Es relativamente fácil definir
lo que es la democracia. Aún más sencillo, a tenor de la experiencia
internacional, es etiquetarla, pero resulta bastante más difícil poder expresar
de forma cuantitativa cuál es su alcance verdadero y efectivo. Pese a ello, se
publican regularmente informes que recurren a indicadores cuantitativos a fin
de plasmar el “nivel democrático” de un país y su evolución en el tiempo. Sin
embargo, como destaca The Economist[1],
las puntuaciones asignadas “se basan principalmente en opiniones subjetivas de
expertos sobre la intensidad de diferentes aspectos de la democracia… Algunos
señalan que [los índices] reflejan las preferencias políticas de sus autores
más que los cambios reales de cómo son gobernados los países”.
Con objeto de tratar de obviar
los sesgos, The Economist ha aplicado un enfoque metodológico consistente en condensar
los datos de 279 indicadores en dos cifras separadas para cada país, en cada
año: i) Una de las cifras está relacionada con el liberalismo, la distribución
del poder y la cultura política. Los países con elevada nota en este apartado
tienden a tener una prensa relativamente libre e imparcial, un sistema judicial
independiente, robustas libertades cívicas, y tres o cuatro partidos que colaboran
a menudo; ii) La otra valora la capacidad de los Estados para mantener el
orden, proveer servicios públicos, y gestionar la economía.
“Tales
puntuaciones se derivan orgánicamente de los datos, sin ninguna guía humana
sobre cómo deben ser agrupadas las medidas”, se matiza.
Entre las conclusiones, se
señala que “Los dos indicadores han evolucionado de manera muy diferente
durante la pasada. Mientras que la dimensión de la apertura ha disminuido, en
promedio, desde 2008, la dimensión de la capacidad estatal se mantenido bastante
estable. Sólo un puñado de países han tenido mejorías en los dos indicadores,
pero en 67 de las 178 jurisdicciones el liberalismo ha retrocedido mientras que
la capacidad estatal ha aumentado”.
The Economist distribuye los
países en cuatro grupos: a) mejora en el liberalismo político, empeoramiento de
la capacidad estatal; b) mejora en ambos apartados; c) mejora en la capacidad
estatal, y empeoramiento en el liberalismo político; d) empeoramiento en las
dos facetas.
España, partiendo de unas
posiciones elevadas en las dos vertientes, se encuentra incluida en este último
grupo.
Con independencia de los datos
proporcionados por este tipo de estudios, cada ciudadano tiene su propia percepción
personal, que puede estar más o menos alejada de la situación real. Es quizás
una cuestión de sensaciones y de sentimientos: ¿cómo ha evolucionado el régimen
de libertades?, ¿ha mejorado el clima democrático?, ¿desempeña eficazmente el
Estado sus funciones?, ¿se asignan bien los recursos públicos?, ¿se distribuyen
de manera justa?, ¿cuál es la impresión respecto a los rasgos reseñados anteriormente
como i) y ii)?...