En una entrada publicada recientemente en este blog (16-9-2019) se planteaba una reflexión en torno a las razones que podrían dar lugar a la aparente reticencia de las familiar a concertar seguros para la cobertura de riesgos personales, en contraste con la tendencia más extendida a suscribirlos respecto a la cobetura de bienes materiales. ¿Por qué los activos más valiosos, como son la vida y la salud, que, aparte de su importancia intrínseca, están relacionados con la fuente primordial de generación de recursos económicos, se ven comparativamente relegados en el ámbito del aseguramiento?
Si nos circunscribimos al caso de un país como España, podemos apuntar, de manera simplemente indicativa, la posible relevancia de algunos factores, tales como los siguientes:
La propia existencia de un Estado del Bienestar, con un sistema de protección que contiene una serie de prestaciones sociales contributivas y no contributivas.
El papel fundamental ejercido por las redes familiares, crucial para hacer frente a situaciones de necesidad.
La relevancia de la vivienda como activo dentro del patrimonio de las familias y su posible movilización.
El freno motivado por la falta de recursos disponibles para la contratación de instrumentos financieros para la cobertura de riesgos.
La influencia de sesgos psicológicos que llevan a: i) una menor ponderación del futuro respecto al presente; ii) la falta de toma de conciencia de los riesgos realmente incurridos; y/o iii) la no identificación de una contrapartida ante la constatación, ex post, de la no materialización de riesgos cubiertos.
La posible desatención del papel de los instrumentos de seguro debida a un insuficiente conocimiento de su papel.