desmantelarse, ya que, en su opinión, transfiere los costes de las decisiones a otras personas, en vez de hacer que los individuos sean responsables de sus acciones.

No obstante, siendo consciente de las restricciones de la vida real, se declara en la práctica “minarquista”, algo así como partidario de una versión ligera del anarcocapitalismo. Según dicha corriente, las funciones estatales deberían limitarse al ejército, la policía, y los tribunales de justicia a fin de proteger los derechos de propiedad. Es decir, un planteamiento smithiano rebajado.

Entre otras medidas de su controvertido y complicado programa, se decanta por la reducción sustancial del número de ministerios, y la introducción del sistema de “vales” para la elección de los centros educativos. Su política exterior descansaría en un eje bastante simple y directo: “todos los que quieran luchar contra el socialismo [serían sus] aliados”.

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